Zwanzig: Quédate.

Capítulo dedicado a tumerocara. Amo cuando comentas y cuando votas, muchísimas gracias por el apoyo y por sacarme una sonrisa cuando estás leyendo la historia 💜

━━━━━━━━※━━━━━━━━

Zwanzig: Quédate.

No pierdo el conocimiento en ningún momento, ni siquiera cuando están revisando la herida de mi cabeza y el moratón que tengo en uno de los pómulos.

Me quejo sin poder evitarlo cuando empiezan a coserme una parte de atrás y no puedo evitar ponerme a llorar en el momento en el que siento que me rasuran con cuidado el pelo para poder curar la zona dañada.

—Volverá a crecer —Me informa la médico mientras se quita los guantes con los que ha trabajado.

—¿Se nota mucho? —Me cuesta hablar por culpa de la hinchazón en toda la parte derecha de mi cara.

—No es tan malo como parece —Decide responder—. Esta noche te quedarás en observación.

—¿Le puedo hacer una pregunta?

Trago saliva.

Tengo un malestar general y me siento la peor persona del mundo.

He actuado con impulsividad una vez.

Una única vez en mi vida.

Y el resultado sigue siendo una incógnita porque no sé si Massimo está vivo o no.

—Claro, ¿qué necesitas? —Empieza a apuntar algo en una hoja—. Te voy a recetar antiinflamatorio y analgésicos.

—¿Sabe si Massimo Tagliaferri está bien?

Se queda pensativa y niega con suavidad.

—No es paciente mío, no sé quién le está atendiendo, ¿por qué preguntas?

—Vine con él aquí..., es decir, en otra ambulancia, pero era la persona con la que estaba cuando sucedió el...

—Tiroteo, ¿no? —Completa por mí y soy incapaz de confirmarlo o refutarlo porque no sé ni cómo describir lo que he vivido—. Preguntaré por él y si me entero de algo trataré de informarte.

Alguien llama a la puerta y sin esperar a que se le dé permiso de entrada, Jhon hace su aparición.

—Hija... —Se lleva la mano al pecho y noto cómo en una sola bocanada de aire suelta todo el estrés que estaba acumulando—. La policía está aquí y vendrán a interrogarte sobre lo sucedido; no hables sin un abogado delante y ten por seguro que voy a ponerte en buenas manos. —Habla en español, tratando de ocultar información a la persona que me ha atendido.

—¿Y por qué no tú? —Comprendo las reservas que siente y hablo con él en mi idioma.

No es recomendable intervenir en nombre de alguien tan cercano porque nuestra defensa adquiere tintes subjetivos y pasionales, una emoción que nos aleja del caso.

Asiento y me froto las manos debido a la tensión.

—Me han puesto puntos —Señalo mi cabeza y vuelvo a hablar en alemán.

—Disculpe, doctora..., ¿podría informarme de lo que tiene mi hija?

—Por suerte no ha sufrido un traumatismo craneofacial, pero tiene una herida bastante fuerte en la parte trasera de la cabeza —Se sitúa detrás de mí y va moviendo con cuidado y señalizando la zona afectada—. También tiene una contusión fuerte en el pómulo y en el labio, la parte positiva es que se han quedado en golpes bastante superficiales, aun así, esta noche es recomendable que se quede en observación.

—Papá... ¿sabes algo de Massimo?

Suelta un suspiro muy poco alentador que me seca la garganta por miedo.

Nela, eres la persona más inútil de este planeta.

—Está estable, Nela, es todo lo que sé. No te preocupes.

—Pero...

Alza una ceja y sé automáticamente que debo callarme.

De normal no le haría caso, pero tengo la conciencia intranquila y me siento demasiado cansada con el mundo en el que me estoy viendo obligada a vivir y enfrentar como para rebatirlo.

—Los dejaré solos, volveré en un rato. —Informa la profesional.

Una vez estamos solos, lo primero que Jhon hace es abrazarme, pillándome totalmente desprevenida y sin saber cómo responder.

No porque no quiera, no porque no me lo espere, sino porque mi cabeza está en otros lugares, pensando en todos los frentes abiertos que tengo: dónde ha ido Friedrich, qué ha pasado con Sanders, Massimo está estable en qué sentido y miles de problemas y vivencias más que me están volviendo loca.

—No te sientas culpable, Nela —Se cruza de brazos y se pasa la mano por el rubio cabello que está perdiendo poco a poco—. Es su trabajo defenderte.

—¿A qué te refieres con lo de que está estable? —Entorno los ojos y me obligo a mí misma a no arrancarme los pellejos de alrededor de las uñas debido al nerviosismo.

—Sobrevivirá, hija, no te sulfures, por favor.

A Jhon no es que le dé igual el estado de Massimo; es más, le importa y mucho, sobre todo porque es uno de sus agentes de confianza por lo que he podido notar, no obstante, su mayor preocupación ahora mismo soy yo.

Y se nota porque de no haberme visto implicada (o más bien de no-haber-sido-la-idiota-que-actúa-como-si-fuera-una-súperheroina-de-Marvel) en el incidente, él estaría prestando toda su atención a mi guardaespaldas.

—Sanders le disparó en el estómago... —Sólo de revivir ese momento en mi cabeza para poder expresarlo ya se me revuelve el mío.

Hace una mueca que parece una especie de sonrisa de consolación y aclara:

—Bendito sea el bazo que nos permite vivir sin él y que le ha salvado la vida.

—¿Qué?

—Hasta donde yo sé ahora mismo está en la unidad de cuidados intensivos, no puedo decirte con exactitud qué es lo que le han hecho porque no tengo ni idea, luego le preguntaremos a Wolfgang.

—¿Estará bien?

—Eso espero —Pone sus manos en las caderas y noto que está más que cansado de esta situación—. Tendrá una larga y dura recuperación por delante, pero si todo va bien, en dos meses volverá a empezar a hacer vida normal.

—Le he jodido el trabajo y su vida..., ¿su mujer lo sabe?

—Imagino que sí o quizás estén intentando contactar con ella. Le pediré a Hans que se encargue de ello.

—Yo le puse en esa situación, Jhon... yo..., la jodí...

—¿Por qué dices eso?

—Me dejé llevar por la ira cuando lo vi sentado en el capó del coche y sólo quise salir corriendo detrás de él cuando hubo una explosión...

—Ellos son responsables de esa explosión, se enteraron de que iban a desmantelar un piso-patera con niñas y fue casualidad que estuvierais por ahí, reconoció el coche de uno de nuestros guardaespaldas y decidió asustar.

—Le seguí, yo..., no debería haberlo hecho, nos puse en peligro...

—No, no deberías, no puedes dejar llevarte por la rabia, Manuela, es un suicidio, podrías haber muerto. —Niega y empieza a sentirse bastante frustrado por la decisión que tomé.

Sé que tiene razón y me muerdo la lengua por no responderle con alguna justificación que se parezca más a una excusa.

—No te lo estoy diciendo con maldad, hija, sé que los sentimientos y las emociones no siempre se pueden reprimir y tú estás acostumbrada a guardarte todo para ti, lo que supone que te encuentres con momentos en los que no sabes controlarte, pero por el amor de Dios, Manuela, ya no es el hecho de poner en peligro a otra persona a la que se le paga por protegerte y evitar que se den esas situaciones, es que podría haberte perdido a ti y el sólo hecho de imaginármelo me hace aparcar la cobardía con la que convivo y me entran ganas de ser valiente.

—¿Valiente o...?

—Dejémoslo en temerario.

No quiero saber a qué se refiere cuando usa el término «temerario» porque pueden significar muchas cosas y no sé si estoy preparada para descubrir cuáles son.

—Jhon... —Mi labio inferior tiembla de la emoción porque siento sus palabras como verdaderas y me gusta sentirme tan querida por él, por mi padre.

—Sé que las emociones son incontrolables, sobre todo las que nos evocan una negatividad que queremos derribar y alejar de nuestras vidas, pero se puede aprender a vivir con ellas y te pido que hagas un esfuerzo, porque de lo contrario me estarás obligando a privarte de tu libertad por completo para que el día de mañana puedas ser libre. Está en tu mano, Nela: Extreme Umstände, extreme Maßnahmen.

«A situaciones desesperadas... medidas desesperadas».

—¿Tú estás bien? —Me abrazo a mí misma y trato de no entrar al baño de la habitación para verme la cara.

—Sin más, tengo que hacer un par de llamadas, no me voy a alejar mucho, si viene algún agente, no hables, Nela, no sin que yo esté delante y conozca cuáles son sus intenciones.

—¿Intenciones?

—Si quieren culparte a ti o a Tagliaferri, si quieren cerrar rápido el reportaje de las noticias para no crear caos y miedo en la población o si se van a poner a trabajar en serio, por ejemplo.

—¿Y qué hago si vienen? —Empiezo a alterarme porque cuando me pongo nerviosa hablo demasiado y con todo lo que la he cagado, tengo miedo a joderla aún más.

—Decir que no hablarás sin un abogado; si te presionan, recuérdales que eres menor de edad y que tu tutor legal, responde por ti.

Eso creo que puedo hacerlo y creo que puedo hacerlo bien.

—¿Por qué no te quedas aquí conmigo, papá?

—Porque tengo que hacer unas cuantas llamadas, saber dónde se han metido Izima y tu... Friedrich, informar a tu tía inventándome que te has caído o alguna cosa, conocer si han conseguido salvar a esas niñas, cuántos han sido atrapados y cuántos han huido, pedir favores a algunos del cuerpo de policía para que me dejen ver las cámaras de seguridad de las zonas afectadas y darle tu caso a un compañero de mi bufete.

—Pues sí que tienes que hacer cosas, sí. —Se me escapa decir y de repente nos vemos los dos envueltos en una risa que ocupa todo el lugar.

No es una situación jocosa ni tampoco tenemos ganas de reír, pero nos sale de la forma más natural posible, como si toda la tensión acumulada en el cuerpo tuviera que escapar de alguna forma y decidiera hacerlo así, a base de carcajadas que podrían ser perfectamente lágrimas.

━━━━━━✧❂✧━━━━━━

23 de abril, 2020.

La puerta de mi habitación se abre de golpe, no esperaba verle y aunque una parte de mí se siente emocionada por su cercanía, no puedo evitar estar molesta con él.

Me encojo de hombros, ni siquiera me fijo en su apariencia y continúo editando con la tableta una foto de los dos.

Jhon me había consentido y para tenerme más tiempo dentro de casa que fuera, había visto con buenos ojos que le pidiera una Tablet con algunos editores bajo suscripción.

—Hola. —La cama se hunde y bloqueo de forma automática el aparato electrónico—. ¿Qué haces?

Alzo la mirada y aprieto los dientes.

Estoy enfadada con él, pero joder, no puedo fingir que no me afecta su presencia, no puedo hacer de menos cómo mi corazón se acelera cuando me mira con ternura o deseo y desde luego que es evidente que me hace feliz tenerlo a mi lado.

—Editar una foto. —Rompo el contacto visual entre ambos y me incorporo de mi cama, dejando en el escritorio la Tablet—. ¿Y tú?, ¿qué haces aquí? —Apoyo mis manos en la silla y frunzo el ceño al ver el enorme cardenal que hay en uno de sus pómulos y el color violáceo que tiene alrededor del ojo, imposibilitando que pueda ver el iris azul que tanto me gusta en su mirada—. ¿Qué te ha pasado?

Estar enfadada con Friedrich no significa que no me preocupe por él.

—Me he peleado. —Se encoge de hombros y suelta un suspiro que me cabrea aún más.

¿Desaparece tres días cuando he acabado en el hospital sin ser capaz de llamarme (comunicándose únicamente por WhatsApp), aparece sin más en mi habitación con la cara casi desfigurada y encima tengo que aguantar que le moleste que le pregunte?

Me niego.

—¿Y ya está?

—Te estoy respondiendo, Nela, no sé qué quieres que te diga.

—¿Quieres que te lo enumere? —No sé cómo le habré mirado, pero desde luego que le ha sorprendido porque su actitud cambia y empieza a tomarme en serio.

Se levanta de la cama y cuando se acerca para tomarme de la mano le rechazo.

Es lo peor que puedo hacer, rechazar su toque.

No soporta cuando le imposibilito y sé que su cabeza hace como una especie de cortocircuito, pero es que también tiene que entender que no siempre estoy dispuesta a tragar y quedarme sentada esperando.

Preciosa —El apodo suena con rabia y con tanta profundidad que me alegra ser capaz de controlar el tembleque de mis piernas—, no me impidas tocarte, sabes que para mí es una línea roja.

Para mí es una línea roja que no hayas tenido los santos cojones de aparecer en tres días y que, al verte con la puta cara llena de moratones, te moleste que me preocupe.

—Friedrich, ¿por qué no viniste al hospital?

—Te mandé mensajes.

Busco mi móvil, me aclaro la voz y leo en voz alta.

Nela, me está informando de todo tu hermano, espero verte pronto y que todo vaya bien. Guarda reposo. ¿Quieres que lea los otros dos?

—¿Qué tiene de malo?

—¿Estás haciéndome una broma o algo por el estilo? Porque desde ya te digo que no tiene ni puta gracia.

Aprieta los puños a sus costados y suelta un suspiro antes de caminar hacia delante, consiguiendo que por inercia yo camine hacia atrás y acabe atrapada entre su cuerpo y la pared.

—Si hubiera estado yo en vez del italiano, créeme que o Sanders o yo estaríamos muertos ahora mismo y tú estarías intacta.

Trago saliva.

—Eso no responde a tu ausencia, a que me dejaras en visto cuando te hablaba, a que ni siquiera me dieras ánimos en el hospital y desde luego que actúes como si nada hubiera pasado, me está haciendo sospechar. Llevo tiempo acusándote de que me ocultas algo y no eres capaz de negarlo, ¿qué coño te pasa, Friedrich?

—Tú fuiste a buscarlo. —No responde, lanza otro cebo porque sabe que lo voy a tomar.

—¿Cómo lo sabes? —Pongo las palmas de mis manos en su pecho y lo empujo hacia atrás.

Hace una mueca de dolor y se aparta. No lo dudo ni un instante y negando con la cabeza le subo la camiseta.

Pelea contra mí para evitarlo y respeto su decisión, siendo consciente de muchas cosas y habiendo visto sólo un par de segundos su piel: no sólo tiene heridas en la cara.

—Yo también fui.

—¿Por qué?

—Porque si te tocan a ti, me tocan a mí, Nela; porque yo no siento dolor propio ni ajeno, sólo siento el tuyo; porque hasta que aprenda a vivir contigo y sin ti, no sé cómo manejarlo y si te tocan, me tocan, si te hieren, me hieren, si te faltan al respeto, me lo están faltando a mí y si te mandan al hospital, haré lo que haga falta para mandarlos yo a ellos.

Mis ojos se humedecen y aunque me siento conmovida por sus palabras y quiero abrazarlo y corresponderle como es debido, no puedo.

Es una lucha interna entre querer y deber, no es que mi corazón y mi cerebro estén peleándose, es que ambos están acompasados.

—Yo no necesito que mates por mí y ni siquiera busco eso, Friedrich, lo que quiero es tenerte a mi lado si acabo en un hospital, que me consueles y acaricies el cabello si me pongo a llorar porque me acuerdo de mi madre o dormir a tu lado por las noches porque eso me da paz, que nos riamos sin ninguna explicación o que me expliques cuarenta veces lo que es un fuera de juego cuando vemos fútbol juntos. Quiero ese tipo de cosas.

—Me arrebató demasiada vida, Nela, no puedo dejar que me arrebate la que me queda.

—Podrías haber muerto y te da igual porque tú crees que a los demás no nos dueles. Eres egoísta hasta el punto de infravalorar tu vida porque si te matan, no sabrás el dolor que sentimos por dentro sin ti, no sabrías lo mucho que me marcaría perderte a ti. Te llenas la boca diciendo que Sanders mató a tu hermana y que no puedes permitir que me mate a mí, y no quieres ser consciente de que también asesinó a mi madre y que, si te mata a ti, quizás no me reponga.

—Nela, no puedo vivir sin ti. —Las palabras salen de su boca en un arrebato con rabia, como si odiara tener que admitirlo.

—Pero te da igual si me obligas a mí a hacerlo sin ti. ¿Por qué no lo entiendes?

—Porque a mí me dueles tú, no me duelo yo.

No consigo hacerle entrar en razón. Es como si le diera más valor a lo que él siente y padece que a lo que yo sufro.

—¿Tan poco te importa lo que yo sienta por ti?, ¿tan poco valoras mis sentimientos y mi sufrimiento?

Se queda en silencio, analizando mis palabras y mis acusaciones.

Me señala con el dedo y camina de un lado a otro antes de ser capaz de responder.

—¿Por qué estás inventando esa mierda? —Se pasa la mano por el pelo y sé que se debate entre irse para no discutir, fumarse un cigarro o mandarme a callar con solo una mirada—. ¿Estás buscando discutir?

—No, Friedrich, estoy buscando comunicarme contigo porque se supone que es lo que debemos hacer. ¡Eres mi novio, qué mínimo que entablar una conversación!

—No entiendo a qué vienen tus acusaciones, joder. —Narciso es de los que controlan el tono y las formas, es casi imposible hacerle reaccionar en cuanto a comunicación no verbal se refiere. Excepto que seas yo y tengas el dudoso honor de sacarle de quicio con tanta facilidad.

—Porque es lo que parece. ¿Acaso te importa el daño que puedas causarme?

—¡Sí! —Se aleja y coge la silla para ponerla de barrera entre los dos, ahora mismo no es capaz de estar cerca de mí, no si no puede tocarme—. Soy egoísta y lo sabes, pero por una vez en mi vida estoy anteponiendo tus necesidades a las mías y mi forma de hacerlo es haciéndote sentir segura.

—¡¿De qué me sirve estar a salvo si en consecuencia tengo que perderte a ti?!, ¡¿de qué forma estás anteponiéndome si me ocultas todo?!

No vamos a llegar a ningún acuerdo como sigamos así y es una nueva brecha que habrá entre los dos. Una subsanable, por el momento.

—Nela, te visité, claro que te visité, ¿te crees que no iría? —Baja el tono de voz y siento un escalofrío al percibir su marcado acento de Frankfurt en contraste con su timbre tan imponente.

—¿Por qué me mientes?

—Escúchame —Suena a súplica y a orden, es una mezcla que siempre se le ha dado bien—. Hice noche en el hospital, al menos un par de horas, preciosa, pero era incapaz de mirarte y saber que ese hijo de puta seguía suelto mientras tú bonita cara estaba dañada.

—¿Y qué hay de los otros días? Porque si eres incapaz de mirarme a la cara porque me han pegado un par de hostias, entonces vete por donde has venido porque aún queda una semana para que me quiten los puntos de la cabeza, como mínimo y no creo que te guste mucho ahora mismo.

Gira la cara, es evidente que no quiere contestar y yo no estoy con muchas ganas de insistir.

Llega un punto en la vida en la que te cansas de luchar y buscar una justificación a todo mientras intentas comprender a la gente que te rodea y empiezas a ser una conformista que prefiere evitar el conflicto, abrir la puerta e invitar a quien no esté en tu misma sintonía a que se vaya.

Y yo no es que esté en ese punto, pero sí que es lo que me apetece hacer ahora y sabiendo que sus ojos me siguen, abro con manos temblorosas la puerta de mi habitación y le hago una reverencia para que se vaya.

No sé en qué punto nos dejará esta decisión si opta por salir, pero ahora mismo el aire que respiro me está asfixiando, las fuerzas me flaquean y me siento obligada a seguir soportando un tipo de relación que no quiero.

Por mucho que le ame y por mucho que Friedrich me ame a mí, si seguimos con esta mecánica, no vamos a funcionar.

—¿Quieres que me vaya? —Su voz titubea, tiene miedo de mi respuesta.

—No, quiero que seas sincero y que, si no puedes serlo, entonces que no vuelvas.

Sus ojos se agrandan y la nuez de su garganta se marca cuando traga saliva.

Todo pasa como si todo fuera a cámara lenta.

Es la viva imagen de la angustia, el miedo a lo desconocido y el pánico a no saber cómo actuar.

Friedrich es el hombre más seguro que conozco, pero conmigo es todo lo contrario. Es tal la debilidad que siente por mí, que a veces juraría que es como un niño pequeño.

—Nela, me cuesta abrirme.

—No te estoy exigiendo que te abras porque por mucho que me duela tu falta de expresividad, respeto que no estás preparado aún; estás trabajando en ello y esperaré lo que haga falta porque sanar no tiene un límite de tiempo.

—¿Entonces?

—Te estoy pidiendo sinceridad y no tiene nada que ver con abrirte en canal, es lo mínimo que puedes darle a tu pareja, ¿no?

—Soy sincero contigo.

—Cuando te ves a punto de caer por un precipicio, pero nunca eres capaz de hablar de nada si no te empujo a ello, Friedrich.

No sé cuánto tiempo pasa desde que se debate entre hablar o irse, entre su orgullo de creer que todas sus decisiones son las acertadas o reflexionar un poco sobre lo que le estoy diciendo.

No soporto más su mirada acusadora, sus ojos de súplica y su gesto de impasibilidad.

Me quema el corazón saber que está ocultándome algo, porque si una cosa tiene Narciso es que nunca es sincero, pero es que tampoco miente y, por lo tanto, es incapaz de corregirme cuando le afirmo que sé que está escondiendo algo.

Pasa por mi lado y, cuando le queda un paso para salir por la puerta, decide cerrarla de golpe y dejarme apoyada en ella antes de darme un beso lleno de desesperación, de angustia, de esos que los soldados dan a sus parejas cuando están a punto de partir hacia una guerra porque no saben si será la última vez que prueben sus labios.

Me besa con la misma desesperación con la que yo le correspondo.

Joder, le quiero y quiero estar a su lado.

¿Por qué nos lo pone tan difícil?

—Estuve ingresado en el hospital.

Abro los ojos y me doy cuenta de que ambos tenemos las mejillas humedecidas. Estamos llorando.

—¿Y no pudiste decírmelo o pedirle a Thomas o a cualquiera que me lo comunicara? Porque estoy segura de que ellos sí sabían que estabas ahí, ¿por qué yo no?

Se debate entre decírmelo o no y me sorprende cuando me da un beso en la frente que me hace sentir más arropada de lo que nunca he estado para acabar separándose de mí, no sin antes apartarme con cuidado de la puerta y volver a abrirla.

—¿Ellos saben lo que estás ocultando? —insisto.

—No.

—¿Y por qué saben que estabas ingresado?

—Porque ellos no sospechan de mí como tú lo haces. No les he dado razones para que lo hagan.

Es su forma de reconocer que sabe que a mí sí me las está dando.

—¿Qué hiciste?

—Hice noche en el hospital, Thomas me vio y se dio cuenta de la sangre en mi camiseta, de ahí que estuviera ingresado.

—¿Sabe al menos él la razón?

Necesito que se apoye en alguien termine como termine nuestra relación.

—No.

Y no da opción a que le rebata.

Me quito una lágrima del ojo y con la vista nublada le veo con la intención de irse.

—¿Te vas?

—Supongo que tienes razón, lo mínimo que debería ser es honesto contigo y, como no puedo serlo, tengo que asumir las consecuencias.

—¿Y ya está? —Le agarro de la camiseta y me da igual si parezco una arrastrada o si puedo llegar a dar vergüenza ajena, quiero saber qué está pasando, por qué actúa de forma tan extraña y, sobre todo, quiero que se quede a mi lado porque sé que puede ser sincero—. ¿Eso es todo?

—Te estoy rompiendo, preciosa, no puedo darte nada de lo que me pides y no quiero arriesgarme a dártelo —Acaricia la parte de mi mentón que no está herida. Sus manos me toman por la cintura y me acerca a él, agachándose con su gran altura para acortar algo de distancia entre los dos—. Voy a estar a tu lado, pero no de la forma en la que a los dos nos gustaría.

—Por favor, no te vayas, sólo sé sincero, háblame de lo que te ha pasado, de lo que te ha llevado a ocultarme que estabas en el hospital. Por favor, Friedrich...

Busca algo en el bolsillo de su pantalón hasta dar con su llavero, empieza a quitar con maestría una de las llaves y la deja en la palma de mi mano antes de obligarme a cerrarla.

—Tú siempre eres bienvenida a mi casa, esté yo o no.

—Friedrich, quédate, sé que estoy siendo contradictoria, pero quédate y ya mañana o pasado hablamos, por favor.

—No voy a hablarte de esto, Nela, ¿no lo entiendes?

—¿Qué es lo que te lo impide?

—Tú.

—¿Me estás ocultando algo para... protegerme de mí misma?

Rabia, dolor, miedo, frustración, ira, desengaño, sufrimiento, desesperación. No puedo poner un solo adjetivo para definir cómo me siento porque son demasiados los que me describen en estos momentos.

—Algún día lo entenderás, sólo espero que no sea demasiado tarde.

Y ahí siento cómo mi corazón se hace añicos porque ahora comprendo por qué se va.

Friedrich Vögel nunca me daría esa sinceridad que tanto necesito, que él tanto me exige y que en definitiva se niega a darme.

—No vas a volver, pero pretendes que yo vaya.

Es egoísta hasta el final.

—Te necesito en mi vida, preciosa, sea a mí lado o no.

—¡Yo no quiero un poco de ti! Hostia puta, lo quiero todo o no quiero nada. No te quiero a medias, Friedrich, te quiero entero. ¡¿En qué punto nos deja esto?!

—Tenemos dos opciones, esperar a que todo se arregle y a partir de ahí ser capaz de confesarme o dar lo nuestro por terminado. —No es capaz de mirarme, no quiere hacerlo, no se siente preparado ni yo tampoco.

—Entonces nos estamos dando un tiempo.

Asiente. Lleva sus labios hacia mi mejilla izquierda y besa cada lágrima que rueda por mi piel hasta llegar al oído y susurrar:

—Я позабочусь о тебе, как и обещал.

«Voy a cuidarte tal y como te prometí».

Ni siquiera sé qué significan sus palabras y, aun así, por su tono de voz, suenan a despedida.

La respiración me falla, la garganta se me seca y por mucho que necesite gritarle que se quede, que me dan igual mis necesidades, que estoy dispuesta a ceder en todo lo que sea para mantenerlo cerca de mí, las palabras se quedan atoradas.

Ambos estamos convencidos de que queremos seguir juntos, pero hay una piedra en el camino que yo necesito afrontar y que él sólo está dispuesto a sortear.

Se supone que nos acabamos de empezar a dar un tiempo, pero la triste y cruda realidad es que Friedrich Vögel y yo, acabamos de romper y estoy segura de que ambos sabemos que no es la decisión que queríamos tomar ni lo que necesitamos ahora mismo.

¡Hola! ¿Qué os ha parecido?

¡No os olvidéis de votar y comentar si os ha gustado!

Tu primer emoji define cómo te sientes ahora mismo.

Diossss qué ganas tenía ya de los jueves de Narciso, os echaba mucho de menosss.

¿Alguien más está feliz de que Massimo siga vivo? Yo sé que hasta tú lo estás ElBastondeMagnito!! 👀

Qué sensación más amarga, ¿no? 

¿Por qué creéis que Friedrich está actuando así? Es como que no le oculta todo pero al mismo tiempo sí, ufff yo preferiría vivir en la ignorancia, ¿y vosotras?

¡La parte positiva es que el capítulo del jueves que viene está casi terminado así que obviamente habrá actualización!

¿Qué escena os gustaría ver ilustrada de esta novela?

¡Os adoro!

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top