Capítulo 1: Informante.


[Londres, Inglaterra, finales de Julio de 1982]

—¡Está inconsciente, necesitará una camilla! — exclamó una mujer en una sala mientras detrás de ella caminaban otras dos mujeres sosteniendo a un hombre casi arrastrado.

—No parecía tan débil cuando lo levantamos… — dijo una mujer de cabello rosado a la otra qué iba con ella.

—Puede que la aparición lo haya debilitado pero acá estará bien, lo prometo. — contestó la otra mujer, una rubia con algunas heridas en su cara.

Cruzaron por aquel pasillo que se hacía largo, llegaron hasta una habitación con una camilla y recostaron a aquel hombre inconsciente, luego se apartaron al ver como algunos sanadores intentaban curar sus heridas más graves.

—Señorita Malfoy, ¿qué sucede? — preguntó una mujer en la puerta de aquella habitación.

—Giah, lamento llegar así de imprevisto pero solo pensé en este lugar cuando vi la condición de este hombre. — contestó la rubia.

—También pareces herida. ¿Qué diablos pasa? — volvió a preguntar la mujer.

—Es complicado de explicar… — susurró Malfoy.

—Quizá debamos discutirlo afuera y dejar que los sanadores hagan su trabajo con el muchacho.

Las tres mujeres salieron de la habitación, se encontraban en el pasillo donde Bella Malfoy comenzó a explicar lo sucedido.

—Qué locura es esa… Bella, este refugio consume recursos, no sabemos la situación de ese hombre ni cuánto tiempo tardará en estar acá. — dijo Giah algo preocupada.

—Escucha, me haré cargo de lo que sea necesario, él debe ponerse bien y estoy segura que Bella también pondrá de su parte. — contestó Lucía mientras dirigía una mirada a la rubia.

—Giah, hay algo más que debes saber pero tienes que prometerme qué no le dirás a nadie, es de vital importancia. — dijo Bella a la mujer frente a ella, Giah prestó atención mientras asentía con su cabeza. —Su nombre es Andrew Prince, es primo de los Sawyer, tiene un amplio historial de batallas en Nueva York, es una especie de justiciero enmascarado, por eso lleva ese traje.

Giah le dio una mirada al hombre a través de la puerta abierta de aquella habitación mientras escuchaba lo que Bella relataba.

—Es importante que pocos o nadie sepa que está aquí, hay una organización muy poderosa que está detrás de él y créeme cuando digo que es difícil detenerlos incluso con magia. — añadió Lucía a aquella conversación.

—Siempre me pregunto qué habré hecho en mi vida anterior para estar rodeada de personas buscadas por asesinos despiadados… quizá sea el karma cobrándose los actos despiadados de mi padre. — soltó Giah de forma muy seria pero luego de unos segundos miró a ambas chicas y comenzó a reír.

Bella y Lucía se miraron entre ellas y luego rieron también.

—No te preocupes por nosotras, cada quien tomará su camino diferente… — añadió Bella después.

—Haré lo mejor que pueda, no deben preocuparse. — dijo Giah para después entrar a la habitación donde se encontraba aquel hombre y cerrar la puerta.

Lucía y Bella se dirigían a la salida de aquel lugar mientras platicaban.

—Gracias por aconsejarme hacer esto. — dijo Bella.

—Tienes un problema, Bells… creo que deberías ver a alguien que te ayude con eso. — contestó Lucía mientras le daba un abrazo a su amiga.

—Sí, conozco a la persona perfecta. — contestó la rubia mientras sonreía y devolvía aquel abrazo.

Ambas se apartaron, se dieron una pequeña sonrisa y sin más cada una tomó su rumbo.

[Nueva York, Enero de 1983]

Frank McCoy se encontraba en su oficina revolviendo un montón de papeleo sobre su escritorio, parecía buscar algo importante hasta que fue interrumpido por el sonido de la puerta del lugar, alguien había entrado de forma alterada y rápida.

—¡Creo que tengo algo! — exclamó una voz femenina mientras se acercaba con un periódico en su mano.

—¡Amy! La próxima vez que entres así te daré un golpe. — soltó McCoy algo asustado.

—Lo siento… pero tienes que leer esto, mira. — contestó la rubia mientras le enseñaba la portada de aquel periódico a su amigo.

“Desapariciones en Londres: El año recién comienza y ya se reportan más de quinientos casos de personas desaparecidas en el transcurso de los últimos días.”

—¿Qué tienen que ver los secuestros de Inglaterra con la desaparición de Andrew? — preguntó el muchacho mientras apartaba la vista del periódico luego de leerlo.

—¿No recuerdas lo que nos contó hace un par de años? Antes de que descubrieran los planes de la Disidencia en Nueva York hubieron desaparecidos de forma masiva… quizá están operando allá y ellos se lo llevaron.

McCoy miró a la rubia y luego le quitó el periódico de sus manos para colocarlo en el escritorio.

—O quizá son personas de tu mundo haciendo cosas mágicas, señorita Brismonth. No dudo que Andrew esté con vida pero hay que pensar de forma clara, no te obsesiones con esto o será peor para ti. — dijo el muchacho mientras colocaba su mano sobre el hombro de la rubia.

—Lo sé, lo sé… solo que deseo encontrarlo y saber si está bien. — dijo la chica mientras tomaba asiento.

—Escucha, ahora que obtuviste tú licencia como investigadora privada y comenzaste a practicar con esa varita sospecho que estás detrás de algo… por eso te voy a distraer para que eso no ocurra, iremos a tomar esta noche. — dijo McCoy muy seguro de sus palabras.

Amy comenzó a reír mientras seguía sentada y luego simplemente asintió con su cabeza.

—Está bien, acepto la oferta pero solo porque en verdad necesito algo de distracción… — contestó la rubia mientras sonreía.

[En algún lugar de Londres]

Andrew Prince se encontraba en una camilla acostado, su barba era abundante y aún tenía un vendaje en su torso pues la herida qué llevaba meses aún no parecía curarse, el muchacho comenzó a retomar la consciencia lentamente, escuchaba a algunas personas hablando a su alrededor pero lentamente aquellas voces fueron desapareciendo para escuchar solamente lo más cercano, abrió sus ojos y cuando lo hizo su corazón comenzó a latir fuerte.

—Natasha, está despertando, llama a Wagner. — dijo una voz femenina que parecía vigilar al pelinegro en aquella camilla.

La otra mujer quien estaba de pie salió rápidamente de la habitación, Andrew intentó sentarse sobre la camilla pero la muchacha presente se lo impidió.

—¿Dónde estoy? — preguntó el muchacho mientras veía todo a su alrededor apreciando cada pequeño detalle.

—No puede sentarse, tiene una herida en su abdomen desde hace meses que no quiere curar, ni siquiera con magia. — dijo la chica.

—Esto es un sueño… ¿O me equivoco? — preguntó de nuevo aquel pelinegro bastante confuso.

—¿De qué está hablando, señor Prince?

—Señorita Yung, por favor retírese. — dijo otra mujer entrando a la habitación, la más joven se apartó y salió del lugar mientras cerraba la puerta.

—Espero que seas la persona que me va a explicar lo qué sucede acá. — dijo Andrew con algo de enojo.

—Señor Prince, usted se encuentra en Londres, un refugio para personas heridas aunque no tanto cómo llegó usted. — dijo aquella mujer mientras tomaba asiento.

—¿Cómo llegué aquí? Lo último que recuerdo fue… — antes de terminar su frase llegaron varios flashback’s a su cabeza de la última vez que estuvo despierto. —Mónica… ¿Dónde está Mónica? — preguntó de nuevo.

—No sé quién es Mónica, señor Prince. Usted llegó aquí porque dos mujeres lo trajeron, Bella Malfoy y Lucía Binns, supongo que sabe quienes son.

—Sí, para mi mala suerte lo sé. — contestó el pelinegro algo amargado.

Aquella herida en su abdomen comenzaba a sangrar, Giah lo notó primero.

—Necesita cambiar ese vendaje, llamaré a alguien para que lo asista. — dijo la mujer mientras se ponía de pie.

—No es necesario, yo puedo hacerlo solo… — contestó el muchacho.

Giah se acercó a un botiquín para tomar algunas vendas y luego las entregó al pelinegro.

—Entiendo su confusión y su reacción al ver este lugar luego de lo que Binns y Malfoy me contaron, yo también me sorprendería al despertar en un lugar desconocido para mí y tan lejos de casa, pero este lugar no es un lugar malo… cuando tenga el gusto de conocerlo solo busqueme. — dijo la muchacha para después dar una sonrisa y marcharse.

[Greenwich, Londres]

En una bodega abandonada se encontraba un grupo de personas reunidas, sobre una mesa había un mapa de la ciudad, específicamente del puerto de Londres, al parecer aquel grupo planeaba un ataque.

—Espero que hayan comprendido, usarán sus trajes de sigilo, entraremos sin ser vistos y cuando el barco sea nuestro será cuando la misión concluya, antes no. ¿Alguien tiene alguna duda? — preguntó una voz femenina al frente de aquellos sujetos.

—¡No, señora Evans! — exclamaron al unísono los hombres.

—Esta misión es un paso más a nuestro principal objetivo así que el hombre que está a la cabeza quiere que todo salga bien, el que no haga su trabajo como se debe, morirá. — soltó Evans para después dar media vuelta y salir del lugar.

La pelinegra se dirigió hasta una especie de oficina oculta en aquella bodega, rápidamente entró para no ser vista por nadie, tomó un pergamino y una pluma y comenzó a escribir algo.

Andrew se encontraba sentado sobre su camilla, hacía unas horas que había despertado de aquel coma profundo, su mente aún no se acostumbraba a que sus ojos funcionaran de nuevo por lo que decidió cerrarlos para meditar un poco, mientras lo hacía notó que sus otros sentidos no funcionaban igual que antes quizá consecuencia de que su vista haya regresado, algunos minutos luego de estar meditando el hombre sintió un pequeño jalón en su abdomen que lo interrumpió por completo.

—Está sangrando de nuevo… — pensó en voz alta.

Se dirigió hasta el botiquín más cercano de donde sacó unas vendas y se preparó para cambiarlas, sin embargo al quitarse las vendas viejas notó qué ninguna tenía sangre, extrañado por aquello decidió acercarse al espejo qué había en la habitación para inspeccionar, la herida qué tenía en su abdomen había desaparecido por completo.

—¿Qué carajos? — soltó el hombre con cara confusa.

Tras quedarse perplejo algunos segundos ante aquel acto por su cabeza solo pasó un pensamiento, entrenar. Se dirigió hasta el sótano de aquel refugio, una sala amplia y un poco oscura pero perfecta para hacer sus ejercicios de rutina.

—Señor Prince, no lo vi en su habitación… — dijo una de las muchachas encargadas de cuidar a aquel hombre.

—Lo siento, decidí venir aquí para no molestar a nadie de las habitaciones de al lado. — contestó el pelinegro mientras lanzaba golpes al aire simulando una pelea con alguien.

—Claro… Está bien. — contestó la muchacha con una mirada confusa, luego dio media vuelta y se marchó.

La mujer subió hasta el primer piso donde se encontró con Giah de frente.

—¿Cómo sigue él? — preguntó.

—Lo que sea que le hayan dado parece haberlo devuelto a la vida, está en el sótano haciendo ejercicios y parece no llevar vendaje en el abdomen… — contestó la muchacha.

Giah hizo una mueca mientras escuchaba las palabras de aquella muchacha.

—¿Y viste su abdomen por el vendaje o…?

—Ya es hora de que me retire, señorita Wagner, nos veremos mañana. — soltó la mujer para desviar el tema mientras se sonrojaba, Giah comenzó a reír.

Tras unas pocas horas de arduo entrenamiento, el pelinegro se sentó sobre un escalón y se quedó pensativo por algunos segundos, a su mente llegaron más imágenes de lo último que recordaba, luego pensó en Amy y McCoy, en su primo James, en Mónica Evans, en Bushida… Sus pensamientos felices comenzaron a tornarse algo oscuros pero el muchacho salió de aquel trance cuando un ave llegó hasta aquel escalón con una carta en su pico.

—Parece que recibió una carta. — dijo Giah mientras bajaba las escaleras hacia el lugar donde Andrew se encontraba.

—¿Desde cuándo el correo se entrega por lechuza? — preguntó el muchacho algo confundido mientras tomaba aquel papel.

—Es mil novecientos ochenta y tres, ya debería actualizarse, señor Prince.

Andrew miró a la muchacha que recién bajaba con semblante serio y luego habló.

—¿Mil novecientos ochenta y tres? ¿Cuánto tiempo estuve en coma? — preguntó algo asustado.

—Me comentaron que al parecer se está sintiendo mejor, eso es bueno… solo quería venir a comprobarlo, lo dejaré a solas para que lea su correspondencia. — dijo Wagner para luego dar media vuelta y marcharse.

Andrew rápidamente abrió aquella carta y comenzó a leer lo que decía.

“Señor Andrew Prince:

La Disidencia no ha desaparecido, el destino lo puso en el mismo camino que ellos… tiene que detenerlos a cómo dé lugar.

Esta noche, en el puerto de Londres atacarán, prepárese.

PD: Suelte este pergamino al terminar de leerlo si no quiere quemarse las manos.”

Ante aquella advertencia, Andrew soltó el pergamino y un segundo después el mismo se hizo ceniza gracias a una llamarada que lo quemó. El pelinegro se quedó pensativo por unos segundos, quizá aquello que había leído se trataba de una trampa pero no podía quedarse con la duda, rápidamente decidió subir hasta aquella habitación donde él se alojaba, tomó alguna ropa limpia y salió de aquel refugio luego de cambiarse rumbo al puerto de Londres.

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