Capítulo N° 15 | parte 2
| ADVERTENCIA DE CONTENIDO |
Este capítulo contiene escenas de extrema violencia y sangre, si esto es demasiado fuerte para vos, no dudes en saltear las escenas.
Tu bienestar es siempre más importante.
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Erica se encontraba en la enfermería, tenía un ojo inflamado, su labio partido y heridas en el pómulo. Además de su hombro dislocado y el corte en su cabeza por haberse golpeado contra el suelo. Todo en ella era dolor, tenía deseos de llorar pero también tenía miedo de hacerlo, porque sabía que eso le haría doler más. Y se repetía a sí misma que el castigo de Gretchen había sido más doloroso, que los azotes fueron peor y estar atada al sol igual, sin embargo no pudo retener las lágrimas por más tiempo y una a una comenzaron a caer por su rostro.
—No te preocupes, pequeña, todo va a estar bien. ¡Tu babushka no va a dejar que te molesten! —le dijo Sveta mientras acariciaba una de sus mejillas con suavidad, para no hacerle doler.
—¿Por qué? Ni me conocés —dijo con un sollozo, la miraba con un solo ojo porque el otro estaba demasiado inflamado.
—Porque me caés bien, y me recordás a alguien a quien quería mucho —dijo con una sonrisa.
—¿No será que te enamoraste de ella, Sveta? —bromeó la enfermera mientras sanaba la herida en la cabeza.
—¡No digas estupideces, es una nena! Solo me recuerda a Katya...
—¿Quién es Katya? —preguntó Erica con curiosidad, porque quería pensar en cualquier otra cosa, para no recordar a ese hombre que la atacó en el baño.
—Era mi hija... —susurró con una sonrisa triste, y al ver la sorpresa en Erica añadió—: ¡Bueno, no soy tan joven! Tengo treintaidós años, Katya tenía catorce cuando falleció hace tres años...
—Lo siento.
—No hay problema, me la recordás un poco.
Erica bajó la mirada y dejó ir un suspiro. Le habían dado un analgésico para el dolor, rogó que hiciera efecto rápido porque le dolía mucho. Y el dolor aumentó cuando le acomodaron el hombro, no pudo evitar gritar y lanzar miles de insultos en francés.
Sveta no se separó de ella en ningún momento, le hacía caricias en el cabello y le contaba historias para tranquilizarla, incluso prometió llevarla a un lugar especial cuando mejorara.
—Él me atacó en las duchas, me siguió desde el gimnasio —dijo Erica con un temblar de voz—, me estuvo observando todo el tiempo... Él quería...
—Pero no pudo, pequeña —le dijo Sveta con suavidad y tomó su mano con cariño—, le diste una buena batalla, y ahora el alemán debe estar terminándolo.
Erica la miró mientras se colocaba una bolsa de hielo en el ojo que acababa de pasarle la enfermera. El Loco le había dicho que era confiable, lo cual significaba que ellos ya se conocían.
—¿Sos amiga del Loco? —se animó a preguntarle, y ella sonrió.
—No. Somos rivales en realidad —dijo y levantó la barbilla con orgullo—. Yo soy la mejor loca de Naemniki y él es el mejor loco de Mörder.
—Debiste verlos pelear hace dos años —acotó la enfermera con una risita—, se deben una revancha, quedaron malheridos los dos ese día.
Sveta se levantó la musculosa negra para enseñarle una cicatriz en su vientre.
—Él me dejó esta cicatriz horrible —dijo con una sonrisa pícara—, y yo le partí la nariz, antes tenía una nariz muy bonita...
En ese momento ingresaron Aaron y Héctor, quienes habían sido avisados del ataque enseguida, uno por ser la pareja de Erica y el otro por ser el líder general de Naemniki.
—Perdoname, amor, debí estar ahí para protegerte —le dijo Aaron cuando se colocó a su lado, la tomó del rostro con cariño y depositó en su frente un cariñoso beso.
—Lamento lo sucedido, ¿podrías decirme quién fue? —dijo Héctor con seriedad—. Esto fue más allá de juegos, y yo no tolero esta clase de acciones.
—Fue Camilo —acotó Sveta—, yo lo vi. Ese imbécil no sabe cómo controlarse.
—Bien, ya a va a pagar por esto, no se preocupen, no va a salir impune —dijo Héctor al dirigirle una sonrisa a Erica.
El Loco pateó en el suelo a Camilo, se subió sobre él y lo golpeò varias veces en el rostro. Aquel hombre no podía siquiera gritar porque no le daba tiempo siquiera a respirar. Luego el Loco se rió al ver sus expresiones aterradas y tomó en su mano el cuchillo negro que tanto amaba, lo clavó rápido y sin vacilar en el vientre, para luego bajarlo con fuerza, lo abrió lenta y dolorosamente, y sonrió al oír sus alaridos de dolor y su voz de súplica. Luego, con esa sonrisa siniestra, introdujo una de sus manos en el vientre, retorciéndole los intestinos. El hombre comenzó a convulsionar por el dolor, y cuando su corazón terminó por pararse, el Loco torció sus labios en un gesto asqueado.
—Nein, nein, nein! ¡No te vas a ir tan placenteramente, freund!
Colocó las manos sobre su pecho para reanimarlo aunque fuera solo un instante más, ya que se estaba desangrando. Pero había tocado a Erica, había osado atacarla e intentar aprovecharse de ella, y eso no podía perdonárselo. Estaba furioso, y eso solo significaba que su muerte no sería nada placentera.
Su muerte no solo sería su venganza, también una advertencia a cualquiera que intentara dañarla otra vez.
Luego de un rato el corazón de su víctima volvió a latir, eso lo hizo sonreír con alivio. El Loco se rió con más ganas, hizo danzar su cuchillo en la mano para luego clavárselo en los genitales y arrancárselos por completo. Lo miró sangrar, vio con atención sus últimos gestos y se sintió satisfecho por ello, pero no era suficiente. Ese no era suficiente castigo ni serviría como advertencia, eso no demostraba absolutamente nada.
Entonces lo desvistió por completo y lo tomó de una pierna para poder arrastrarlo por el suelo, dejando un camino de sangre. Abrió la puerta con tranquilidad y salió de allí con él sujeto del pie mientras silbaba una alegre canción.
Aaron abrazaba a Erica en la enfermería, le secó las lágrimas y le dedicó palabras bonitas en su búsqueda por consolarla. Héctor les permitió dormir juntos solo por esa vez, solo para que Erica pudiera estar tranquila y también evitar posibles represalias de Aaron con Naemniki.
Héctor lo conocía bien, era el alumno preferido de su hermana, y era un gran asesino en un nivel superior al resto. Tenerlo de enemigo no era una opción, y la forma de evitarlo era ser amable con Erica.
Luego de sanar por completo sus heridas y de ponerle una férula para inmovilizar su brazo y hombro, salieron juntos de la enfermería y caminaron despacio por los pasillos. Erica se sostenía del brazo de Aaron, quien con mucho cuidado le ayudaba a caminar.
—Perdón, princesa, voy a intentar convencer a Gretchen de que se me permita estar con vos —le dijo—, casi no te puedo ver, no pude seguir entrenándote y tampoco puedo cuidarte.
—Igual no pudo hacerme nada —dijo ella aún algo adolorida, los analgésicos no habían hecho efecto todavía—. Solo quiero ir a recostarme, estoy muy cansada.
—Está bien, amor. Vamos despacio, ¿sí?
Sin embargo camino a la habitación de Erica vieron a muchas personas reunidas en el centro, donde Héctor solía dar discursos. Un camino de sangre se veía ahí, al que todos miraban con atención.
—¡¿Qué sucede acá?! —gritó Héctor cuando se acercó allí.
—¡E...eso...! —Una chica señaló el techo, en el centro del patio circular.
—¡¿Qué mierda?!
Héctor se sorprendió y se asqueó al igual que todos los demás, muchos comenzaron a vomitar a un costado al ver esa imagen frente a ellos. Erica y Aaron lo vieron con atención, sin cambiar sus expresiones faciales. Ella se había acostumbrado a su trabajo como barrendera, pero incluso así la imagen delante era simplemente macabra.
Un hombre estaba colgado de cabeza con una soga que lo sostenía de las piernas al techo. La sangre de su cuerpo goteaba poco a poco, dejando un gran charco escarlata bajo él. No había otro color allí que no fuera ese borgoña de la sangre. No tenía rostro porque este había sido arrancado, y su pecho estaba abierto de par en par, como si de una ventana se tratase. Sus órganos se veían ahí y sus intestinos caían por él hasta llegar al suelo.
Nadie se animó a acercarse, salvo por Sveta, que caminó tranquilamente hasta allí con un nombre en la punta de la lengua. Miró el cadáver con atención para luego tocarlo, aún tenía algo de calor en él, lo que significaba que fue reciente. Y al ver un tatuaje en forma de calavera en su hombro, la sospecha se convirtió en realidad.
—Es Camilo —dijo en voz alta sin ninguna clase de sorpresa.
—¿Él es...? —Erica abrió los ojos con sorpresa y su respiración se aceleró por un repentino miedo que no podía controlar.
—«Era», era tu atacante —dijo Aaron en un susurro.
Una risa macabra e histérica llamó la atención de todos hacia un rincón del lugar, sentado en el suelo, entre dos columnas estaba el Loco, que se puso de pie caminando hacia ellos. Su rostro y su cuerpo entero estaban bañados en sangre, que aún goteaba de sus dedos. Héctor lo miró con asco y se acercó para hacerle frente.
—¡¿Qué mierda hiciste?! ¡Eso es una abominación! ¡Ni siquiera los Locos hacen esa mierda! —gritó al señalar con la mano el cuerpo colgante de Camilo.
—Bueno, blöd, ich bin verrückt! Y, ya que tu incapacitada mente no me comprende, lo que quise decir es «¡estoy loco!» —se rió y lamió la sangre de su mano—. Ni los Locos harían eso, ¡pero yo soy el Loco! ¡El líder y supremo señor de los Locos! Y aún sabiendo que estoy loco mandaste a que me jodieran, me empujaste al límite, Héctor.
—¡Estás enfermo! —dijo Héctor y retrocedió un paso.
—Oh, ¿qué pasa, freund? ¿Acaso me tenés miedo? —se rió y se acercó a él, luego miró a todos los asesinos que lo observaban, caminó hacia ellos, que retrocedemían y lo apuntan con sus pistolas—. Oh, pero, ¿qué pasa? ¿No era que todos querían reírse de mí y hacerme la vida imposible? Acá estoy, ¡ríanse! Vamos, ¿qué pasa? ¿Ya no es gracioso? —los miró y frunció el ceño con odio, para luego lanzar un grito que los asustó—. ¡DIJE QUE SE RÍAN! —lanzó un cuchillo sin mirar hacia la cuerda que sostiene a Camilo al techo para que cayera al suelo.
Héctor lo miró al tragar saliva, no podía comprender tres cosas: la primera etia cómo pudo ser amigo suyo, la segunda era qué pudo verle Gretchen, y la tercera fue... ¿por qué hizo eso? Jamás reaccionó de esa forma, jamás hizo algo similar por nadie.
—No puedo creerlo, ¿te gusta la nena...? —pensó al verlo con sorpresa.
Erica lo miraba con sus ojos bien abiertos, aunque se había acostumbrado a los cadáveres por los barrenderos, y aunque ya había limpiado un trabajo del Loco, lo que tenía delante era diferente. No se parecía en nada al trabajo horrible y sanguinario que tuvo que limpiar. Este le parecía una abominación, pero también le causaba curiosidad, porque se imaginó las posibilidades de su limpieza.
Sin embargo, aunque estaba admirada por ello, también se encontraba muy asustada y sentía su corazón latir rápido, especialmente cuando él se acercó a ella. Erica por instinto retrocedió un paso.
—Alejate, enfermo —le gritó Aaron.
—Correte, pollito, si no querés terminar como ese imbécil.
—¡No te acerques a mi novia!
—¡Correte, la puta que te parió! —le gritó al tomarlo con fuerza del brazo, como si no pesara nada, y lo lanzó a un costado.
Luego se acercó a Erica que estaba en shock en ese momento, con sus ojos bien abiertos y sus extremidades temblorosas. Lo miró acercarse y, aunque quiso alejarse de él, su cuerpo no le respondía. Solo pudo mirarlo en silencio cuando él se detuvo frente a ella. Le acarició el rostro, manchándola con sangre.
—Mein engel... ¿estás bien? —le preguntó con un suave tono de voz, y ella solo asintió, aún en shock—. Nadie puede tocarte, mein engel... —acercó su rostro al de ella y apoyó su frente en la suya, luego le lamió la mejilla para limpiarle la sangre, después apoyó sus labios en su mejilla, dándole un pequeño beso—. Ich liebe dich, mein engel...
—¡Dije que te alejes de ella! —le gritó Aaron, que lo empujó haciéndolo a un lado.
El Loco dirigió su mirada hacia él, llena de odio, y no dudó en decirle entre dientes:
—Vos tampoco podés tocarla, hacele algo y el próximo vas a ser vos —le dijo con su mirada amenazante, luego miró a Erica y asintió con respeto—. Gute nacht.
Luego se alejó de allí a paso tranquilo, y todos le abrieron el paso. Definitivamente nadie se iba a animar a molestarlo o hacerlo enfadar luego de presenciar eso, y mucho menos alguien se animaría a tocar a Erica, que solo lo observó irse.
Todavía no había parpadeado ni un solo momento, no hasta que Aaron la tomó suavemente del brazo para poder guiarla hacia la habitación.
Más tarde, Erica y Aaron estaban recostados en la cama de ella, abrazados. Erica aún seguía en shock, pero de a ratos se encontraba triste y lloraba. Todo ese día había sido extraño y había terminado de una forma muy dura. Se sentía impotente, porque a pesar de haberle podido dar pelea, estaba muy agotada, pensó en las palabras de Fosa, él seguro le hubiese dicho que esas eran excusas, y sintió deseos de llorar por ello. Quería verlo, quería contarle lo que había pasado, quería que él le ayudará a ser mejor luchadora y a tener más resistencia.
Héctor había permitido que sus amigos fueran a verla, así que Thamma, Cele, y hasta Martín fueron a su habitación y le hicieron compañía un rato, el último le había hablado con mucho respeto, pero Chris no apareció en ningún momento. El único amigo que había hecho en Mörder no fue a verla, y Erica sintió su corazón destrozarse, porque siempre supo que Chris no dudaría en abandonarla, que de ser necesario la haría a un lado, pero había creído que la consideraba su amiga, y que ante una situación así le habría dado apoyo.
Apoyó el rostro en el pecho de Aaron, él la abrazaba con la suficiente fuerza para reconfortarla, pero no la suficiente para hacerle doler. Le hacía caricias y besaba su cabeza.
—Tranquila, princesa.
—Él no fue capaz de venir... —sollozó Erica con mucho dolor—. Se supone que es mi amigo y no fue capaz de venir.
—Entonces no es tan amigo como vos creías.
—No es justo, no es justo que porque ustedes tienen problemas me deje así del lado.
—No tenés que confiar en nadie de Mörder, mi amor —le dijo en un susurro mientras le daba caricias en el cabello.
—¿Y puedo confiar en vos?
—En mí menos todavía —dijo con una risa, ella lo miró para luego reírse junto a él.
Después se quedó en silencio, Sveta aún no había regresado a la habitación, supuso que estaría ayudándole a Héctor en ese momento. Ella había sido muy amable y logró tranquilizarla solo con su suave tono de voz, que se asemejaba a las caricias que su madre le dedicaba.
—Te dije que el Loco era peligroso, que te alejaras de él, ¿ahora me creés? —le susurró.
—Sí...
Se quedó en silencio, sí le daba miedo ese brote de ira, le daba miedo él y de lo que era capaz, pero también le causaba curiosidad el resultado.
—Bueno, me alegra que lo entiendas —le acarició el rostro para luego darle un beso—. Te amo, Erica.
—También te amo.
Ambos intentaron descansar, pero ella no podía dejar de pensar, no podía quitarse de la mente lo que pasó en el baño. Repetía la escena una y otra vez y se decía a sí misma «pude haber hecho esto», «pude haber hecho lo otro», y se repitió las mismas escenas una y otra, y otra vez, hasta que su cuerpo y su mente no dieron más, y terminó por caer dormida.
Tuvo un extraño sueño donde se ahogaba con todos mirándola, nadie hacia algo por ayudarla, solo admiraban su muerte y aplaudían como si de un show se tratase.
Al siguiente día cada uno debió ir a su zona, por separado. Y al pasar Erica entre la gente, todos la miraban, algunos con un desprecio inexplicable, y otros con miedo. Los murmullos no se hicieron esperar, se oían cuando ella pasaba cerca de alguno, pero terminaban en el mismo instante en que ella dirigía su mirada hacia ellos.
Se sentía incómoda así, con tantas miradas sobre ella, pero no era la única observada, Erica pudo ver al Loco amenazando al cocinero nuevamente para que le sirviera comida decente. Él se negó porque aún tenía las órdenes de su señor. El Loco entonces se llenó de ira y lo tomó del cuello, el pobre cocinero le tenía pánico, y más aún luego de ver cómo mató a Camilo la noche anterior, pero no había nada que hacer, si le daba comida decente iba a tener problemas con Héctor, y él podría hacerle la vida imposible mucho peor que el Loco, que terminó por cansarse y llevar su plato con ese menjunje-engrudo repulsivo.
Erica observó cómo todos le abrían el paso, y cuando el Loco se sentó en una mesa, las de a su alrededor se vaciaron en un instante. Él se rió por ello e intentó almorzar, feliz de no tener que soportar el bullicio a su alrededor.
Erica fue en busca de su comida, miró de reojo al Loco que se cubría la boca, tratando de soportar las arcadas que le daban. Le daba pena, porque incluso podía jurar que lo veía más delgado, así que tomó dos platos diciendo tener mucha hambre, y el cocinero sonrió ante ello, le sirvió el doble de comida porque estaba herida y necesitaba recuperarse.
Con ambos platos en una bandeja que intentó balancear en su mano izquierda –pues aún tenía inmovilizado su brazo derecho– se acercó despacio hacia la mesa del Loco. Él no giró al escuchar ruido, no la había visto, pero Erica creyó que estaba muy agotado de pelear como para atacar al que se acercara.
Apoyó ambos platos en la mesa, haciendo que el Loco levantara la vista para verla. Erica aún tenía su ojo algo hinchado y estaba morado, moretones se veían en su pómulo y su labio se veía también algo inflamado.
Lo miró fijo a los ojos celestes que la escrutaban con curiosidad porque no era usual que ella se le acercara. Ella quería decirle algo, pero no encontraba las palabras adecuadas para hacerlo.
Él entonces suspiró y le ahorró el trabajo de hablar.
—Estamos a mano.
Sin embargo Erica no se alejó, continuó mirándolo sin decir palabra alguna para luego sentarse frente a él.
—¿Necesitás algo? —preguntó él con seriedad—. Tu noviecito se va a enojar...
—Fue una mala idea —dijo ella y se puso de pie para tomar su plato con la mano izquierda.
El Loco la miró con intensidad, y antes de que se alejara la retuvo con su voz.
—Anoche, ¿de dónde venías? —le preguntó.
—De entrenar...
—¿Cuánto tiempo entrenaste?
—Dos horas, creo, tal vez más.
La miró en silencio un instante, luego suspiró.
—De haber estado más descansada, lo habrías matado vos. Él era más débil que mi primo —dijo y la vio asentir, ella sabía muy bien eso—. Erica... ¿puedo hablar con vos?
Ella lo miró con sorpresa por el tono de voz que utilizó, que la llamara por su nombre era muy extraño, pero asintió y volvió a sentarse frente a él.
—¿Me odiás? —le preguntó con un extraño tono de voz, pero luego de dudar ella negó con un movimiento de cabeza—. Entiendo... pero sí me temés, ¿verdad? Y más luego de lo de anoche...
Ella no respondió nada, ni siquiera lo miró, se mantuvo con la mirada baja.
—Como barrendera... me genera curiosidad, pero como ser humano... —se quedó en silencio, sin agregar nada más.
—Entiendo, entonces sería estúpido de mi parte desear que seas mía.
—No entiendo.
—Quiero que seas mía, ¡ya te lo dije! —dijo con un tono de voz extraño—. ¡Te amo, Erica! ¡¿No podés entenderlo?!
Erica se puso de pie enseguida y retrocedió un paso, su grito la había asustado.
—¿Me temés? —dijo con ironía y luego comenzó a reírse—. ¡¿Me temés a mí?! —la miró con el ceño fruncido y se puso de pie para poder sujetarla del mentón, y aunque fue suave eso la asustó—. ¡No es a mí a quien deberías temerle! ¡Quiero que estés a mi lado!
—¡Jamás! ¿Decís que me amás? ¡¿Que me amás?! —chilló ella con odio y le corrió la mano con asco—. ¡Estás enfermo! ¡¿A quién amás?! ¡No sabés lo que es amar! ¡Si me amaras no me harías lo que me hiciste siempre! Una persona que ama no intenta dañar a su amado... —lo miró con odio—. No te creo nada, y no te voy a creer nunca, ¡no cuando tengo la espalda marcada por tus manos!
Erica le dio la espalda para poder irse de ahí.
—¡Engel!
—Lass mich in Ruhe!—le gritó sin voltear.
El Loco la miró con sorpresa por ello, y con tristeza solo dijo:
—Está bien, te dejo en paz...
La miró alejarse, porque Erica se tomó el tiempo de aprender esa frase en alemán para que él no la molestara. Volvió a sentarse para observar la comida en ese plato que ella con tanto esfuerzo le había llevado, entonces se llevó las manos a la cabeza.
Erica caminó hecha una bola de furia, y si ya de por sí la miraban con recelo o miedo, las miradas que le lanzó al resto bastó para que no la molestaran. Tenía una gran e inexplicable mezcla de sentimientos, necesitaba hablar con alguien y claramente no podía contar con Chris, quien la estaba esquivando, o con Aaron, quien se pondría loco de solo oír lo que sucedió. Con un suspiro caminó para dirigirse a una zona diferente, subió por el ascensor y luego caminó por un pasillo hasta dar con el lugar donde se encontraba Gretchen, la vio organizando papeles, se veía cansada, y Erica sabía que el solo acercarse para hablarle podría ser peligroso.
Golpeteó la puerta hasta oír el permiso de esa fría mujer que la recibió con su mirada impasible. Tras ella, en una pared, estaba ese violín que protegía con su vida.
—Si vas a quejarte por lo de anoche, no me interesa —dijo Gretchen—, tengo problemas reales que resolver.
—Quiero ir con los barrenderos —dijo Erica con decisión.
Gretchen levantó una ceja y luego comenzó a reírse solo de verla tan herida, tenía un brazo inmovilizado y su rostro estaba morado e inflamado.
—¡Estás herida! No les vas a servir de nada, y Fosa odia perder el tiempo —dijo Gretchen con su risa.
—Quiero ir con los barrenderos —insistió Erica, esta vez con su ceño fruncido y su mandíbula trabada.
Gretchen se sentó y cruzó sus manos al frente, la miró con atención, con curiosidad y con muchas dudas.
—Estás herida, deberías descansar, ¿por qué querés ir con ellos? No vas a poder trabajar así.
Erica la miró fijo a los ojos negros, sintió su sangre hervir de ira y no supo que rostro puso, pero las expresiones de Gretchen habían cambiado por completo.
—Porque estoy enojada —dijo Erica con su rostro serio y su mirada dura—, y necesito romper en pedazos algo o alguien.
—Anoche ya rompieron en pedazos a alguien y eso nos causó muchos problemas —Gretchen la miró fijo, con sus manos entrelazadas frente a su rostro—. ¿Debo preocuparme, princesa?
—No tendrás problemas, esa gente ya está muerta.
Gretchen levantó sus cejas y luego comenzó a reírse, porque sintió que estaba hablando con el Loco y no con la princesita de Mörder.
—A veces me olvidaba por qué te elegí, gracias por recordármelo —dijo y tomó el teléfono de escritorio—. No puedo enviar a nadie sin autorización, yo mando en Mörder, no en los barrenderos. Lo consultaré con Fosa y si él acepta, entonces te llamaré. Ahora andate, ¡no me hagas perder el tiempo!
Erica asintió con respeto y salió de esa habitación, pero no se alejó, se ubicó a un costado de la puerta para poder oír a Gretchen. Estaba tan enojada que quería saber si en verdad llamaría a Fosa.
—Hola, Fosa, atendiste muy rápido —dijo Gretchen con sorpresa—, sí, no te voy a hacer perder el tiempo...
Erica entonces se alejó de ahí al comprobar que en verdad lo había llamado, y regresó hacia los ascensores para poder volver a las instalaciones.
Y al caminar por los pasillos vio de lejos a Chris, con su sombrero en la cabeza. Estaba en la zona de disparo, Erica estaba enojada y decepcionada de él, pero igual lo miró practicar. Chris no erraba ni un solo disparo, y era mejor incluso que los profesionales a su lado, quienes lo miraban con recelo.
Con un sabor amargo en su boca por haberlo visto, Erica decidió ir a la habitación para recostarse hasta que Gretchen decidiera llamarla en caso de que Fosa aceptara su ayuda.
Tenía que pensar muy bien qué le diría a ese hombre tan intimidante, porque no podía simplemente aparecer malherida frente a él sin un plan.
Hola gente, espero les haya gustado estos dos capítulos que pasaron.
Decidí poner una advertencia al principio solo por si acaso <3
Empecemos con la ronda de preguntas:
El castigo del Loco para Camilo, ¿lo consideran exagerado o justo?
¿Creen que luego de ello dejen tranquila a Erica?
¿Y qué hay de él? ¿Será que dejarán de provocarlo?
El Loco le declaró su amor a Erica :0
¿Qué opinan al respecto?
Erica quiere ir con Fosa, ¿cómo imaginan que será ese reencuentro en caso de suceder?
Nos leemos la próxima, muchas gracias por estar acá <3
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