CAPITULO 39. POV Hayden - Rámses- Fernando. ¿YA NO ME TUTEARÁ MÁS? (3era parte)
Su actitud altiva me molestó, ni a mis hijos le aceptaba ese tonito para responderme.
—Yo si quiero saber, así que cuenta muñeca.
—Después de la botella de tequila siguió otra de vodka y luego fue que llegaron esos tragos encendidos. Fernando bailó con una de las acróbatas, Mike se negó diciendo que era un hombre comprometido. Gabriel se perdió un rato con una chica rubia, pero regresó con otra. Mike y Rámses bailaron un rato y luego se unieron todos y se fueron a la pista de baile, donde comenzaron a saltar como locos. Era muy divertido de ver, de hecho, llamé a Hayden para que los viese. Fue hasta lindo verlos disfrutar de esa manera.
»Cuando se cansaron de bailar los camareros anunciaron que era hora de cerrar y ustedes no querían irse. Cancelé la cuenta, pedí el uber y le pedí a algunos de los mesoneros ayuda con ustedes. Rámses amenazó con matarlos si me miraban, Gabriel igual. Les di una propina generosa a ambos de los bolsillos de los que los amenazaron.
»Cuando llegamos al hotel, Gabriel trastabilló hasta el mueble y allí se lanzó con Mike. Rámses se sentó en una butaca y se quedó dormido. Yo estaba buscando las llaves de las habitaciones cuando escuché la arcada de Gabriel, seguida de la de Mike. Fernando se rió, se apoyó de una butaca que terminó rodándose y estrellándose con el espejo, que cayó destrozado al piso. Le dije a la recepcionista que pagaríamos por todo pero ella no nos dejaría entrar a menos que pagáramos primero.
»Buscaron a un gerente de turno y sacaron cuentas rápidas, me aceptaron pagar con tu tarjeta solo porque sabía que estaba con ustedes y no querían perder el costo del espejo que fue lo más costoso. Pero me exigieron pagar por adelantada la noche y no pude hacerlo con tu tarjeta porque me exigían dejar una cuenta abierta, así que usé la mía.
»Pedí ayuda a los botones para subirlos. Y les di una generosa propina para que no los denunciaran por desvestirse en el ascensor.
»Me fui a cambiar y cuando regresé para ver si ya se habían acostado, los vi bebiéndose todas las botellas del mini bar, y habían ordenado comida a la habitación. Me rendí y me fui a acostar.
»Esta mañana desperté y todos estaban en prácticamente en coma, así que bajé a la recepción para ordenar el transporte y cancelar la cuenta de los mini bares y la del restaurante. Cuando subí a la habitación arreglé las cosas de Mike y de Fernando y me acordé de los pasajes. En la discoteca en algún momento todos se desprendieron de sus celulares y carteras, pero fue lo mejor, los podían perder, así que yo cargaba con todos y cuando llegamos los puse a cargar. Busqué entre los contactos del teléfono de Fernando el número de Johana y la llamé para que me ayudase. Ella chequeó los pasajes y me pasó un print de pantalla de cada uno para que supiera los horarios de los vuelos.
Era realmente admirable todo lo que ella había hecho por nosotros, y con más razón quería reembolsarle todo el dinero que había gastado
—Y eso me recuerda...—Amelia rebuscó en su bolso—. Aquí están los pasajes impresos y el documento modificado para mi tutela.
Me entregó el documento firmado y se dejó caer en los brazos de Rámses, quien besó su frente y sonrió orgulloso. Amelia había hecho un excelente trabajo, no estaba seguro con quien estaba más molesto, si conmigo por el desastre de anoche o con ella por haberse aprovechado de gastar una cantidad excesiva de dinero.
—¿Cuánto gastaste? Dímelo por favor—ultima oportunidad Amelia, tómala.
—No pienso decírtelo, Fernando, ya lo gasté y no hay nada que puedas hacer al respecto. Así que deja el tema...
Me cabreó su forma de hablarme, mas de lo que ya estaba.
—No te librarás de esta tan fácilmente jovencita—comencé—. Agradezco mucho lo que hiciste por nosotros y estoy completamente avergonzado del estado en que terminamos y por todo lo que te hicimos pasar, pero no creas que pasaré por alto el que te aprovechaste para cancelar todo lo que no debías cancelar.
—Fernan...—Mike me advirtió, me conocía muy bien, pero lo ignoré.
—Amelia, soy un hombre muy permisivo, nada complicado y que en líneas generales me tomo la vida con bastante humor y paciencia, pero cuando doy una orden y en este caso, cuando fijo una postura, me gusta que se respete. Contigo he dado una orden bien clara y que no he querido participártela para hacer las cosas de manera sutil, pero me la pones difícil, así que te informaré...
—Fernando...—volvió a advertirme y lo miré, él negó imperceptiblemente al igual que yo.
—Siendo tu tutor no puedo dejarte ningún tipo de herencia y nuestra tutela dura hasta los 21 años. Si de aquí hasta ese entonces me llegase a pasar algo, no podré dejarte asegurada, como lo haré con mis otros hijos. Significa que podrían peligrar tus estudios, tu vivienda, toda tu seguridad. Ahora, Mike y Hayden sé que no te abandonarán, y tienen instrucciones mías específicas que no vienen al caso en este momento; pero necesito saber que si algo me llegase a pasar, estés o no estés con Rámses, a ti no te faltará nada; ni estudios, ni casa, ni comodidades, porque siendo muy sincero, tus abuelos tampoco serán eternos, ni podrían pagar la universidad y todo lo que ella acarrea. Por esa razón no quiero que gastes ni una moneda de tus ahorros, porque son mi póliza de tranquilidad de que estarás bien.
»En esta familia, después de la muerte de Karen, nos tomamos muy en serio las previsiones.
»Dicho esto, espero que dejes de estar discutiendo conmigo por absolutamente todo. Lo lamento, no tengo experiencia con adolescentes contestones porque los míos, locos y problemáticos, aprendieron desde muy temprano cuando callar y obedecer, o por lo menos desobedecer sin que yo me dé cuenta, pero con rezongones, cuando no tienen el derecho, no he tenido que lidiar. Y tengo muy claro que yo no soy tu papá, ni siquiera familia, pero no me gusta que me contesten, ni que me hablen con altivez, ni mucho menos que uses ese tono conmigo, por lo que espero que no vuelva a repetirse. Finalmente espero que ahora que entiendes los motivos de mi decisión, respetes mi postura.
—Pero ¿Qué hacía anoche?.
—Amelia...—fue el turno de Rámses de advertirla.
—Anoche sabes muy bien que no era necesario que pagases por todo y que viste la oportunidad y la aprovechaste.
—Claro que lo hice—Rámses intentó que dejase de discutir, pero esta chica no pensaba quedarse callada—, porque para mí es muy frustrante no poder hacer nada por ustedes. No me dejas comprar nada de mis cosas personales y tampoco ni un regalo para ustedes. ¿Sabes lo incómodo que es para mí tener que dejar que alguno me compre mis tampones?. Es vergonzoso. Es como si... como si tú me mandaras a comprarte condones y un lubricante. Así de vergonzoso lo siento yo. Lo que me dices, lo entiendo, lo agradezco y si no estuviese tan molesta contigo, estaría llorando, pero deberíamos poder establecer un punto medio.
Medité sus palabras. Tenía un argumento válido y estaba proponiendo una salida diplomática; por principio profesional, no puedo negarme.
—Bien, buscaremos un punto medio. Pero en castigo decomisaré todas tus tarjetas.
Ella sofocó un grito, sorprendida.
—Y pobre de aquel que intervenga. Si Amelia necesita algo me lo pedirá directamente a mí. Así aprenderá que cuando doy una orden se sigue.
—¡No es justo, Fernando, todo lo que hice anoche fue para ayudarlos!.
—Lo que no es justo es que hayas gastado todo eso y te hayas negado a decirme cuanto es para compensártelo. Aunque si me lo dices ahora, con gusto levantaré el castigo y seguiremos buscando un punto medio.
Su mirada estaba cargada de furia, creo que nunca la había visto así contra mí. Quería reírme, pero tuve que evitarlo, eso solo empeoraría las cosas. Se cruzó de brazos y se hundió en el asiento.
Vaya con la chica. No dará su brazo a torcer y sabe, después de lo que le dije, que me volverá loco no saber cuánto gastó.
Aunque sepa o no, igual le repondré el dinero.
Buscó su cartera en el bolso y me la tendió. Todo su lenguaje corporal expresaba molestia, altivez pero sobre todo el ego herido. Ella era una adolescente en toda su extensión de la palabra, siendo castigada por alguien que no creía con propiedad de hacerlo, y eso la cabreaba porque tenía que aguantárselo.
Saqué las tarjetas de su monedero y se lo devolví. Ella no lo tomó.
—No me sirve de nada, puede quedárselo.
¿Ya no me tuteará más? De verdad que está enojada.
Pues, te lo aguantas Amelia, ningún hijo mío me hablará de esa forma.
Mike, Gabriel y Rámses habían observado toda la discusión en absoluto silencio y no se atrevieron a decir ni una sola palabra durante el resto del recorrido.
—Creo que exageraste—me dijo Mike.
—¿No escuchaste como me habló?.
—Si bueno, allí tenías razón, pero la chica tiene un argumento valedero. Siempre te he dicho que tiendes a sofocar y la llevas ahogada, deja que la chica aprenda a administrarse, que sienta independencia. Sabes que ella tiene la razón.
—La tiene, pero no me gustó la forma de hablarme.
—Es cierto, fue grosera, pero Fernando eres su tutor, no su...
—Sí, lo sé. Sé muy bien que no soy su papá, no me lo recuerdes. Ya ella me lo dejó bien claro.
Hayden llamó por teléfono y descubrimos que Amelia estuvo todo este tiempo enviándole postales. El gesto me conmovió sobremanera y aunque seguía molesto con ella y obviamente ella aún conmigo, quise entablar conversación, quizás limar un poco las asperezas.
—¿Le has estado mandando postales a Hayden?—ella asintió en respuesta.
—No vayas a volverte loco, yo las he comprado y he pagado el envío urgente de cada una. No es que estaré en la ruina por eso.
—Muy pronto para chistes, Amelia, muy pronto.
¿Es que ella seguirá con las contestas? Vaya...
—Esto se salió de control, Fernando. Habla con Amelia y arreglen las cosas. Estás pagando tú mal humor por falta de sexo con ella.
—Eso no tiene nada que ver con Johana. Fue una grosera y no puedo permitírselo.
—Te dolió el ego que una adolescente tuviese que cuidar de ti—intervino Hayden, a quien pusimos al día con todo lo ocurrido y luego de que se riese por todo lo que hicimos, por fin tocamos el tema sensible.
—Ustedes no entienden.
—Si lo entendemos. Quieres ser su papá, pero no lo eres. Pasamos por eso. Cada vez que los chicos nos desobedecían queríamos obligarlos a hacerlo, como si de esa forma quedaba demostrada la paternidad. Y no funcionaba para nada. Nos ganamos su respeto a pulso y paciencia.
—Odio que seas tan sabio—siseé a Hayden.
—Habla con ella, estas actuando como un adolescente. Y decirle lo de los abuelos... Tienes suerte que está tan molesta que no entendió lo de la universidad.
—Lo sé, allí tuve mucha suerte. Ni Gabriel ni Rámses se dieron cuenta.
—Coño, pero es que tú hablas de los chicos, pero te molestas y casi la embarras. ¿Te imaginas si Amelia se entera lo de la universidad? Ardería Troya—agregó Hayden.
—Pero no lo hizo.
—Porque tienes demasiada suerte. Ahora, arregla las cosas con ella antes de que en su molestia comience a analizar todo lo que dijiste—finalizó Mike.
—Lo haré mañana.
—Lo harás ahora—insistió Mike.
—Después de que Hayden nos diga si se cogió o no la menor de edad.
—Responde pues, no te quedes callado.
Lo escuchamos suspirar frustrado.
—No lo hice. Me contuve y fue un puto martirio, pero logré no saltarle encima, sin importar cuantas veces ella lo intentó.
—Entonces, solo se besaron y quizás toquetearon.
—Solo nos besamos y me toquetearon, pero le rehuí todo lo rápido que pude. Y eso como que la ponía más—bufó molesto—. Juro que acepté vernos porque pensé que podría controlarme, pero es tan difícil. ¡No quiero controlarme un coño!.
Nos reímos de su frustración. Era poco común ver a nuestro amigo en esas diatribas. No solía complicarse en nada a la hora de estar con una persona.
—¿Y se volverán a ver?—pregunté.
—Si—el suspiró derrotado y nosotros reímos otra vez—. Con ciertos parámetros hasta que tenga la mayoría de edad.
—De verdad te gusta—afirmé
—Muchísimo—confesó.
—Bueno... no queda de otra que invocarte al señor para que te de fuerzas de autocontrol y no te la cojas.
—Los parámetros no son para no cogérmela, los parámetros son para que no nos descubran. Es que ella es mi alumna, también.
—¡¿Qué?!—grité al unísono con Mike.
—Amelia, ¿podemos hablar?.
Ella estaba acostada con Rámses en la cama, viendo algo en la computadora. Asintió y se levantó.
La llevé al pasillo, no quería que nos interrumpieran o nos espiaran.
—Lamento lo de esta mañana. Sé que anoche hiciste todo lo que estaba en ti para ayudarnos y la verdad sea dicha hay una parte de mí que está molesta por la forma como me comporté y te expuse; fue una irresponsabilidad de mi parte, no quiero excusarme, pero me estaba divirtiendo con todos ustedes y me dejé llevar. Pero lo que no ayudó para nada a mi molestia de esta mañana fue la forma como me respondiste.
—Ojalá me hubieses explicado antes el por qué no querías que gastase dinero, lo hubiese entendido. Todo este tiempo pensé que no confiabas en mí, como si yo fuese una inestable y saldría como loca a desperdiciar el dinero en tonterías, pensé que me veías como una niñita inmadura, por eso también exploté y también lo lamento, no debí haberte hablado tan groseramente.
—Busquemos ese punto medio—propuse y ella sonrió feliz—. Eres una buena negociadora y bastante difícil de ceder.
—Me parece muy bien. Fernando... Y... uhm... tú no eres mi papá, pero has hecho mucho más por mí que mi mamá y al que por muchos años lo consideré así. No vuelvas a decirme eso, porque no importa lo bizarro que suene, yo si te veo como un papá para mí. A Mike y a Hayden también.
La abracé con mucha fuerza entre mis brazos. Ella era la hija que Karen y yo tanto queríamos, y hasta lamentaba que no la hubiese conocido, ni mucho menos disfrutado. Es que hasta se parece a ella en esa mala actitud.
—¿Podemos olvidar la discusión?—preguntó.
—Claro que sí, pero sigues castigada. Y no te molestes en poner los ojitos de Gabriel o el puchero de Rámses.
—Tenía que intentarlo.
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