Extra: San Valentín.
Quería traeros un extra de San Valentín de Nedrich y pues... aquí lo tenéis. Espero que os guste mucho, mucho y que lo disfrutéis♥.
Ilustración realizada por la maravillosa cecyygab2.
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Extra: Nedrich & San Valentín.
14 de febrero, 2020.
Nunca me atrevería a decir que Friedrich Vögel era un caballero, porque no lo era y si me preguntaban por mi opinión creo que incluso llegaría a responder irónicamente.
No es que me quejara de ello, los modales de Friedrich distaban mucho de lo que las personas calificábamos como gentil. No era el típico que te abría la puerta o que te separaba la silla en un restaurante para que te sentaras o pasaras por delante de él y no es que fuera un revolucionario en ese aspecto, es que no se fijaba en esos detalles porque no les daba importancia.
Narciso era de esa clase de personas que caminaban delante de ti si ibas muy lento porque él siempre tenía prisa. Es más, ni siquiera se daba cuenta de que a veces, simplemente, es que él tenía un ritmo muy rápido y no llegabas a alcanzarle; eso sí, su forma de ser le obligaba a darse la vuelta y agarrar tu mano para que intentaras ir a su compás, no te descuidaba, no era su intención hacerlo.
Lo que sí podía afirmar sin miedo a las consecuencias, argumentando y peleando con uñas y dientes es que Friedrich Vögel tenía esa vena romántica que, por mucho que intentara ocultar, no siempre conseguía esconder. Tenía que darle crédito: era un maestro de las mentiras o, mejor dicho, el-mejor-no-diciendo-la-verdad-porque-no-es-lo-mismo-ser-un-mentiroso-que-callarse.
Pero no se podía fingir durante todo el tiempo y por muy bien que se le diera disfrazar sus emociones, seguía siendo un ser humano y no bajaba la guardia.
Supongo que esa era una de las razones por las que le había llamado en un primer momento la atención porque reconocía que tenía la absurda manía de intentar empatizar con el resto del mundo, aunque no siempre lo consiguiera y, con él, no había hecho la excepción.
Y, hasta donde yo sabía, pocas personas le habían dado esa oportunidad porque Narciso no es que pusiera mucho de su parte y menos aún porque adoraba la reputación que se había labrado y que lograba que la mayoría de la gente mirara hacia otro lado cuando lo veían pasar.
Para mí, era distinto, lo consideraba una persona con demasiados matices, tantos que dudaba incluso de que él mismo fuera consciente de todos ellos.
Pero era un romántico y ambos lo sabíamos, por mucho que lo negara y por mucho que quisiera ocultarlo bajo el pretexto de ser un descarado, que también era otra de sus cualidades. Y, aún así, negaba como si fuese la mayor ofensa del mundo ser un romántico empedernido.
Friedrich se estaba esforzando en que me creyera que no lo era, no lo iba a conseguir. Podía habérmelo creído, lo juro, pero es que se había esforzado en conseguir el efecto contrario.
Estaba en su casa y había dejado el abrigo en el perchero.
Sonaba alguna canción de amor en la radio que no nos molestaba ni creaba un ambiente distraído, al contrario, sólo acrecentaba la idílica imagen con la que me había recibido.
—Luego dices que no eres romántico —La sonrisa en mi cara me delata—. Esto es... —Me quedo absorta en mis pensamientos—. ¿Lo has preparado todo tú?
Las luces eran tenues y daban el efecto de estar bajo unas estrellas y rodeados de velas, había comprado enredaderas de plástico y me había recibido con pétalos de flores en el suelo, con narcisos para ser más exactos.
Dios santo... qué detallista.
—Sí —Tiene los brazos cruzados y suena seguro de sí mismo, pero el baile de su pie contra el suelo continuado me demuestra que está algo nervioso por mi reacción—. ¿Esperabas otra cosa o es que he conseguido decepcionarte?
Lleva el chándal de su equipo favorito puesto, me empezaba a conocer la plantilla del Eintracht Frankfurt a la perfección y lo único que me frenaba de mandarle una carta a los distribuidores oficiales de la ropa de la afición era el estrepitoso ridículo que podía hacer y eso que yo era muy dada a hacer tonterías.
No me sentía culpable de ello, le quedaba demasiado bien el pantalón deportivo y la camiseta ancha.
—¿Cómo voy a estar decepcionada? Has hecho que tu casa parezca una foto sacada de Pinterest, estoy segura de que si buscas couple nature aesthetic salimos nosotros posando ahora mismo. —Mi pronunciación era una mierda, pero sabía cómo buscar imágenes en internet—. Es que parece que estemos en una tienda de campaña rodeados de naturaleza..., es que es increíble.
Suelta una carcajada y sus músculos se relajan, deja caer sus brazos y se acerca hacia mí. El juego de seducción comenzaba ahora.
No se había quejado ni corregido al usar la palabra couple y estaba segura de que él sabía bien su significado.
—¿Tan desordenada he dejado la casa para que pienses que parece un bosque? —Alza una ceja y apoya sus brazos en mis hombros, levantando mi mentón y acariciando mi nariz con le suya—. Y yo que pensaba que te gustaría... —bromea.
Pasa sus manos por mi espalda, bajándolas hasta llegar a mi culo y darle un apretón que me hace suspirar. ¿Estaba mal sentirse tan bien con un toque posesivo como ese? Porque la razón me decía que sí, pero la reacción de mi cuerpo descartaba cualquier alerta y deseaba que volviera a hacerlo.
No me da opción a pensarlo mucho porque me impulsa hacia arriba, aupándome y obligándome a rodear con las piernas su cintura.
—Friedrich... —Rodeo su cuello y juntamos nuestras frentes cuando me apoya en una pared—. Nadie ha hecho algo así por mí..., nunca.
—Bueno, pesadita, tienes 17 años, tampoco has tenido tiempo para que te den demasiadas sorpresas.
—Era un decir...
Pongo los ojos en blanco y él aprovecha para empezar a darme besos por las mejillas, el cuello y la piel que está a su alcance.
El contacto de sus labios me parecía una de las sensaciones más placenteras del mundo y más cuando su lengua decidía ponerse traviesa y provocarme y sus dientes jugaban conmigo y mis sentidos.
—Me alegra ser el primero que te saque esa sonrisa de ilusión en un día tan... comercial como lo es San Valentín.
Me lleva en sus brazos hasta el sofá verde y me dejaba tumbada en él boca arriba.
—¿Por qué?
Ni siquiera sé si mi pregunta tiene sentido porque ya no sé qué decir sin parecer una tonta enamorada.
—Quién querría perderse la cara tan bonita y llena de ilusión que tienes ahora mismo, Nela, porque yo, desde luego, no.
Siento el calor recorriendo mi piel y sé que ya me he sonrojado.
Se sienta un poco alejado de mí y empieza a deshacer el cordón de mis zapatillas. Primero el izquierdo y luego el derecho.
Los alemanes odiaban que pisaras el suelo de la casa con calzado de fuera y Narciso en ese aspecto, era muy alemán.
—Qué guapo estás cuando me dices cosas románticas mientras tienes los ricitos sin peinar.
Se gira con el ceño fruncido.
—¿Me acabas de robar uno de mis piropos?
—Te lo he tomado prestado —Me incorporo y siento un cosquilleo en mi estómago—. ¿Supone eso un problema?
—Tú puedes cogerme todo lo que quieras.
Me guiña un ojo y sé que en este juego soy la que va a perder, él tenía demasiadas tablas como para no permitirse ganar.
No me importaba, le cedía todas las victorias si seguía haciéndome sentir así durante mucho tiempo.
—No digas esas cosas —Gateo un par de pasos porque bueno, el sofá no era kilométrico y alzo la mirada mientras me siento en mis rodillas—, haces que sienta cosas en mi estómago y en mi corazón... y se supone que ese efecto debería ir calmándose mientras vamos pasando tiempo juntos...
Muestra una sonrisa ladeada y se levanta para mostrar la diferencia de altura entre los dos, lleva su pulgar a mis labios y me hace una petición silenciosa para que saque la lengua.
Y lo hago.
—Estás loca si piensas que voy a dejar que te acostumbres a mí —Se agacha, colocándose casi de cuclillas y atravesándome con la oscuridad de sus ojos claros—, te quiero a mi lado por gusto, preciosa, no por rutina.
—Friedrich...
Se acerca a mi boca y deja un pequeño anhelo de un beso que no llega.
Me echo un poco hacia atrás y le miro con los labios entreabiertos.
Suspiro y me muerdo el labio inferior para no soltar un piropo a la española que nos haga perder la magia en la que nos habíamos visto envueltos cuando se incorpora y me veo en la obligación de levantar la cabeza, topándome con la magnitud del deseo y poder que desprenden sus ojos y la seguridad con la que me mira.
—Creo que no eres consciente de las ganas que me entran de follarte al verte sentada en tus rodillas en mi sofá mientras esperas a que te bese o haga algún movimiento.
—¿Y por qué no lo haces?
Lleva su mano izquierda dentro del pantalón y sé que está excitado cuando me fijo en lo que está haciendo.
—Me pone demasiado ver las ganas que tienes de que te folle.
—Como si tú no tuvieras ganas de... eso.
—¿De qué, preciosa, de qué tengo ganas? —Mueve su mano y sé que está dándose placer a sí mismo—. ¿Por qué no me dices que es lo que queremos que te haga?
Me estaba dando opción a elegir. Quería que fuera yo la que decidiera.
—Puedes empezar besándome.
—¿Por qué?
—Porque echo de menos tu boca.
Eso me sentía capaz de decirlo, no era algo complicado.
Se siente complacido y decide dar un paso hacia adelante dejándome en una posición perfecta para bajarle los pantalones y seguir yo con lo que él mismo había empezado.
Pero antes quería besarle.
Estaba necesitada por un beso suyo y rogaría las veces que hiciera falta para que me lo diera. Ya lo había hecho varias veces en el pasado y ahora que mis súplicas funcionaban, no iba a reprimirme.
—Quédate en tus rodillas —Ordena—, me gusta muchísimo cómo te ves así: preciosa, desesperada, completamente cachonda y chorreando.
—Ni siquiera me has tocado..., no sabes cómo estoy.
Necesitaba que me tocara, con su boca, con sus manos, con su lengua. Le necesitaba a él, ahora y aquí mismo.
—¿Lo comprobamos?
Asiento y él aprovecha para quitarse la camiseta, dejándome ver su trabajado cuerpo al que había decidido llamar lienzo lingüístico por los tatuajes que tenía.
Sigo el rastro de vello que hay en su vientre y reparo en la cicatriz bajo su ombligo a causa de haber pasado por una apendicitis.
—Me gustas mucho... —Es lo único que alcanzo a decir cuando levanto la mirada y acaricia con los dedos mis sonrojadas mejillas—. Bésame. —Sueno exigente y alza una ceja en señal de sorpresa.
Pero lo hace.
Por fin se digna a sujetarme por los muslos y levantarme mientras se aprieta contra mí. Me gustaba lo grande que parecía ser y haber comprobado que no era una ilusión, que no sólo sabía cómo moverse, sino que además estaba bien dotado, era un sueño.
Junta sus labios con los míos y demanda que sea igual de experta que él.
Podía ser muy comedido y tratar de no mostrar lo que quería, pero joder, Friedrich Vögel estaba deseando comerme la boca y follarme tanto como yo lo deseaba.
Y sentir sus labios sobre los míos y sus dedos clavándose en mi piel mientras me restregaba contra su dura erección era un hecho que probaba lo que pensaba.
—¿Sabes lo que vamos a hacer ahora?
Tiene la respiración agitada y levanta las caderas mientras hace círculos y movimientos que dan justo dónde debe, dejándome a su merced y más deseosa de él si es que eso era posible.
Apoyo las manos en el sofá y mi frente descansa contra la suya cuando me da una sonora palmada en el trasero.
—Sorpréndeme...
—Quítate ese bonito jersey, vamos a quedarnos en igualdad de condiciones.
Entonces, comprendo el juego y recuerdo lo que le dije la vez que de su boca nacieron esas mismas palabras.
—¿Y si pruebas a quitármelo tú?
—Preciosa..., te acuerdas...
Me pide que suba los brazos y me quedo en sujetador casi en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Puedo?
No sé a qué se refiere, pero confío lo suficiente en él como para decirle que sí sin ningún tipo de reparo y sin miedo.
Lo que quiera que tenga en mente ahora mismo, podía hacerlo.
—Por favor...
Nunca le decía que sí, más bien asentía o le rogaba.
No me da tiempo a pensar cuando junta con sus manos mis tetas y da un mordisco a cada una antes de empezar a besar mi piel erizada y llevar los dedos al enganche del sostén y retirarlo.
No proceso lo que está ocurriendo hasta que siento un cosquilleo ahí abajo y una sensación de ardor y placer en el pezón derecho y luego en el izquierdo, deja un par de besos húmedos por mi torso y sube hasta mi cuello antes de morder con cuidado el lóbulo de mi oreja.
—¿Quieres que te folle, Nela?
Respiro hondo y teniendo la voz temblorosa y la respiración agitada me restriego un poco y le susurro al oído:
—Estoy deseándolo.
Deja escapar un gemido ahogado y me quita de su regazo, colocándome de pie y dándome la vuelta.
—Desabróchate el botón del vaquero, preciosa, quiero verte desnuda.
Mis manos fallan al principio, pero me tranquiliza saber que él nunca se molestará si tardo mucho o no acierto a ser precisa por culpa de mi torpeza.
—Ya está.
Engancha sus dedos en mi ropa interior y se ayuda de las presillas del pantalón para bajarme de golpe toda la ropa y ayudarme a quitarla de en medio.
Se levanta y eleva mi mentón.
—No cierres los ojos, déjame disfrutar de tu mirada.
¿Qué?
Sujeta con su mano derecha mi cintura para mantenerme bien quietecita y baja la izquierda hacia mi parte más íntima, una que él mismo empezaba a conocer muy bien y que a mí me encantaba la confianza con la que me tocaba.
—Empapada —Su voz comienza a hacerse algo más ronca y yo llevo mi mano por inercia a su pene—, tócame, quiero que seas consciente de lo mucho que me pones.
Mete su dedo corazón dentro y me tengo que agarrar a él con una sola mano para no perder el equilibrio.
¿Cómo podía hacerme sentir tan bien con un simple roce o dedo?
—Mírame —repite la orden y me doy cuenta de que he cerrado los ojos por inercia. Me tomo mi tiempo y me quejo cuando deja de mover su dedo e impide que yo me mueva—. Nela, mírame.
—Joder... —Se me escapa decir antes de ceder—. No soy capaz... no pue-edo... —Noto la intrusión de un segundo dedo y empiezo a sentirme acalorada.
—¿Sabes lo que toca ahora?
Retomo la acción de darle placer sin apartar mis ojos de los suyos excepto para pestañear.
—N-no.
—Ahora voy a sentarme en el sofá, vas a ir a mi habitación y vas a coger un condón de la mesilla de noche.
—¿Y después?
—Vas a subirte encima y vas a follarme, preciosa y yo voy a ayudarte.
Vuelve a darme una nalgada y luego arrastra las uñas por la zona suavemente golpeada.
No lo pienso dos veces y le hago caso. Entro en su habitación y agradezco al cielo, al infierno y a quien haga falta que la casa sea tan pequeña y que sus indicaciones sean las correctas.
Cuando vuelvo encuentro la imagen más erótica y bonita que cualquier persona pueda soñar: Friedrich Vögel estaba completamente desnudo, sentado en el sofá, con las piernas levemente abiertas y masturbándose mientras me esperaba.
—No pares. —Le pido mientras me acerco—. ¿Me enseñas a ponértelo? —Lo dejo encima de su pecho y veo cómo sube y baja a causa de su respiración.
—Súbete encima de mí, apoya tus rodillas en el borde —Sigue ordenándome, pero me concede mi petición. Siempre había dicho que Narciso era un amante generoso, buscaba su placer mediante el mío y este momento no era una excepción—. Ábrelo, con cuidado.
Lo hago mientras se asegura de que esté todo bien y me indica cómo ponerlo.
Sisea cuándo son mis manos las que vuelven a estar en contacto con su miembro y comprueba que esté todo bien antes de sujetarme de las caderas y posicionar su longitud en mi entrada.
—Métetela toda, preciosa —Me sujeto en sus hombros y me ayuda a que cumpla con su petición—. Joder, Nela...
Mis ojos se cierran y un gemido ahogado se queda atrapado en mi garganta cuando empieza a subir y bajar mis caderas, haciendo él mismo el trabajo y marcando un ritmo tortuosamente lento para ambos, pero que cuando entraba daba un golpe certero y placentero.
Intento acrecentar el ritmo sin éxito alguno.
Friedrich había decidido que quería llevarnos a la desesperación, quería que lo sintiera por todo mi cuerpo y quería alargar el momento hasta que nuestros cuerpos no pudieran aguantar más y el placer empezara a transformarse en una dolorosa carrera por alcanzar el orgasmo.
—Necesito más... —Eleva una de sus manos y limpia una lágrima que cae por mi mejilla—. Es demasiado-o intenso.
—¿No te gusta?
Asiento. ¿Me gustaba? ¡Demasiado!
—Me encanta...
—Nela —pronuncia mi nombre con firmeza antes de presionarme más contra él—, я тебя люблю.
«Te quiero».
Tengo intención de decirle que no es momento para hablar ruso, que quería que siguiera hablándome en alemán porque estaba loca por su acento y me desconcentraba un poco cuando tenía esos cambios tan bruscos.
Sin embargo, no me da opción a ello y se sale de mí y me dobla sobre el brazo del sofá, enrosca su mano en mi cabello con cuidado de no hacerme daño antes de volver a metérmela y empieza a dar estocadas más rápidas, algunas más profundas que otras mientras se ayuda de uno de sus pulgares para estimularme el clítoris.
¿Había dicho que me desconcentraba? Lo retiraba.
Yo quería esto durante mucho tiempo.
—Friedrich, necesito...
—Lo sé, preciosa, lo sé.
Por supuesto que lo sabía y tirando mi cabeza hacia atrás y sin descuidar mi clítoris, consigue que me corra para seguir dándome con movimientos rápidos y precisos antes de correrse también.
Nos quedamos en silencio, buscando calmar nuestras respiraciones y cuando noto que ambos estamos un poco más estables y sale de mí es cuando consigo sacar el coraje de girarme y preguntarle:
—¿A qué ha venido ese cambio tan brusco?
Se pone en alerta.
—¿Te he hecho daño o algo?, ¿estás bien?
—Calma, Friedrich, me ha encantado —Le tomo de la mano y el entrelaza nuestros dedos—. Ha sido increíble... tú eres increíble.
Sonríe satisfecho.
—Pero qué bonita eres cuando te da por reforzar mi ego.
Pongo los ojos en blanco y suelto su mano para apartarme el pelo con ambas.
—¿Qué habías dicho?
—¿Qué?
—En ruso —Termina de hacer el nudo al condón y lo mete dentro del envoltorio, dejándolo en la esquina de la mesa para tirarlo luego—. Tienes la manía de hablarme en ruso cuando quieres decir algo y a veces dices frases mientras estamos en un momento... íntimo... Hacía tiempo que no te pasaba.
En sus ojos me doy cuenta de que se está debatiendo entre confesarlo o no decir nada.
—No sé de qué me estás hablando...
—¿Vas a hacer que piense que estoy loca? —Me abrazo a mí misma antes de que me envuelva en un abrazo.
—No —confiesa—, pero necesito procesar lo que acaba de ocurrir.
—¿Tan malo es? —cuestiono sintiéndome un poco mal—, ¿estabas haciéndomelo y se te ha ocurrido decir algo malo?
—No, ¿por qué piensas eso?
—Porque no sé si prefiero pensar que ha sido algo malo o que se te ha ocurrido decir "tengo que comprar macarrones" mientras me estabas... follando.
—¿Has dicho la palabra "follar", preciosa?
Noto mis mejillas demasiado calientes y me muerdo el labio inferior.
—Sí, ¿y tú?, ¿qué has dicho tú?
Mira hacia otro lado y por primera vez juraría que la blanquecina piel de su cara toma un color sonrosado.
—Que te quiero —Se cruza de brazos sin mirarme—. Pienso negarlo si hablas del tema y no voy a dudar en hacerte quedar como una loca —afirma sin un ápice de humor en su voz.
Era una línea roja que no se atrevía a cruzar.
—¿Te avergüenzas de quererme? —Trago saliva.
—No —Frunce el ceño y me mira—, ¿cómo alguien se va a avergonzar de quererte?
—No sé, dímelo tú.
—Me avergüenzo de la necesidad que he sentido de decírtelo mientras te follaba —reconoce—. Yo no soy romántico, yo no necesito decir esa mierda, no me siento cómodo hablando de sentimientos y no me siento cómodo hablando de esto. —Se revuelve el pelo y siento su agobio calando incluso en mí.
¿Qué no era romántico? No iba a contradecirle porque era algo que realmente le hacía sentir inseguro, pero sí, Friedrich Vögel era romántico.
—Está bien...
Aunque no lo pareciera, la comunicación no verbal para él era muy importante. Me había dado cuenta de eso.
Friedrich sabía manejarse a la perfección en el arte de no-hablar, pero en su postura corporal, en sus gestos, en la tensión de su cuerpo y su mirada podías saber cuándo algo no iba bien.
Para eso tenías que mirarle bien antes y pocas personas se atrevían a desafiarle. Yo no era capaz muchas veces y no me daba cuenta de ello hasta pasado un tiempo, era un efecto que él provocaba.
—Tú ya sabes lo que siento por ti..., no me pidas que te lo diga y no me respondas con un «y yo a ti», «yo también te quiero» y no tengas la iniciativa de decirme «te quiero» o esperes que pronuncie esa frase porque simplemente no puedo decirlo ni me siento preparado para escucharlo.
Y esa negativa a recibir amor era lo que más triste me ponía.
¿Tanto daño y tantas secuelas se le habían quedado que repudiaba la simple idea de que alguien reconociera en voz alta que le quería?
—¿Puedo pedirte que te duches conmigo o eso tampoco?
—Tú puedes pedirme lo que quieras, Nela, tú tienes el derecho a hacer conmigo lo que te dé la gana.
—Oh —Sonrío algo más tranquila y sintiéndome un poquito poderosa—. Me estás dando mucho poder.
—Si hubiera tenido opción —Suspira—, no te lo hubiera dado. —confiesa.
Estaba destruido y yo me sentía fuera de lugar.
—Pues jódete y vente conmigo a la ducha.
Sonríe de forma ladeada mientras vuelve a mostrar esa seguridad que siempre le había caracterizado.
Envidiaba la capacidad que Friedrich Vögel poseía para recuperarse y fingir que nada había pasado, que todo estaba bien.
—Preciosa —Me llama mientras lo arrastro al cuarto de baño—, cásate conmigo.
—¿De dónde nace esa manía tuya? —Niego risueña mientras cojo dos calzoncillos del cajón de la ropa interior y Narciso se encarga de elegir qué camiseta suya usaré como pijama—. Estoy convencida de que ni siquiera crees en el matrimonio.
—Tienes razón —Su respuesta no me sorprende—, es un mero trámite para facilitar la vida en pareja, pero con una ventaja.
Enciende la estufa del baño y abre el grifo para calentar el agua.
Me quedo mirándole mientras me hago un moño lo suficientemente alto como para que el pelo no se me moje y me agarro a él cuando entro y me resbalo con el suelo resbaladizo.
—¿Me puedes decir por qué entonces de tu insistencia?
—Me encantaría follarte mientras estás vestida de blanco y con un corpiño de encaje.
—A veces se me olvida que por muy alemán que seas sigues siendo un tío...
—¿Es eso un insulto? —Alza la ceja derecha mientras se enjabona y me da el gel de baño—. ¿Estás dando a entender que los hombres solo pensamos con la polla?
—Eh... Los hombres que tenéis una... sí.
—No seas moralista, pesadita —Se encoge de hombros—, a ti te encanta mi polla.
«A mí me encantas tú y ojalá poder decírtelo sin que te asustase o te entrara el pánico en la mirada».
¡Hola! ¿Qué tal?
¿Qué os ha parecido?
Es la primera vez que escribo un extra temático, espero no haberlo hecho muy mal JAJAJAJ.
Tenía intención de poner más cosas, pero luego me acordé de que era un EXTRA no un capítulo normal, así que pues... ¡hasta aquí!
¿Teníais ganas de volver a saber sobre estos dos? ¡Yo muchas!
¡Qué ganas tengo de que sea 24 de febrero!
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