Capítulo segundo

Parte II: Amor limitado.


—Háblame de tu familia —es la petición de Viktor, el cálido aliento se extiende sobre la piel de su estómago, sobre los planos de su pecho, y lo adormece lo suficiente como para que no registre lo que realmente está preguntando hasta que repita—; He tenido suficiente de hablar y pensar sobre la mía. Deberías contarme sobre la tuya.

La ira se apodera de él como las llamas de la pira que había usado para quemar el cuerpo de su hermana, como la presión de la lluvia moribunda en la noche en que él y su madre encontraron a su padre tirado en el suelo, sin vida, de la crueldad que Nikiforov había retenido. Le recuerda que no importa lo que se convenza a sí mismo para creer, Viktor es un Nikiforov, tiene su sangre y se ha levantado de las riquezas que les había robado. Y todo lo que quiere hacer es alejarlo, siente cada toque como la quemadura que ha sentido con cada uno de los que su madre le retuvo.

Él tira de Viktor con más fuerza.

—¿Qué quieres saber?

—Todo lo que quieras decirme —dice, y Yuuri califica el impulso de dejar que todo signifique lo que todo debería, las revelaciones que la alejarían por propia voluntad—. Tú... ya he dicho suficiente de mí. Solo quiero escuchar.

—Mi papá —comienza, se traga la obstrucción en la garganta antes de continuar—. Fue trabajador, noble. No dejó pasar ninguna mala acción, incluso si fue por sus propios amigos.

Siente que su mano comienza a temblar contra las costillas de Viktor, pero la atrapa dentro de la suya antes de que pueda apartarla. Él lo mira con comodidad, comprensión, con amor que busca pero que no se merece, y se desinfla, se deja cansar lo suficiente como para ser retenido por alguien que no debería, está lo suficientemente cansado para admitir, solo por ese momento, que quiere que Viktor esté cerca de él más de lo que nunca la odiaría por ser pariente de Nikiforov.

—Mi madre era obstinada. Prefería caer en la locura que agacharse ante algo que estaba en contra de sus creencias — continúa, le debe al menos esto—. Mi hermana...

Viktor inhala.

—¿Tienes una hermana?

—Murió joven —asiente, piensa que podría haber crecido como Viktor y Katrina si se le hubiera dado la oportunidad de hacerlo, habría sido mimada por él y su padre como Chopra había hecho con sus chicos—. Ella estuvo enferma la mayor parte del tiempo. Al final, no pudimos hacer nada por ella.

—Lo siento —dice Viktor, callado pero genuino, y Yuuri cree que esto es lo que le había faltado a Katrina, lo que la diferencia de su hermano ahora; ni una sola vez había preguntado por él que no estuviera de ninguna manera atada a ella, y aunque surgiera espontáneamente, nunca había tenido la capacidad de escuchar como lo hace Viktor. Entonces le convenía, tratando de ocultar todo sobre él mientras hacía que Katrina sintiera que no había nadie más que ella supiera, pero es otra razón por la que compila a regañadientes mientras descubre por qué la idea de estar con Viktor le da un vuelco en el estómago mucho más que la idea de estar con Katrina.

Presiona un beso en su sien, tanto como un consuelo para él como para el peliplateado.

—No es tu culpa —dice, sabe que es verdad, independientemente de lo que él sea para Nikiforov—. Katrina, mi familia, no es por tu culpa. No lo sientas.

—Tampoco tú —dice Viktor en serio, y Yuuri solo reflexiona, «hemos sido mal hechos, no merecemos nada de esto».

Yuuri quiere reírse.

—Para ser jodida, ¿verdad? —él rueda los dos hasta que la espalda de Viktor queda aplastada contra su colchón, hasta que está lo suficientemente cerca para mirarlo y ver el celeste profundo en sus ojos, la gruesa curva de sus labios se abre para respirar.

—Para ser jodida —jadea sin aliento, y Yuuri lo besa como él dice, con la boca abierta y mordiendo los dientes y la lengua que traza la amargura de sus pérdidas; lo dice en serio, porque la persona más cercana a entenderlo es Viktor.

...

Algunas noches, Katrina viene a él en sueños.

«Estás enamorado», canta, con un chillido de risa que le perfora los oídos. «Planeas matarla pero estás enamorado de él».

«No es amor», la respuesta viene de su propia voz, pero es minúsculo en comparación con la creciente presencia de la memoria de Katrina. «Estoy haciendo lo que debe hacerse. No puedo amar a ninguna de ustedes».

Él ve el rosa de sus faldas, siente el viento que viene con su aleteo, y luego la escucha, toda travesura e intriga como si todavía estuviera viva.

«No podías, no podías, pero lo hiciste. Horrible, ¿verdad?».

«Sea lo que sea», responde, no tiene tiempo para la culpa. «no voy a dejar que me detenga. Estoy viendo esto hasta el final».

«Pero esperas, ¿verdad?» ella dice, caprichosa y de otro mundo, y debería ser su primer disparador para despertar, su primera pista de que nada de esto es real, pero su voz lo encadena, lo tiene prisionero por la implicación de sus palabras. «Hay una parte de ti que sueña, Yuuri. Crees que puedes matar a nuestro padre y luego vivir el resto de tu vida engañando a Viktor de lo que realmente eres, de lo que realmente has hecho».

«No sueño con nada más que destruir a Nikiforov» exclama, «Cualquier otra cosa no tiene sentido».

«Excepto Viktor» dice ella, y hay un cosquilleo en su piel por la simple verdad de su tono «Él significa todo».

«¿Qué importa?» y hay desesperación que le cuartea la garganta cuando habla, la desesperación por la antipatía que desea que siga teniendo, incuestionablemente, «no cambia nada».

«Oh, importa», ella se ríe de nuevo, siniestra en su claridad. «¿Crees que te perdonará por lo que me has hecho? ¿Crees que él te quiere más que a mí?»

«No importa» insiste, no sabe si es para ella escuchar o para que él crea. «No importa».

«Importa», repite, y es con tristeza que apesta con finalidad, de pena que alguien de entre los muertos no tenga ninguna agencia para sentir por él, «porque tu amor por él está comenzando a eclipsar todo el odio que has afligido todos estos años»

Ella le da una sonrisa final, idéntica a la última que adornaba su rostro antes de haber sellado su destino:

«Y esa es tu perdición»

Por primera vez en todas las noches que ella visita los reinos de su sueño, Yuuri se despierta aterrorizado de la imagen que deja.

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