♡ ‹ she has no chains, no shame.
Ellas iban por la vida como dos pares de zapatos, inseparables y con una amistad inquebrantable. Rosé y Jennie se conocieron el primer día de clases en la escuela de música y desde entonces se volvieron inseparables. Compartían no solo su amor por la música, sino también un lazo especial que las hacía estar siempre en la misma sintonía. A menudo, se las podía ver caminando juntas por los pasillos, sus risas llenando el aire mientras discutían sobre sus sueños y aspiraciones.
A pesar de que no vivían juntas, sus apartamentos estaban lado a lado, lo que facilitaba su rutina diaria de estudiar y pasar tiempo juntas. Después de las clases, a menudo se encontraban en el pequeño café cerca de la escuela, donde Jennie, con su entusiasmo contagioso, proponía ideas para sus proyectos musicales o simplemente sugería un paseo por el parque para encontrar inspiración.
Jennie, con su espíritu aventurero, era quien lideraba y decidía lo que harían a lo largo del día. Rosé la seguía sin dudarlo, aportando su propio toque de humor con sus bromas malas y su carisma inigualable. A pesar de su naturaleza tímida, Rosé tenía una habilidad especial para hacer reír a Jennie en cualquier situación, lo que hacía que su tiempo juntas fuera siempre agradable y memorable.
Su amistad era un refugio para ambas, un espacio donde podían ser ellas mismas sin temor a ser juzgadas. En los días difíciles, encontraban consuelo en la compañía de la otra, sabiendo que no importaba qué sucediera, siempre se tendrían la una a la otra. La confianza que compartían era inquebrantable, y su conexión era tan fuerte que parecía que podían comunicarse sin necesidad de palabras.
La música era su lenguaje común, y juntas, creaban melodías que reflejaban la profundidad de su amistad. Pasaban horas componiendo y tocando, cada nota una manifestación de los momentos que compartían. Su amor por la música no solo las unía, sino que también les brindaba una vía para expresarse y explorar el mundo que las rodeaba.
Con el tiempo, su amistad se convirtió en algo más que una simple conexión entre dos personas; era una alianza sólida y eterna que ni el tiempo ni la distancia podían romper. Rosé y Jennie sabían que juntas podían enfrentar cualquier desafío y que su amistad sería siempre un pilar fundamental en sus vidas.
Rosé era una chica con un carisma increíble y una capacidad innata para hacer sentir cómodos a los demás. Siempre tenía una sonrisa en el rostro y una palabra amable que ofrecer. Su presencia era como un faro en cualquier habitación, atrayendo a las personas con su energía positiva y su encanto natural. En la facultad, muchos la encontraban increíblemente atractiva y llamativa, pero a menudo, sus ojos se dirigían a Jennie.
Jennie era una chica vivaz y extrovertida, conocida por su habilidad para coquetear y socializar con una facilidad que muchos envidiaban. Le encantaba la emoción de conocer gente nueva y explorar diferentes personalidades, siempre rodeada de admiradores. Sin embargo, sin importar cuántas personas se agruparan a su alrededor, Jennie nunca dejaba atrás a Rosé.
La relación entre Rosé y Jennie era especial; una mezcla de confianza y lealtad que las mantenía unidas en cualquier situación. Mientras Jennie disfrutaba del ajetreo social, Rosé prefería observar desde la distancia, disfrutando del espectáculo con una risa discreta. No le importaba no estar en el centro de atención ni ser el llamado "mal tercio", porque sabía que su amistad con Jennie era lo que realmente importaba.
Rosé estaba acostumbrada a ser la sombra tranquila detrás de Jennie, pero eso no significaba que no disfrutara de la compañía de otros. Tenía un don para escuchar y ofrecer consejos sabios cuando se necesitaban, lo que la hacía indispensable en su grupo de amigos. Su naturaleza apacible y su disposición para estar presente para los demás la convertían en una amiga valiosa y querida.
Jennie apreciaba profundamente la estabilidad y el apoyo incondicional que Rosé le brindaba. Sabía que, a pesar de sus diferencias en cuanto a intereses sociales, Rosé siempre estaría a su lado, lista para compartir una risa o un momento de reflexión. La complicidad entre ellas era evidente y formaba la base de una amistad que resistía cualquier prueba.
Juntas, Rosé y Jennie navegaban por la vida universitaria, equilibrando sus personalidades contrastantes con gracia y humor. Cada una complementaba a la otra, creando una sinergia que hacía que su relación fuera única y especial. Para Rosé, no había mayor satisfacción que ver a Jennie feliz, y para Jennie, no había mayor consuelo que tener a Rosé a su lado, siempre lista para apoyar y compartir cada momento.
La cosa estaba en que, en los últimos días, Jennie había comenzado a salir con una chica de la facultad de artes, específicamente de la de audiovisuales. Su nombre era Lisa, y tenía una personalidad que llamaba la atención de todos a su alrededor. Lisa era una chica amable y sexy, con una elegancia natural que contrastaba con su estilo de vida alocado y despreocupado.
Lisa tenía un espíritu libre y aventurero, lo que la hacía irresistiblemente atractiva para Jennie. Ambas compartían una pasión por la música y la vida nocturna, encontrando en los raves el escape perfecto para sus energías vibrantes. En esos eventos, bailaban toda la noche, dejándose llevar por la música y el ambiente electrizante.
El desenfreno formaba parte de sus salidas, donde las diabluras y la libertad se convertían en protagonistas. Lisa y Jennie no solo disfrutaban de la música y el baile, sino que también experimentaban con marihuana y lean, entregándose por completo a la experiencia. La conexión entre ellas se intensificaba en esos momentos, y si surgía la oportunidad, encontraban un rincón discreto para entregarse a la pasión del momento.
Las cosas las llevaban de la siguiente manera con Lisa. Jennie y ella iban a todos lados juntas, y aunque Rosé siempre estaba cerca, les daba su espacio cuando las cosas se ponían intensas. Lo de siempre sucedía una vez que el alcohol empezaba a hacer efecto: Lisa se sentaba sobre Jennie, y sus besos se volvían desenfrenados, sin importar dónde estuvieran.
El desenfreno no se detenía ahí. Muchas veces, el calor del momento las llevaba a buscar un lugar privado donde pudieran dar rienda suelta a su pasión. Rosé, siempre dispuesta a ayudar, les pasaba un condón y se aseguraba de que nadie las interrumpiera, cuidando de ellas desde la distancia. Este papel de apoyo era algo que Rosé había asumido naturalmente, entendiendo que la química entre Jennie y Lisa era intensa y emocionante.
A pesar de las situaciones comprometidas, las tres mantenían una rutina de salir juntas, especialmente los fines de semana. Caminaban por la ciudad, exploraban nuevos lugares o simplemente disfrutaban de la compañía mutua. Rosé apreciaba estos momentos, porque le permitían mantener su amistad con Jennie y también conocer mejor a Lisa.
Aunque a Rosé no le importaba que su amiga tuviera una relación con Lisa, lo que realmente le afectaba era lo distraída que a veces se encontraba ante la presencia de Lisa. No podía evitar notar el escote perfecto de Lisa o su figura llamativa, especialmente cuando las escuchaba desde la distancia en esos momentos privados. Los gemidos de Lisa resonaban en los cuartos de servicio, y aunque Rosé intentaba no prestar atención, era imposible ignorar la atracción que Lisa despertaba en todos.
Lisa era especial, muy especial para Jennie. La conexión que compartían era evidente para todos a su alrededor, y Jennie se sentía afortunada de tener a alguien como Lisa en su vida. Sin embargo, esta situación a veces resultaba complicada para Rosé, quien no podía evitar sentirse incómoda cuando su cuerpo reaccionaba al escuchar a Jennie y Lisa en sus momentos más íntimos.
Rosé se sentía atrapada entre la lealtad hacia su amiga y las respuestas físicas que no podía controlar. Había ocasiones en las que, sin querer, se encontraba observando desde la distancia, viendo cómo Jennie aprisionaba a Lisa contra la pared y la penetraba con una intensidad que hacía que las tetas de Lisa rebotaran. Los gemidos de Lisa resonaban en el aire, y Rosé no podía evitar sentirse afectada, su cuerpo respondiendo de manera inevitable.
A veces, la excitación era tal que Rosé se encontraba a sí misma alcanzando el clímax en secreto, abrumada por la mezcla de emociones que la envolvían. Esta situación la dejaba sintiéndose culpable y confusa, sabiendo que lo último que deseaba era poner en peligro su amistad con Jennie o incomodar a Lisa.
Rosé se esforzaba por mantener estos sentimientos bajo control, recordando siempre lo importante que era su amistad con Jennie y lo feliz que estaba por ella y Lisa. Al mismo tiempo, trabajaba en entender sus propias emociones y encontrar un equilibrio que le permitiera seguir siendo parte de sus vidas sin que sus sentimientos interfirieran en la dinámica que tenían. Sabía que lo más importante era ser honesta consigo misma y proteger la relación especial que compartía con Jennie, mientras aprendía a navegar por sus propias complejidades internas.
Pero era difícil. Estar en su apartamento y escuchar cómo su amiga le decía cosas sucias a su chica era un constante recordatorio de la intensa conexión que compartían. Las paredes parecían demasiado delgadas, y cada palabra o gemido llegaba a los oídos de Rosé, avivando un conflicto interno que no sabía cómo resolver.
A pesar de que Lisa y Jennie no eran oficialmente novias, Rosé sabía que debía respetar su relación y los momentos que compartían. La atracción entre ellas era innegable, y aunque no había un compromiso formal, su química era palpable. Rosé hacía lo posible por darles su espacio, pero la cercanía física y emocional que compartían Jennie y Lisa siempre estaba presente.
Un día, mientras iba de camino al apartamento de Jennie para recoger un libro que había dejado, Lisa abrió la puerta sin darse cuenta de que estaba a punto de interrumpir uno de esos momentos. Al entrar, se encontró con Lisa montando a Jennie en el sofá, el ambiente cargado de sudor y gemidos. Park se quedó paralizada por un instante antes de balbucear una disculpa y salir rápidamente.
No era la primera vez que algo así ocurría. Jennie también había sorprendido a Rosé en situaciones comprometedoras con otras chicas, y en aquellos momentos se reían y bromeaban al respecto, sin darle mucha importancia. Sin embargo, esta vez era diferente. El problema no era Jennie ni Lisa, sino los sentimientos confusos que Rosé experimentaba.
Para su suerte, Jennie no hablaba con ella de la experiencia que era estar con Lisa, lo que en parte salvaba a Rosé de aumentar su deseo por la chica de su amiga. Aunque su curiosidad a veces la tentaba, agradecía que Jennie no compartiera detalles íntimos, permitiéndole mantener una cierta distancia emocional.
Una tarde, las tres se encontraban en un McDonald's, disfrutando de una comida casual. Jennie estaba concentrada en un juego en su teléfono, inmersa en su mundo virtual, mientras Lisa bebía su batido de vainilla con una expresión despreocupada. Rosé, por su parte, luchaba por mantener la compostura, consciente de la carga en sus pantalones que, afortunadamente, eran lo suficientemente holgados como para ocultar su estado.
En un momento, Lisa dejó su bebida y se pasó la lengua por los labios para limpiarse un poco de batido que se había quedado allí, pero el gesto parecía mucho más sugestivo de lo que probablemente la tailandesa pretendía. Rosé se removió incómoda en su asiento, notando cómo la mirada de Lisa se fijaba en ella, con una chispa de curiosidad en sus ojos.
── ¿Todo bien, Rosé? ── preguntó Lisa, con una sonrisa amable mientras dejaba su bebida a un lado. La pregunta pilló a Rosé por sorpresa, pero rápidamente se recompuso, tratando de parecer lo más natural posible. Forzó una sonrisa y asintió, señalando sus propios labios para indicar a Lisa──. Tienes algo aquí ── dijo, intentando desviar la atención de su propia incomodidad.
Lisa sonrió, sin perder el ritmo, y se limpió los labios con una servilleta, agradeciendo el gesto de Rosé con un guiño. La tensión en el aire era palpable, pero Rosé se sentía aliviada de que la situación no se intensificara más. Jennie seguía absorta en su teléfono, ajena al intercambio que había tenido lugar.
En otra oportunidad, las tres estaban en un lugar abandonado, uno de sus sitios favoritos para relajarse y fumar. Era un espacio apartado y tranquilo, ideal para compartir momentos más íntimos. Jennie estaba un poco alejada, buscando su encendedor que había caído lejos de donde Rosé y Lisa estaban sentadas.
Mientras Jennie estaba ocupada, Lisa decidió iniciar una conversación más personal con la australiana.
── Y dime, Rosé. ¿Cómo te fue con la chica del otro día? ¿Es cierto que follaron en el estacionamiento de un supermercado? ── preguntó Lisa con una sonrisa traviesa.
Rosé asintió, recordando la aventura espontánea y sonrojándose ligeramente al recordar los detalles. Lisa parecía disfrutar de la incomodidad momentánea de Park, y continuó con su provocadora charla.
── Debes ser igual de buena que Nini en la cama. Me contaron que la chica gemía muy fuerte.
Rosé se sintió atrapada entre la sorpresa y la curiosidad, preguntándose qué diablos estaba pasando y cómo Lisa había llegado a esos detalles. La situación era a la vez incómoda y fascinante, como si Lisa estuviera probando los límites de su relación.
── Tú y Nini son como dos sementales, puedo apostar ── dijo Lisa con un guiño descarado.
Rosé, sin poder evitar sonreír ante el comentario, decidió seguir el juego.
── Ah, ¿sí? ¿Cómo? ── preguntó, aunque internamente se sentía un poco nerviosa por lo directo de la conversación.
Lisa se acercó un poco más, bajando la voz como si compartiera un secreto.
── Jen me contó que la tienen del mismo tamaño ── dijo, con una expresión juguetona.
── ¿Sí? ¿Y qué más? ── preguntó Rosé, intentando mantener la compostura a pesar de su sorpresa.
── Poco más, solo que tú eres igual de salvaje que ella, muy interesante ── concluyó Lisa, con una mirada que era a la vez desafiante y coqueta.
Rosé se quedó momentáneamente sin palabras, su mandíbula casi se le caía de la impresión ante lo provocadora que Lisa podía ser. La conversación había tomado un giro inesperado, revelando un lado de Lisa que Rosé aún no había visto completamente. A pesar de la incomodidad inicial, Rosé sintió una chispa de interés, intrigada por las dinámicas entre ellas y consciente de que había mucho más por descubrir en su relación con Lisa y Jennie.
Lisa mantenía su mirada fija en Rosé, disfrutando visiblemente de la reacción que había provocado. La australiana, todavía un poco sorprendida, decidió que lo mejor era seguir adelante sin perder el ritmo de la conversación. No quería parecer demasiado afectada por el intercambio, aunque por dentro su mente estaba acelerada.
── Así que Nini ha estado hablando de mí, ¿eh? ── dijo Rosé, tratando de sonar despreocupada mientras miraba a Lisa con una sonrisa astuta.
Lisa se encogió de hombros, su expresión entre juguetona y misteriosa.
── Solo un poco. Parece que tiene mucha confianza en ti, y no puedo evitar sentir curiosidad. Las chicas como tú son difíciles de encontrar.
Rosé rio suavemente, agradecida de que Lisa no estuviera haciendo las cosas más incómodas de lo necesario.
── Bueno, Jen y yo hemos pasado mucho tiempo juntas. Supongo que eso es lo que pasa cuando conoces a alguien tan bien.
Lisa asintió, como si considerara las palabras de Rosé.
── Eso tiene sentido. Pero ahora me pregunto, ¿hay algo que tú quieras saber de mí?
La pregunta tomó a Rosé por sorpresa, y sintió que su corazón se aceleraba un poco. Había muchas cosas que le gustaría saber, pero estaba consciente de que cualquier pregunta podría abrir puertas que tal vez no estuviera lista para cruzar.
── ¿Hay algo que debería saber? ── respondió Rosé, devolviendo la pregunta con cautela.
Lisa sonrió de nuevo, pero antes de que pudiera responder, Jennie regresó con el encendedor, interrumpiendo el momento.
── Aquí está, chicas ── dijo Jennie, lanzando el encendedor a Lisa antes de sentarse a su lado.
El ambiente cambió de inmediato con la presencia de Jennie, y Rosé sintió un alivio mezclado con una pizca de frustración. La conversación con Lisa había sido intensa y reveladora, y aunque no estaba segura de hacia dónde iba, sabía que era algo que no podía simplemente ignorar.
Mientras encendían sus cigarrillos y el humo se elevaba en el aire, Rosé se preguntó qué significaría todo esto para su relación con Jennie y Lisa. Era una nueva dimensión que aún no había explorado, y aunque los sentimientos eran complejos, no podía negar la emoción que le provocaban.
Incluso hubo otra ocasión en la que las tres decidieron ir a comer a un pequeño restaurante que frecuentaban. El ambiente era animado y las luces cálidas creaban un espacio acogedor. Las conversaciones fluían con naturalidad entre risas y bromas, hasta que Lisa decidió añadir un toque de provocación al momento.
Mientras charlaban, Lisa dejó caer intencionadamente su servilleta al suelo, una táctica sutil pero efectiva. Rosé, sentada frente a ella, vio cómo Lisa se inclinaba lentamente para recogerla, su postura acentuando sus curvas de una manera que era imposible ignorar. Rosé sintió una oleada de calor subirle al rostro, pero antes de que pudiera reaccionar, Jennie, que estaba sentada al lado de Lisa, también notó el espectáculo.
── Joder, ese culo ── comentó Jennie sin pensarlo, su voz llena de apreciación y un toque de asombro. Rosé contuvo una risa, sorprendida por la franqueza de Jennie y aliviada de no ser la única que había notado la intención de Lisa.
Lisa se enderezó con una sonrisa triunfante y volvió a su asiento. Sin perder el ritmo, se inclinó hacia Jennie y le dio un beso, como si recompensara su comentario. La química entre ellas era palpable, y la espontaneidad del momento sólo fortalecía el vínculo que compartían.
Rosé observó la interacción con una mezcla de diversión y curiosidad. Aunque la situación había sido provocativa, también había un sentido de camaradería entre las tres, como si compartieran un secreto que las unía más allá de lo obvio. Rosé disfrutaba de estos momentos, reconociendo que, a pesar de la atracción y las provocaciones, su amistad con Jennie y Lisa era lo que realmente importaba.
A medida que la noche avanzaba y las conversaciones continuaban, Rosé se dio cuenta de que estos pequeños juegos y dinámicas formaban parte de la complejidad de su relación. Aunque a veces desafiaban sus emociones, también le brindaban una oportunidad para crecer y entenderse mejor a sí misma y a sus amigas. Con cada experiencia compartida, Rosé se sentía más segura de su lugar en esta amistad, lista para lo que viniera.
El desenlace de aquella tortura para Rosé llegó un día inesperado, en medio de una de sus habituales fiestas de fin de semana. El ambiente era familiar: música a todo volumen, luces parpadeantes y la energía incesante de un grupo de jóvenes que buscaban desahogar el estrés de la semana. Para Rosé y Jennie, esta era una oportunidad más para disfrutar de la compañía mutua y relajarse.
Ambas estaban vestidas con su estilo característico, casual, pero con un toque sensual que siempre lograba llamar la atención. Rosé llevaba sus baggy jeans favoritos, combinados con una camiseta holgada que le daba un aire relajado y despreocupado. Para completar el look, lucía un beanie que mantenía su cabello en su lugar. Jennie, por su parte, también llevaba unos baggy jeans y una camiseta, pero había optado por una gorra que acentuaba su estilo urbano.
Lisa estaba con ellas, como era de esperarse. Se había vestido para impresionar, luciendo una falda muy sexy que dejaba al descubierto sus largas piernas y un top que mostraba su tonificado abdomen. Su presencia era innegablemente llamativa, y no había quien no la notara cuando entraba a una habitación.
Ese día, las chicas tenían planes emocionantes para la noche. Habían quedado para ir a una rave en un lugar popular de la ciudad, un evento al que habían estado esperando con ansias. El DJ que iba a tocar era un viejo conocido, alguien cuyo estilo musical les encantaba, y estaban decididas a bailar toda la noche si les era posible. La energía y el ritmo prometían ser irresistibles, y cada una de ellas estaba lista para disfrutar al máximo.
Antes de lanzarse de lleno a la fiesta, decidieron que lo mejor sería ir a comer algo para asegurarse de que el alcohol no les cayera tan mal más tarde. Optaron por un Popeyes cerca del lugar del evento, un lugar informal donde podían disfrutar de una comida rápida y sustanciosa sin complicaciones.
El ambiente en el Popeyes era bullicioso y animado, lleno de grupos de amigos que, al igual que ellas, parecían estar en el preámbulo de una noche divertida. Mientras esperaban su comida, Rosé, Jennie y Lisa charlaban y bromeaban, el ambiente entre ellas relajado y lleno de anticipación por lo que estaba por venir.
Jennie, como siempre, estaba llena de entusiasmo y hablaba sin parar sobre lo increíble que iba a ser la rave.
── ¡Va a ser épico! No puedo esperar para escuchar el set de nuestro DJ favorito ── exclamó mientras revolvía su bebida.
Lisa, que parecía especialmente animada esa noche, sonrió mientras tomaba un sorbo de su refresco.
── He oído que va a ser una locura. Y con nosotras allí, seguro que lo será.
Rosé, que siempre apreciaba el sentido del humor de Lisa, se rio entre dientes.
── Definitivamente vamos a hacer que sea inolvidable. Sólo espero que no tengamos problemas.
La conversación fluyó fácilmente entre ellas mientras comían, y la comida cumplió su propósito de preparar sus estómagos para la noche que les esperaba. Una vez que terminaron, se dirigieron al lugar de la rave, su entusiasmo creciendo con cada paso.
Al llegar al lugar de la rave, Rosé, Jennie y Lisa se encontraron con un ambiente ya perfectamente creado para una noche inolvidable. Las luces verdes y rosas danzaban por todo el espacio, creando patrones hipnóticos que reflejaban en las paredes y el techo, envolviendo a todos en un mundo de color y ritmo.
El lugar estaba repleto de gente, cada uno perdido en su propia burbuja de música y movimiento. El sonido del bajo retumbaba en el suelo y vibraba a través de sus cuerpos, sincronizando sus corazones con el latido de la música. El DJ, en su cabina elevada, estaba completamente inmerso en su set, manipulando las pistas con destreza mientras la multitud respondía a cada cambio con vítores y bailes más intensos.
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Al llegar al centro de la rave, Rosé y Jennie rápidamente se pusieron en sintonía con el ambiente, dejando que el ritmo de la música las envolviera. Lisa, siempre dispuesta a asegurarse de que todo el mundo se divirtiera, fue a buscar bebidas mientras Rosé y Jennie se dirigían al frente de la cabina del DJ para saludar a su amigo.
El DJ era un buen colega que conocían de anteriores salidas, un talento local que siempre sabía cómo levantar el ánimo de cualquier fiesta. Con una sonrisa amplia, levantó una mano para saludar cuando vio a Rosé y Jennie acercarse.
── ¡Hey, chicas! ¡Qué bueno verlas aquí! ── gritó por encima de la música, mientras manipulaba su equipo sin perder el ritmo.
── ¡Sabíamos que sería una gran noche si estabas a cargo de la música! ── respondió Jennie, asintiendo al compás de la música. Rosé también saludó con entusiasmo, agradecida de tener a alguien conocido a cargo del ambiente.
Después de intercambiar algunas palabras, Rosé y Jennie se despidieron y regresaron a donde estaba Lisa, quien les esperaba con las bebidas. Lisa les entregó sus respectivos vasos, que contenían una mezcla potente de vodka con un toque de refresco de arándanos. Era justo lo que necesitaban para soltarse un poco más y dejarse llevar por la música.
── ¡Salud! ── exclamó Lisa, levantando su vaso antes de tomar un gran sorbo. Jennie y Rosé hicieron lo mismo, sintiendo el calor del alcohol mezclarse con la adrenalina de la música.
Las bebidas, fuertes y refrescantes, pronto hicieron efecto, añadiendo una capa de euforia al ya vibrante ambiente de la rave. Rosé, sintiéndose más relajada y desinhibida, se unió a
Jennie y Lisa en la pista de baile, donde las luces y la música seguían envolviéndolas como una ola interminable.
Habían varios problemas a partir de allí. Aunque las chicas se habían adaptado al modo de fiesta y goce, el ambiente de la rave comenzaba a volverse más caótico y descontrolado a medida que la noche avanzaba.
Rosé, dejándose llevar por el ritmo de la música y la euforia del momento, había terminado bailando con una chica random que había conocido en el lugar. La música cambió a un funk brasileño con un ritmo pegajoso que invadía el espacio con su energía contagiosa. Rosé, sintiendo la influencia de las bebidas y el ambiente, se perdió en el momento, dejándose llevar por la música y el movimiento.
La chica con la que bailaba era una excelente compañera de baile, moviendo el cuerpo al compás de la música con una facilidad que mantenía a Rosé enganchada. La forma en que movía el culo era hipnótica, y Rosé, un poco mareada por el vodka y el refresco de arándanos, se encontró disfrutando de la conexión inesperada y momentánea que había surgido entre ellas.
Lisa y Jennie estaban bailando juntas, moviéndose con una complicidad y un ritmo que solo dos amigas íntimas podían compartir. La música vibraba a su alrededor, y el ambiente de la rave parecía hacerles brillar con una energía especial. A pesar de estar bailando con la chica que había conocido, Rosé no podía evitar desviar la mirada de vez en cuando hacia Lisa y Jennie, observando cómo lo movían con una fluidez que la hipnotizaba.
Mientras la chica con la que estaba Rosé se movía al ritmo de la música, chocando su trasero contra la entrepierna de Rosé, esta se sentía atrapada en un torbellino de emociones. No era solo el baile provocador lo que la tenía vuelta loca, sino la presencia magnética de Lisa, que parecía captar su atención sin importar qué más estuviera sucediendo a su alrededor.
Rosé se encontró perdiendo el foco, su mente dividida entre la interacción inmediata con su pareja de baile y la atracción innegable que sentía hacia Lisa. Cada vez que sus ojos se cruzaban, Rosé sentía un calor subir por su cuerpo, como si un fuego secreto ardiera solo para ella.
No se sabe qué le picó a su amiga y a su chica, pero de repente decidieron ir por más bebidas. Rosé las vio alejarse, perdiéndose momentáneamente entre la multitud mientras la música seguía retumbando en el aire. Ella trató de centrarse en el baile con su compañera actual, pero su mente continuaba distraída.
Al regresar, Jennie y Lisa parecían animadas, con los ojos brillantes por el alcohol y la emoción de la fiesta. Jennie hizo unas señas a Lisa, acercándose a su oído para decirle algo que Rosé no pudo escuchar. Lisa asintió con una sonrisa traviesa, y de inmediato se dirigió hacia Rosé.
La tailandesa se acercó y, con una expresión que mezclaba diversión y complicidad, susurró en su oído: "Bailemos, Rosé". La invitación fue inesperada, y aunque no vio mala intención en ello, Rosé supo que probablemente pasaría lo que temía.
Mientras comenzaban a bailar juntas, Rosé intentó mantener la compostura. Sin embargo, en cuanto Lisa le pegó su trasero y comenzó a moverlo al compás del dembow, Rosé sintió que su mundo se tambaleaba. El ritmo sensual de la música y la proximidad de Lisa eran una combinación explosiva que la envolvía.
Rosé intentó concentrarse en seguir el ritmo, pero el contacto físico con Lisa y la manera en que se movía hacían que su corazón latiera con fuerza. El aroma de Lisa, mezclado con el sudor y el perfume, era intoxicante, y Rosé sintió que perdía el control sobre sus pensamientos y sus emociones.
Cada movimiento del cuerpo de Lisa parecía diseñado para encender una chispa en Rosé, y ella se dio cuenta de que estaba atrapada en un juego de seducción del que no quería escapar. La tensión que había estado reprimiendo durante tanto tiempo estaba a punto de estallar, y aunque sabía que debía mantenerse en control, la tentación era abrumadora.
Lisa le pegaba el trasero de una manera que hacía a Rosé querer morir de placer en ese mismo instante. Era una sensación abrumadora que la atrapaba completamente, haciéndola perderse en el ritmo de la música y el calor del cuerpo de Lisa. A pesar de su deseo, Rosé no se atrevió a tocarle la cintura o algo más atrevido al principio; estaba apenas bailando contra ella, intentando mantener cierta compostura.
Jennie, observando desde un poco más allá, no la ayudaba en lo absoluto. Le hizo señas y le indicó con las manos que la agarrara, levantando el pulgar en señal de aprobación. La complicidad en la mirada de Jennie era clara, y aunque en otro momento Rosé podría haber negado o cuestionado la situación, en esta ocasión decidió dejarse llevar por el impulso del momento.
Rosé finalmente se armó de valor y le agarró la cintura a Lisa, acercándola más hacia ella. El contacto directo se sentía maravilloso, como si hubieran cruzado una frontera invisible que transformaba el baile en una experiencia mucho más íntima.
La suave curva de la espalda de Lisa bajo sus manos, la forma en que su cuerpo se movía con tanta gracia y sensualidad, todo era demasiado para Rosé. Se sintió envuelta en una burbuja donde nada más importaba; solo existía el presente, la música, y Lisa.
La proximidad permitió a Rosé apreciar aún más la belleza de Lisa: lo bonita que se veía, su cabello ondeando con cada movimiento, y lo increíblemente sexy que era bailando. Había una libertad y confianza en la forma en que Lisa se movía que hacía que Rosé se sintiera atraída hacia ella como un imán.
Lisa era realmente traviesa, y eso se hacía evidente en la manera en que un momento se volteó, quedando frente a Rosé, y comenzó a bailar de manera aún más provocativa. Sus cuerpos se restregaban juntos al ritmo de la música, y Lisa incluso se acercó para frotarse contra el cuello de Rosé, dejando que su aliento cálido le acariciara la piel.
Rosé, que ya estaba al límite con la intensidad del momento, sintió que su mundo se tambaleaba cuando Lisa se acercó para susurrarle al oído:
── Me tienes muy caliente, ¿sabías? ── Las palabras de Lisa, cargadas de intención, hicieron que el corazón de Rosé latiera con fuerza y su mente se llenara de pensamientos que había intentado reprimir.
Lisa era una provocadora de primera, y sabía exactamente el efecto que tenía en Rosé. La forma en que movía su cuerpo, sus palabras susurradas, todo estaba diseñado para encender un fuego en Rosé que era difícil de controlar.
── Eres tan sexy, Rosé ── continuó Lisa, su voz suave y seductora, casi un ronroneo. Rosé sintió una oleada de emociones que la hizo estremecerse. La atracción que había sentido por Lisa durante tanto tiempo ahora se encontraba justo frente a ella, y Lisa no hacía nada por ocultarla.
Rosé, sintiéndose atrapada en un torbellino de deseo y confusión, intentó encontrar una manera de responder, pero las palabras se le escapaban. En lugar de eso, dejó que sus cuerpos hablaran, moviéndose juntos en una sincronía que hacía que el mundo a su alrededor se desvaneciera.
La cercanía de Lisa, su perfume mezclado con el sudor de la noche, el brillo de sus ojos bajo las luces de la fiesta, todo era intoxicante. Rosé se sentía como si estuviera flotando en una burbuja de deseo y lujuria, cada sentido intensificado por la presencia de Lisa.
Aunque sabía que la situación era complicada, Rosé decidió dejarse llevar por el momento, permitiéndose sentir cada emoción y cada toque como si fuera la primera vez. Había un riesgo implícito en lo que estaban haciendo, pero en ese instante, la emoción y el deseo superaban cualquier preocupación.
Rosé se encontró atrapada en un torbellino de emociones cuando Jennie se acercó por detrás de Lisa, pegándose a ella de manera que las tres formaron un pequeño grupo de cuerpos moviéndose al unísono. Lisa, atrapada en medio, parecía disfrutar de la atención, sonriendo mientras seguía el ritmo de la música.
Era un momento surrealista para Rosé. Estaba acostumbrada a la complicidad que compartía con Jennie, pero tener a Lisa entre ellas añadía una nueva capa de complejidad a la situación. No sabía cómo interpretar lo que estaba sucediendo, pero decidió dejar que el momento fluyera, consciente de que sus sentimientos estaban enredados en una danza peligrosa.
Jennie, que siempre había sido la más extrovertida del grupo, no perdía la oportunidad de coquetearle al oído a Lisa, sus palabras inaudibles para Rosé, pero lo suficientemente claras como para encender chispas de curiosidad y deseo en el ambiente. Lisa sonreía con picardía, disfrutando de la atención y la química que compartía con ambas.
Para Rosé, todo era tan raro. Se sentía parte de algo íntimo y prohibido, como si estuviera cruzando límites que nunca había imaginado explorar. La cercanía de Lisa, el roce de su piel contra la suya, y la presencia siempre segura de Jennie detrás de ellas, todo se mezclaba en un cóctel de sensaciones que la dejaban mareada y emocionada.
Bailaron así durante varias canciones, sintiendo cómo el alcohol y la sensualidad se apoderaban de ellas, especialmente de Rosé. Era una experiencia intensa, diferente a cualquier cosa que Rosé hubiera vivido antes. Jennie no parecía molesta ni mucho menos por el hecho de que Rosé le agarrara el cuerpo a Lisa y lo acariciara. De hecho, parecía disfrutar de ver cómo Lisa besaba el cuello de Rosé y le decía cosas al oído, aunque Rosé no podía escuchar qué eran.
La atmósfera era eléctrica, cargada de tensión y deseo. La música envolvía a las tres, creando una burbuja donde el tiempo y el espacio se difuminaban. Rosé se dejaba llevar, sintiendo cada caricia, cada susurro, como si fuera parte de una danza hipnótica que la conectaba con Lisa y Jennie de una manera única.
Entre canciones, hacían pausas para tomar más bebidas, los vasos se llenaban una y otra vez, y la influencia del alcohol hacía que todo pareciera más vibrante, más intenso. Lisa y Rosé se mantenían pegadas una a la otra, mientras Jennie se movía entre la multitud para conseguir más tragos. Cada pausa estaba marcada por risas y miradas cómplices, como si el mundo entero se redujera a esos breves momentos de conexión y diversión.
En un momento, Lisa se volteó hacia Jennie, le dijo algo al oído, y esta asintió con una sonrisa pícara. Lisa se separó de ellas y comenzó a abrirse paso entre la multitud, dejando a Rosé y Jennie solas por un momento.
Aprovechando la oportunidad, Jennie se acercó al oído de Rosé, su voz arrastrándose con la embriaguez del alcohol.
── Mi gatita se quiere ir ya, vamos ── le susurró, usando un tono cariñoso que hacía clara referencia a Lisa.
Rosé, con la mente nublada por el alcohol y la excitación de la noche, pensó inocentemente que la salida con Jennie y Lisa sería simplemente una continuación de la rutina. Imaginaba que podrían ir a comer algo más en algún lugar cercano o, quizás, regresar a casa como de costumbre. La idea de una aventura más allá de eso no se le había pasado por la cabeza; todo parecía seguir una trayectoria familiar, pero con un toque diferente.
Se montaron en el Audi gris que Jennie había recibido como regalo de su papá, un auto que siempre había sido un símbolo de su estilo de vida audaz y despreocupado. Rosé se acomodó en el asiento del copiloto, observando mientras Jennie arrancaba el motor. A pesar de la borrachera y el bullicio de la fiesta, una parte de ella seguía siendo práctica y pensativa.
Rosé se preocupó brevemente por el riesgo de que la policía las detuviera, especialmente considerando cuánto habían bebido. Pensó en lo importante que sería mantener la calma y esperar que no las pararan. Sin embargo, rápidamente desestimó sus temores, confiada en que llegarían a salvo a su destino. El Audi, con su motor rugiente, parecía como una fortaleza sobre ruedas que las protegería de cualquier contratiempo.
Se dispusieron a irse, siguiendo la rutina de la noche. Como era habitual, Lisa y Jennie estaban en el asiento trasero, inmersas en un apasionado beso. Para Rosé, era una escena que ya había llegado a considerar casi normal, dado lo que había estado experimentando. Desde su asiento al volante, podía ver en el retrovisor cómo Lisa estaba encima de Jennie, con esta última besándole el cuello y susurrándole cosas al oído.
A pesar de la visión seductora que tenía detrás, Rosé sabía que debía mantenerse enfocada en la carretera. Aunque estaba vacía y la visibilidad era buena, no podía permitirse distracciones. La carretera por la que viajaban era desolada, una vasta planicie que se extendía en la oscuridad, con solo las luces del auto iluminando el camino.
Mientras se concentraba en la carretera, de repente, una mano inesperada se deslizó por su pantalón, causando una oleada de sorpresa y excitación. Lisa, que estaba ahora de espaldas a Jennie, se había inclinado hacia adelante desde el asiento trasero. Con movimientos hábiles y decididos, su mano llegó al asiento del piloto y comenzó a tocarle la erección a Rosé a través de sus pantalones.
Rosé se estremeció al sentir el contacto directo y eléctrico. La mano de Lisa, cálida y experta, provocaba una mezcla de sensaciones que la dejaban atónita. La situación era un torbellino de emociones: la carretera solitaria frente a ella, el suave roce de Lisa y el hecho de que debía mantener la concentración mientras su cuerpo respondía a las caricias inesperadas.
El hecho de que Rosé debía mantener la concentración en la carretera mientras su cuerpo respondía a las caricias inesperadas de Lisa la puso en una situación extremadamente complicada. Su mente estaba dividida entre el deseo creciente y la necesidad urgente de manejar con seguridad.
── L-lisa... ¿Qué haces? ── preguntó, su voz temblando con una mezcla de sorpresa y confusión.
Jennie, que había estado observando la escena con una sonrisa traviesa, extendió la mano y agarró la de Lisa.
── Rosie, estaciona por ahí, vamos a follar ── indicó la pelinaranja con una voz cargada de lujuria y determinación.
Rosé, aunque atónita, decidió hacer caso a la indicación de Jennie. Buscó un lugar con poca luz a un lado de la carretera y estacionó el auto. El lugar era una pequeña área apartada, rodeada de vegetación escasa y sombras que ofrecían un mínimo de privacidad.
★
Con el corazón latiéndole con fuerza y la mente llena de sentimientos encontrados, Rosé se dispuso a salir del auto, pensando que daría privacidad a sus amigas para que pudieran disfrutar de su momento sin interrupciones. Pero justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, una voz la detuvo.
── ¿A dónde vas, Rosé? ── preguntó la voz de Jennie desde el asiento trasero, cortando el silencio que se había apoderado del auto.
Rosé miró a través del retrovisor, encontrando los ojos de su amiga en medio de una expresión entre traviesa y desafiante. Al mismo tiempo, vio que el top de Lisa ya no estaba, y podía ver claramente sus tetas mientras se acariciaba, con la cabeza echada hacia atrás sobre el hombro de Jennie. La escena era intensa y estimulante, y el ambiente en el auto se había cargado de una energía palpable.
── Iba a salir ── respondió Rosé, tratando de mantener la calma a pesar de su creciente nerviosismo.
── ¿No entendiste? Vamos a follar, las tres ── insistió Jennie, su voz llena de una determinación que dejaba poco margen para la duda.
── ¿Las tres? ── repitió Rosé, su voz temblando entre la confusión y la excitación. La propuesta era inesperada y desafiante, y le costaba procesar lo que estaba ocurriendo.
── Sé que quieres follarte a Lisa y no te culpo ── dijo Jennie con una sinceridad que sorprendió a Rosé. La forma en que Jennie lo dijo no dejaba lugar a malentendidos; estaba bien con la idea y parecía estar tan excitada como Rosé.
── Jen, yo... ── comenzó a decir Rosé, pero fue interrumpida por la voz firme de la pelinaranja.
── Sé que ella te quiere muy mal también.
Rosé estaba sudando, literalmente, la situación era abrumadora. Su corazón latía con fuerza, y la idea de lo que se estaba proponiendo la dejaba sin aliento. Su mente estaba en un torbellino de emociones y deseos.
── Echa los asientos delanteros hacia adelante para que puedas caber aquí atrás ── ordenó Jennie con una voz cargada de expectativa.
Rosé, con una mezcla de excitación y nervios, obedeció rápidamente. Desbloqueó los asientos delanteros y los inclinó hacia adelante para crear espacio en el asiento trasero. Mientras lo hacía, la anticipación y la tensión aumentaban, y su cuerpo respondía a la perspectiva de lo que estaba por venir.
Rosé salió del auto y se metió en el asiento trasero del Audi, donde Jennie ya estaba en un lado y Lisa se acomodaba en el medio. La atmósfera en el interior estaba cargada de anticipación.
Lisa, con una actitud decidida, se puso de rodillas en el asiento trasero. A pesar de lo ajustado del espacio, se movía con destreza y sensualidad. Comenzó a ayudar a Jennie a quitarse el pantalón y el bóxer, despojándola de su ropa con habilidad. Rosé observaba, fascinada y excitada, mientras Lisa liberaba la erección de la pelinaranja.
Luego, Lisa se dirigió a Rosé. Con la misma destreza, empezó a bajar el pantalón y el bóxer de Rosé, dejándola también expuesta. Rosé y Jennie, siguiendo el ritmo de Lisa, se despojaron de sus camisetas, agregando un toque final de sensualidad al ambiente.
El interior del Audi se transformó en un espacio íntimo y cargado de deseo, con Lisa tomando el control de la situación mientras Rosé y Jennie se desnudaban por completo, sus ropas cayendo al suelo en un arrebato de pasión.
Jennie, con movimientos deliberados y dominantes, agarró suavemente la barbilla de Lisa, obligándola a mirarla directamente a los ojos.
── Toma lo que tanto has querido estos días ── susurró, su voz cargada de una mezcla de aliento y autoridad.
Una sonrisa traviesa se dibujó en los labios de Lisa mientras giraba su mirada hacia Rosé, quien se mantenía inmóvil, atrapada en la tensión del momento, esperando con ansias lo que estaba por suceder. Los ojos de Lisa brillaban con deseo mientras extendía la mano y agarraba con firmeza la polla de Rosé, su agarre seguro pero provocador.
── Sabía muy bien que la tenías grande ── siseó Lisa con una mezcla de admiración y lujuria, sus ojos fijos en la impresionante y palpitante longitud frente a ella──. Joder, Rosé, estás tan rica ── añadió, trazando las venas con los dedos como si estuviera memorizando cada centímetro.
Sin perder más tiempo, Lisa se inclinó, con la boca hecha agua ante la expectativa. Separó los labios y se la llevó a la boca, saboreando el sabor y la sensación mientras empezaba a complacerla, su lengua moviéndose con destreza. El espacio íntimo del coche, lleno de los suaves sonidos de la devoción de Lisa y las respiraciones entrecortadas de las demás.
La peliceleste lanzó una mirada de complicidad a su amiga, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de deseo y anticipación. La pelinaranja, con una sonrisa maliciosa, envolvía su polla con sus manos, acariciándola lenta y deliberadamente, disfrutando de la textura y el calor que emanaba de ella.
De repente, sus ojos se encontraron con los de Lisa, y una chispa de dominio brilló en su mirada.
── Chúpala bien, cariño, como me chupas a mí ── ordenó con voz suave pero imperativa. Su tono no dejaba lugar a dudas; quería ver a Lisa rendirse completamente a sus deseos, como lo hacía con ella en sus momentos más íntimos.
Lisa respondió de inmediato, emitiendo un sonido gutural que vibró desde lo profundo de su garganta. Sin dudarlo, se llevó más de la longitud dentro de su boca, dejando que la dureza de la polla llenara su cavidad mientras sus labios se estiraban alrededor de ella. Se esforzó por respirar, pero no dejó de avanzar, haciendo que la punta palpitante sobresaliera en sus mejillas mientras mantenía contacto visual con Rosé.
La amiga pelinaranja, observando la escena con ojos entrecerrados por el placer, sonrió con satisfacción.
── Esa boquita tuya es una maravilla, Lisa ── murmuró, su voz cargada de deseo mientras dejaba escapar un gemido suave. Sus dedos seguían acariciando, aumentando la presión ligeramente para acentuar el ritmo de Lisa──. Asegúrate de que se lo saque todo ── añadió.
Lisa continuó chupando con dedicación, dejando que cada movimiento de su lengua y labios se sincronizara con las pulsaciones de Rosé. Su boca trabajaba de manera experta, succionando con firmeza mientras sus ojos permanecían fijos en los de Rosé, observando cada reacción, cada pequeño gemido que escapaba de sus labios.
Justo cuando Lisa empezaba a sentirse completamente inmersa en el acto, Rosé la detuvo. Con una mano temblorosa, pero firme, posó su palma en la mejilla de Lisa, obligándola a detenerse.
── Para ── ordenó con voz entrecortada, su respiración agitada mostrando lo mucho que había disfrutado, pero también la urgencia de no acabar tan pronto.
Lisa, con los labios hinchados y húmedos, sacó lentamente la polla de su boca, mirándola con un puchero de desilusión. Quería más, quería seguir hasta el final, pero respetó la petición de Rosé, a pesar del anhelo que ardía en su interior.
En ese instante, Jennie vio su oportunidad. Sin perder tiempo, tomó su polla y la llevó a la cara de Lisa, rozando suavemente sus labios con la punta antes de empujarla hacia adelante. Lisa, aún hambrienta por más, abrió la boca de inmediato, aceptando la nueva presa con entusiasmo.
Con una urgencia renovada, Lisa se entregó a la tarea, tomando la polla de Jennie con la misma avidez con la que había chupado la de Rosé. Su lengua exploraba cada pulgada, sus labios se deslizaban con fluidez, y su garganta se relajaba para aceptar más y más. Era como si estuviera hambrienta, como si no pudiera saciarse de la sensación, del sabor y del poder que sentía al tener el control en su boca.
Jennie dejó escapar un suspiro de satisfacción, apoyando su mano en la nuca de Lisa para guiarla, pero permitiendo que ella marcara el ritmo.
── Así me gusta, linda ── murmuró, deleitándose en la visión de la chica entregada completamente a su lasciva tarea. Mientras tanto, Rosé observaba con ojos entrecerrados, disfrutando del espectáculo frente a ella.
Estar tan cerca de la acción, ver cada detalle de lo que estaba sucediendo, hacía que todo fuera aún más excitante para Rosé. Jennie, después de un rato, hizo lo mismo que Rosé había hecho antes; la detuvo justo antes de correrse, sin querer que todo terminara tan rápido. Con una mano firme pero suave, Jennie agarró el cabello de Lisa, sujetándolo en una coleta improvisada mientras la miraba profundamente a los ojos.
── Salgamos para poder follarte, gatita ── susurró con una voz cargada de deseo y autoridad.
Rosé captó el mensaje al instante. La lujuria corría por sus venas, el deseo de finalmente follar a Lisa se hacía cada vez más intenso. Se apresuró a ponerse los pantalones, dejando su polla escondida para evitar cualquier situación incómoda si alguien los atrapaba. Sin decir nada, salió del auto, y Jennie, desde el otro lado, hizo lo mismo. La pelinaranja le hizo una señal a Rosé, quien entendió al instante lo que debía hacer.
De inmediato se dirigió a la puerta del conductor y abrió el compartimiento donde guardaban los condones. Sabía que este era el siguiente paso, que la noche apenas comenzaba y que lo mejor estaba por venir. Con los condones en mano, caminó rápidamente hacia la parte trasera del auto, donde Lisa ya estaba inclinada sobre el asiento trasero, con el culo y las piernas fuera del coche, esperando ansiosamente a sus mejores amigas.
Cuando llegó a donde estaba Lisa, Rosé le pasó un condón a Jennie, quien le lanzó una mirada cómplice de agradecimiento. Jennie tomó el condón, lista para lo que venía, pero antes de continuar, le hizo una propuesta a Rosé.
── Métesela primero ── dijo con una voz ronca.
Rosé no perdió ni un segundo más. Sacó su pene con rapidez, sintiendo el aire frío contrastar con la calidez de su piel. Con movimientos rápidos y precisos, rasgó el envoltorio del condón, sacándolo y deslizándolo sobre su falo, que aún estaba húmedo con la saliva de Lisa. La necesidad de ser rápidas era imperativa; cualquier retraso podría significar ser atrapadas en un lugar tan público.
Las bragas de Lisa habían sido bajadas hasta sus tobillos, y Jennie, sin perder tiempo, se inclinó hacia adelante, separando las nalgas de Lisa con sus manos para darle a Rosé una visión clara. La humedad evidente entre las piernas de Lisa era una señal clara de que estaba más que lista para ellas. Jennie gruñó con satisfacción.
── Mira lo mojada que está ── dijo, su voz cargada de lujuria──. ¿Te excita mucho que te follemos las dos, hmmm?
Lisa, con la respiración entrecortada y llena de deseo, apenas pudo contenerse.
── Sí, por favor, fóllenme ── suplicó, su voz un susurro entrecortado que reflejaba la desesperación por sentirlas dentro de ella.
Rosé, sintiendo la urgencia en su tono, no esperó más. Se acercó, posicionando su pene cubierto por el condón contra la entrada de Lisa, que ya estaba temblando de anticipación. Jennie mantuvo las nalgas de Lisa abiertas, su mirada fija en el punto de unión, observando con una mezcla de lujuria y satisfacción cómo Rosé lentamente comenzaba a penetrar a Lisa.
El cuerpo de Lisa se arqueó al sentir la entrada de Rosé, y un gemido suave escapó de sus labios. Rosé empujó un poco más, entrando en ella con movimientos medidos pero llenos de deseo. La sensación era abrumadora, y el placer que ambas sentían solo se intensificaba con cada segundo que pasaba.
── Dios, eres tan estrecha ── jadeó Rosé mientras se movía dentro de ella, disfrutando de la sensación de Lisa ajustándose a su tamaño.
Jennie, observando todo desde su posición, no pudo resistir la tentación de unirse a la acción. Con un movimiento decidido, llevó una mano hacia su propio falo, acariciándolo mientras miraba a Rosé y Lisa.
── Vamos, fóllala bien, Rosé. Hazla gritar para mí ── instó, con su voz ronca y cargada de deseo.
Rosé no necesitaba más motivación. Sus embestidas se volvieron más rápidas, más profundas, mientras Lisa se aferraba al borde del asiento trasero, intentando mantener el equilibrio y contener los gritos de placer que amenazaban con escapar de su boca. La situación era intensa, el riesgo de ser descubiertas solo añadía más excitación a la escena.
Jennie, aun acariciándose, se inclinó hacia adelante, plantando un beso en la mejilla de Lisa antes de susurrar en su oído: ── Te ves tan hermosa siendo follada, gatita. No puedo esperar para unirme.
── Eso es, qué rico me aprieta, Jen ── gemía Rosé, su voz entrecortada por el placer que sentía al estar enterrada tan profundamente en Lisa. Su agarre en la cintura de la tailandesa se apretaba con cada embestida, sus caderas chocando con fuerza, impulsando su polla más y más dentro, alcanzando el fondo con cada movimiento.
El cuerpo de Lisa se sacudía hacia adelante con cada embestida, incapaz de resistir la fuerza casi animal que parecía haber poseído a Rosé. Cada embate la hacía gritar, sus manos apretándose contra el asiento mientras intentaba mantener el equilibrio. Rosé, completamente perdida en el momento, le agarró el cabello, tirando de él para conseguir una mejor inclinación y darle con más precisión. La cabeza de Lisa se echó hacia atrás, su boca se abrió en un gemido incontrolable.
── Oh... Ah..., Sí, Rosé. Qué bien se siente ── jadeaba Lisa su voz temblorosa y cargada de placer, resonando en el interior del auto.
── ¿Se siente bien? ¿Te gusta cómo te lleno ese coño? ── preguntó Rosé, su tono dominador, casi desbordante de poder, mientras su mirada se fijaba en la forma en que su polla desaparecía dentro de Lisa con cada embestida.
── Sí, Rosé ── respondió Lisa entre gemidos, sus palabras apenas un susurro mientras sentía cómo su interior se estremecía de puro placer.
Rosé sonrió, disfrutando de la forma en que Lisa se deshacía bajo ella, sus movimientos volviéndose más frenéticos, más desesperados. El calor entre ellas se intensificaba, cada vez más húmedo, cada vez más eléctrico. Rosé no podía detenerse, no quería detenerse. Cada parte de su ser estaba concentrada en hacer que Lisa sintiera todo, cada pulgada, cada centímetro, cada embestida cargada de deseo.
── Dios, Lisa ── jadeó Rosé, sintiendo cómo su propio placer se acumulaba, su respiración rápida y entrecortada──. Eres tan jodidamente perfecta.
Lisa apenas podía responder, su cuerpo rendido completamente a Rosé, cada embestida llevándola más y más cerca del borde. Las palabras se convertían en gemidos, en jadeos, en gritos sofocados mientras la australiana la llenaba una y otra vez, como si no hubiera mañana, como si todo el placer del mundo estuviera concentrado en ese momento.
Jennie, observando todo, no pudo evitar morderse el labio, su propia excitación aumentando con cada segundo que pasaba. La manera en que Rosé y Lisa se movían juntas, como si fueran una sola entidad, era la cosa más erótica que había visto en su vida. Y sabía que su turno estaba cerca, que pronto se uniría a esa danza de placer que las envolvía.
── Hazla gritar, Rosé ── instó Jennie, su voz ronca y cargada de lujuria──. Quiero escucharla gritar mi nombre también.
Rosé no necesitó más incentivo. Con una nueva oleada de energía, se impulsó hacia adelante, sus embestidas volviéndose más rápidas y más duras, penetrando a Lisa con una fuerza casi sobrehumana. Cada movimiento era preciso, calculado para arrancar los gemidos más profundos y desesperados de su amante. La habitación resonaba con el sonido húmedo y rítmico de su piel chocando contra la de Lisa.
La polla de Rosé se veía increíble mientras entraba y salía de Lisa, su longitud desapareciendo por completo en el calor húmedo de su interior. Lisa se arqueaba, su cuerpo doblándose con cada embestida, como si fuera incapaz de soportar la intensidad del placer. Se aferraba al borde del asiento, sus uñas casi clavándose en la tapicería, tratando de mantener algún tipo de control mientras su mente se deshacía en un torbellino de sensaciones.
La imagen era increíble, casi irreal, como si Rosé fuera una diosa descendida a la tierra para reclamar lo que era suyo. La manera en que dominaba a Lisa, la forma en que la hacía suya, era un espectáculo digno de adoración.
── ¿Te está gustando, linda? ── le habló Jennie, su voz gruesa, cargada de satisfacción mientras veía cómo el cuerpo de Jennie respondía a cada uno de sus movimiento──. ¿Te gusta cómo te parte en dos?── Su tono era retador, pero lleno de deseo, sabiendo muy bien el efecto que sus palabras tenían en Lisa.
── Sí, sí, Rosé ── gritó Lisa, su voz entrecortada por los jadeos, su mente perdida en el éxtasis──. Me encanta, por favor, no te detengas.
La respuesta de Lisa solo alimentó la intensidad de Rosé, haciéndola moverse aún más rápido, más profundo, como si estuviera decidida a romper todas las barreras de placer de su amante. Jennie, observando todo, se mordió el labio con fuerza, su propia excitación casi insoportable mientras veía a sus dos amigas consumirse en la pasión.
Cada embestida, cada penetración, era un recordatorio de la conexión intensa que compartían, una mezcla de dominación y entrega que las llevaba al borde del abismo. Lisa estaba gritando ahora, su voz alta y clara, resonando en el interior del auto, un testamento a la manera en que Rosé la estaba llevando más allá de sus límites.
── Así, Lisa ── murmuró Jennie, acercándose más, sus dedos acariciando suavemente la espalda de su amante──. Quiero que grites mi nombre también cuando sea mi turno.
Lisa solo pudo asentir, su mente abrumada por el placer, sabiendo que todavía quedaba más por venir, que Rosé y Jennie aún tenían mucho más para darle. El auto se había convertido en un santuario de deseo, un espacio donde los límites se rompían y el placer reinaba supremo.
Rosé gimió fuerte, sintiendo la tensión acumulada en su cuerpo mientras aumentaba la velocidad de sus embestidas, consciente de que estaba a punto de llegar al límite. Su respiración se volvió errática, cada músculo en su cuerpo tensándose mientras se acercaba peligrosamente al clímax. Sin embargo, sabiendo que aún no era el momento adecuado, se obligó a salir de Lisa, lamentando profundamente la necesidad de detenerse.
El gemido de Lisa al perder la sensación de plenitud fue casi doloroso de escuchar, pero Kim no perdió tiempo en ocupar su lugar. Ya preparada, con el condón firmemente puesto y su verga en erección, Jennie se posicionó detrás de Lisa. Con un movimiento rápido y decidido, se enterró profundamente en su coño, haciendo que Manoban gritara con una mezcla de sorpresa y placer.
── ¡Por Dios, bebé! ── exclamó Lisa, su voz aguda y cargada de éxtasis, mientras su cuerpo se arqueaba en respuesta a la intrusión. El choque repentino y la sensación de estar completamente llena de nuevo la dejaron sin aliento, y por un momento, su mente se quedó en blanco, incapaz de procesar cualquier otra cosa que no fuera el placer puro.
Jennie gimió de satisfacción al escuchar los gritos de Lisa, su propia excitación aumentando con cada sonido que la otra chica hacía. Se inclinó sobre Lisa, su aliento caliente contra la piel de su amante mientras comenzaba a moverse dentro de ella, sus embestidas firmes y controladas, pero llenas de intensidad.
── Mmm, quiero que grites, sé una buena chica ── susurró Jennie en el oído de Lisa, su voz suave pero cargada de lujuria. Cada palabra era como un comando que Lisa no podía evitar obedecer. Los gritos de la tailandesa llenaron el aire, su cuerpo temblando con cada embestida, mientras Jennie se aseguraba de mantener el ritmo que la volvía loca.
Lisa se aferraba con desesperación al asiento, su cuerpo reaccionando con una intensidad creciente a cada embestida de Jennie. La sensación de ser llenada de nuevo la hacía sentir increíblemente viva, pero lo que realmente intensificaba su placer era saber que estaba viviendo una fantasía compartida con Rosé y Jennie. El hecho de que sus fantasías se hubieran hecho realidad de una manera tan completa y satisfactoria hacía que el momento fuera aún más especial para ella.
A pesar de la intensa sensación de plenitud que le brindaba la polla de Rosé, no quedó insatisfecha. Ambos miembros encajaban perfectamente en su boca y en su coño, creando una experiencia completa que la hacía sentirse deseada y satisfecha. La sincronización entre las dos amigas, el deseo compartido y el cumplimiento de sus fantasías le daban una sensación de culminación inigualable.
Sin embargo, en ese momento, el cuerpo de Lisa empezó a responder de manera más intensa. Sus piernas comenzaron a temblar, y sus gemidos se intensificaron a medida que el placer alcanzaba su punto máximo. Era como si cada fibra de su ser estuviera al borde de explotar, y la combinación de los movimientos de Jennie y las caricias de Rosé estaba llevándola al límite.
Rosé, observando cómo Lisa estaba al borde del clímax, decidió intervenir. Se arrodilló junto a Lisa y, con manos hábiles, comenzó a masturbar su clítoris. Sus dedos, mojados y delicados, exploraron cada rincón de sus labios menores, aumentando la excitación de Lisa. La combinación de la estimulación externa con la penetración de Jennie era simplemente abrumadora para ella.
── Jennie ── gimió Lisa, su voz llena de necesidad y desesperación──. Me voy a correr ── sollozó, sintiendo que la ola de placer era inminente.
El temblor en sus piernas se volvió más pronunciado, y sus gemidos se convirtieron en gritos de placer mientras se dejaba llevar completamente por la oleada de éxtasis que la envolvía. Cada toque, cada embestida, y cada caricia se unieron en una sinfonía de placer que la llevó al clímax, haciendo que su cuerpo se sacudiera en una mezcla de satisfacción y liberación.
Lisa convulsionó con la fuerza de su orgasmo, su cuerpo estremeciéndose mientras se corría con intensidad sobre la polla de Jennie. La oleada de placer fue tan poderosa que se dejó llevar completamente, sus gemidos llenando el aire mientras su cuerpo temblaba. Los chorros de su clímax escaparon de su cavidad, salpicando y envolviendo la polla de Kim en una mezcla de humedad y excitación.
Una vez que el intenso orgasmo de Lisa empezó a disminuir, Jennie, con una sonrisa satisfecha, la ayudó a arrodillarse. La respiración de Lisa era entrecortada y sus movimientos estaban un poco descoordinados, pero su satisfacción era evidente. Jennie se quitó el condón con calma y miró a Lisa con una mezcla de deseo y diversión.
── Vamos a corrernos en tu linda carita ── dijo la mayor de las tres con un tono juguetón, asegurándose de que Lisa supiera lo que iba a suceder. Sus ojos se dirigieron hacia Rosé, buscando su confirmación para el siguiente paso.
La australiana asintió de inmediato, comprendiendo lo que se esperaba de ella. Se quitó el condón con movimientos ágiles y se acercó a Lisa. La expectativa en el aire era palpable, y la combinación de sus deseos y la conexión entre ellas hacía que el momento fuera aún más cargado de intimidad y pasión.
Se acercaron lentamente a Lisa, quien estaba arrodillada junto al auto, sus ojos brillando con la luz de la noche y la anticipación del momento. La tensión en el aire era palpable, y el deseo en sus miradas era innegable.
Sin decir una palabra, Jennie y Rosé comenzaron a masturbarse frente a Lisa, sus manos moviéndose rápida y vigorosamente. Jennie, con su piel suave y sus dedos hábiles, gemía suavemente mientras aumentaba el ritmo. Rosé, a su lado, seguía el mismo patrón, sus ojos fijos en Lisa, disfrutando del poder que ejercía sobre ella en ese momento.
Sus testículos estaban llenos y listos para vaciarse en su cara. Rosé fue la primera, con sus piernas temblando, comenzó a gemir y a lanzarle todo su semen a Lisa en la cara. Esta abrió la boca para recibirlo todo, dejando que los chorros calientes y pegajosos llenaran su boca y se desbordaran por sus mejillas.
Lisa se deleitaba con cada pulsación, sintiendo el sabor salado en su lengua mientras Rosé seguía gimiendo, sus caderas sacudiéndose involuntariamente. Con un movimiento experto, Lisa exprimió la polla de Rosé, asegurándose de sacar hasta la última gota, ordeñando su polla con su puño mientras la miraba con ojos llenos de deseo.
── Eso es, Lisa ── jadeó Rosé, sus manos encontrando el cabello de Lisa, enredando sus dedos entre los mechones rubios ──. Traga cada gota.
Lisa no dejó que una sola gota se desperdiciara, disfrutando del sabor y del placer que le daba ver a Rosé estremecerse. Su lengua se deslizó por el glande de Rosé una vez más, asegurándose de limpiarlo por completo antes de soltarlo con un suave pop.
Mientras Rosé recuperaba el aliento, Jennie se acercó, sus ojos brillando con deseo y satisfacción. Ver a Lisa tragar el semen de Rosé había sido increíblemente excitante para ella, y ahora era su turno de disfrutar del mismo placer.
── Joder, joder. Abre la boca, bebé ── susurró Jennie, su voz ronca y cargada de lujuria.
Lisa obedeció de inmediato, abriendo bien la boca y sacando la lengua, lista para recibir lo que Jennie tenía para ofrecer. La neozelandesa comenzó a masturbarse, sus manos moviéndose rápidamente mientras miraba fijamente a Lisa, disfrutando de la anticipación en su mirada.
No pasó mucho tiempo antes de que Jennie sintiera que el clímax se acercaba. Con un gemido profundo, comenzó a liberar su carga, sus caderas sacudiéndose mientras el semen salía a borbotones, cubriendo la cara y la lengua de Lisa.
Lisa, igual que antes, se aseguró de no dejar que nada se desperdiciara. Trago cada gota, saboreando el semen caliente que Jennie le ofrecía. La sensación de ser deseada por ambas alfas era increíblemente poderosa, y Lisa no podía evitar sentir una oleada de satisfacción y poder.
── Buen trabajo, bebé ──murmuró Jennie, acariciando suavemente el cabello de Jennie mientras esta terminaba de limpiarse los labios.
── Qué jodido buen trabajo ── agregó Rosé, sonriendo con satisfacción mientras se guardaba la polla en los pantalones. El cansancio en su cuerpo no podía borrar la satisfacción de haber compartido un momento tan intenso con Lisa y Jennie.
── Vamos a casa para la siguiente ronda, ¿qué dices, gatita? ── preguntó Rosé, dirigiéndole una mirada cómplice a Lisa.
Lisa, con una sonrisa traviesa y el brillo de la satisfacción aún en sus ojos, solo asintió. Se puso de pie, recogió su ropa, pero al ver la insistente mirada de Rosé, decidió no vestirse. En lugar de eso, se metió desnuda al auto de Rosé, disfrutando de la frescura del aire contra su piel y la promesa de más placeres por venir.
Vaya noche. Pensó Lisa, mientras las luces de la ciudad pasaban por la ventana del coche. A su lado, Rosé y Jennie intercambiaban miradas llenas de intenciones lascivas con su cuerpo esa noche y Lisa supo que esa conexión sexual que tenían solo seguiría creciendo con cada sesión de sexo rico y duro que tuvieran.
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