Ejemplo
A los ocho años, tras quedar huérfano por el terremoto del 45, me fui a vivir con mi tío. El doctor Francisco Cifuentes era un reconocido bioingeniero de la ciudad, quien también cargaba el peso de sus pérdidas a cuestas. Su esposa e hija se sumaban a mis padres y a las millones de víctimas de los desastres naturales de la época. En esos días era difícil encontrar a quien no tuviese una tragedia que contar. La mitad de siglo daba vuelta a la página del orden mundial, la incertidumbre rondaba en las calles y ningún país estaba a salvo de la madre tierra.
La zozobra se esfumó con la aparición de los primeros héroes, allá por el 47. Pero las buenas noticias duraron poco tiempo, en los años posteriores el fenómeno de fuga de supers creció de forma alarmante. En menos de un año todos los héroes se concentraban en los países con poder económico, que podían otorgar patrocinios y becas a los afortunados. El dinero seguía moviendo el mundo, con o sin superpoderes. Y nosotros debíamos lidiar con los villanos, esos que sin tener el talento para venderse a las potencias extranjeras, se quedaban en casa, resentidos e indomables. El orden mundial cambiaba, para peor.
No había quién nos defendiera, los súper villanos no proliferaron en los países donde los poderes significaban dinero y fama, ellos se concentraban en nuestras tierras, las indefensas. Allí nacieron los verdaderos héroes, como mi tío. Él perdió más que solo su familia en el terremoto, sus piernas y su ojo derecho también fueron parte del precio que pagó por vivir. Recuerdo, como si fuera ayer, las mejoras biónicas que se hubo de insertar. Él era el hombre más rápido de todo Colombia, su ojo incluía visión de rayos x y tenía repuestos para cambios a láser y visión nocturna. Solo yo conocía la cueca de su ojo y los muñones de sus piernas, y son esas las memorias que atesoro de él con orgullo. Mi tío fue de los pioneros, murió en el 57 en una lucha contra los súper villanos en la costa Caribe, mis poderes se desarrollaron un año después. Basta con decir que yo solo he admirado a un hombre en toda mi vida, para explicar el por qué rechacé las ofertas económicas que me llovieron por esos días, debía concentrarme en lo importante, continuar el legado de mi tío.
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