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(^Fue la única versión femenina que encontré, aunque no sea del Comonmer^ Pueden empezar a escucharla por la mitad si quieren :3 Disfruten! )





-¿Dia? (...) - Un silencio frío inundó el lugar y el eco hizo presencia. La chica de cabello negro como la ceniza y ojos plata sólo podía ver la espalda de un chico con boina roja y azulada chaqueta. Se extrañó que no le contestara ni se girara para mirarla a los ojos.- ¿Dia, qué haces? –Hubo otro silencio, éste más seco que el anterior. El corazón se le aceleró y empezó a preocuparse. Dio un paso al frente.- ¿A dónde vas?


-Me voy, señorita.- Articuló sin darse la vuelta. Su tono era frío e inexpresivo, como si no le importara lo que dejaba atrás.


De repente, el paisaje se difuminó para ella, hasta desaparecer. Ya no tenía importancia. Todo se volvió negro. Su cuerpo se congeló ante sus palabras. Sacudió la cabeza e intentó buscar una explicación al trato tan indiferente del chico, que seguía caminado sin detenerse. Por alguna extraña razón, sus piernas no le respondían. Intentó tranquilizarse y pensar con claridad.


-En ese caso, ¿Puedo acompañarte? Me gustaría ver un doble acto vuestro, hace tiempo que no veo uno.- Dijo sonriendo. Tenía la esperanza de que por fin le contestara o al menos frenara su avance.


-No, señorita. No voy a ver a Pearl. –Sus palabras taladraron su mente y sintió que un extraño dolor en el pecho la invadía. Quiso correr para alcanzarle. Reprocharle y preguntarle qué le pasaba. Quería respuestas inmediatas. Pero sus piernas estaban ancladas en el negro suelo, como si fuesen de plomo macizo. Por mucha fuerza y voluntad que tuviera no podía correr, no podía alcanzarle y el moreno se iba alejando más y más...sin mirar atrás.- Me voy, señorita. Adiós. Ha sido un placer conocerla.


Ya no la llamaba por su nombre, ¿Que había pasado? Entonces, las lágrimas que tanto había estado reprimiendo como su firme carácter le dictaba, se desbordaron en silencio. Sus ojos estaban muy abiertos como si hubiera visto un fantasma. ¿Por qué? ¿Por qué esa frialdad impropia del chico? ¿Por qué se iba? ¿Había sido culpa suya? No paraba de preguntarse una cosa tras otra pero no encontraba la razón. Le dolía la cabeza horrores y ya no pudo más.


-¡¡Diamond espera, no te vayas!!-Gritó como nunca lo había hecho, ni ella misma se lo creía. Pearl creería que era un milagro. El punto azul que era la espalda del chico desapareció a lo lejos, dejando un suspiro seco en el aire. Dos lágrimas mancharon la chaqueta rosa de la chica.- N-no te vayas...no quiero que te vayas...-Susurró aguantando el dolor de la situación. Había perdido a una de las personas que más apreciaba y no sabía por qué.


Lloró. Quería correr, pero no podía. Se sentía fatal por no poder hacer nada. Sacó todas sus fuerzas y logró dar dos pasos, pero se arrodilló cerrando los ojos en el acto. ¿Dónde estaba Pearl para reprocharle al chico por su ida o a ella misma para que se levantara? ¿Dónde estaba el Diamond que ella conocía? ¿Se había ido para siempre? ¿No volvería...a verle? 


Suspiró pesadamente. Al abrir los ojos se sorprendió. ¿Estaba...en la Columna Lanza? ¿Cuándo había llegado allí? ¿Tal vez...no se acordaba?


-¿Qué...?- Incrédula, se levantó. Para su sorpresa y alegría, las piernas le respondieron y pudo caminar alrededor del lugar. No había nada, ni nadie, era extraño. Solo se oía el viento acariciando las columnas de piedra semiderruidas. Hacía tiempo que no veía esas ruinas, situados en lo alto del Monte Corona, demasiado tiempo.


Conforme exploraba el lugar para averiguar cómo había legado empezó a sentirse un poco mejor y a pensar con más claridad. Diamond podía haberse ido a Isla Hierro a entrenar como le dijo Pearl, y ese hecho le provocaba tanta tristeza, que se había comportado así con ella. Que ofuscada había estado. Entonces, respetaba su decisión. Daría una vuelta y se iría a casa. La última vez tardó una semana en volver de aquella pequeña isla. Sólo tenía un poco de miedo del rubio, que la entrenaría para la Liga más estrictamente sin Diamond alrededor. 


Explorando, giró una esquina y su corazón dio otro vuelco. Cuando por fin creía que todo estaba bien...Le encontró.


-¡Diamond!- Sí, hoy era el día de los gritos, quién lo hubiera pensado...pero no para bien. Platinum corrió hacia el chico y le sacudió los hombros, asustada.- ¡Dia, reacciona!- El moreno estaba recostado en una columna, su gorra caída y el pelo despeinado.-¡Dia, despierta, vamos!- Tenía los ojos cerrados, la ropa con arañazos y no se movía. La chica empezó a llorar las lágrimas más amargas de toda su corta vida.- ¡Diamond, por favor!


Nada. No hubo respuesta. La chica del gorro blanco se abrazó a él desesperadamente, con la esperanza de que reaccionara. No hacía nada y se temió lo peor. Volvió a abrazarle, bañándole el hombro en lágrimas. Estaba muy magullado y herido por alguna razón que ella desconocía. Platinum no se rindió. Gritó, le zarandeó, probó a darle diversas medicinas que llevaba en su botiquín...pero nada daba resultado. 


- Dia...¡No es hora de dormir!- Le reprochó desconsolada, aferrándose a sus manos heladas por el frío del lugar. Jadeante por el esfuerzo decidió cargar con él. Al menos no pasarían tanto frío como allí afuera.


Pesaba. Y mucho. Pero no le iba a dejar allí solo. Se aferraba a la idea de que estaba desmayado, no podía aceptar otra cosa que no fuera eso. Caminó y caminó por el interior de la cueva oscura pero empezó a pensar que se había perdido ya que siempre pasaba por el mismo lugar. Siguió caminando, intentando encontrar la salida para buscar ayuda, pero no veía nada. Cansada, se arrodilló en el suelo, al límite de sus fuerzas. Estaba desesperada, necesitaba ayuda, pero no lo quería reconocer. Agua brotó de sus aplatinados ojos, pero no le importaba. No quería rendirse. No ahora. Pero cuando vió al chico en ese estado...la chica tan fuerte como era, se derrumbó.


-¡Pearl, ayúdanos, te lo ordeno!- Exclamó enfadada sin recibir respuesta.- Por favor...Diamond...no me dejes...





Y... ¡Puff! se despertó. Se levantó de la cama de un respingo, con la respiración acelerada y el pulso mil por hora. Confusa, se preguntaba lo que acababa de pasar y si había sido cierto o no. Estaba sudando del susto. Se tocó las mejillas y no las notó húmedas. Se miró las manos y no las tenía raspadas. Observó la estancia y comprobó que se encontraba en su habitación, exactamente a las 3 de la noche. ¿Había sido...una pesadilla? (...) ¡Había sido una pesadilla!


Antes de que pudiera calmarse, saltó del colchón, se puso unas zapatillas y salió corriendo de allí. Tenía un molesto nudo en la garganta que no la dejaba hablar. No le importó correr por los pasillos de la mansión con su pijama blanco y rosa. Tampoco le importó abrir todas y cada una de las puertas de la casa sin encontrar a nadie dentro. Y mucho menos preguntar por sus "guardaespaldas" sin encontrarlos. Necesitaba saber si era verdad o mentira. Necesitaba saber si había sido un mal sueño. Se negaba a que Diamond hubiera...


Y cuando ya estaba a punto de rendirse, abrió la última puerta que le quedaba y allí los encontró. Su corazón por fin dió un brinco de emoción...o de alegría, no lo sabía. El chico de azul tenía una mejilla enrojecida y el rubio de ojos ambarinos estaba de brazos cruzados, reprochándole algo. Él solo atendía con esa mirada cansada que solía tener. Sorprendidos por la intrusión, se giraron hacia ella. El primero en sonreírle como de costumbre fue el moreno.


-Oh, buenas noches, señorita Platinum. –Sonrió con dulzura, aunque se le veía un poco dolorido. No se terminaba de acostumbrar a llamarla por su nombre, asi que utilizaba esa denominación.- ¿Ocurre algo?


-Sí, te veo...extraña.-Inquirió Pearl.- Lo siento si te hemos despertado, estábamos practicando nuestro doble acto para la semana que viene. Ya sabes, el del festival de Jubileo.- Se frotó la nuca en señal de perdón.


Los ojos de la chica se volvieron cristalinos y su boca se arrugó, por lo que ambos chicos se asustaron y se levantaron preocupados. El nudo de su garganta no le permitió contestar. Platinum no esperó más y se abalanzó con fuerza sobre el de ojos azules, emocionada. Éste, sorprendido, cayó encima del puff dónde había estado sentado e intentó pronunciar alguna palabra para tranquilizar a su "princesa". Mientras le acariciaba el pelo como un acto reflejo le pregunto qué le había pasado. Ella solamente dijo que había sido un mal sueño, nada más, que ya no tenía importancia. Por lo menos, empezaba a sonreír y sus pequeñas lágrimas desaparecieron.


-Bueno, yo iré a por una tila, te irá bien. –Sonrió el rubio, llevándose a su loro en el hombro, algo incómodo.



De nuevo en la habitación...



-Bueno, me gustaría quedarme, pero...-Diamond realmente estaba preocupado por ella. Le gustaría quedarse lo que hiciera falta para estar ahí si el mal sueño se repetía y apoyarla. A pesar de todo, ella no le quería decir de qué trataba éste.- Pearl me matara si me salto una sesión de ensayo.- Dijo con una sonrisa avergonzada, rascándose la cabeza.- Peeero, buenas noches. –Se acercó y le dio un corto beso en la cabeza. Cuando se dispuso a salir del cuarto para esperar a su amigo, una mano le detuvo de la chaqueta sin esperarlo.


-Espera Dia,...no te vayas.- Dijo con seriedad. Los ojos que tanto le gustaban al chico se escondían bajo su flequillo tímidamente.


"Puede resultar egoísta...lo sé. Pero quiero que estés siempre cerca. Pase lo que pase."


-¿Quieres que me quede?- Respondió. Ella se miró las manos avergonzada por lo que acababa de decir. Se reprochó a sí misma no pensar dos veces lo que salía por su boca. Dia no espero una negativa y cogió una silla para sentarse cerca de la cama de la chica.- Está bien. Me quedaré toda la noche si es necesario, para estar cerca si vuelve a tener esa pesadilla. No te dejaré sola, lo prometo.-Sonrío servicial.


"Siempre has estado ahí para apoyarme como el que más...A pesar de las riñas de Pearl, del peligro, los problemas...etc. Siempre sonriendo y animándonos a todos. Tanto en las buenas como en las malas, sin importar nada"


-N-no, olvídalo, no es necesario.- Dijo Platinum, con una semi-sonrisa.- Es una tontería. Además, no vas a dormir nada si te quedas.


-¿Con quién crees que hablas? ¡Diamond, el que duerme mientras camina y come! –Gestualizó con los brazos en alto, sonriendo divertido al instante.- No me importa, de verdad. No es problema. -Ella sonrió y asintió.


"Llegaste a mi vida por sorpresa y quisiste quedarte. No me arrepiento. Y ahora...no quiero que te vayas. No quiero perderte ni que te pase nada. Al igual que tú a mí, voy a protegerte. Siempre"


La chica, al cabo de unos minutos, por fin se quedó tranquilamente dormida bajo la atenta mirada del moreno, que comía una pequeña galleta. Pearl no tardó en llegar y por sorprendente que parezca, no le extrañó la situación. Dejo el vaso en la mesilla de al lado de la puerta y se acercó a su amigo sigilosamente.


-¿Te vas a quedar? Finalmente está mejor. –Se alegró. Diamond asintió con su bolsa de galletas al lado. 


Sabía que perdería un ensayo con su amigo pero no quería irse. Quería estar al lado de la persona que lo necesitaba, aunque no lo dijera. Para que fuera más justo hizo un trato con el rubio hiperactivo. Mañana tendrían dos sesiones intensivas de ensayo sin queja alguna. El rubio no quiso aceptar, no le haría eso al chico que iba a pasar toda la noche en vela, pero su amigo le insistió hasta que aceptó a regañadientes.


Finalmente, ambos se despidieron hasta el día siguiente. El chico se quito su boina y miró el reloj, que marcaba las 4 de la noche. Con sus poderosas galletas a su lado, estaba preparado para hacer frente a cualquier mal sueño de la chica con gusto. No le gustaba verla de esa forma nunca más, fuese lo que fuese lo que había soñado, no dejaría que pasara otra vez.


"Por eso y mucho más...No quiero que te vayas..."


"Gracias por todo."



A la mañana siguiente, Diamond apareció encorvado en la silla y babeando un río de babas. Su bolsa de galletas vacía. No se volvió a repetir la pesadilla en toda la noche y acabó durmiéndose tan plácidamente que no se cayó de la silla por un milagro. Pearl sonrió ante la divertida escena y cerró la puerta tras de sí sin hacer el menor ruido.


-¿Celoso? ¿Uhm?- Escuchó una voz cerca y pegó un salto del susto.


-¡AHHH! ¿¡Blue senpai!? ¿Qué hace aquí?- El chico de la bufanda verde se fijó en la pregunta de la presuntuosa chica y cerró los ojos, con los brazos en jarras. -¡No digas tonterías!


-Voy a comer algo, jojojo~-Bajó por la escaleras dando saltitos.


-¡¡Blue senpai esto es acoso y allanamiento de morada! ¿¡Cómo ha entrado!?- Gritó el chico exasperado, siguiéndola.


Un cansado y desorientado Diamond salió de la habitación, restregándose los ojos. Al no ver a nadie en el pasillo se encogió de hombros y volvió a recoger la bolsa de galletas. Platinum tenía una dulce sonrisa en el rostro. El chico hizo lo mismo, le quitó el pelo de la cara y bajó a la cocina bostezando para comer algo.






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