01: Lluvia de sangre
Ningún personaje me pertenece, todos sus derechos a los respectivos creadores.
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Al igual que la guerra anterior, nadie sabe cómo empezó ésta. Alguien se habrá ofendido, alguien habrá sido atacado, quizá alguien estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado, alguien se puso celoso e hizo algo que no debía, quizá simplemente fue alguien estúpido. Puede que todas estas cosas ocurrieran, pero nadie sabrá nunca cómo empezó la guerra anterior, la actual y todas las que seguramente vendrán.
Porque la guerra define el camino de los hombres y de los shinobi, todas sus vidas se definen por lo que harán en ese momento, porque todos han anhelado pisar el campo de batalla y ser héroes, leyendas entre el pueblo. Porque la guerra es crucial para avanzar, para abrir nuevas fronteras, para reafirmar y derrocar poderes. El mundo está hecho para ser un campo de guerra, los shinobi para llenarlo y las leyendas para ser recordadas.
Porque la violencia está tan unida al hombre como la lluvia a Amegakure no Sato, algo tan constante que ya parece formar parte del paisaje. ¿Lo hace menos pintoresco? Dependerá de la perspectiva, algunos la odian y otros la adoran.
Para nuestro protagonista, el clima es lo que menos importa ahora. Mira todos los cadáveres a sus pies, tanto de sus enemigos como de sus aliados.
-Emboscada- es lo que sale de sus labios, era la mejor y más coherente deducción que tenía de cómo estaba distribuido todo.
La lluvia parece lavar la sangre, como si fuera la única colaboración que el cielo haría por ellos. El oscuro poncho de lluvia no permite describir su figura, sólo se distinguen sus brillantes ojos rojos, contemplándolo todo.
Tras unos instantes se marchó, no podía quedarse allí lamentando algo tan desgraciadamente frecuente como la muerte, quizás honraría a aquellos shinobi recordándolos y si no de todas formas ya son uno con la lluvia, por lo que su esencia perdurará.
Caminaba sin mucho ánimo ni prisa, poco le preocupaba bajar la guardia si no percibía ninguna amenaza cerca, a no ser que los muertos se levantaran y le atacaran pero eso parecía demasiado fantasioso incluso en un mundo como el suyo.
Pensó en las palabras de su abuelo, a la guerra no le quedaba mucho tiempo, desgraciadamente el bando contrario iba ganando, pero eso no significaba que doblaran la rodilla en señal de sumisión.
Él no lo haría, su abuelo no lo haría, sus camaradas muertos tampoco lo harían, incluso en el fondo los más partidarios de la paz serían incapaces de hacerlo, porque el orgullo por su nación era mayor que cualquier deseo de paz.
Continúa avanzando, atravesando algunos escombros, deben haber atacado un fuerte de avanzada, pero percibe una presencia allí. No había hostilidad, tal vez sobrevivientes.
-Guau, guau- un sonido le hace detenerse, más bien un ladrido.
Con los ojos buscó al culpable, era de esperar que se encontrara con la mirada de un pequeño perro de ojos marrones, orejas puntiagudas y cola esponjosa. En él predominaba el color marrón, excepto en la parte inferior y en la mayor parte de la cara, que era de color claro.
El animal le observa con desconfianza, gruñe para advertirle que no se mueva de donde está. Se agacha y extiende tranquilamente la mano, indicando que no es una amenaza, el perro por un momento parece querer morderle, pero luego le olisquea la mano durante unos segundos y después se la lame, él le devuelve el gesto con una suave caricia.
-¡Chibi!
Una voz aguda hace que el sujeto y el perro se giren en sincronía. Era un chico con el pelo liso y rojizo, que le cubría la mitad de la cara impidiéndole ver sus ojos, su piel es bastante pálida. Llevaba sandalias rotas y desgastadas, pantalones cortos desteñidos y una chaqueta igualmente vieja y rota.
El niño, que venía en busca de su peludo amigo, se quedó helado al ver al desconocido.
Vio cómo el perro corría con su amo, interponiéndose entre el adulto y el niño. El pequeño puso cara de pánico, sabiendo que sus posibilidades de huir eran casi nulas.
El desconocido pensó en alejarse, dejando pasar al niño, pero una parte de él sintió curiosidad al ver a alguien tan pequeño en un lugar así.
-No voy a hacerte daño- le dice, intentando modular el tono de voz para no asustarle más, pero él no parece creérselo y levanta las manos en una ridícula postura de combate.
-¿Qué... qué haces aquí? -pregunta con voz temblorosa.
-Soy yo quien debería preguntar eso, mocoso. ¿Dónde está tu familia?-pregunta con toda la amabilidad que puede reunir.
Nota cómo el niño tiembla y se muerde el labio. Se abofetea mentalmente por ello, no se dio cuenta de algo obvio, estaba allí porque era huérfano, como muchos otros niños de la guerra.
A la fuerza se pone en su lugar, él también es huérfano, sus padres también murieron luchando en un conflicto que no iniciaron e incluso supuso que los de aquel niño podrían haber sido simples campesinos atrapados en el fuego cruzado. Qué bonitos recuerdos estaba formando para el futuro.
Está decidido a marcharse, pero escucha un sollozo del chico, al parecer le ha traído malos recuerdos. .
-Eh, niño, no llores- es lo primero que le dice, pero sólo consigue que llore más fuerte-¡Llorar no te llevará a ninguna parte!
-¡Déjalo!
Se oyó una tercera voz, era un niño de pelo naranja y ojos azules, acompañado de una niña de pelo azul lacio y ojos ámbar. Ambos parecían sucios, con arañazos e incluso sangre.
«Esto debe ser una puta broma» pensó en su suerte por tener que lidiar no sólo con uno, sino con tres.
Observa cómo la niña corre hacia el chico pelirrojo y tira de él detrás de ellos, como gesto de protección. El otro niño le apunta con una vara metálica, puede oler que tiene miedo, pero a diferencia de su amigo no se deja dominar por ese sentimiento.
-¡No te muevas!- exclama, agitando ese objeto como señal amenazadora.
Da un paso adelante y los niños retroceden, no va a ser tan fácil. Bien podría romperles el cuello y acabar con su miseria, incluso dejarlos allí a la deriva entre la tormenta y la muerte, pero por suerte para esos tres aún no es tan infeliz.
Sabe que los niños no creerán sus palabras, así que prefiere llamar al perro con un silbido y éste corre directamente hacia él. Lo acaricia, ante la mirada sorprendida de los pequeños.
-Chibi nunca se fía de nadie- dice el pelirrojo, mirando a sus dos amigos.
El chico de pelo naranja le mira serio- ¿Quién eres?
Duda en responder, revelar su nombre ya equivale a forjar una relación o estar vinculado a alguien, eso es peligroso para alguien con su estilo de vida. Pero, sólo son niños huérfanos, a nadie le importaría.
Se quita la capucha, su pelo desordenado que se mantiene de una forma un tanto peculiar sale a la vista, es rojo entre tono vino y carmesí y sus ojos son tan brillantes como dos rubíes, un contraste perfecto con su piel con ligero e imperceptible toque bronceado y sus rasgos juveniles. Una gargantilla dorada y un pendiente a juego brillaban a pesar de la lluvia.
Realmente no esperó que el niño pelirrojo pusiera una expresión de horror, que la niña se escondiera detrás de su amigo y que el otro niño le mirase con tanto pánico.
-A-me no b-bōrei- tartamudea con pavor.
Claro, Ame no bōrei (雨の亡霊, Espectro de la Lluvia) así es conocido entre su pueblo. Una simple silueta roja, que para sus enemigos es más un demonio que un hombre, que ha matado a miles. Quizá exageraron el número, él no recuerda tantos.
-Calma..
-¡No nos mates!- exclaman los tres al mismo tiempo, poniéndose de rodillas y suplicando.
Una vena de rabia se marca en su frente, ¿de verdad su propia gente le temía? Como si fuera un monstruo o algo así, había hecho todas esas cosas por su bien, no quería ser un maldito como le decían y no quería ser lo que es, pero no tenía otra opción.
Sabía que nunca sería un héroe y tampoco pretendía serlo, era un shinobi, algo que no estaba relacionado con una buena vida y buenas acciones. Sin embargo, el miedo en los ojos de esos niños toca una fibra sensible que ni siquiera él puede tolerar.
Da un suspiro y trata de reducir su enojo, luego les mira, aún tiemblan-. Eh, tranquilos- alza su mano y da un paso al frente.
¡Zas!
En un acto de valentía, quizás desesperación,
intentan golpearle pero él simplemente agarra la vara y pone un mínimo de su fuerza para doblarla completamente.
-Basta- dice con voz monótona, pero la autoridad se puede sentir en su mirada.
Los niños ya no se mueven, simplemente le miran expectantes y por el temblor de sus labios parece que están a punto de llorar.
Aún así, continúa-. Empecemos de nuevo. Mi nombre es Son Goku, ¿y el suyo?- pregunta.
Hay unos segundos de silencio que parecen eternos.
-Nagato- responde el chico pelirrojo, vacilando como si por un momento hubiera olvidado su propio nombre.
Sus amigos le miran, como sorprendidos de que sea él el primero en hablar. Entonces se dan cuenta de una cosa, la conclusión a la que ha llegado, si él confía en el perro y el perro confía en el desconocido, entonces ellos también deberían hacerlo.
-Yo soy Yahiko- dice el niño de cabello anaranjado.
--Soy Konan.
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Ahora los cuatro estaban en un lugar cubierto entre las ruinas, encendieron un fuego con algo de papel y leña. Goku les dio un par de palitos de comida, que más que comida eran un conjunto de cosas nada deliciosas.
El clima de su país no era favorable para que muchas cosas crecieran, además debido a la guerra las cosechas se quemaron y muchas cosas no se podían importar. Así que sólo tenían que recoger lo que encontraban, como gusanos o bichos, y juntarlo en algo nada apetitoso pero que sirviera para su propósito.
-¿Quieren más?- se atreve a preguntar.
Yahiko y Nagato niegan al instante, poniéndose verdes y haciendo un gran esfuerzo por no vomitar, pero siguen comiendo lo que tienen ya que no pueden rebajarse con la comida y el hambre es mayor que su asco.
Konan, por su parte, siendo más recatada, comía pequeños bocados y tragaba sin masticar mucho. Su atención se centraba por momentos en la figura que tenía delante.
Cuando sus padres aún estaban... con ella, solían parlotear entre ellos sobre un chico que vivía en el corazón de Amegakure, que parecía más un monstruo sediento de sangre, de muerte y de guerra que un humano, ella escuchaba a hurtadillas la dureza con que lo decía su padre y cómo su madre le decía que no era más que un cuento absurdo. Desarrolló una especie de atracción y temor hacia esa historia, curiosa por saber si era verdad pero temerosa de que las palabras de los adultos fueran reales y existiera una persona tan macabra.
Al tenerlo frente a ella, al ver ese rojo en su cabello y ojos, ella realmente sintió por un instante que la muerte estaba frente a sus ojos, una parte rogaba por su vida y otra parte pensó brevemente que por fin vería a sus padres. Luego se llevó la gran sorpresa de que él solo quería ayudarlos, entonces se cuestionó todas las historias que había escuchado.
-¿Tengo algo en la cara o me parezco a alguien que conoces?- pregunta Goku, aburrido de que le miren sin reaccionar.
La niña no sabía qué responder, avergonzada por su falta de sutileza. Por suerte para ella, Yahiko le conocía muy bien, sabía lo que ella quería decir y, por el contrario, no temía decirlo.
-No eres como te imaginábamos -dice sin rodeos.
Konan y Nagato miraron asustados a su amigo, no tenía sutileza. Goku por su parte solo sonrió levemente, estaba complacido con la dureza y descaro de ese chico.
-¿Y cómo debo ser? -pregunta con interés.
-Pensaba que tendrías cuernos o cola -dice, decepcionado por haber tenido expectativas tan altas.
Suelta una risa ligera y ronca que hace estremecer a los niños.
-Me han quitado los cuernos -dice en un tono de broma casi imperceptible- ... En cuanto a la cola.
Se levanta un poco el poncho, lo desenreda y deja al descubierto una cola de mono del mismo color que su pelo, y los niños se quedan boquiabiertos.
-¡Wow!- dicen al unísono con la boca formando una "o" perfecta.
El propio Nagato, siempre tan asustadizo lo miraba asombrado, era un tipo extraño pero ni siquiera sabía si podía asustarlo como decían los rumores. Incluso le miró el pelo, tan parecido al suyo y por un momento no se sintió tan único y eso era bueno ya que incluso con amigos la soledad y el dolor le persiguen. Y ahora sentía en su corazón que podía compartir esa carga con alguien más, porque a pesar de la cola de mono, podía decir que se parecía un poco a ese hombre porque aún tiene los ojos de un marginado.
-Habla- Su voz le devuelve a la realidad, pero Son Goku no le mira a él, sino a Yahiko-: Dime, ¿qué quieres saber?.
-¿Cuándo acabará la guerra?
Sus amigos también le miran, interesados por conocer esta información, esperando que sea buena.
Goku, por su parte, duda en divulgar información tan confidencial, pero al fin y al cabo son niños, más víctimas de la guerra que nadie.
-Pronto... ya no falta mucho- es todo lo que está dispuesto a decir.
-¿Y cuánta gente morirá en ese periodo de tiempo?- vuelve a insistir.
-Los que libren esas batallas -responde tajante.
Yahiko se levanta y le mira enfadado, el propio shinobi se queda perplejo.
-¡Mis padres no querían luchar y los suyos tampoco! -grita mientras señala a sus dos amigos-, la guerra es una tontería, muere mucha gente y a vosotros los shinobi os da igual -dice con lágrimas amenazando con salir de sus ojos.
Su amiga Konan le coge de la mano para consolarlo.
-Claro que nos preocupamos, muchos de mis colegas también tienen o han tenido familias, amigos, sueños que cumplir. También somos humanos- dice con un toque de nostalgia.
Enseña un Hitai-ate (額当て,Protector de Frente) que guarda celosamente como algo precioso, en el se ve la insignia de Amegakure.
-Pero esto va más allá que cualquier otra cosa. Ayuda a calmar el dolor de la guerra, nos hace pensar que de repente salvaremos a mil aunque perdamos a cien...- deja escapar un suspiro y se levanta-. Siento lo de sus padres, de verdad, pero supongo que se alegrarían de haber sido parte de los cien... por ustedes.
Ignora ahora los silenciosos sollozos de los tres niños, mejor darles espacio y salir, él patrullará un rato y luego verá que hacer. Pero sin ayudarse, piensa en las palabras de Yahiko, ¿cuántas batallas le quedan a esta guerra?
Si son cien, las librará todas. Pero si es sólo una, reza para tener fuerzas porque sabe que contará con otras noventa y nueve.
Fin del capítulo 1.
Esto no se hubiera publicado si Blaicko o a hacer este fanfic, por favor denle su apoyo a este chico.
Nunca había leído en español, una teoría donde Goku fuera así en Naruto, casi siempre es la misma fórmula al respecto y eso es aburrido.
Por supuesto, habrá un par de cambios de concepto, quizás más crudeza ya que el sistema feudal es realmente lo que domina y también la filosofía de vida de cada aldea y shinobi..
En fin...
Si es que les gustó, pueden dejar su voto. Compartan, comenten y todo eso. Nos vemos.
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