Yo no lo dije.
Capítulo 17.
Yo no lo dije.
—Hemos terminado por hoy— Alberto hizo sonar su silbato indicando el final del entrenamiento; —nos encontraremos aquí mismo mañana, a las setecientas horas.
—Te dije que estaba demente— susurró Duncan cuando trotó un poco alcanzando a Julián, —además es un completo payaso, mira que hablar de esa manera. ¿Qué no puede decir "las ocho de la mañana" como la gente normal?
Era el segundo día desde que habían sido sometidos a un riguroso entrenamiento, junto con otros jóvenes deltas; Julián por orden de su padre y Duncan por su madre; el primero como parte de su castigo, y el segundo como parte de su entrenamiento como hijo de la primera beta. Alberto, el segundo beta de la manada, estaba a cargo del dirigir el entrenamiento de ese grupo en específico, con órdenes expresas de tratarlos sin ningún privilegio.
—Se refiere a las siete; y ya, no pienses demasiado en ello.
—Es imposible— exhaló, —seguramente el mocoso la está pasando mejor— se quejó de que Bernardo estuviera asignado a otro equipo de entrenamiento. Los grupos no eran de más de seis individuos, de esa manera el líder tenía mejor control y hacía más efectivas las prácticas.
El pelinegro bufó, —Ellos apenas están aprendiendo a tener el control total de su lobo. ¿Quieres estar ahí?
—Suena más divertido que correr bajo el sol hasta morir.
Julián rio antes de alargar el brazo para pasarlo sobre los hombros de su amigo y decir, —Eres un idiota perezoso, ¿lo sabías?
—Me lo han dicho alguna vez. Pero aun así te he llevado la delantera estos últimos días; definitivamente mi lobo está en mejor forma que el tuyo.
—Es posible, admito que los entrenamientos me dejan cada vez más exhausto.
Duncan miró sobre su hombro, asegurándose de los demás estuvieran lo suficientemente lejos antes de preguntar; —¿Has hablado con Mauricio?
Julián asintió, —sí, y dice que te Efi te manda saludos.
—Vaya, no se rinde, ¿eh?
—Es una buena chica.
—No lo dudo, pero no es mi tipo.
—¿Porque es humana?
Duncan meneó un poco la cabeza antes de responder, —no en realidad, solamente me agrada, es todo.
Julián decidió no ahondar en el tema, sabía lo incómodo que era sentir que te "obligaran" a gustar de otra persona; así que regresó al tema de Mauricio, —también me comentó que dentro de un par de semanas empezarán a ir a la escuela de nuevo, será el último año antes de graduarse; está muy entusiasmado.
—Ya lo creo, tendrás a tu médico personal, alguien para atenderte en caso de emergencia, siempre a tu disposición, las veinticuatro horas del día.
—Veterinario— le corrigió.
—Mejor aún; la próxima vez que te espines la pata tendrás a quien acudir— rió Duncan, remembrando cuando el día anterior el lobo de Julián quedó atrapado en los matorrales.
...
..
.
Dafne caminó con prisa por el pasillo que llevaba al despacho del alfa, se detuvo cuando llegó frente a la puerta y tocó.
—Adelante— la voz grave de Adolfo resonó.
Ella hizo lo mandado y preguntó, —¿Alfa, me ha llamado?
El hombre asintió, —¿Cómo lo está haciendo Julián?
—Muy bien— contestó, —es el quinto día y hasta ahora ha estado asistiendo a todas sus prácticas, la casa que se le asignó está limpia y orden. Lo está llevando bien.
Adolfo suspiró, —espero que pronto olvide esa loca idea que tiene, no puede cancelar su unión.
—Tal vez si...— la mujer se relamió los labios, pensó en retractarse, pero ya había abierto la boca, así que continuó, —si la boda se aplazara las cosas serían menos tensas para él.
—¿Tú también?
—Sólo digo que puede que tenga miedo porque nunca ha visto a su prometida. Si la conociera, si conviviera con ella por unas semanas, sería más fácil para él—, Adolfo era su alfa, pero también era su primo de sangre, así que apelando a ello se atrevió a agregar olvidando las formalidades, —¿Olvidas cómo te sentías cuando te ibas a casar con Beatriz? Yo aún recuerdo lo alterada que estaba cuando me casé con Héctor.
Los labios de Adolfo se curvaron en una sonrisa socarrona bajo su tupido bigote, —estabas tan nerviosa que olvidaste las palabras en el altar.
—Sí. Y no salí corriendo porque me fue físicamente imposible; gracias al ancho vestido nadie notó lo temblorosa que estaba.
La sonrisa de Adolfo fue más evidente, —eso crees tú, temblabas más que una gelatina.
Dafne le devolvió la sonrisa y retomó el asunto principal, —Julián es un buen muchacho, es como un hermano para mi niño; no seas muy duro con él.
—Es un alfa, tiene responsabilidades; no puedo ser blando.
—Entiendo— Dafne cabeceó recobrando la postura, —y si no hay otra cosa más, alfa, debo retirarme.
Adolfo asintió; y cuando la beta tuvo al pomo de la puerta en su mano, lista para marcharse, el hombre agregó, —por favor, no pienses que soy un tirano, mi posición no es fácil, pero haré lo mejor y lo que crea conveniente para él.
"¡Vamos, sólo un poco más!"
Julián se dio ánimos mentalmente cuando el lobo café de Duncan lo alcanzó.
Ese día habían practicado toda la mañana con las armas, luego Alberto había prolongado el descanso vespertino, pidiéndoles de que se reunieran de nuevo cerca de la medianoche. El joven alfa había aprovechado ese largo descanso otorgado para dormir, antes de dejar salir a su lobo para la práctica nocturna; últimamente se había estado sintiendo muy cansado así que pensó que una siesta le haría recuperar su energía. Pero se equivocó.
"¡Respira, eso; tú puedes!"
Comenzó a agitarse cuando trató de acelerar, pero parecía que era todo lo que daba. Duncan lo rebasó y entonces trató de esforzarse para no quedarse atrás; pero luego, bajo la luz de la luna y ante sus ojos, su amigo se convirtió en una mancha borrosa y después todo quedó oscuro.
Tras unos segundos el lobo de Duncan clavó sus garras en la tierra para poder frenar, el grupo estaba en el bosque, en un área no muy espesa, por lo que la luz de la luna les permitía ver bastante bien.
El espécimen café regresó de inmediato sobre sus enormes y fuertes patas, se detuvo cuando estuvo frente al gran lobo negro. Duncan flexionó sus extremidades delanteras y con el hocico empujó con suavidad la cabeza del otro cuadrúpedo; el lobo de Julián parecía somnoliento y respiraba con algo de dificultad. Entonces Duncan aulló por auxilio.
—¿Cuántos dedos ves? ¿Quieres que llame a mamá?— fueron las primeras preguntas que escuchó al abrir los ojos, al mismo tiempo que cuatro dedos se agitaban frente a su rostro.
—¿Qué sucedió?— su voz estaba algo ronca, como cuando acababa de despertar por la mañana.
—Te esforzaste demasiado— explicó Duncan, —te lo dije antes, tu lobo no está en forma.
—¿Me desmayé?— indagó al sentarse para estar más cómodo sobre el colchón, estaba en la casa que se le había asignado.
—Como un maldito saco de patatas, levantaste el polvo. Alberto dijo que era una vergüenza, algo inconcebible, que el heredero alfa no tuviera buena condición física; yo, como buen amigo, me ofrecí a traerte y cuidar de ti— cruzó los brazos sobre su pecho, acomodándose en la silla de madera, junto a la cama.
—Sí, me lo imaginé— ironizó, sabía que Duncan buscaba cualquier pretexto para escabullirse.
—Era la única manera de que no hiciera un escándalo. ¿Querías que llamara a tu padre para decirle que eres una vergüenza, blah blah blah?
—No.
—Pues, de nada, hombre— Duncan se miró las uñas; —además, no sería un buen cómplice si te hubiera dejado allí tirado.
Julián sonrió, en realidad Duncan era un gran apoyo, —te lo agradezco; por todo, en especial por guardar el secreto.
—Cosa que no es nada fácil.
—Lo sé, sé que crees que no le agradas.
—No lo creo, estoy plenamente convencido.
—¿Sabes? Nada me agradaría más que ustedes dos se llevaran bien.
—¿En verdad le quieres?— la respuesta tal vez era obvia, pero Duncan quería estar seguro. Porque en el fondo, él también deseaba encontrar a alguien especial.
—¿Lo dudas? Más que querer, le amo, es mi pareja.
La puerta principal se abrió de repente, casi al mismo tiempo que la pregunta fue hecha por una tercera persona, —¿Es tu qué?
Ambos chicos voltearon hacia la entrada principal; la puerta de la habitación estaba abierta de par en par, la casa no era muy grande y por su distribución, quien ingresara tenía prácticamente acceso directo a la recámara. Dafne estaba allí, con los ojos muy abiertos ante aquella insólita declaración.
—Para que conste, yo no lo dije— murmuró Duncan desde su lugar tras unos segundos.
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NOTAS DEL AUTOR.
El próximo capítuloes un poco más largo y revela algo del pasado de los padres de Duncan. Otra cosa, no se acostumbren a las actualizaciones tan seguidas, hay semanas en las que puedo subir hasta tres capítulos; hay otras en las que sólo puedo avanzar en la redacción de un párrafo. Nos estamos leyendo.
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