PRÓLOGO 1.2
PAOLA
Recuerdo como los dedos de mi mano, que sostenían el baldecito con la palita dentro para jugar en la arena, cayó y se amortiguó contra ella.
Hasta como una prima desde donde estábamos construyendo un castillo, me llamaba por mi nombre y yo, no hacía caso.
Y como, hasta la arena bajo mis pies descalzos picaba por lo caliente.
Pero, no se comparaba en mi estado estático.
En como ardía mi chiquito corazón acelerado, viendo al príncipe de mis sueños.
Alto como sus amigos.
Cuerpo marcado y ahora entendiendo, lo que mis primas mucho mayores hablaban de los famosos six pack o vientres marcados de los chicos y que tanto hacían delirar en ellas.
Porque mi primer amor, lo tenía sobre su short en color azul noche de baño y se acentuaba con cada salto, saque y remate que daba en red por medio en un partido de voley playero, bajo una sombra que uno de los pocos árboles da.
Y dónde su pelo de un negro noche, azotaba con cada embestida o movimiento por llevarlo algo largo en los lados y siendo música para mis oídos, sus exclamaciones de victoria golpeando su pecho con otros compañeros a modo festejo con cada tanto marcado.
Y como muchos en la playa, tomando mi balde nuevamente.
Mis ojitos, se pusieron tristes.
Muchas chicas de la edad de él y sus amigos veo.
Pero yo tomo asiento también e igual, acercándome para admirar el partido y al chico de mis sueños.
Importándome nada que la sombra no me cubra y el sol me dé, de lleno y su calor como la arena, me exponga.
https://youtu.be/Nrvoa2hEPws
Un ataque rival con la pelota, rebota fuera de lo que es la línea de juego y esta, rebota y rueda luego en la arena, frenándose donde los dedos de mis pies desnudos descansan.
Y un grito fanático de las chicas a mi lado acompañado de aplausos, se siente ante el festejo por ser punto para el chico bonito y su compañero.
Y la sorpresa me colma cuando lo veo a él, correr hacia mi dirección en búsqueda de la pelota.
Calor y mucha vergüenza me llena, porque como en tantas novelas que leí o películas de romance, pareciera que lo hace en cámara lenta y bajo ese sol que como aura de brillo y mucha luz, ilumina su agraciada silueta trotando hasta donde me encuentro sentadita.
Y timidez me embarga sintiendo mis mejillas rojas y lo disimulo con lo que tengo a mano.
Mi palita y empiezo a excavar junto a mis pies y la pelota, sin jamás elevar mi vista de suelo arenoso y caliente.
Y una sombra me cubre.
No es una nube.
Tiene la forma de su cuerpo, porque se detiene frente a mí, continuo a inclinarse delante mío.
- ¿Haciendo un fuerte? - Y mi corazón golpea más, por escuchar por primera vez su voz, obligando a que lo mire.
Y descubrir por tenerlo tan cerca.
A nada de donde estoy, con su rodilla flexionada y entre sus manos ya la pelota y a medio sonreír, descubriendo.
Quiero a mi mamá.
Un hoyuelo en su barbilla.
- No... - Bajo, nuevamente mi mirada. - ...busco ostras... - Miento. - ...perlas... - Titubeo, causando que las chicas mayores como él, suelten un suspiro maternal por mis dichos, poniendo sus manos en sus exuberantes pechos con retazo que dicen ser bikinis multicolor que llevan puesto.
Y maldición.
Porque él a su vez por también escucharme, revuelve mi pelo por sobre mi cabeza como cría que soy, pero no me siento tal, de forma fraternal y vuelve con otro trote para que la arena no queme sus pies, al partido de voley con las exclamaciones de sus amigos por su demora.
Su turno por rotar, en posición de sacar.
Pero voltea a mi dirección, para observarme de la nada.
Seguido al cielo despejado, para luego la arena y otra vez donde me encuentro.
Y sin importarle que sus compañeros reniegan con más exclamaciones, al notar que pide unos minutos, él corre a un grupo con más chicos de su edad que bajo una sombrilla y bebiendo latas, lo silban cuando toma una toalla obligando a levantar el trasero a un par y camina hasta donde permanezco.
Parece, que más amigos.
Y ganándose otro suspiro por ese harem femenino, por sus siguiente acción.
En realidad, gesto.
De cubrirme con esa toalla por arriba de mi cabeza e inclinado como flexionado por segunda vez y tomando mi pala, excavar frente a mi pies.
- Entre las cosas que aprendemos... - Me dice sin dejar de escarbar y ahondar en la arena hasta que ese hoyuelo marca otra vez su barbilla, por otra sonrisa y notando, que la humedad aflora en la arena caliente refrescándola. - ...es en hacer buenas trincheras... - Esa sonrisa se expande, cuando nota que entiendo y pongo mis piecitos ahí y con su frescura, amaine mis pies ardidos por la arena caliente. - ...en este caso, protección contra el calor. - Me devuelve la palita. - Avísame, cuando encuentres una ostra perlita... - Me dice y sin más, se vuelve al partido sobre la risa de sus amigos y ante ese ademán para mí.
Un lindo gesto de mi primer amor, aunque él no lo sepa.
Uno, que ruego poder volver a verlo mañana y cada día que resta de nuestras vacaciones en esta playa.
¿Será?
Y miro mi palita de golpe.
¿Me dijo, perlita?
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