54. Terminemos.
De vez en cuando, en la sala donde todos seguían reunidos, Will alcanzaba a oír una que otra risita maliciosa y burlona que, sospechaba, provenían de los corazones perversos de Luke y Lou, y el de Nico, cuando fingía no prestarle atención. Parecían pequeños diablitos, retorciéndose las manos eufóricos mientras aplicaban el castigo eterno a los condenados, excepto que, la única que lo estaba ejecutando era Kayla, y mas bien, se trataba solo de la pena de una derrota en Póker, en lugar de un sufrimiento infinito en la lava del infierno.
A pesar de que a Nico le hubiese gustado más el último escenario.
El ambiente permanecía relativamente relajado. Los vasos de caipiriña vacíos o medio llenos estaban desperdigados por todas partes, había trozos de salchichas en una bandejita que Percy devoraba utilizando un escarbadientes, Frank y Hazel seguían inmersos en el otro, y su padre veía la cuarta temporada de Grey's Anatomy en su habitación. Podrían haber pasado como un grupo de amigos muy unidos, si no fuera porque solo unos minutos atrás había explotado una calurosa discusión, cuando Lou había empezado a rogar a Kayla sobre vestir a Dylan con un vestido de niña. Por supuesto él había expresado su violenta negatividad ante la sugerencia de Lou.
—¡No vas a ponerme un vestido! —espetó, apretando sus dedos alrededor del vaso que Percy le había dado—. Si quieres un bufón con quien jugar, pídele a Cecil. Estoy seguro que le encantaría hacerte feliz, y no le sería difícil hacer el ridículo.
—¡Oye! ¡Déjenme en paz! —lloriqueó Cecil al fondo, pero nadie le hizo caso.
—¿Una falda rosa entonces? —Se burló Lou, utilizando la misma idea que Dylan había sugerido para Nico—. ¿O qué te parece si depilamos tus piernas con cera? Conocer un poco más del sufrimiento femenino, tal vez logre que seas menos machista. ¿Tú qué opinas, Kay? Estás de acuerdo conmigo, ¿no?
Todos depositaron su atención en Kayla, quien acababa de regresar de su cuarto, cargando con un cofre en forma de corazón en brazos, un espejo, y uno de sus tantos cepillos para el pelo. Ella ojeó tímidamente hacia Dylan, quien la miró con una súplica silenciosa en sus ojos de borreguito lastimado. Al final, Kayla apretó los labios, y negó en dirección a Lou sin mirarla directamente.
—Tengo una idea mejor —anunció, y su rostro se iluminó con emoción, mientras abría la tapa del cofre para mostrarles lo que contenía.
Luke y Nico estallaron en carcajadas al instante, los ojos de Percy se agrandaron como los de un pez, Cecil silbó compasivamente, y en cuanto Dylan, éste se limitó a tomar aire con fuerza, y exclamó:
—¡Oh no!
—¡Oh sí! —chilló Lou, dando saltitos en su lugar, junto con una entusiasta adolescente amante de toda la colección de Barbie fashion para chicas con estilo.
Ahora, Dylan estaba sentado sobre una silla que Kayla había arrastrado desde la cocina, con la espalda muy recta, y el rostro muy tenso como un gato acorralado. Se mantenía lo más quieto posible. Pero Will sabía que bastaría con un movimiento en falso, para que sacara las garras y le diera un bonito rasguño al idiota que se atreviera a acercarse mínimamente a él. Sujetaba el espejo en su mano izquierda, y cada cierto tiempo, lo levantaba para vigilar su reflejo con precaución. Con cada vistazo, su rostro empalidecía aún más.
La cabeza de Dylan parecía una aureola primaveral.
Y es que, Kayla estaba haciendo un excelente trabajo, decorándolo con todos los accesorios para el pelo que había acumulado a lo largo de los años dentro de su cofre femenino. No se había reservado nada. Como en uno de esos juegos para engalanar a un personaje avatar, su hermana lo había puesto todo. Desde pinzas en forma de mariposas de colores, horquillas en forma de florecitas, moños de tonalidades pastel, y lazos que sujetaban el flequillo de Dylan al frente. Parecía como si un unicornio hubiera vomitado en su cabeza, y luego se lo había comido, y vuelto a vomitar.
—Tu pelo es tan bonito... —murmuró Kayla luego de un rato, mientras le peinaba un mechón con sumo cuidado, para proceder a trenzarlo copiosamente—. Es demasiado claro para ser castaño, pero muy oscuro para ser rubio. Es como la miel, marrón como la tierra, pero dorado cuando la luz del sol refleja a través de él.
—¡Rayos! Si que le ha pegado duro Dylan a mi hermana—susurró Will hacia Nico, sonriendo divertidamente.
Le sorprendió, y le desconcertó ver que Nico no le devolvía la sonrisa. Al contrario, su rostro se ensombreció, como si la noche hubiera caído dentro de la sala. Parecía que su comentario lo había perturbado considerablemente, a pesar de estar haciendo el intento por mostrarse todo lo indiferente posible. Hace unos meses, Will probablemente no lo habría anotado, pero ahora, luego de pasar tanto tiempo con él; incluso el movimiento más minúsculo de sus labios no pasaría desapercibido.
Will sintió que se le revolvía el estómago, aunque no supo por qué. Su mano se dirigió instintivamente hacia la cadena en su cuello, y la tocó, buscando consuelo en él, como si fuese un gesto que había hecho por años.
—Y es tan suave —continuó Kayla, terminando la octava trencita en su pelo—. ¿Qué tipo de Shampoo usas?
—Ehmm... no lo sé, ¿el que compra la empleada de la casa? —Dylan se veía inquieto, como la tapa de una tetera en ebullición—. O simplemente fui bendecido con una cabellera sensacional, como la de Sansón, así que te aconsejaría que tuvieras cuidado... Espera, ¿me estás haciendo trencitas? —cerró un momento los ojos, parecía estar contando hasta diez—. Por favor, dime que has acabado con este terrible tormento del Hades.
—¡Y... terminé! —exclamó Kayla, colocándole la última horquilla de color azul cerca de la oreja derecha, como si una mariposa hubiera decidido posarse allí. Dylan soltó un suspiró de alivio, estaba a punto de decir algo, cuando en eso, vio que ella volvía a rebuscar en su cofre. Al cabo de un instante, Kayla volvió a voltearse, su sonrisa era gigantesca, y ni siquiera la mirada alarmada de su víctima logró alterarla—. ¡Ahora es el turno de éstas!
Extendió los brazos. De sus dedos colgaron extensiones para el pelo de colores, rojo, azul, rosa y fucsia; tan brillantes como si estuviesen hechas de neón.
—Ay, ma... —Dylan hizo el amago de levantarse, seguramente con la idea de salir corriendo—. Señorita Solace, es usted increíblemente dulce pero creo que no necesito de...
Una mano firme se posó sobre su hombro, y lo obligó a sentarse nuevamente con brusquedad. Dylan alzó la mirada, su boca empezó a abrirse en protesta pero calló cuando identificó a la persona a su lado. Apareciendo de la nada, como si hubiera detenido el tiempo para moverse sin que nadie lo hubiera visto, estaba Luke. Tenía los ojos celestes cargados de advertencia, sus labios formaban una pequeña sonrisita tintada de malas intenciones.
—Por supuesto que necesitas extensiones, Dyl —dijo Luke, pronunciando su nombre con una mueca de repugnancia, como si le supiera mal en la boca—. Recuerda, un verdadero hombre, acepta la naturaleza de cualquier castigo que se le inflija, con gallardía— luego se dirigió a Kayla, con una expresión agradable—. Por favor, mi talentosa estilista, continúa con tu maravillosa labor.
Transcurrido unos minutos, Dylan ya ni siquiera tenía la valentía para mirarse en el espejo. Su rostro estaba increíblemente pálido. El único rastro de color eran sus ojos y la explosión de florecitas chillonas sobre su pelo. Kayla le había puesto las extensiones en la punta de sus trencitas, había como diez, y ahora caían sobre sus hombros y espalda como un río de arco iris incandescente. Él parecía querer morirse ya mismo.
El ruido de risitas tratando de ser contenidas se oyó cada vez más fuerte, Luke y Cecil soplaban por la nariz al estar perdiendo la batalla contra ellas; Lou por otro lado, estaba siendo más obvia, y al final, soltó una larga carcajada, que pronto fue acompañada de las risas de Cecil y Luke. Incluso Nico a su lado, ladeó la cabeza para reír junto a ellos. En respuesta, Dylan alzó la barbilla con arrogancia, intentando mostrarse todo lo viril que se podía, con una corona de mariposas de la colección Barbie Mariposa y la princesa de hadas muñeca.
Un momento después, Kayla se movió para colocarse a su lado. Se agarró las manos fuertemente sobre su corazón, y lo contempló con los ojos brillando de amor adolescente.
—¡Ohh! ¡Sabía que te harían ver tan bien! —inició su hermana, con un matiz de absoluta veneración en la voz. Luego, con un rastro de timidez, y las mejillas tan rosadas como una de las horquillas que Dylan lucía, agregó—: Eres tan hermoso como un hada. ¡Como las que aparecen en las películas de Barbie y el secreto de las Hadas!
Dylan le dio dos lentos pestañeos, uno por la sorpresa, y el otro probablemente por la profunda consternación.
—No estoy seguro de si eso me halaga exactamente —dijo, soltando un suave bufido—. Pero gracias —Dylan colocó una amable sonrisa sobre su rostro. Seguidamente, tomó la mano de Kayla con extrema delicadeza, como si fuera capaz de romperla si no lo tuviera. Le dio un breve apretón, y luego la soltó, bajo la mirada casi refulgente de ella—. Sé que mi castigo pudo haber sido mucho peor en manos de estos bárbaros, así que gracias. Estoy en deuda contigo por siempre, joven dama.
Kayla estaba a dos segundos de desmayarse, o tal vez de chillar tan alto hasta que los globos oculares de todos explotasen horriblemente en la sala. Abrió los labios a punto de decir algo, pero en eso, Nico habló:
—Ella tiene trece años, Dylan.
Fue como si sus palabras hubieran caído sobre la espalda de Dylan, con la fuerza de cinco látigos a la vez. Su rostro se comprimió por la absoluta incredulidad de lo que había oído, y luego, dio paso a la lenta furia progresiva, que era como una llama cerca de alcanzar el bidón de gasolina que lo haría estallar para destruir a todos a su paso. Su cuello estaba tenso, hizo un gran esfuerzo por girarla para fulminar a Nico, con ojos tan grandes y las pupilas tan estrechas como las de un felino amenazado.
—Lo sé —respondió Dylan lentamente, luego de una honda inhalación—. ¿Qué tratas de decir con eso?
Nico no contestó, se limitó a sostenerle la mirada, y los labios apretados en una línea.
—No le hagas caso —de pronto Kayla interfirió, a pesar de que presentía que ella no tenía idea de lo que sucedía—. Solo está celoso, porque tú te ves mejor que él.
Percy formó el amago de una sonrisa divertida, pero mantuvo una mirada atribulada dirigida a Nico. Dylan volvió a dirigir su atención a Kayla. La estudió buscando el indicio de burla en su rostro. No lo encontró. Así que lentamente, empezó a relajarse de vuelta.
Entonces, el flash de una cámara se prendió de repente, y luego el sonido inconfundible de una foto tomándose se oyó. Dylan se tragó una exclamación, su expresión cambió, y se llenó del más puro horror y temor, cuando confirmó que Lou había sido la persona que le había tomado una rápida foto desprevenida. Se levantó de súbito de la silla donde estaba sentado, y cuando habló, su voz salió tan extraña y poco propia de él, que llamó completamente la atención de todos.
—¡¿Qué has hecho?!
—Tranquilo, tranquilo, ¿por qué te pones así? ¿Acaso solo las chicas lindas tienen permitido sacarte una foto? —Lou soltó una risita, para nada preocupada de la bravata reluciente en los ojos de Dylan—. Por cierto, voy a alzarla en las redes —zarandeó su celular frente a él— apuesto que a tus amigos machotes les encantará verte así, y especialmente a las chicas.
Dylan parecía a punto de vomitar, su rostro se puso peligrosamente verde, y empezó a caminar hacia Lou con zancadas pesadas.
—¡No lo hagas! ¡No es nada gracioso! —siseó entre dientes. Llegó hasta el fondo de la sala, pero Lou se había movido velozmente hacia el otro lado, a la par que no dejaba de teclear sobre su celular—. ¡Detente! ¡No sabes lo que provocaras!
—¡Claro que lo sé! —Gritó Lou animadamente, sin dejar de correr—. ¡Tu tan trabajada y perfecta reputación se romperá en el segundo que lo publique. Y todos, absolutamente todos lo verán— se detuvo cerca de las escaleras, y su voz cambió a una más severa—. Te lo mereces, por años, siempre has ido burlándote de los afeminados... tómalo como tu primera lección de mi parte.
Dylan gruñó, como un animal dispuesto a matar, y echó a correr en dirección a Lou; cruzando el sofá en el que se encontraba Percy, quien lo seguía con la mirada absorta de incredulidad. En cuanto a Lou, el pánico se reflejó momentáneamente en su faz, al fijarse que no tenía escapatoria a no ser que pudiera atravesar las paredes. Sin embargo, en los últimos segundos, Luke gritó; al otro lado de la sala, cerca de la televisión, él alzó los brazos hacia arriba y le hizo un gesto a Lou que rápidamente comprendió. Ella tomó un impulso, y luego lanzó su celular hacia Luke, justo cuando Dylan llegaba y hacía el amago de atraparlo.
Lou alzó las manos en señal de rendición cuando lo tuvo enfrente, pero la atención de Dylan se trasladó a otro lado.
El celular voló alto sobre las cabezas de Nico y Will, quienes se lo quedaron mirando como una pelota de volleyball pasando por la red. El aparato cayó perfectamente sobre las manos de Luke, quien no perdió el tiempo, y dedicó un vistazo a la pantalla. Una carcajada burlesca salió de sus labios, y farfullando una palabra de: "Miren", se lo mostró a todos. Como se esperaba, había una foto de Dylan allí, con la cabeza repleta de accesorios para niña, y las extensiones luciendo como si una piñata llena de serpentinas de colores hubiera explotado sobre él. Tenía una expresión suave en el rostro, de sorpresa, puesto que Kayla acababa de tranquilizarlo luego del comentario de Nico.
Se veía tierno, para nada como el Dylan Thompson que el Instituto conocía: rudo, mujeriego, erótico. Y estaba a un botón de ser publicado.
—¡Qué lindo, Thompson! —seguía riéndose Luke— ¿Crees que a tu papi le molestaría verte así? ¿Es eso?
—No tienes idea —murmuró Nico a su lado, pero antes de que Will pudiera intervenir, la voz de Dylan explotó a sus espaldas.
—¡Tú...! —pronunció gravemente, como si se tratara de un villano. Entonces, Dylan volvió a correr, saltando ágilmente sobre el sofá para llegar hasta él. Un par de horquillas y pinzas se deslizaron de su pelo, cayeron a su paso repiqueteando contra el suelo. Otras las quitó con rabia, tirándolas ante la mirada dolida y estupefacta de Kayla. Él gritó—: ¡Hijo de puta, no te atrevas! ¡No estoy jugando contigo! ¡Te quemaré vivo la piel de la cara si lo haces!
Pero la amenaza no surtió ningún efecto en Luke, ni siquiera las advertencias que Percy le estaba lanzando. Al contrario, su mirada se volvió más resolutiva. Huyó de Dylan hasta llegar delante de la chimenea, pero rápidamente se encontró atrapado como Lou anteriormente. Mientras tanto, Dylan estaba a segundos de arremeter contra él. Y no parecía que fuera a darle los típicos puñetazos amistosos que se habían dado hasta ahora.
—¡Aquí, aquí, lánzamelo! —señaló Cecil al otro lado de la sala, cerca de donde estaban Frank y Hazel, quienes habían detenido su conversación para mirar la escena con incertidumbre. Y como un beisbolista, Luke lanzó el celular hasta donde estaba Cecil. Él lo atrapó, y vitoreó acaloradamente por el momento.
De repente, la sala se volvió un caos de lanza y atrapa, con Dylan corriendo detrás de cada uno, y fallando en cada intento en el último segundo. Primero había caído en las manos de Cecil, luego había vuelto en las de Lou, después Luke lo tenía, y se lo lanzaba otra vez hacia Cecil, siguiendo con el mismo patrón una y otra vez. Y cada vez más, el semblante de Dylan era más y más desesperado. Hasta que en una de esas, él no había visto su camino, y terminó enganchando su pie en la pata de la mesita de la sala, provocándole una caída aparatosa a los pies de Percy, quien se había levantado automáticamente para atraparlo, pero fallando en el acto.
Lou estaba de pie delante de la televisión, y tenía el celular en sus manos ahora. Miró a Dylan, con semblante inescrutable, que intentaba incorporarse, poniendo una mano sobre la mesa y otra sobre el sofá. A su lado, Percy tenía las manos extendidas hacia él, a centímetros de sus brazos, como queriendo ayudarlo pero sin atreverse a tocarlo tampoco. Al final, ella suspiró pesadamente.
—Ya, ya es suficiente, Lou —dijo Will, en tono preocupado.
—Sí —ella asintió, sin dejar de mirar a Dylan—. Basta de correteos. Lo voy a publicar ahora.
—¡NOOO! —la voz de Dylan rugió imponente, y detuvo cada movimiento y ruido de la habitación. Su respiración trabajosa era lo único que se oía, y el sonido de sus uñas rastrillando desagradablemente el vidrio de la mesa. Y en sus ojos, oscureciendo el verde hasta una tonalidad tóxica, había miedo, miedo real y desproporcionado, que le hacía temblar el cuerpo completo, porque Will estaba seguro que la corrida de antes no le había provocado eso—. Por favor —continuó, para el terror de todos— no publiques esa foto. Por favor.
Lou se quedó completamente congelada en su lugar, con el dedo suspendido sobre la pantalla, probablemente a punto de subir el post. No sé había esperado la súplica casi descarnada de Dylan, y de rodillas, si contaba que aún no se había incorporado de su caída, y la miraba desde el piso con el ceño arrugado y el pelo castaño todo enredado y ondulado, por las trencitas que se habían desbaratado y las horquillas que colgaban débilmente con la fuerza de un suspiro.
Entonces, Nico apareció detrás de Lou, como salido de las sombras, y le arrebató el celular de sus manos. La sorpresa hizo que Lou protestara de forma tardía, y luego se lanzara a recuperar su posesión. Sin embargo, Nico era más alto, así que alzó los brazos mientras tecleaba rápidamente sobre la pantalla, a la par Lou daba saltos, con la mano en alto, tratando de alcanzarlo. Todo eso ocurría, con el semblante de Nico completamente sereno, y el de Lou totalmente indignado.
—Listo —dijo después de un rato, pero no le devolvió el celular a su dueña, si no que se lo lanzó a Dylan, quien lo cogió en el aire con una expresión anonadada en el rostro—. Ya lo borré. Puedes verificarlo para estar más calmado. Y en cuanto a ti —se dirigió hacia Lou. Dudó, y Will supo que quería decirle algo muy severo, pero que no lo hacía por respeto a él—. Tú mejor que nadie, deberías comprender que no es bueno jugar con el miedo de las personas.
—¿Por qué todos asumen que sé muchas cosas solo porque soy feminista? —rebatió Lou, poniendo un mohín enojado—. Soy como cualquier otra chica, y también cometo errores. De hecho, acabo de disculparme de uno recientemente —indicó, mirándome de soslayo—. De todos modos, no lo iba a hacer... solo estaba bromeando... pensé que era gracioso.
Se oyó un gruñido furibundo. Y luego un, plop, como de algo aterrizando en el agua. Cuando Will giró el rostro, vio que en realidad Dylan había dejado caer el celular de Lou, dentro de un vaso lleno de caipiriña.
—¡Oye! —reclamó Lou, corriendo para salvar su aparato del interior del vaso, y rápidamente secarlo con el dobladillo de su vestido. Miró a Dylan indignada—. ¡¿Por qué hiciste eso?!
—Es que me pareció gracioso ponerlo allí —espetó Dylan, su tono repleto de sarcasmo y desprecio.
A continuación, en la habitación reinó un silencio tenso y chispeante. Dylan y Lou no dejaban de mirarse fijamente con desafío, y casi parecía haber rayos saliendo de entre sus ojos. Un momento después, Percy carraspeó, y le envió a Will una señal para que interviniera.
—Ja, jaja —Will probó con reírse, para llamar la atención—. Bueno. ¿Quién quiere pastel?
—Eh... Yo no —contestó Frank desde el fondo— soy intolerante a la lactosa.
Hubo otro silencio incómodo.
—Yo... —Hazel levantó tímidamente la mano— yo sí quiero pastel.
Will envió una mirada agradecida a su cuñada, ejem, a la hermana de Nico, y se puso en pie con la misión de salvar su cumpleaños.
Will acababa de entregar el quinto, y (según ella) el último trozo de pastel que se comería Hazel, la delgada hermana de Nico, que aparentemente tenía un gigantesco hoyo negro en el estómago por donde todos los carbohidratos terminaban, porque de otro modo, no entendía cómo podría mantener un abdomen tan plano como la planicie de un cemento. Mientras tanto, Frank estaba de pie a su lado, como un guardia de seguridad muy joven, seguía cada diminuto movimiento de Hazel con los ojos, de forma totalmente adorable y no espeluznante como había sonado.
Se encontraban en la cocina, o al menos casi la mitad de ellos. Nico, Luke, Lou, Cecil, y Percy, seguían en la sala. Desperdigados sobre sofás, cada uno sujetaba entre sus manos un plato con un trozo de pastel a medio acabar, y conversaban en voz baja, o al menos, era demasiado baja para que Will pudiera oírla. Sin embargo, por la forma en que Percy articulaba con las manos y tenía un profundo ceño fruncido, en dirección a Luke, pudo saber que estaba siendo regañado, mientras Lou y Cecil lo oían con las cabezas agachadas, como un par de niños castigados.
Con él, aparte de Frank y Hazel (el primero estaba tomando un juguito de naranja, la segunda ya se acababa su pastel a velocidad de la luz) estaba Dylan, sentado sobre el borde de la mesa, con un pie sobre una silla, y el otro colgando en el aire, el cual de vez en cuando, lo balanceaba animadamente.
Will se llevó la punta del cuchillo a la boca, y lamió distraídamente los restos de pastel que habían quedado en la hoja. Sin temor a cortarse. Su mente divagó hacia los acontecimientos de hace un momento en la sala, y trató de no mirar a Dylan con algo de extrañeza, o preocupación en su expresión. Presenciar el momento en que una persona habitualmente alegre y divertida, cambiaba de manera tan abrupta, podría dejar descolocado a cualquiera, y él no sabía si debía contener sus ansias entrometidas por preguntar, o solo dejarlo pasar.
—¡Oh! ¡Qué bonita cadena! —profirió de repente Hazel, deteniendo su ensimismamiento. Ella se acercó a Will, y pasó fugazmente un dedo sobre el diamante rojo que colgaba fuera de su camiseta, como un trozo del corazón de Nico que él le había obsequiado. O al menos, eso era lo que Will quería creer—. Vaya, es esto... —Hazel volvió a tocar el dije, con las cejas algo elevadas por la sorpresa—. Este diamante parece bastante real, ¿lo es?
—No, no —Will zarandeó su cabeza, haciendo que los rizos de su pelo le hicieran cosquillas en la frente—. Es bisutería. Nico lo aclaró luego de regalármelo, después de todo, él sabe que no hubiera aceptado algo tan caro.
Hazel y Dylan compartieron una rápida mirada, demasiado veloz para que Will pudiera descifrarla. Aún así, le causó un revoltijo en el estómago.
—¿Qué ocurre? —preguntó, mirándolos atentamente—. ¿Es bisutería, no?
Hazel no dijo nada. Mantuvo una concentrada expresión, mientras sus dedos aún rozaban el diamante rojo. A lado de Will, Dylan soltó una pequeña risita.
—Por supuesto, si Nico lo dice, debe ser cierto, ¿no? Es decir, porque él es el rey de la honestidad —finalizó, con la celeridad que no ocultaba del todo la ironía en su tono.
Will abrió los labios para rebatir, pero Hazel la interrumpió con una pregunta:
—¿Qué dice aquí? —Había volteado el diamante, y en uno de los extremos, Will vio que había líneas grabadas en él, que luego comprendió eran palabras—. Ni siquiera identifico que idioma es.
Will tampoco sabía, pero definitivamente no era un idioma americano.
—¿En serio? —Dylan ladeó la cabeza, un brillo de curiosidad despertó sus apagados ojos y dejó su plato sobre la mesa para poder acercarse a Will—. A ver, déjame intentarlo.
Hazel le pasó el dije a Dylan, y Will se movió hacia él para evitar que lo ahorcara la cadena. El menor de los Thompson, se quedó mirando un largo rato las extrañas formas cursivas, mientras tanto, Will estaba demasiado cerca de él, y no pudo evitar inhalar el aroma a fresas que provenía del pelo de Dylan, cortesía de su querida hermana (a quien había mandado a su habitación con una torre de cuatro pedazos de pastel). Estaba intentando identificar el segundo aroma que provenía de su cabeza, cuando de repente, la violenta carcajada de Dylan le provocó un respingo impresionante por el susto.
—¡No puedo creerlo! ¡Oh, diablos, es tan asquerosamente entrañable —exclamó Dylan, con la risa casi haciéndole caer de la mesa—. Por supuesto que lo iba a poner en un idioma que nadie pudiera leerlo. Pero se le olvidó que mi padre tiene una obsesión con hacerme estudiar todos los idiomas que él estudia —rodó los ojos con fastidio, y luego volvió a reír—. Claro que no se esperó que lo fuera a ver, ni en un millón de años, de otro modo... ¡Oh, felicidades, Willcito! ¡Hurra, hurra, por tu corazón, que no se romperá como otros desafortunados que cayeron entre sus manos!
Empezó a aplaudir efusivamente, mientras balanceaba sus piernas en el aire.
—¿Qué es lo que dice? —exigió Will, casi ahogándose de la impaciencia.
—¿No te lo dijo? —Dylan alzó las cejas con sorpresa, entonces, colocó una expresión enigmática—. Bueno... yo podría decírtelo... —Will sintió que su corazón iba a explotar, apretó el mango del cuchillo con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Dylan sonrió azorado—. O no. Lo siento, Will, pero le debo un favor a Nico por lo de hace rato. Y si no te lo ha dicho, no creo que debería ser yo quien te lo diga.
Se encogió de hombros, y rápidamente saltó de la mesa, en el segundo que Will estuvo a punto de agarrarlo por el cuello de su camiseta. Para zarandearlo, o amenazarlo, o suplicarle... o todo a la vez. Dylan soltó otra carcajada jovial, que llamó la atención de los miembros de la sala, y alzó las manos en señal de rendición.
—Tal vez más adelante, según las circunstancias se desarrollen... —sonrió emocionado— si él no te lo dice, puedo decírtelo yo... Pero hasta entonces, buena suerte en descubrirlo, Willcito Solace.
Y entonces se marchó de vuelta a la sala, directamente hacia Percy, pero no sin antes murmurar hacia Nico al pasar: "Sé tu secretito de la cadena, ¡qué horror!" Luego esquivó una almohada que Nico le lanzó, y empezó a hacer gestos de cerrarse los labios como una cremallera. "Solo por esta vez, hasta que otro favor sea requerible". Nico se giró para verlo, y Will sostuvo su mirada con el corazón sonándole en los oídos. Luego de un rato, volvió a apartar el rostro, y Will se quedó de pie en la cocina a reflexionar.
Pero pasado unos minutos, decidió que era su cumpleaños y que sí habría sido algo malo lo que estaba escrito en su cadena, Dylan definitivamente no lo habría felicitado y mucho menos se habría puesto contento por él, a no ser que, le divirtiera el sufrimiento de los corazones rotos. Lo que esperaba no fuera el caso.
Se giró hacia Frank, quien lo miraba como si fuese a explotar de un momento a otro.
—¿No eres intolerante al tequila, verdad?
Frank formó una sonrisa torcida. A su lado, Hazel empezó a negar con la cabeza, pero con diversión.
—Definitivamente no lo soy.
Cuando Will regresó a la sala, acompañado de Frank, Hazel, y una bonita botella de tequila con trozos de limón que había conseguido de las sobras de la caipiriña; el ambiente estaba más relajado y había vuelto ese aire de armonía que tanto le gustaba sentir entre sus amigos. Luego, el resto de la tarde se consumió a la velocidad que fue acabando el tequila, hasta que finalmente, con los ojos algo nublados por el alcohol en su sistema, Will observó en el reloj de la pared que marcaba la una de la mañana.
Su cumpleaños había acabado.
Sin embargo, Will siempre había tenido la creencia de que no era mañana, hasta que no saliera el nuevo sol, o al menos, despertara luego de un largo sueño. Para lo que él concernía, todavía podía seguir la fiesta hasta el amanecer, y por el entusiasmo que no aminoraba del resto, supo que los demás pensaban lo mismo. Will se sentía tremendamente bendecido, sentado sobre la alfombra al lado de Nico, su corazón estaba lleno y tibio de amor y cariño por las personas que estaban en su sala; incluso tenía un espacio más para Frank, el nuevo admirador de la dulce Hazel.
La hora transcurrió sin que nadie se diera cuenta, y alrededor de las dos, el grupo había pasado a contar las mejores y peores anécdotas que se le pudieran ocurrir. Cecil contaba sobre la vez que Will lloró cuando mató a una hormiga enfrente de él, alegando que podría haber tenido una familia que mantener y cuidar. En su defensa, el Will de diecisiete años dijo que tenía nueve años, y quien sabe, tal vez tenía razón. Luego Percy contó sobre la vez que Nico se vistió de Drácula y Caronte de una gárgola que lo llevaba sobre sus hombros.
Pero las mejores anécdotas eran las de Dylan, porque eran todas sobre la vida de Nico que, Will estaba hambriento de conocer. Al parecer, ellos se conocían desde niños. Junto con Drew, Mark, Abby y Katie, habían pasado muchas aventuras juntos, puesto que sus padres eran socios, y siempre que se concertaban reuniones de trabajo, eran enviados a una habitación con el resto de los niños para que jugaran entre ellos. Así fue como se unieron en un principio, pero a medida que pasó el tiempo, Drew volviéndose más presumida, Mark siendo más ambicioso y Abby una tonta; el grupo se separó, aunque aún tenían que aguantar verse las caras cuando había reunión de socios.
Nico y Dylan habían viajado a muchos lugares, conocido a tantas personas, y el tumulto de historias que compartían, parecía no tener fin. "¿Recuerdas esa vez que Drew tuvo que conseguir dinero vendiendo su pelo porque Katie se lo gastó todo en hierba? ¿Que resultó ser, verdaderamente, solo hierba?" "¿O aquella vez que Mark ofendió a los argentinos diciendo que su asado era malísimo?" Nico se río por el recuerdo, relajado y alegre, y Will quiso guardar esa imagen por siempre en su memoria.
—¿Recuerdas que a Arata le encantaba comer borradores? —Dylan se rio— ¿Por qué diablos se comía eso?
—¿Quién es Arata? —Preguntó Will, sonriendo, pero sus labios fueron descendiendo cuando una mirada incómoda apareció en los ojos de Nico.
—Digamos que... —comenzó Dylan, enviándole una rápida ojeada a Nico— fue una de las razones por la que el grupo se disolvió.
Luego cambió de tema, y Will ya no tuvo la fuerza de volver a preguntar.
Ahora ellos hablaban de Mark, mejor dicho, se burlaban de él.
—Siempre fue un idiota —señaló Dylan, haciendo malabares con las manos— y un degenerado. Tiene esa cosa rara con los animales. Es realmente asqueroso. Te diría que no te lo tomes personal, Percy —se dirigió a él, formando una lenta sonrisa— él odia a todo el mundo. Solo me tolera porque soy "popular" y a él le encanta serlo, incluso a costa de otros.
—Él y Abby son de lo peor —asintió Luke— son el tipo de personas, que sin importar el golpe o castigo que reciban, nunca cambiarán su forma de ser.
—Seeh —Nico se miró las uñas con admiración— pero igualmente, sería bueno que recibieran un castigo de vez en cuando.
—Hmmm —Dylan asintió pensativamente, al tiempo que colaba su codo sobre el hombro de Percy, quien ahogó una sonrisa de inmediato—. Alguien debería darle una lección a Mark, en honor a Percesito.
Hubo una larga pausa, y entonces Will dijo:
—Tengo una docena de huevos podridos en el refrigerador, así que...
Veinte minutos más tarde, Percy, Dylan, Luke, Nico, Cecil, incluso Lou, se encontraban tirando a diestra y siniestra, los huevos que Will había olvidado en el refrigerador por un mes, y que finalmente les había encontrado un uso. Delante de ellos, estaba el lujoso auto de Mark, aparcado en la vereda por alguna idiota razón de su parte, lo cual agradecían, ya que hacía que pudieran hacer su fechoría más fácil.
Era de noche, el cielo estaba despejado y oscuro, y solo una solitaria luna en forma de sonrisa colgaba encima de ellos, como si estuviera aprobando los actos ilícitos que presenciaba. En el interior del auto de Nico: Frank, Hazel y la señorita O'leary se habían quedado para espectar la hazaña, dando vítores un par de veces, y ladridos que sonaban bastante felices proviniendo de la perra. Will también estaba lanzando huevos, influenciando por el alcohol o por sus amigos, daba igual, no podía pensar otra mejor forma que terminar su cumpleaños.
—Te apuesto a que no puedes acertar el espejo retrovisor —lo retó Percy, y Will le envió una gigantesca sonrisa antes de lograrlo perfectamente.
La parte buena fue que se ganó un arrumaco enérgico en la cabeza por parte de Nico. La parte mala fue que hizo que la alarma del auto se activara, rompiendo el silencio de la noche con estridentes sirenas que hicieron que varias luces, de varias casas a la redonda, empezaran a encenderse simultáneamente.
—¡Ay, no! —Exclamó Lou, y luego tiró el último huevo que tenía— veo venir al papá de Mark por el patio. ¡Hay que irnos!
—¡Rápido! ¡Qué Minos no nos vea! —apuró Dylan, dándole empujones a Nico para que se moviera.
Cuando todos estuvieron a salvo dentro del coche de Nico, Will iba en el asiento copiloto, y detrás de él iban Frank, Hazel, la señorita O'leary y Lou. Mientras que los demás habían optado irse en el auto de Luke Castellan por falta de espacio. Ellos iban riéndose a medida que Nico manejaba a toda velocidad por las solitarias calles de New York. El viento entraba por las ventanillas abiertas, y le acariciaba el rostro y agitaba su pelo como una bandera amarilla.
Will sacó los brazos hacia afuera, y sonrió cuando los sintió, como si estuvieran pasando sobre el agua.
—¿A dónde vamos ahora? —le preguntó Nico, colocando una mano sobre su muslo.
Él no quería irse a casa todavía, así que pensó un momento, y pronto una idea se coló en su mente.
—Sé a donde debemos ir.
Los llevó a una de las discotecas de su padre, específicamente, en la que Nico lo besó por primera vez. Entraron por la puerta trasera, la que daba al callejón, puesto que Will no traía las llaves, así que permitió que Luke utilizara sus talentos delictivos para que forzara la puerta. Rápidamente, Will se encargó de encender todas las luces, de abrir la licorería, y sacar los vasos. El resto se lo dejó en manos de sus amigos.
Por un momento, Will se encontró de pie contemplando su entorno. Había tanta felicidad en su corazón, que pensó que ya nada podría aumentarla.
Se equivocó.
Lo sintió acercarse a él de forma sigilosa, como una energía etérea que podía prender su alma sin necesidad tocarla. Sabía quién era, antes de verlo, su piel cosquilleaba como si estuviera oyendo su canción favorita siempre que estaba cerca.
—¿Hay algún lugar aquí donde podamos estar solos? —preguntó Nico yendo al grano, con su voz oscura acariciándole la piel como terciopelo, y una mirada en los ojos, prometedora de una noche de placer sin límite como el universo—. Quiero que recibas tu segundo regalo, ahora.
Por un instante, Will estuvo a punto de darle una negativa amable. No porque le faltara lugares para llevar a Nico a un lugar más privado, de hecho, su libertino padre se había encargado de que, en primera instancia, como necesidad primordial más que los servicios sanitarios, su establecimiento contara con las habitaciones suficientes en caso de que alguno de sus clientes, o él mismo, quisiera trasladarse para continuar conocer de una manera más "íntima" a su pareja de la noche. Habían sido instaladas en la segunda planta del edificio, y eran tan bonitos como cuartos de hoteles de cinco estrellas. Estaba seguro de que a Nico le gustaría, y se encontrarían más que cómodos allí.
Pero tenía el inconveniente de sus amigos. Will volvió a colocar la mirada hacia ellos; Cecil y Percy estaban discutiendo sobre qué música hacer sonar a través de los altavoces, si David Guetta o los Rolling Stones, en tanto Dylan aprovechaba la distracción de ambos para conectar el bluetooth de su celular con los parlantes; Lou y Luke estaban haciendo mezclas raras entre el vodka, vino, y Pepsi en un lado de la cantina; Hazel y Frank conversaban tranquilamente con las cabezas muy unidas, sentados lado a lado sobre puffs morados, mientras la señorita O'leary dormitaba a los pies de Hazel.
Si Nico y él desaparecían ahora mismo, quedaría implícita la razón de su ausencia para todos. No eran niños de siete años a los cuales podían engañar diciendo que papi y mami solo iban a tomar una siesta. No era como si a Will le molestase que supieran que tenía sexo con Nico, es decir, eso era más que obvio para esas alturas, incluso para su hermana que lo había visto desnudo. "¡Dios, qué vergüenza!" Era solo que... que lo supieran tan directamente, que fueran conscientes de que ambos... allí, ahora mismo... saber que ellos sabían... ¡Demasiado vergonzoso! ¡Hacerlo aquí, lo hacía sentirse como un total descarado sin pudor!
Tan solo imaginarlo, hizo que sus mejillas se incendiaran del bochorno. Sus labios titubearon empezando un: "No deberíamos..." que estaba a punto de soltar, pero en eso, unos fríos dedos posándose sobre su barbilla para obligarlo a girar el rostro lo detuvo; se encontró con Nico a centímetros de su rostro, luciendo una provocativa sonrisa sobre sus labios ligeramente húmedos por la lengua que acababa de pasar por ellos. Todo el poder de persuasión estaba en esos ojos negros como la tinta, atrapando el aliento de Will, como un demonio intentando robarle el alma.
—Es ahora o nunca, Will —dijo, y observó su lengua jugar con su nombre, como degustando de un jugoso caramelo—. Puedes tenerme, aquí, allá, en cualquier lugar que quieras llevarme. Será como tú desees, como tú me lo pidas— inhaló hondo—. Déjame obsequiarte algo que ninguna de estas personas de aquí puede ofrecerte, pero debe ser ahora, Will, ahora, ahora, ahora.
Por un momento, Will se quedó mudo, mientras observaba el brillo casi demencial en la mirada de Nico; también identificó el desafío en ellos. Lo retaba a hacer algo por él que sabía que le costaría, tal vez por travesura, o solo porque era malvado, quien sabe. La preocupación de Will era como un lejano rumor en su cabeza, y de pronto, lo recordó, aquel día en la casa de Nico, lo que había ocurrido cuando desperdició el momento de subir a su habitación cuando se lo pidió. Habían bailado, sí, pero luego su padre había llegado y tuvo que marcharse, obligándose a despedirse de él, y del exquisito momento a solas que pudieron haber pasado.
Comprendió entonces, con una súbita claridad, que a veces uno debía lanzarse precipitadamente al vacío, y esperar que al menos, la caída no fuera tan dura. Los momentos eran únicos, las oportunidades irrepetibles. Hoy Nico lo deseaba, quizás mañana lo volviera a ver por el rabillo del ojo con indiferencia, como antes lo hacía.
Agarró la mano de Nico con la suficiente fuerza para hacerle daño, cuando aquel pensamiento lo golpeó como un relámpago que estremeció todo su cuerpo de dolor. Hoy podía dejar a Nico sin aliento, tal vez mañana ni siquiera recordaría su nombre.
El futuro era incierto, y no quería vivir con arrepentimientos.
Jaló a Nico mientras rodeaba la encimera de la cantina, para agarrar unas llaves de una habitación de arriba, que estaban guardadas dentro de un cajón cerca de la caja registradora. Cuando lo obtuvo en sus manos, Nico estaba soltando una risita maliciosa, y seguía a Will casi pisándole los talones, hasta las escaleras que se encontraban al fondo de la habitación, detrás de los bastidores del escenario. No miró hacia atrás una sola vez mientras se apresuraba, aunque alcanzó a oír la voz divertida de Dylan decir: "Mira, alguien recibirá su regalo ahora", y luego a Cecil contestando: "Señor, que suerte tienen algunos". Para luego romper en risas.
Nico les sacó el dedo del medio justo antes de desaparecer, y aún cogidos de la mano, ambos empezaron a subir los escalones de dos en dos, como dos fugitivos de la ley. Will envió una mirada de reojo hacia Nico, esperando encontrarlo enfadado por las bromas pesadas de Cecil y Dylan. Se sorprendió cuando lo encontró sonriendo, más feliz que cualquier otro día que recordaba. La comisura de sus labios estaban estirados mostrando totalmente sus dientes blancos, y su expresión era franca, dichosa, y de absoluta emoción.
Era Will el que iba a recibir un regalo, pero Nico temblaba igual o peor de anticipación que él.
Una ola de energía lo golpeó de improviso, y se detuvo abruptamente en el rellano de las escaleras. Nico se quedó con un pie sobre el último escalón y el otro en el penúltimo, y cuando vio que Will se inclinaba en su búsqueda, alzó los brazos como un hombre devoto viendo descender a un Ángel, y sin ninguna vacilación, enganchó los dedos detrás de la nuca de Will, para aceptar los labios que él le ofrecía. Nico correspondió el beso con la misma pasión que Will estaba utilizando para saborear su boca como un festín de los olímpicos, luego subió los últimos escalones que le faltaban, y lo empujó contra la pared para apretarse contra él.
Las manos de Will estaban por todas partes, y al mismo tiempo, aún quedaban muchas partes de Nico que le faltaba explorar, lo cual le causaba gran frustración. Sus ojos se mantenían cerrados, incluso después de que Nico abandonara su boca para desplazarse alrededor de su barbilla, cuello, y la clavícula que se asomaba a través de su camiseta. Un gemido de placer salió de su boca, cuando con gran osadía, él empezó a apretar, sobar, rozar, con su entrepierna la de Will.
Pudieron haberlo hecho allí mismo, con la música que provenía de abajo de fondo.
Pero Nico se merecía algo mejor que ser follado en el rellano de unas escaleras, como una cortesana, atrapado en las viles garras de un depravado. Él era un rey. Y, como tal, se merecía las mejores condiciones, apropiadas a su estatus. Por lo que, decidido, Will volvió a agarrar la mano de Nico, y con un esfuerzo titánico, lo apartó para subir los últimos tramos de las escaleras que le faltaban.
A Will le dolió caminar. Estaba tan duro, que cada paso que daba lo lastimaba, por culpa de la dura tela de los vaqueros que le rozaba de forma torturadora el miembro. Nico llevó la cabeza hacia atrás, y soltó una exultante, y preciosa carcajada cuando vio las muecas en el rostro de Will y la manera en que caminaba, como un vaquero después de su primer día de cabalgata. Y para su sorpresa, se lanzó al rostro de Will para plantarle, uno, dos, tres besos en la mejilla, entre risas que lo hacían sentir que estaba en el cielo.
Will tuvo que volver a besarlo, y por un largo rato, se quedaron metiéndose mano en medio del pasillo. Luego, llegaron a la habitación que Will había elegido al azar, y Nico entró primero, en tanto él cerraba la puerta y se recostaba contra ella, para poder coger algo de serenidad, antes de lanzarse a él como un toro en celo nuevamente. Dejó que el aire entrara y saliera, de forma lenta y pausada por su nariz. Delante de él, Nico se hallaba estudiando los muebles del lugar, la alfombra, el pequeño refrigerador al costado de la cama, que era de tamaño familiar, y los cuadros de paisajes mitológicos de Helios paseando en su carro solar.
Todas las demás habitaciones del piso eran iguales a esta (excepto por las pinturas colgadas que eran distintas), las paredes estaban pintadas de color amarillo oscuro, como el oro sin pulir; no había ventanas, pero contaba con su propio baño, y un gigantesco jacuzzi en el que cabría cuatro personas; y en una de las esquinas de la pared, hacia la izquierda, había un parlante, que su padre había mandado instalar para que la música de la fiesta de abajo llegara a través de ella. Aunque claro, también se podía reproducir una canción a elección, mediante un pequeño control remoto o utilizando bluetooth.
De pronto, el inicio de un suave y juguetón riff de una guitarra, acompañada del sonido predominante de una armónica, envolvió la habitación. Alguien había puesto una canción de los Rolling Stones abajo, y por la forma en que Nico seguía el ritmo seductor de la canción con lentos movimientos de hombros y cabeza, supo que no iba a apagarla por ningún motivo. Sus dedos rozaron deliberadamente la madera de la cama, estudiándola, luego pasó una uña negra sobre las inmaculadas sábanas blancas, y por un momento, Will realmente esperó encontrar una línea de hollín por donde parecía haber querido rasgar la tela.
Finalmente, Nico se dio la vuelta, y formó una lenta sonrisa provocativa cuando descubrió a Will viéndolo embelesado; él ni siquiera tuvo la decencia de verse avergonzado, o ocultar al menos, el deseo casi palpable que sus ojos debían transmitir. No podía evitarlo, Nico era más hermoso que cualquier cuadro carísimo de la habitación, más elegante que el candelabro hecho de cristales finísimos colgados del techo, cuya suave luz iluminaba sus facciones y le atribuía aún más blancura a su piel ya impoluta, pura, sin un solo lunar, peca, mancha, o el mínimo rastro de una espinilla.
Nico era como una estatua, detallada y extremadamente impecable, especialmente cuando lucía una de sus típicas expresiones impávidas en su faz.
Mientras Will se preguntaba cómo iba a hacer para que el corazón no le saliera por la boca, Keith Richards empezó a cantar. Su voz, una mezcla de tonadas baja y grave; nasal y rasposa, reverberó por el parlante como si en un concierto de Blues se encontraran. Entonces, Will lo observó levantar una mano, y meneando un dedo índice en su dirección, le hizo un gesto para que se acercara.
Él ni siquiera se lo pensó, al segundo siguiente ya estaba moviéndose hacia Nico, y cuando lo tuvo enfrente, intentó besarlo, sin embargo, justo cuando unirían sus labios, el italiano se apartó de él velozmente, y caminó lejos de la cama mientras una suave risita salía de sus labios pecaminosos. El semblante de Will se llenó de confusión, miró a Nico con la cabeza ladeada, y este sonrió aún más ampliamente, con la malicia convirtiendo su bello rostro, en un pequeño Ángel a punto de cometer una travesura que le costaría las alas y la entrada al paraíso para siempre.
En ese instante, Will supo que caería también por él, por esa sonrisa, lo seguiría hasta el infierno si era necesario.
—Baila conmigo —dijo Nico, con la voz cargada de perversión.
—Oh, por favor —Will no pudo contenerse en rodar los ojos, aunque una carcajada se le escapó después, fuerte y clara, que pareció satisfacer a Nico por la forma en que contuvo el aliento.
—No hay nada de qué preocuparse —continuó Nico, al tiempo que colocaba sus brazos sobre sus hombros, apoyándose a él, y las piernas rozándose cuando ambos empezaron a moverse al ritmo lento de la canción—. Esta vez, nadie va a interrumpirnos— acercó sus labios a su oído, su aliento caliente lo golpeó como fuego extendiéndose por todo su cuerpo— podemos bailar tanto como queramos.
Will no respondió, temía que, si hablara, su voz saliera tan aguda como un gallo agonizando. En su lugar, dejó que su cuerpo se hiciera cargo del momento, guiándose por el sensual ritmo de la canción. Sin embargo, pronto se dio cuenta que Nico era el que lo guiaba esta vez, sin un rastro de timidez o inseguridad como aquella vez en su casa, se rozaba contra el cuerpo de Will de forma fluida y rítmica, sin romper el contacto visual.
Will contempló maravillado el hipnótico balanceo de sus caderas, tal vez Nico no era bueno coordinando con sus pies, pero definitivamente sabía como utilizar sus demás atributos para atrapar. Sus movimientos eran suaves, lentos, y arrebatadoramente deleitosos como la música. Y encajaba con Will, de forma perfecta como la guitarra y la armónica combinaban para crear el envolvente sonido que los rodeaba.
Y entonces, cuando pensó que nada podría enloquecerlo más, Nico se dio la vuelta, y pegando su trasero completamente contra la entrepierna de Will, empezó a contonearse, para hacer explotar fuego donde lo rozaba exquisitamente a través de los pantalones.
Las manos de Will aterrizaron sobre su cadera, y sus dedos apretaron con fuerza para sostenerlo. Le indicó el ritmo para que siguiera, otras veces dejó que Nico jugara con su excitación, luego parecía que ya no bailaban, que la ropa no existía, y estaban intentando unirse de aquella forma que ambos anhelaban.
Will había creído que no podría concentrarse con sus amigos estando abajo. Que completo estúpido había sido. No había nada más que Nico en su mente ahora mismo, y la música, y su trasero, su bendito trasero que le proporcionaban roces tan placenteros.
Nico volvió a darse la vuelta, sin dejar de bailar. Sus manos empezaron a acariciar los brazos de Will otra vez, mientras sus labios daban el primer pequeño beso en su boca que luego se transformaría en un beso más fogoso y caliente. Y entonces, Will ya no pudo soportarlo más, alzó a Nico tomándolo por los muslos, y sin darle tiempo a reclamarle por su impulsivo descaro, lo llevó hasta la cama donde lo depositó bruscamente, para inmediatamente, acostarse sobre su cuerpo.
Apretó su entrepierna contra la de Nico apenas volvió a encajarse entre sus muslos. La música seguía sonando sobre ellos, y trató de seguir el ritmo en lugar de dejarse llevar completamente por la lujuria. Besó los labios de Nico con hambre, y su lengua dominó al instante la de él. Este se limitó a ser devorado por Will, y se dedicó a rodear su cuello con las manos, luego introducir sus dedos en su pelo, y estirarlos con fuerza; mientras le devolvía el vaivén de las caderas, colocando una pierna sobre su cintura, y la otra abriéndola para darle más espacio.
Y entonces, con la voz más aterciopelada, y los ojos más ardientes:
—¿No vas a desenvolver tu regalo? —Le preguntó Nico, acariciando sus labios con la punta de sus yemas.
Will inhaló con fuerza, y agarró sus dedos para darle un significativo beso en la palma de su mano. Sintió el pulso de Nico disparándose desde su muñeca, y vio el sonrojo que interrumpía la palidez de su piel. Seguidamente, se enderezó, lo suficiente para empezar a quitarle la ropa con manos temblorosas y sudadas, hasta que lo tuvo totalmente desnudo, absolutamente a su merced.
Luego se quitó él mismo sus prendas, con ayuda de Nico, claro, quien aprovechó para lamer su cuello, y descender hasta uno de sus pezones, donde se entretuvo por largo rato, mientras sus manos abrían el cierre, y bajaba sus pantalones y su ropa interior, para saludar su miembro con un casto beso sobre su cabeza. Will quería que su boca lo consumiera, sin embargo, volvió a recostar a Nico sobre la cama, y se decidió por investigar cada centímetro de su cuerpo.
Le besó la frente, las mejillas, la nariz y hasta la mandíbula a Nico. Acarició sus hombros, sus brazos, su cintura y sus muslos hasta que quedaron rastros rosas de sus uñas al rasguñar su piel. Le gustó, como la piel blanca e inmaculada de Nico, quedó con manchas rosadas luego de ejercer demasiada presión sobre determinados lugares de su cuerpo. O cuando lo besaba. O lo mordía. Su tono era tan tierno, y bonito, como el color de una orquídea.
Era lo más erótico que Will había visto en su vida.
La espalda de Nico se arqueó cuando lo besó en sus pezones, también lo hizo cuando le chupó el punto entre sus piernas. Lo preparó para entrar, y cuando estuvo listo, lo penetró teniendo cuidado de no lastimarlo, mientras que toda su sangre se acumulaba en su miembro, en aquel sitio, donde el placer estallaba con una fuerza atómica. Y enviaba ráfagas de placer por todo su cuerpo.
Apoyó los pies sobre el suelo, y luego de jalar a Nico hasta dejar su trasero colgando en el borde de la cama, empezó a embestir en su interior, con la sensación de familiaridad embargándole, después de una larga temporada lejos de casa. Contempló a Nico desde arriba, una de sus manos arrugaba la sábana, con la otra se estaba masturbando su propio miembro. Era un espectáculo de lo más maravilloso, celestial, infernal, caliente, húmedo... A Will le estaba volviendo loco la sensación resbaladiza de su entrada, la forma en que lo absorbía, e intentó entrar más hondo, más profundo; trató de sacarle más gemidos a Nico, más jadeos.
Nico lo miró a través de sus pestañas, y formó una lenta sonrisa traviesa.
—Solo por hoy... —inició entre jadeos, pero no terminó su oración, en su lugar, empezó a elevar una de sus piernas, hasta apoyar su pie sobre el esternón de Will.
Su sonrisa se extendió más, y luego soltó una pequeña risita maliciosa, mientras jugaba con acariciar el pezón de Will, con el dedo gordo del pie.
Will tragó saliva, el vago recuerdo de una conversación en el salón de música de su casa llegó a su mente, y entonces lo comprendió. Por lo que, antes de que Nico cambiara de opinión, agarró su tobillo con una mano, y con toda osadía, la colocó sobre su hombro. Luego, viendo que Nico no explotaba de indignación, cambió su soporte, y apoyó sus rodillas sobre el borde de la cama, para agacharse más cerca de él, y hacer que su exquisito muslo quedara ahora sobre su hombro. Decidió que dos piernas colgando de sus hombres sería demasiado para Nico, así que le dio un beso a la otra, y simplemente la dejó rodear su cadera. Completamente satisfecho ahora, y casi a punto de terminar por aquel simple gesto, Will se obligó a resistir, y reanudó las embestidas, con mayor ímpetu.
Desde hace rato que la música había cambiado, ahora sonaba otra canción de los Rolling Stones que Will no tenía la paciencia para recordar el nombre. No fue un impedimento para no oír los gemidos de Nico, que se elevaban cada vez más al acercarse al clímax. Will se embebió completamente de él, lo excitaba el color de sus uñas pintadas, le excitaba el sonrojo de sus mejillas y las manchas rosadas por todo su cuerpo; le excitaba su boca lubricada, y le excitaba en gran medida oír su nombre ser pronunciado mientras se dejaba llevar finalmente por el orgasmo.
Y entonces, Will terminó también con fuerza, con dos últimas estocadas; rodeó la espalda de Nico en un abrazo, y se permitió suspirar el nombre de su amante con agradecimiento, y cariño.
En algún momento de la noche, Will se recostó sobre la cama de costado, mientras Nico agarraba una almohada, y la colocaba sobre su rostro, como si se escondiera de él.
Will sonrió, estaba a punto de hacer un chiste, cuando de pronto, él habló:
—Will. Terminemos el usufructo.
Se quedó helado, una increíble frialdad se apoderó de todo su cuerpo, y le oprimió el corazón en un guante de hielo. Lo único que podía hacer era quedarse viendo a Nico, es decir a la almohada, mientras buscaba fuerzas en algún lugar de su ser.
Era todo. Finalmente se acabó. Era obvio. No iba a durar por siempre. La felicidad no era eterna, era un engaño de la vida para que bajaras la guardia y obtuviera el placer de destruirte sin que lo veas venir. ¿Por qué se sorprendía entonces? No era más que la realidad haciendo acto de presencia. Pero de pronto, Nico continuó:
—Will... —una pausa, luego su voz fue tan baja que pensó que lo imaginó—: ¿Quieres salir conmigo?
Una súbita carcajada de incredulidad amenazaba por salir de los labios de Will, pero haciendo acopio de toda su voluntad, la mantuvo firmemente suprimida en su garganta. Aspiró por la boca de forma temblorosa, se llevó la mano tembleque para peinar un lado de su pelo, y luego; intentó controlar la emoción de su voz, lo cual era difícil, porque eran como abejas tratando de hacerlo gritar como un lunático por tanta felicidad que resultaba ser doloroso.
No se dio cuenta de que se había quedado mucho tiempo callado. Nico lo interpretó como que buscaba una forma de rechazarlo así que se apresuró a hablar:
—Es decir, sé que te molesta mucho mentirle a tus amigos, así que... Estaba pensando... que... bueno, ya que...
Su pecho se alzó de forma brusca, y Will sonrió divertidamente, solo porque él no lo veía.
—Es agradable —susurró Nico, y la sonrisa de Will desapareció— tú, estar contigo, de todos modos, hago cosas contigo que con otras personas jamás había hecho, o deseaba hacer...
—¿Cómo besar? —se burló Will, mientras jugueteaba con las varillas de sus anteojos.
—Sí, besar —Nico asintió, aún con la almohada sobre su cara— o hablar, salir...
—¿Y tú... —Will contuvo el aliento— lo quieres?
Una larga pausa.
—Si —respondió— no me molestaría. De todos modos... Me gustas.
Will sintió que se mareaba, agradeció que Nico no lo viera, o se retractaría de sus palabras al notar la cara de idiota que tenía.
—Oye, deja de ocultarte—se rio Will, intentando quitarle la almohada, lo que, no funcionó. Nico la sostuvo sobre su cara como si su vida dependiera de ello—. No te escondas de mí, Nico.
—¡No lo hago! —murmuró él, como un niño berrinchudo. Pero con grandioso cuerpo atlético, y muy desnudo— ¿Y bien? —Exigió impaciente— ¿Salimos, entonces?
—Sí —Will suspiró feliz, dichosamente feliz— me parece bien.
—Bien —luego, aún con la almohada en su rostro como una nueva adquisición permanente, Nico se giró; y abrazó a Will por la cintura, llenando su pecho de fuegos artificiales que hacían eco en su cabeza—. Feliz cumpleaños, Will.
Dijo, y él finalmente, aceptó que se había enamorado de Nico.
.9916 palabras... No diré más.
El que se atreva a reclamarme porque me tarde en actualizar, toma *le abofetea en la cara con el capítulo* ¿ves? Regreso a lo grande cariño, A LO GRANDE, o sea, el resTO DE LOS ESCRITORES DE WATTPAD ME LA PELAN. PUEDEN CHUPARME LAS NALGAS, TOMAAAAAAA.
ok, no, perdón, solo bromeo.
Kinn: Mentira, todo lo que dijo es *le pone cinta rosada en los labios*
Weno, espero que les haya gustado el cap, *saca su bate* estoy segura que dejarán montón de comentarios *saca un cuchillo*. jjajaja LO SIENTO, es que escribí mucho, y se me derritió el cerebro como que un poquito *se ríe lunáticamente, con las manos temblando, y su Kinn mirándola preocupada*
Ejem, bueno, pongan aquí la escena favorita del cap, que les gustó. Alguna reflexión del cap, o esas cosas. Ya saben, lo de siempre.
Y ahora... me voy *finalmente se desmaya*
Kinn: NOOOOO, AMEEEER *la sujeta antes de chingarse contra el suelo* TRAIGAN A LOS PARÁMEDICOS.
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