Vida (Ermac & Skarlet)
Erron terminó de hacer el grabado en la lápida que había hecho para Ermac. Su último amigo no murió cuando fue absorbido por Shang Tsung, logró arrastrar apenas 100 almas para vivir, mismas que se fueron consumiendo poco a poco y abría terminado en cenizas de no ser por la ayuda de Ferra, quien lo protegió como alguna vez Torr hizo con ella.
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Skarlet explicó que los constructo como ella y "ese vil traidor" fueron los más afectados por la extinción de la magia, ya que la misma los mantenía vivos.
"El traidor real", lo había corregido él, explicando lo que fue de su vida hasta que fue expulsado en secreto del palacio por la emperatriz, quien lo culpó de tener cautiva el alma de su padre y perderla ante Shang Tsung.
—Luego de que Erron Black... Luego de que él... –
Reptile alguna vez, a las órdenes de Kotal, se enteró que Ermac realmente tenía emociones, pero que jamás pudo mostrarlas debido a la propia voluntad y poder de Shao Kahn, ¿Por qué un sirviente tendría la opción de escoger o sentir? ¿Por qué tendrían que ayudarlo con el dolor que es tener que pensar con tantas mentes y ni una sola a la vez?
Y ahora, era tan bizarro el simple pensamiento de que el falso emperador sería quien haya cuidado de él y de la mestiza. Las cosas suelen cambiar mucho cuando un viejo conquistador está abatido por su fracaso y no encuentra redención alguna para descansar en paz.
Ermac siempre fue un ser vivo, alguien con libre albedrío, a diferencia de lo que muchos creyeron.
La revelación contra Mileena le hizo abrir los ojos, era más que un sirviente. Lo supo cuando incluso ella le permitió vivir luego de decirle sus verdades, sobre como no era capaz de reinar tras casi ser asesinado por Havik, cuando ella lloró por su traición y él la abrazó.
—¿Aún lo extrañas? – preguntó acortando la distancia para agacharse donde estaba el constructo acostado y poder abrazarlo.
—Todos los días. – dijo él, derramando lágrimas que solo quemaron más sus mejillas putrefactas. —Pensé que el tiempo ayudaría.
—También yo. – respondió el Saurio de vuelta, respirando poco fuerte cuando su abrazo fue correspondido.
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—Alguna vez fuiste el más poderoso de todos los seres que conocí, Ermac. Pero no puedes venir con nosotros, no está vez. – replicó Reptile cuando Ermac camino con sus débiles piernas como lo era posible. El que alguna vez fue el maestro de las almas se tambaleó en su lugar, la falta de magia lo había dejado casi en los huesos, las túnicas que alguna vez se amoldaron a su cuerpo ahora se arrastraban por el suelo. Sus ojos ahora eran blancos, cualquiera creería que estaría ciego, pero la falta de magia le afectó mucho más de lo que pensaban.
—Por favor, Syzoth. Pasamos los mejores momentos de nuestra vida contigo. – alegó débilmente, sujetando las garras del saurio con un agarre poco firme pero seguro. —Y eso es lo único que podría ayudarnos ahora, más vida.
Pero la vida está afuera. Así que llévanos a vivir, como antes. Solo está última vez. No te fallaremos como alguna vez lo hicimos, 𝗧𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗿𝗼𝗺𝗲𝘁𝗼. –
Los ojos de Reptile se cristalizaron ante las palabras de su viejo amigo, a la par que Zarr solo volteaba a otro lado buscando no prestar atención. Se había alejado tanto de todos los demás, de todo lo que construyó y su propia gloria, que no podía realmente detenerse a pensar en que alguna vez estos dos guerreros destruidos fueron sus esclavos, en que ahora parte del dolor que cargan fue provocado por él.
—Incluso si vinieras, Ermac, solo Zarr es él único capaz de poder sostener el viejo cetro de los Dioses para recuperar la magia. –
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—Fuiste leal. – dijo Erron, quien estaba de rodillas frente a la lápida. El cuerpo del constructo no fue recuperado.
—Fuiste bueno. – lentamente Reptile se arrodilló a su lado, para dejar un pedazo de tela quemado perteneciente al maestro de las almas.
Ambos se sorprendieron de ver que Skarlet se acercó a ellos para también arrodillarse frente a su tumba. Sujeto entre sus manos el Kamidogu para ver su reflejo en su cuchilla, antes de dejarla frente a la lápida, al lado de la tela quemada.
—Fuiste un tonto. – agregó ella con una voz quebradiza.
Skarlet alguna vez fue enemiga de Ermac, tal vez lo eran aún. Pero no se sintió así los últimos momentos.
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Fueron encargados de ir a los páramos desolados, donde se encontraba el alma de Becrux para poder alimentar el cetro. Fue una suerte que sus fines fueran el mismo: vivir.
Entendieron que tienen más en común, incluso que ser solo constructos hechos para la pelea. Por supuesto que Ermac no amo a Skarlet en ese tiempo, su corazón pertenecía a Mileena y el de Skarlet estaba en otro lugar, pero empatizaron y supieron que no estaban solos.
—Si en verdad no queda nadie, eso nos convierte en el último legado de Shang Tsung. – Ermac estaba solo.
—Tienes razón, eso puede ser aterrador. – argumentó Skarlet. Su recuerdo era tan vívido.
—Nuestro nombre no estaba destinado a ser Ermac. Lo fue en un inicio, pero fue porque Shang Tsung y el emperador buscaban algo grandioso.
Ermac solo es el nombre en la lengua de Shao Kahn que se les da a los que fueron vistos como un error masivo.
Cuando fuimos creados, fue porque pensaron en la consecuencia resultante de buscar el poder y la iluminación. –
—Prometeo. Tu nombre era Prometeo. –
—Al poco tiempo, ya se notaba que no estábamos destinados a ser el mismo experimento exitoso que fue la dama de sangre creada antes de nosotros.
Hacer magia es fácil para los constructos que fueron creados por Shang Tsung, incluso los mestizos como Mileena. Pero nosotros sólo fuimos creados para ser una vasija de repuesto para Shang Tsung.
No pudimos cumplir el propósito con el que se nos fue creado. No pudimos proteger al emperador o a Mileena de si misma. No pudimos estar para Kotal.
Así que decidimos olvidar nuestro nombre y Ermac se quedó eternamente. Prometeo hubiera hecho que alguien esperará algo. –
La constructo hecha con sangre de los Edenianos miró su daga por unos momentos. Antes de hablar, sin saber si lo que estaba diciendo era para si o para el hombre detrás de ella.
—Pequeña, insignificante... Tienes que luchar por lo que no te dan. – suspiró, comenzando a caminar por los pasillos de piedra. —Con tus enemigos, claro, pero sobre todo con tus aliados.
Solo dicen que eres débil porque no entienden que hasta la fuerza más pequeña puede llenar un universo entero.
Para ellos, es solo el código de sangre que adquirí o propia brujería. Pero para mí... – lentamente dejo salir hilos de sangre por sus dedos para elevarlos sobre ambos, comenzando a mantenerla como lluvia estática que pronto comenzó a transparentarse para volar en todas direcciones como agua pura, llegando a dejar pequeñas flores sangrientas del mar de Rakash, perrmitiendo que la vida se abra camino a partir de la muerte. —Para mí fue magia. – pronunció, mirando con orgullo y maravilla de lo que era capaz.
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—¿Puedes traerle algo de sus viejos buenos recuerdos? – pregunto Erron al aire, rompiendo el silencio del luto que los tres guerreros guardaron.
Pronto, una estela verdosa comenzó a crear al rededor de la tumba un brazalete viejo que alguna vez Ermac usó, un símbolo de lealtad y amor que su correspondiente también usó. El brazalete de Mileena se materializó al igual que el de Ermac, ambos encima de la tumba de este.
—¿El reino del cielo puede hacer eso? – pregunto Reptile limpiando sus lágrimas.
—El bosque que nos rodea y sus criaturas son amigos. – respondió sujetando entre sus manos una araña para aplastar y lanzar sus restos al aire, que pronto tomaron forma de mariposas para volar en dirección al bosque. —Gracias, D'vorah.– agregó mirando alejarse el bivaque de mariposas.
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