𝒔𝒆𝒗𝒆𝒏𝒕𝒆𝒆𝒏

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑆𝐸𝑉𝐸𝑁𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝚕𝚊𝚜 𝚊𝚗𝚐𝚞𝚜𝚝𝚒𝚊𝚜 𝚍𝚎 𝚊𝚕𝚊𝚜𝚔𝚊.

Alaska siempre había sido buena organizando sus responsabilidades, desde la escuela hasta sus deberes como mortifaga; sin embargo ahora todo su horario parecía estar fuera de control, al igual que su vida. Estaba tan corta de tiempo que debía continuar con la gran cantidad de deberes que los profesores le daban durante los desayunos y comidas.

—En serio Blaise —Murmuró la rubia una noche que se encontraban en la sala común, justo frente a una chimenea—. No entiendo como tienes todos los deberes al día y sigues teniendo tiempo libre.

La diferencia era clara. Mientras Alaska se encontraba sentada en el suelo, con su espalda apoyada en el sofa de cuero, completando una redacción para Transformaciones, Blaise estaba recostado en el el sofá. Descansaba su cabeza sobre sus manos, el chico parecía ser el único de su curso que se sentía relajado.

—Eso es porque a ti se te agregan los deberes de prefecta y de capitana —comentó el moreno sin abrir sus ojos—. Además, yo solo escribo lo justo y necesario, a diferencia de ti.

—No lo sé Blaise, en realidad... —Pero las palabras de Theo fueron opacadas por el repentino bullicio que se generó cuando varios alumnos se acercaron al tablón de anuncios—. ¿Y a ellos que les ocurre?

El trío de amigos dejó sus pertenencias atrás, acercándose al lugar para enterarse de lo que ocurría. En el tablón de anuncios habían puesto un letrero con la fecha del examen de Aparición, los alumnos que el 21 de abril —fecha del primer examen— tuviesen diecisiete años podrían apuntarse a sesiones de prácticas complementarias. Se realizarían en Hogsmeade rodeadas de estrictas medidas de seguridad.

—No podré asistir —Espetó Alaska con desilusión, pues esperaba obtener el permiso lo antes posible—. En esa fecha aún no cumpliré diecisiete años.

—Claro, porque eres una niña. —Respondió Blaise, diciendo de forma burlona la última palabra.

—Una niña que sí sabe aparecerse —Indicó Theo a su lado—. ¿Tú que puedes hacer?

—Diablos Nott, ¿desde cuando te pones de su lado? —El chico se cruzó de brazos en forma de protesta—. Y ya les dije, estuve a punto de lograrlo durante la ultima clase.

—Sólo es una excusa.

—¡No lo es! Por tu culpa de Lasky no pude hacerlo.

—¿Qué tengo que ver yo en esto?

—Me distrajo el sonido que hiciste cuando te apareciste.

—¡Ja! —Se carcajeó la chica—. Claro Blaise, como tú digas.

—Cambiando de tema —Siguió el moreno, aclarandose la garganta—. ¿Cómo está tejoncito?

—¿Puedes dejar de decirle de ese modo? Su nombre es Tim.

—A él le gusta su apodo.

—Bueno, él está mejor de lo que crees, dijo que su primer día de vuelta había sido excelente. —Comentó con una leve sonrisa.

Aquel había sido el primer día de Tim luego de salir de la Enfermería. Hace un par de días se había recuperado por completo de su enfermedad pero la Sanadora no quería arriesgarse, por lo que lo dejó allí hasta el fin de semana. Y aunque el animo del menor seguía igual de alegre como siempre, Alaska creyó que podría tener problemas: el Spattergroit le había dejado unas cuantas marcas en su rostro de las cuales no se había podido librar.

—Eso es bueno —Asintió el chico con alivio—. Si tiene problemas dile que siempre puede llamar a su tío Blaise.

Theo y Alaska compartieron una mirada antes de echarse a reír ante el comentario de Blaise, quien no entendía el chiste.

—¿Tío? —Repitió la rubia entre risas—. ¿Cuantos años crees que tiene? ¿Cinco?

Los chicos continuaron con las burlas hacia Blaise por un largo rato, hasta que Alaska creyó que era hora de seguir con sus deberes. Se despidió de sus amigos para dirigirse hacia su habitación, donde tenía la intención de terminar su redacción sobre los Dementores. Sin embargo, cualquier deseo de responsabilidad desapareció cuando pasó por la habitación de Draco.

La puerta se encontraba abierta, Crabbe y Goyle se encontraban con Draco, parecían estar discutiendo. Cuando la molesta mirada del chico se cruzó con la de Alaska, su expresión pareció suavizarse por unos segundos. Aunque solo fue eso, unos cortos segundos, hasta que se dió cuenta de lo que ocurría y se acercó al umbral de la puerta.

Por tan solo unos segundos, en los cuales Draco se acercaba sin quitarle la mirada de encima, Alaska creyó que iba a plantarse frente a ella, disculparse por todos los errores que había cometido y finalmente pedir su ayuda, o al menos fingir que la necesitaba en su vida. Aquellas esperanzas murieron tan rápido como la sonrisa que le había dirigido; Draco había cerrado la puerta en su cara.

Una sensación de angustia la abrumó por completo. Sus ojos comenzaban a arder y pronto se nublaron ante las lagrimas que comenzaban a acumularse, se sentía más que ridícula allí, aun frente a su puerta mientras se le dificultaba respirar con normalidad.

Dejó caer sus pergaminos y libros en cuanto cerró la puerta de su habitación con un fuerte golpe. Estaba inhalando y exhalando con fuerza, nariz y boca, nariz y boca... Sus manos descansaban en sus caderas mientras daba vueltas por la extensión de su habitación, intentando calmar sus emociones. Intentando acallar todo pensamiento intrusivo.

Se sentía fatal, como si todas sus fuerzas se hubieran agotado para siempre. Ya estaba cansada de tantos dramas y problemas; no quería fingir más. La idea de ir con Archer o Harry parecía tentativa, contarles toda la verdad desde la muerte de Ced hasta ese momento, revelarle cada detalle para que la Orden se hiciera cargo de todo y ella pudiera darse un descanso. Demasiado tentativo, pero Alaska no era estupida.

No podía hacer nada de eso hasta que Draco le permitiera a Snape ayudarlo con su misión; hasta saber que él estaría a salvo. Ya no le importaba no ser parte de la misión o de la vida de Draco, mientras Severus cumpliera con su promesa el chico tendría que vivir con las consecuencias de sus acciones. Al igual que ella.

La condición de Alaska no había mejorado para la mañana siguiente, se había pasado toda la noche despierta y llegaba tarde a la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, que había comenzado hace cinco minutos y Snape ya estaba dando una charla introductoria cuando ella y Harry entraron al salón casi al mismo tiempo.

—Llegas tarde otra vez, Potter —Dijo Snape con frialdad al verlo entrar—. Diez puntos menos para Gryffindor.

Ningún Gryffindor quiso debatir la gran injusticia al quitarle puntos solo a Harry, ya todos parecían convencidos de que el favoritismo de Snape hacia Alaska nunca acabaría.

—Antes de empezar me entregarán sus redacciones sobre los Dementores —Dijo Snape.

Agitó su varita con un ademán indolente y veinticinco rollos de pergamino se elevaron, cruzaron el aula y aterrizaron en un pulcro montón sobre su mesa.

—Espero por su bien que sean mejores que las sandeces que leí sobre cómo resistirse a la maldición imperius. Y ahora, abran los libros por la página... ¿Qué pasa, señor Finnigan?

—Profesor —Dijo Seamus—, ¿podría explicarme cómo se distingue a un inferius de un fantasma? Porque en El Profeta hablaban de un inferius...

—No, no hablaban de ningún inferius. —Replicó Snape con hastío.

—Pero señor, me han dicho que...

—Si te hubieras tomado la molestia de leer el artículo en cuestión, Finnigan, sabrías que el presunto inferius en realidad era un asqueroso ratero llamado Mundungus Fletcher —Espetó Snape, al momento que un murmullo se escuchaba—. Pero al parecer Potter tiene mucho que decir sobre este asunto. Preguntémosle cómo podemos distinguir a un inferius de un fantasma.

Toda la clase miró a Harry, expectante por su respuesta.

—Pues... bueno, los fantasmas son transparentes... —Dijo.

—Estupendo —Se burló Snape con una mueca despectiva—. Sí, veo que casi seis años de educación mágica han servido para algo en tu caso, Potter. «Los fantasmas son transparentes.»

Pansy soltó una risita y varios alumnos se sonrieron.

—Sí, los fantasmas son transparentes, pero los inferi son cadáveres, ¿no? Por lo tanto, deben de ser sólidos...

—Eso podría habérnoslo aclarado un niño de cinco años —Se mofó Snape—. ¿Alguien podría explicarle al señor Potter la diferencia entre un inferir y un fantasta? ¿Señorita Ryddle?

La aludida levantó la cabeza, en realidad no parecía haber estado prestando atención. Su mirada era desinteresada, pero respondió de todas formas:

—El inferius es un cadáver reanimado mediante los hechizos de un mago tenebroso. No está vivo; el mago sólo lo utiliza como una marioneta para hacer lo que se le antoja. Un fantasma, en cambio, es la huella que deja un difunto en la tierra.

—Hombre, si de distinguirlos se trata, la definición de Harry es la más clara —Opinó Ron—. Si nos encontramos a uno en un callejón oscuro, nos limitamos a echarle un vistazo para ver si es sólido, y punto. No le preguntamos: «Disculpe, ¿es usted la huella de un difunto?»

Hubo una cascada de risas, acallada al instante por la gélida mirada que Snape dirigió a la clase.

—Todo depende de la persona —Interrumpió Theo a su lado, mirando al pelirrojo—. Si se trata de un cabeza hueca como tú, hay que dar una explicación a nivel, sabemos que es difícil para ti entender esta clase, o cualquier otra.

Los Slytherin volvieron a reír, mofandose de Ron.

—Otros diez puntos menos para Gryffindor —Anunció Snape, volviendo a demostrar su favoritismo—. No esperaba nada más sofisticado de ti, Ronald Weasley, el chico tan sólido que no puede aparecerse ni a un centímetro de distancia.

La cara de Ron estaba más roja que nunca, se notaba que los comentarios le habían afectado.

—Abran los libros por la página doscientos trece —Ordenó el profesor con una sonrisita de suficiencia—, y lean los dos primeros párrafos sobre la maldición cruciatus...

Alaska soltó un suspiro de cansancio. Leer sobre la maldición cruciatus, lo que le faltaba para hacer de su día un infierno.

A pesar de que por encima de las torrecillas del castillo empezaban a verse fragmentos de un cielo azul intenso, los indicios de la proximidad del verano no pudieron levantarle el animo durante el resto del día. Aquella tarde no se presentó en el despacho de Snape como era costumbre, no tenía las energías para seguir con la vinculación de sus hechizos.

Hace un par de semanas había logrado vincular el primero: Osconfractus. Severus había estado reuniendo huesos de animales por varios días, y luego de vagar por el Bosque Prohibido un par de días logró reunir una gran reserva. Alaska tuvo que practicar en ellos, y luego de días lo logró:

Con un tajante luz plateada que salía de su varita, el torso de animal que tenía frente a ella se partió justo en la tercera costilla, donde ella había estado pensando segundos atrás.

Se había sentido tan bien lograr su primera vinculación, le recordaba lo poderosa que era y el gran potencial que tenía. Sin embargo, en ese momento el recuerdo de esa emoción no era suficiente para motivarla a continuar con el segundo hechizo. Necesitaba un descanso y fue justo lo que hizo aquella tarde; acostada en su cama sin nadie molestándola y con la musica lo suficientemente alta para no pensar en nada más.
















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