Capítulo 3

Parpadeé al sentir unos brazos sosteniendo mi cuerpo y una figura difusa apareció en mi campo visual, destacando una cabellera negra y una tez pálida que me resultaba familiar.

—¿Atary?

—Sigue soñando —gruñó una voz hosca demasiado familiar.

—Nikola... —susurré en respuesta, forzando mis pupilas para dar nitidez a su rostro con expresión hostil.

—¿Nunca te cansas de meterte en líos? ¿O es que eres prima de Nora?

Fruncí el ceño y llevé mi mano a la cabeza, apretando con los dedos mi frente para tratar de calmar el fuerte dolor que tenía. Me sentía débil, como si hubiera tomado durante demasiado tiempo el sol y me hubiera producido una insolación. Ni siquiera tenía fuerzas para rebatirle o preguntarle sobre quién se refería. Mis neuronas no estaban preparadas para pensar.

Dejé que cargara mi cuerpo como si fuera un pedazo de papel mientras veía mi alrededor como manchas borrosas, debido a la velocidad a la que estaba moviéndose. De fondo podía escuchar voces, sonidos de animales, las hojas de los árboles meciéndose al compás del viento. Todo se entremezclaba y llegaba a mis oídos como un ruido general, agobiándome más de lo que ya estaba.

Al menos agradecía que fuera de noche. Si era capaz de ver de forma tan nítida en la oscuridad cuando hace unos días hubiera sido imposible, algo me decía que los rayos de sol me cegarían por completo. ¿Me desintegraría? Suponía que no o ya lo hubiera hecho cuando Nikola me encontró.

Minutos más tarde regresamos al lugar de donde nunca tendría que haberme ido. Nada más pisar la entrada, el hermano mediano de los Herczeg cerró la puerta con rapidez y me depositó en un sofá cercano sin mucha delicadeza, apartándose de mi lado para ofrecerme la mejor de sus miradas. Esa que denotaba que estaba molesto, con el ceño fruncido y una fea mueca al torcer sus labios. Realmente le había irritado.

Traté de levantarme pero él se movió en décimas de segundo y colocó una de sus manos en mi abdomen, bloqueándome cualquier tipo de movimiento. Mi cuerpo cayó en respuesta sobre la mullida tela que conformaba el sofá y un suspiro de cansancio se escapó de mis labios. No me quedaba más remedio que enfrentarle.

—¿Y bien? —preguntó en tono seco—. ¿Vas a seguir comportándote como una niña inmadura? Porque solo te ha servido para desesperarme y estar a punto de perder tu vida. Y te informo que no tienes siete, como los gatos.

—¿Quién era ese hombre? ¿Por qué...?

Toqueteé mi escote al recordar su interés hacia mi dije y respiré aliviada al sentirlo descansar sobre mi piel. Había conseguido conservarlo a mi lado. Observé a Nikola exhalar parte del aire retenido en sus pulmones e hizo un chasquido con su lengua, negando con la cabeza.

—Ese hombre ahora mismo es lo de menos —respondió—. Eres una vampiresa recién convertida, Laurie. Te dije que debías concentrarte en adaptarte a tu nueva condición o te traería problemas. Como este. ¿Te das cuenta de lo que hubiera sucedido si hubieras mordido a esa chica que me topé? ¿O al hombre? Ya no habría una segunda oportunidad. Serías una vampiresa con todas las letras y la bestia que habita en tu interior te dominaría por completo. ¿Eso es lo que quieres?

—No... —admití avergonzada, recordando como mis colmillos estuvieron a punto de atravesar su tersa piel de porcelana y la expresión aterrada de su rostro, como si se hubiera topado con el monstruo de sus pesadillas—. ¿Cómo sabes de la bestia de mi interior?

—Porque yo también la tuve y durante mucho tiempo dejé que me dominara —sentenció, cortando el contacto que su piel ejercía sobre mi abdomen, produciéndome un cortocircuito.

—¿Quién era ese hombre? —repetí—. ¿Era un... humano normal? ¿O era...?

—No es un dhampir. De haberlo sido te hubiera matado prácticamente en el acto. No se detienen a hacer investigaciones absurdas.

—¿Y por qué tenía esos objetos de tortura?

—Lo siento por no detenerme a tomar el té con él y conversar. Estaba demasiado ocupado tratando de salvarte el culo —resopló con tono mordaz—. He perdido la cuenta del número de veces que he tratado de salvarte. Tienes el síndrome de Blancanieves.

—¿El síndrome de...? —pregunté, sintiendo como la rabia se apoderaba de cada poro de mi piel.

—Te metes en líos, te desmayas y esperas a que llegue el príncipe para salvarte. Pero siento decepcionarte, no pienso darte el beso mágico de amor —respondió con una mueca burlona.

—Eres estúpido, Nikola. Cada día te superas más.

—Gracias. Me alegra que seas capaz de apreciar mi evolución.

Y con esas palabras se alejó hasta encerrarse en una habitación cercana, dejándome con la boca abierta y una expresión incrédula. La rabia que sentía ante su comportamiento se entremezclaba con la vergüenza de admitir que tenía razón y solo era una carga, pero mi orgullo me impedía asumirlo. Me esforzaría en sobrellevar mi nuevo estado y aprendería a ser fuerte para no depender más de él. Lucharía por atesorar la probabilidad de recuperar mi humanidad costara lo que costara.

Unas horas más tarde, ya cansada de echar un pulso con el aburrimiento y contar el número de líneas que conformaban el suelo de madera de mi habitación, escuché la voz de Nikola conversando con alguien, seguramente por teléfono. Para mi desgracia estaba hablando en otro idioma y debido a mi amistad con Ana sabía que era español. A mis oídos llegó el nombre de Rocío, así que mi misterio se resolvió pronto. Estaba claro que la única persona con la que tenía amistad era con ella. ¿No iba a contactar a sus hermanos? ¿Estaba huyendo de ellos?

Molesta por la falta de respuestas, curioseé los estantes que cubrían las paredes y observé que la mayoría de libros que los conformaban versaban sobre historia y geografía. No encontré ninguno que hablara sobre vampiros o dhampirs. Aunque era de esperar si se habían encargado todo este tiempo de mantenerlo oculto.

Eso me llevó a recordar el libro que me había prestado Sham y lo encontré en una mesa de escritorio que había en una esquina del cuarto. Nikola se había tomado la molestia de abrirlo y marcar una página concreta. Lo sostuve entre mis manos y me senté sobre la cama poniendo las piernas estilo indio para empezar a leer.

Los originales, primeros hijos de Lilith y Caín, ungidos con la sangre oscura de las sombras sacrificadas por la madre de demonios, no tardaron en buscarse víctimas humanas. Los descendientes de Adán y Eva crecían a ritmos desorbitados, se expandían por todo el planeta y unos se mezclaban con otros, teniendo así un amplio porcentaje de personas para acercar al lado oscuro.

Fueron tiempos oscuros. Las víctimas de los originales fueron usadas como peones de un ejército que lentamente se iba gestando. Eran vampiros maduros, por los cuales corría un linaje inferior pero lo suficientemente fuerte como para tolerar la luz solar durante unas horas y adquirir el poder de la sanación que Caín había obtenido al ser el fruto de Eva, mezclado con la sangre oscura de Lilitú al vengarse de su fallido esposo.

De los vampiros maduros surgieron las nuevas víctimas, peones de un tablón peligroso de ajedrez, con el único propósito de defender las piezas principales. Seres sedientos de sangre, movidos por sus impulsos y su instinto animal, con poca capacidad de raciocinio. Precisamente por ser el eslabón más débil contaban con menor número de ventajas. Poco tolerantes a los rayos del sol, su capacidad de recuperación es más reducida y sus ansias asesinas les impiden calcular con frialdad y actuar para lograr el mejor resultado. Son predecibles y fáciles de combatir pero su fuerza es equiparable al de un vampiro maduro debido a la desorbitante cantidad de litros de sangre que toman.

Da igual el orden jerárquico que tengan pues todos tienen el mismo telón de Aquiles: La religión.

La oscuridad siempre será vencida con la luz y el poder de Lux siempre prevalecerá por encima del de Nix. Así lo ha establecido el equilibrio natural de la vida.

Deslicé el dedo por la hoja antigua y desgastada que albergaba información tan valiosa como la que terminé de leer. Me resultaba fascinante e inquietante el hecho de saber que había visto, con mis propios ojos, a un ser que llevaba vivo desde el inicio de los tiempos. También me sorprendía que los vampiros se organizaran por clases, que hubiera una jerarquía que los fuera colocando en orden. Y ahí me encontraba yo. Era el último eslabón. ¿Pero por qué al hombre le resulté diferente?

Entonces recordé las palabras de Nikola antes de haberme marchado, movida por la frustración y la rabia de ese momento. Me había mordido Atary y era un purasangre, por lo que la sangre que fluía en mi interior era más poderosa que la de un vampiro común. Pero ¿Qué significaba eso?

Hojeé las páginas tratando de buscar algún párrafo que hablara de ellos. Estaba segura que en un libro tan extenso como ese tenía que haber algo de información clarificadora. ¿Hasta dónde podía llegar su poder? ¿Era equiparable al de un vampiro original?

Deslicé mis dedos por las palabras, notando como mi piel se mezclaba con los trazos que formaron la tinta de esa época. Mis ojos se movían a una velocidad vertiginosa, era capaz de leer a un ritmo que un humano normal sería incapaz, pues el cerebro no hubiera podido retener la información, pero el mío lo conseguía sin problemas. Era impresionante.

Mi mente voló por mis recuerdos mientras seguía en mi interesante búsqueda, dejando en un segundo plano la voz masculina y envolvente de Nikola, que seguía conversando con Rocío. Incluso en alguna ocasión me pareció escucharle reír, pero eso debía de ser un producto de mi imaginación. Los seres agrios como él carecían de humor, seguro que en su vocabulario no entraba la palabra risa.

Podía visualizar la vez que entré sin querer en su habitación y le atrapé leyendo. Ese día no me había parecido extraño su ritmo de lectura. Y eso que había puesto especial atención en sus ojos por el brillo especial que desprendían cuando hacía algo que le entusiasmaba de verdad. Generalmente estaban apagados o producían una sensación de melancolía, como si llevara una mochila en la espalda, repleta de piedras del pasado.

Entonces mis ojos se detuvieron en una hoja y mis pupilas se focalizaron en la palabra purasangre, haciéndome volver en sí. Deseché los recuerdos como si fueran una nube vaporosa de color púrpura y me centré en la tarea principal. Saber más de ellos.

Los Purasangre son siete, como los pecados capitales. Varios estudiosos de la época llegaron a la misma conclusión: El sacrificio que Lilith tuvo que hacer, movida por el mandato de Lux, le produjo tal sed de venganza al enterarse de la trampa oculta entre las líneas pronunciadas por el trío celestial, que le hizo moldear siete sombras a su imagen y semejanza, con todo el odio y rabia que albergaba en su interior. Sobre ellos derramó todos los sentimientos negativos que la rodeaban y selló su creación con un pacto de sangre, mezclado con aquella que aún conservaba de su compañero ausente, Lucifer. En ese momento surgieron los pecados capitales, los seres sombríos que eran una prolongación exacta de su persona y morirían en el momento que ella lo hiciera.

Levanté la cabeza antes de leer los últimos párrafos que daban por finalizado el capítulo. La palabra muerte me había estremecido hasta el punto de hacerme reflexionar sobre lo leído. ¿Estaban atados a ella? ¿No habían sido seres humanos normales?

Nerviosa, crují mis dedos de forma inconsciente mientras la voz de Nikola seguía llegando a mis oídos, acariciándolos como si se tratara de una dulce melodía. Su tono conversando en español era atrapante, casi adictivo. Me molestaba que consiguiera captar mi atención incluso sin tener que esforzarse. Ya había tenido suficientes problemas con dos hermanos a falta de un tercero. Tenía que aprender a inhibir los sentimientos que tenía a flor de piel. Me hacían sentir inestable.

Las almas de lujuria, soberbia y envidia fueron entrelazadas con las de los tres vampiros originales, otorgándoles un poder aún mayor con la condición de prevalecer su humanidad. Si un vampiro original fallece, solo tendrá una oportunidad de ser resucitado y necesitará el sacrificio de su pecado capital en un momento culmen de la humanidad como la fase de las cuatro lunas.

Las almas de gula, ira y ambición fueron puras y libres, alcanzando una combinación peligrosa y letal. Pero se necesita de siete para despertar a pereza y con él se iniciará la era de la oscuridad. De la cual ni el ser de luz más poderoso podrá escapar.

«¿Siete?» Volví a leer la última frase tratando de analizar cada palabra y fruncí el ceño al percatarme que no entendía nada. Parecía un maldito jeroglífico. Una adivinanza con un significado oculto que no lograba descifrar. ¿Acaso había un octavo pecado capital? ¿La humanidad había sido engañada? Negué con la cabeza y exhalé un suspiro. Eso no tenía sentido. Precisamente este mismo libro relataba que había sacrificado a siete de sus hijos, o seres, o sombras o lo q fueran. No mencionaba nada acerca de un octavo.

El ruido de unas pisadas acercándose me hizo detener mis cavilaciones y centré mi atención en la puerta antes de que esta se abriera. Tras ella apareció Nikola y sus ojos grisáceos se detuvieron durante unos segundos en el libro que sostenía entre mis manos, para luego volver su vista hacia mí y darme una orden que hizo que mi estómago se encogiera.

—Espero que estés preparada para tu primera caza. En cuanto te sacies nos iremos de aquí.

—¿Caza? —Pregunté en un susurro, tratando de contener las ganas de vomitar, aunque mi bestia interior se removía deseosa por saciar su hambre—. ¿A dónde iremos?

—A Miskolc. Allí te instruiré como debe ser y buscaré la manera de devolverte la mortalidad. Pero para ello debes estar preparada.

—¿Para qué?

—Para sobrevivir a una ciudad gobernada por vampiros, donde Lenci ejerce el poder principal.

—¿Lenci? ¿Quién es Lenci?

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al apreciar la sonrisa divertida que comenzó a esbozar Nikola. No había respondido con palabras pero ese gesto me advirtió que no iba a ser una persona normal. Todavía no le había puesto cara pero la reacción de mi cuerpo fue clara. Si con solo pronunciar su nombre había conseguido cambiar su típica expresión de molestia, era seguro que no me iba a gustar.

Y al poco tiempo de llegar a Miskolc lo pude comprobar.

Lenci era sinónimo de pesadilla. Una pesadilla que por desgracia era real.

*Leici significa Luz en húngaro. Así que este personaje ha sido creado inspirado en mi media tortuga <3 Espero que te guste :)

¡Nos vemos pronto!

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