37: ¿Esto es envidia?
El cumpleaños de la princesa Gamma Cygnus dio inicio. En la mañana se hizo la ceremonia de las flechas. Una procesión de jovencitas que formaron arcos con flechas en llamas, desde donde se recibió a la pequeña revoltosa en su desfile hacia su simbólico nuevo año de vida.
Un momento emocionante para algunos, en especial para aquel varón de Hydra con el favor de toda la nobleza y grandes cantidades de tierra a su disposición. Sus ojos no se despegaron jamás de la doncella Merak, la que no tenía gracia ni brillo, pero sí una actitud que le cautivó.
Esa tarde, el varón de Hydra e Isamar se fueron de caza con Altair Merak como chaperona. Volvieron, y pasearon los jardines artificiales. Al momento de regresar al castillo, Isamar ya tenía pareja para el baile de esa noche.
—El varón es todo un caballero, hasta me trajo flores... ¡De Hydra!
—Si las trajo desde Hydra, dudo que estuvieran destinadas para ti en un principio —repuso la princesa.
Isamar no permitió que el malhumor de Shaula opacara la sonrisa que había resultado de su gran día, y siguió revisando el libro de bocetos donde buscaba su disfraz ideal para la noche.
—Yo creo que el varón trajo esas flores esperando la musa ideal para regalárselas —dijo Jabbah, sentándose junto a Isamar con aire soñador para no perderse los detalles de su romántica historia—. Estoy segura de que en cuanto te vio, querida amiga, supo que eras la merecedora de ese detalle.
—Flores blancas —agregó Altair, quien separaba las piezas del traje de noche de la princesa—. Isamar y las flores blancas tienen una armonía muy curiosa. Encajan con ella.
—Es creativo —agregó Isamar con sus ojos chispeantes—, la mayoría regala flores rojas.
—Y habría sido lo ideal, pues el rojo es el color históricamente relacionado a la pasión —detalló Shaula desde su mesa donde leía algo de teología ligera para pasar el rato.
—¿Qué flores regalarías tú, Isamar? —cuestionó Jabbah—. Si tuvieras que hacerlo, por supuesto.
Isamar miró al techo, idéntico al de una fortaleza, tan distinto del diseño del castillo de Ara. Pero ella no parecía ver la piedra, sino a través, con una ensoñación poco usual en su persona.
—Girasoles. Flores amarillas, pétalos que evocan el sol. Si tuviera que regalar flores, ¿qué más ideal que su magnificencia?
—En cambio, te conformas con margaritas. Pequeñas, pálidas y poco deslumbrantes —repuso Shaula.
—¿Quién le ha dicho que fueron margaritas? —preguntó Isamar con un deje de picante diversión en su voz.
—Tu hermana hizo alusión a flores blancas, no es muy complicada la conclusión.
—Eso, o ha husmeado en mis pertenencias.
Shaula puso los ojos en blanco, pero ni se molestó en discutirlo.
—No tiene importancia, a mí me han gustado las flores —retomó Isamar.
—Y todo de aquel varón, al parecer —agregó Shaula entre dientes.
—¿Está mal que me guste el hombre que me pretende?
Shaula pasó la página de su libro con indiferencia y contestó:
—Optimista de tu parte llamar pretender a un paseo.
—Lo tiene totalmente cautivado, alteza —dijo Altair con orgullo por su hermana—. ¿Puede creerlo?
Shaula miró a Isamar de soslayo, sintiendo un grave impulso de insultar cada una de sus carentes facultades. Pero se abstuvo, concentrándose en la sonrisa que ocultaba su dama.
—Lo creo. Hay hombres sencillos, y su hermana no lo es. Con su determinación, es hasta predecible este interés que ha despertado.
Por desgracia, Isamar no dio indicio de tomar la respuesta como un cumplido.
—¿Por qué atribuye el interés del varón a mi determinación? ¿No cree que haya podido cautivarlo sin pretenderlo?
Shaula cerró su libro y concentró su atención en su doncella.
—Me es indiferente lo que haya hecho para cautivarlo, Merak, tengo asuntos qué atender.
—Escoger aretes no son asuntos que deba atender, ¿o sí? Es nuestro trabajo, después de todo.
El comentario, que parecía existir con esa intención, enfadó a la princesa al punto en que no pudo morderse la lengua.
—¿Y por qué mejor no vas practicando para cuando ya no tengas este arduo trabajo? Lárgate de mi vista, Merak. No necesito tu ayuda esta noche.
Isamar se levantó, pero en lugar de obedecer la orden, recogió el pie que había hecho el ademán de alejarse y soltó todas las palabras que picaban en su garganta.
—¿Por qué no está feliz por mí? Llevamos meses atendiendo sus caprichos a los que tildan de necesidades, y lo mínimo que esperaba de ese tiempo compartido es que sea capaz de sentir algo más que envidia por alguna de nosotras...
—¡¿Envidia?!
—Mejor vete, Isamar —atronó su hermana con claro reproche—, la princesa te ha dado una orden.
—No —desautorizó Shaula—. Quiero saber de qué clase de envidia está hablando esta ingrata. Ilústrame, Isma, ¿qué hay en ti que pueda yo envidiarte?
Risa, bufido o maldición, cualquiera serviría para describir el gesto de Isamar a partir de esas palabras. Sus mejillas habían adquirido un rubor tan intenso que se esparció hasta su cuello.
—Si no es envidia, entonces estoy francamente perdida, alteza. ¿Por qué le molesta tanto que yo tenga una pareja para el baile?
—¿Crees que envidio tu pareja, inepta? Podría escoger cualquier...
—Podría, pero no lo hace. Está sola. Y bailará sola, porque esta vez no me tendrá a su lado para mangonear durante el baile.
—¿En serio crees que eres la única con una pareja? ¿Creíste que la princesa de Áragog llegaría a ese baile sin un caballero con el cual bailar? Tengo pareja desde antes que tú.
—Por supuesto.
—¿Pones en duda mi palabra?
—En lo absoluto, princesa, estoy segura de que saldrá de aquí directo a donde sir Lencio a ordenarle que la escolte a ese baile como su pareja.
—Tus palabras te condenan.
—¿A que me tenga en todavía peor estima?
Shaula se puso de pie en un arrebato, sus manos impactando contra el libro cerrado. Estaba dispuesta a poner fin a la discusión, pero no perdiéndola.
—En serio me alegro por ti, Isamar, pero tus actitudes no son las de una mujer, son las de una niña. Disfruta tu baile, porque es todo lo que obtendrás de ese hombre.
—Por el contrario, imagino que el suyo le tendrá una propuesta incluso antes de salir de aquí, ¿no? Esa es la definición de envidia, alteza, empezar a desear algo solo porque su amiga lo tiene.
—¡Entiende que tú no eres mi amiga!
—¡Pues gracias a Ara!
Isamar estalló, dio media vuelta y abandonó la habitación al fin.
~•☆♡☆•~
La hora del baile estaba cerca, y justo cuando las damas y la princesa decidieron empezar a alistarse, sir Aztor y sir Lencio ingresaron a la habitación.
—Su majestad está aquí, alteza —anunció sir Aztor—. Pido su permiso para escoltar a las damas a otra ala del castillo donde puedan prepararse, su majestad desea hablarle a solas.
Shaula asintió y el guardia llevó a cabo lo dicho en compañía de sir Lencio.
Un instante más tarde, su majestad Lesath Scorp ingresó.
—Majestad.
—Princesa.
—¿A qué debo el honor de su visita a mis aposentos?
—Quería hablar con mi hija. A solas.
—Podías haber enviado alguna vendida por mí.
—Me apetecía caminar.
Shaula asintió y no insistió en lo extraño de la visita. Gesticuló con sus manos para crear una elegante invitación a su padre para que se sentase y tomó asiento no muy lejos para que la conversación se llevara a cabo sin elevar la voz.
—Le has escrito a tu abuelo —señaló el rey sin más palabras que dieran pistas de sus opiniones al respecto.
—Es mi abuelo, después de todo. ¿Quiere que evite esta correspondencia, majestad?
—No. Puedes elegir a quien hablarle, y cuándo hacerlo, solo me intrigan tus motivos.
—¿Ha interceptado la carta?
—La has enviado sellada, y sellada ha llegado a su destino. No la he tocado.
—Entiendo. No tiene de qué preocuparse, majestad, no he revelado asuntos de Estado ni nada delicado.
—Confío en ello.
No se agregó nada más al respecto. Shaula se preguntó si la única intención de su padre al sacar el tema era revelar que estaba al tanto del intercambio de correspondencia y nada más.
Tenía que tener mucho cuidado, sin importar el por qué.
A Shaula por primera vez se le antojó extraño ser hija de un rey. Es la figura más importante de todo un reino, el símbolo más alto de poder, la potencia que rige en nombre de la fe y ante quien se posan incluso los más altos mandos. En Áragog, Lesath Scorp no es solo el regente de una enorme nación, sino que tiene bajo el liderazgo de su monarquía otros principados igual de poderosos. Es lo más cercano a una divinidad. Y ahí estaba, sentado frente a ella como un mortal.
Tener la corona tan cerca de sus ojos la hacía parecer falsa, poco digna del revuelo que provoca y las guerras que la precedían.
—He oído que hubo reciente reunión del consejo —dijo Shaula con una sonrisa incomoda en su rostro atribulado.
—Qué leales tus guardias al comentártelo. Trátalos con el respeto que se merecen, es poco usual encontrar sirvientes de ese tipo.
—En realidad me he enterado por el alto lord, Cepheus Cygnus —mintió Shaula, aunque era inútil, solo quería sacar el tema—. Me comentó su preocupación por el futuro de sus hijas y nietas. ¿Tienen un veredicto?
—Sus hijas, ambas, serán casadas con plebeyos honorables y respetuosos. Es lo más que he podido hacer por su situación. Pero te pido que no repitas lo que hoy te comparto. Estos detalles no los conoce nadie, ni siquiera su esposa.
—¿Lady Cygnus no lo sabe? Pero si ella era quien estaba en la reunión...
—Apariencias. Shaula, esa reunión no era más importante que esta. El parlamento se lleva a cabo en cada conversación que se tiene con el rey, no es necesario ponerle título ni fecha. Te molesta no ser parte de las reuniones, que son una fachada, pero me tienes a tu disposición más que cualquier lord y no lo aprovechas por estar quejándote de lo primero.
—Padre, no creo estar entendiéndole. ¿Cómo que una fachada?
—Lord Cygnus ya había discutido conmigo el futuro de su familia, ya había cedido con anterioridad a las peticiones de su pueblo y la ley. Sus hijas serán casadas fuera de la nobleza, sus nietas serán vendidas. Esta reunión fue solo una distracción, un espacio para dejar pelear a lady Cygnus por sus hijas. La mantendremos ocupada en esta guerra unos años más mientras las niñas cumplen la edad para casarse, y mientras ella cree que está ganando batallas en las reuniones, manteniendo su esperanza viva, disfrutando estos años plenamente con sus hijas.
—Pero qué hijo de los testículos de Canis el alto lord... ¡¿Cómo le hace eso a su esposa?! ¡¿Cómo le hace eso a su familia?! ¡Y mira que le tuve compasión al muy desgraciado!
—Teme que su esposa lo asesine si se entera que ya ha cedido, así que la deja creer que pelea por algo.
—¡La dejas creer que pueda ganar!
—Es ella quien cree que puede pelear.
—¡Pero debería poder! ¿Entonces de eso se trata? ¿La única forma de ser una mujer poderosa en este maldito reino es pretendiendo, y perdiendo de todos modos?
—Shaula, para.
—¡No quiero parar! ¡Es injusto!
—Esta no es nuestra guerra. Lo que te llena de cólera es una batalla entre lady Cygnus y su marido, no tuya, no mía. Él ha pretendido que ella es quien tiene el poder, y a sus espaldas la ha despojado de todo atisbo de este. No puedes interferir, solo puedes aprender de ella.
—¿Qué sirios puedo aprender de esa maldita realidad?
—Aprende que, si has de elegir, deberías ser como Cepheus y no como su esposa. Es preferible ser el que no pretende, pero gana, a aquel que escandaliza y pierde tragicamente con su causa.
—Padre...
—Te ruego que renuncies al consejo, Shaula. Deja el puesto de embajadora para alguien que esté mejor capacitado para lo único en lo que tú careces: no incomodar. Jamás te dejarán en paz si participas en sus batallas. Jamás te reconocerán como su igual.
—Es mi único espacio... Padre, no me pidas esto, te lo imploro. ¡Apóyame!
—Shaula, te quiero viva, hija mía. Viva y a salvo. Ya hay suficientes egos heridos por tu existencia. Temo que algún día hieras el equivocado.
—Padre, por favor...
A Shaula se le quebró la voz, pero no permitió que llegara mucho más lejos.
—No me hagas ordenártelo. Demuestra que tienes la madurez.
—¿Para qué? ¿Qué gano con demostrarte mi madurez si me despojas de toda responsabilidad donde podría ser útil? ¿Para qué ser madura cuando mi destino es social y no político?
—Te dejaré pensarlo.
—No hay nada que pensar. Está decidido, ¿no? No puedo hacer nada al respecto.
—Todavía recaen en ti grandes responsabilidades...
—Escoger los aretes de esta noche, vaya. Qué deslumbrante responsabilidad.
Lesath no se mostró ofendido o afectado por el temperamento de su hija. Dejó pasar la tormenta y aguardó apacible hasta ver oportuno agregar:
—Debemos hablar de tu hermano.
—¿Tienes más noticias suyas? ¿Cómo sigue? ¿Nos alcanzará?
—Por ahora estará internado.
—¿Por su salud?
—Mental, principalmente. En cuanto a la física parece estar todo muy óptimo. El problema es el desfase en sus recuerdos. Debe tener un tiempo para ponerse al día con su situación política y familiar. No podemos permitirnos un príncipe desequilibrado en la corte. Volverá cuando esté listo.
—Y lo tiene difícil —convino Shaula a regañadientes, pues seguía sufriendo el desenfreno de la impotencia pulsando en sus venas—. Despertar sabiendo que tu propio hermano es el responsable de tu estado por el envenenamiento...
—De esto es precisamente de lo que debemos hablar. No puedes repetir ese detalle jamás. Antares no recuerda esa cena, Shaula, es imperativo que siga siendo así. Hemos culpado a una vendida por su envenenamiento. No podemos permitirnos una guerra interna, hermanos contra hermanos, rencillas que acabarían en intentos de homocidos que por consiguiente destruirán esta monarquía. No. Debemos pensar en el bien de esta familia y de todo Áragog como prioridad.
—Creo que Antares tiene derecho a saber que su medio hermano quiere asesinarlo.
—Sargas jamás ha tenido intención de matar a Antares, no repitas lo que desconoces. Sargas solo buscaba asegurar su propia vida, aunque en medio de su desesperación optara por medios horrorosos que nos han costado mucho a todos.
—No crees eso.
—No, estoy convencido.
—Pudo haberlo matado...
—De haber querido, lo habría hecho. El veneno que usó fue demasiado rebuscado, por su necesidad específica de provocar el coma sin dejar secuelas ni llegar a ser mortal. Él mismo me ha dado el antídoto una vez asegurada su supervivencia... y su lugar en el trono.
—Lo has mentido, ¿no? —preguntó Shaula con un tirón doloroso en su pecho, el aguijonazo de la dolorosa esperanza.
—No, Shaula. Debemos pensar en lo que es mejor para el reino. La opción que mantiene la paz será siempre la correcta.
—No... ¿Dejarás que el bastardo ocupe tu trono?
—Shaula. Creo que es momento de que hablemos sobre ciertas ideas, fantasías e ilusiones que tragicamente he alimentado a lo largo de tu crecimiento. Es muy lindo, incluso para mí, soñar con un mundo donde puedes tener la corona que parece que has nacido para portar... pero no hay caminos que lleven a esa realidad sin pasar por la guerra. Y nada, hija mía, vale tanta sangre y tanta pena. Ni la corona más grande del mundo.
—Yo soy tu primogénita —gimoteó la princesa, sobrecogida por los recuerdos de una niñez donde jugadas de ajedrez y lecciones diarias construyeron una fantasía que se desinflaba frente a sus ojos.
—Y una mujer, Shaula. Debes recordar lo que eso significa. Incluso sin Sargas, tú no podrías gobernar jamás.
—Tú me has creado, padre. Me formaste para algo...
—Algo que no es posible sin sangre, dolor y muerte. Deberás vivir usando esa formación para labrarte el mejor futuro, sin interferir en el de tus hermanos.
—Me niego —espetó ella, tan nublada por las lágrimas que una de ellas se derramó con fuego; tan tensa su mandíbula que sus dientes parecían a punto de romperse—. No he nacido para ser menos que Sargas el bastardo y Antares el menor. ¡Yo soy tu primogénita!
—Tú eres mujer.
—¡Mi madre fue mujer y reina!
—¡Y mira como terminó!
Ese fue el puñal que terminó con el impulso del llanto en Shaula, transformándolo en bilis que buscaba huir por su garganta.
—Prepárate y da un buen baile, todavía tenemos que casarte.
~~~
Nota:
Cometen aquí todas sus opiniones del capítulo.
¿Qué piensan de la conversación de Shaula y el rey?
¿Y de la discusión de Shaula e Isamar?
¿Qué creen que sucederá en ese baile?
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