CAPITULO 10
PAOLA
Sobre el camino serpenteante que manejo ágil, propio de la arena como tierra misma y bajo densa vegetación que de a ratos se interpone en nuestros lados, minutos después se divisa desde la lejanía, la costa oceánica.
Deteniéndose los Jepps y yo el motor de mi moto, el aroma a agua marina como el sonido de las mismas golpeando sus costas, nos invade.
Una hermosa postal de 180 grados nos regala África, mezcla de la poderosísima naturaleza como la mano del hombre.
Si.
Porque frente nuestro y a poca distancia del litoral, haciendo que me saque el casco para una mejor admiración y hasta silbando.
Un gigante helicóptero con sus colores militares, descansa en su orilla.
Y cual por su tamaño, ni siquiera dudo que en su interior, no solo quepamos todos.
También.
Los Jeeps y mi motoneta.
Y me lo confirma descendiendo con Juan que no es Juan y tomando en mis manos a Fer, cuando veo como en ese segundo como abriendo su compartimiento trasero para que se haga la correspondiente carga de todos nosotros.
Máquinas y humanidad.
Miro a mi amiga y Rocío está tan asombrada como maravillada como yo, aunque le quiere restar importancia.
Sonrío, pese a que no llegan a mis oídos lo que se hablan con Camilo, mientras nos piden que subamos al helicóptero.
Pero sí, como él sacando un juego de llaves del bolsillo de su uniforme, la libera de sus esposas con otras palabras que le murmura y que, aunque es satisfacción para la doc sentir su muñeca suelta, le regala una mueca de su rostro a modo respuesta.
Y volteo para decir algo al Capitán, pero me sorprendo al verme sola y sin mi moto.
Giro sobre mis pies y el ajetreo que hay de todos los soldados para buscar mi moto y a Juan que no es Juan.
Hasta que lo diviso en la rampa de entrada del helicóptero arrastrando él mismo, mi máquina y aunque, tampoco escucho desde donde quedé, por sus ademanes al entregarlo a unos de sus chicos, percibo que le pide cuidado con ella mientras es subida.
Sonrío de vuelta, mientras acerco mis labios al oído de Fernanda y camino a ellos, sacudiendo algo de tierra de mi delantal.
- ¿Es Juan? ¿Verdad? - Le pregunto bajito y Fer ladra.
Bueno, lo intenta.
Pero es suficiente para mí, ya que ella piensa como yo.
Que lo es.
- ¡Hora de partir, General! - Borges le dice a Camilo, ya con todo arriba y empezando a subir el batallón como nosotros.
Unos soldados me dan lugar entre ellos, diciéndome que el HC2 Chinook, como me presentan al helicóptero es muy seguro.
Un espacio lateral, cual todos se ubican mientras otros, aseguran los Jeeps como mi motoneta y resto de su campamento con arneses especiales.
Cosa que uno y que toma asiento de vuelta a mi lado, me ofrece para asegurarme como el resto.
Se lo agradezco con un gesto mientras lo hago, sin dejar de admirar el interior de ese colosal gigante que nos llevará vaya saber Dios disponga y nos rodea, como ver dos cosas.
Una, que Rocío y por lo que le dice Camilo siendo el piloto.
Guau.
La invita a que la acompañe a la cabina de pilotaje, ganándose este y por parte de sus compañeros, silbidos y risas que me hacen sonreír, porque acusa que este chico Camilo le gusta Rocío y no se priva en demostrarlo.
Y lo segundo.
Que Juan erradicando en tomar asiento del lado que estoy yo, lo hace en el contrario, pero pidiendo a uno de sus soldados que se deslice para ocupar ese lugar y estar casi frente mío.
Obvio y para variar, evita mirarme.
Siempre al frente, aclarando su garganta para disimular.
¿Lo positivo?
Que no me regala nuevamente su espalda.
¿Y lo lindo?
Beso a Fernanda entre mis brazos.
Es tan tímido pero predecible, que me provoca una risita para mi misma sintiendo en ese preciso momento al ser encendido semejante bicho de la mano del soldado Camilo, sus hélices comienzan a girar y el sonido de ellas invadiendo.
Y mi fascinación sucumbe.
Imposible, no.
Viendo con toda mi curiosidad la total tecnología como con cada comando interno, estos se activan con sus luces y pantallas, bajo el determinante traqueteo de su arranque por su puesta en marcha.
- N1 por encima del 100% en menos de 45 segundos, 100% torques unidos, Instrumentos de motor y transmisión en verde...- Puedo escuchar como Camilo al mando y comprobando todo, dice por el intercomunicador que sale de su casco. - ...no hay luces AFCS ON auto Swivel en lock Estamos listos con águila del aire. - Confirma mirando por sobre su hombro para ver el pulgar del Borges.
Y yo, no me aguanto.
También lo imito, pero elevando los dos sonriente y feliz por navegar este mega máquina del aire.
Rocío se sonríe y Camilo igual al verme.
- 53 águila de aire QRC 85 35 47 ruta o itinerario alfa base TALUD 09 en cabecera dos dos, listo para despegar TALUD 09 autorizado, despegue pista. Buen vuelo. - Se oye la trasmisión del otro lado.
Y así.
Que emoción y palmoteo de felicidad, haciendo sonreír a todos los soldados que me ven e inclusive a Juan que no es Juan, que disimula rascando su nuca.
El helicóptero, comienza su acenso con un vuelo de agilidad sorprendente, bajo el manejo de Camilo en sus manos.
Y pretendiendo que sea de una reacción lenta, pausada y como la de un gran avión de transporte.
Sin embargo, el helicóptero me sorprende con sus movimientos rápidos y como se inclina en los virajes alcanzando gran altura.
Los mandos son de una suavidad magistral, inducidos por él que no me deja de asombrar y solo basta una leve presión, para manejar la palanca central del helicóptero y que controla el movimiento sea arriba, abajo o el lateral mientras atravesamos mi adorada África, para luego inclinar el mimo hacia un lado y con otro balanceo.
Regalándonos a todos de ver, la inmensa altura que volamos como extensos kilómetros africanos.
Me encantaría poder ponerme de pie y poder observar en detalle, semejante paisajes con sus biomas que pasamos por su cielo.
Pero, me conformo con el vistaje frontal que capto desde mi ubicación.
Con otra media hora más de vuelo y por movimiento de unos soldados, creo que ya estamos cerca.
Cosa que se confirma, cuando veo desde la lejanía la base principal de ellos militar, que a medida que nos acercamos surcando el aire, percato su tamaño y extensión.
Es enorme.
Un gran predio en el medio de la nada de un desierto y todo rodeado con altos cercos de concreto y alambre en partes.
Nuestra llegada causa que los soldados de la base y ante el helicóptero acercándose para descender.
No solo torbellinos de arena se formen por la fuerza de las hélices.
También que estos, eleven sus barbillas a nosotros y usando muchos, su manos como viseras en sus frentes para contrarrestar el sol en el cielo dedpejado, como vernos llegar y otros preparar su descenso.
Camilo en un punto del terreno, suspende el helicóptero en el aire y con su comando que no abandona su mano y atento a la velocidad del mismo.
Creo.
Deja caer poco a poco la colosal máquina, hasta llegar prácticamente a nada en su movimiento para aterrizar, que, con un suave toquecito de su tren trasero tocando tierra nos indica que ya tenemos las cuatro ruedas en ella, para luego, dejarse rodar unos pocos metros por la plataforma de aterrizaje hasta llegar a lugar y posición asignada, cual le indica un soldado desde tierra con señales de sus brazos gesticulando en el aire.
Imito a todos, sacándome los arneses de seguridad, al igual que Camilo y Rocío mientras un segundo al mando del helicóptero y por un gesto de él, procede con la parada de rotores y turbinas.
El compartimiento trasero, nuevamente se abre y todo es movimiento con mucho control.
Mientras descendemos, una brigada que provienen de la base y nos dan la bienvenida con gestos militares, seguido, toman posición de los Jepps con ayuda de sus compañeros que viajé, como la descarga de equipamiento de la carga.
Cual en el ínterin, pido y me gano mirada extraña de ellos, que bajen con cuidado mi amada motoneta y por cargar una gallina.
BORGES
Que el compartimiento trasero del Chinook abriéndose y sobre unas órdenes mías a mis hombres, tanto los que viajaron como los que se acercan de la base, es suficiente para que empiece la movida del descenso.
Nuestros Jeeps, infraestructura y suministros que usamos para la misión.
Miro hacia un lado.
Carajo, recordando el viaje.
La vieja moto de Perla.
Ella al ver como mis muchachos la descienden, pide que lo hagan con cuidado y amor.
Frunzo mi ceño para no reír, mirando la destartalada motoneta.
¿En serio?
Ya que, no es chapa con algo de óxido y que en su buena época, debe haber sido de un lindo color azul.
Eso es óxido con algunas partes de chapa.
Mis hombres, sea por el dinamismo o no.
No tienen mucho reparo y aunque evito estar en su perímetro, que tosa y aclare mi garganta fuerte desde donde estoy y por ello me miren, es suficiente para que lo hagan como si esa mierda fuera una reliquia de oro puro y del mismísimo Tutankamón.
- En una sombrita, por favor... - Siento que les dice aferrada a la gallina en sus brazos. - ...el sol no es bueno para su bonito azul.
Y sí.
Mis hombres me miran sobre un asentimiento, de qué, rayos habla la hermana.
Si es imposible, que el sol destruya más la moto.
Niego y solo me limito con un gesto de mano a que solo lo hagan y lo lleven a un lado de unas de las tiendas y cerca del tanque que nos suministra agua, donde hay una considerable sombra que la resguarde.
- Gracias... - Su voz, la encuentro a mi lado y me toma desapercibido.
¿En qué, momento se acercó?
Toso.
- No hay de que... - Acomodo mi casco y con aire de irme.
Mucho para hacer y en corto tiempo.
Pero nuevamente, su voz me detiene.
- ...eres Juan, no es cierto?
Y la jodida pregunta que no quería y por cual huía, la hace.
Los dos únicos pasos que di, Perla lo hace y notando mi silencio, se sonríe.
- Esta bien, no lo voy a obligar... - Ríe. - ...me gusta las adivinanzas. - ¿Qué? - Y voy a averiguarlo...
La miro.
- Hermana... - Le digo a modo, que vea donde nos encontamos. - ¿Comprende la situación? - Lo que sea para cambiar de tema.
Y Perla sin dejar de acariciar la gallina, observa en detalle la inmensa base militar.
- Es lindo. - Dice. - Muy bonita... - Acota, ahora mirando las extensas dunas de arena, continuo a las tiendas como lo que hay construido. - ...combina en sus colores. - Finaliza, ya que tanto la base como el desierto, mismo color.
La miro raro y se encoje de hombros feliz.
Exhala aire.
- Sea donde sea que estoy, yo siempre veo lo bueno de las cosas, Capitán. - Suelta y algo tímida con su siempre gallina entre sus manos, musita. - Quiero mucho a África...
- ¿Por qué? - Mis labios sin mi permiso, lo dicen y me maldigo, porque no es bueno para mí.
Lo presiento.
Ajetreo continuo nos rodea, propio de la base militar.
Soldados que van y vienen a nuestro alrededor cargando y llevando cosas.
Y sin ir más lejos, el sol que desde el cielo despejado, cuelga y azota con su calor diurno, sobre una brisa de arena llevando con ella y circulando entre nosotros.
Yo, vestido de militar y sin moverme.
Y ella con su vestido claro más delantal cruzado y con la cofia en su cabeza, tapando el infierno de pelo largo como oscuro que tiene y descubrí anoche algo avergonzado por encontrarla aseándose.
Lejos ya, de ser esa niñita con pelo corto con hebilla infantil sosteniendo un lado y mi amiga que veía en la playa de verano.
Lejos, también luego y con cada año transcurriendo, después de la adolescente que se transformó, cuando la vi esa última vez en la convensión de coros eclesiásticos en Londres.
Ahora toda una mujer, convertida en una perla y ya no más, perlita.
Bajo mi vista.
Una hermosa perla del lugar que la conocí.
Pero en este momento, con su devoción a Dios...
- ...porque, aparte de amar mi vocación... - Prosigue, sacándome de mis pensamientos. - ...me trajo a donde quería...
- ¿Una base militar por ser arrestada su compañera? - Y otra estupidez, sale de mi boca sin consentimiento.
Perla se balancea sobre sus pies divertida y pensando que responder.
Comienzo a temblar.
Eleva un dedo.
- En realidad por uno... - Es su respuesta.
Y solo asiento, es suficiente y quiero retirarme.
Pero su voz.
Su jodido timbre que siempre me gustó y nunca olvidé, detiene mis pies.
- ...que parece que me olvidó... - Volteo sobre mi hombro, para notar que su índice me señala.
Carajo.
- No sé a que se refiere. - No me doy por aludido.
Se sonríe y se mira, seguido a mí.
- Tranquilo, Capitán... - Me habla. - ...voy hacer que me recuerde... - Su dedo va al cielo. - ...con ayuda de Cristo. - ¿Es monja y lo dice sin prejuicio a eso?
Y creo que mi rostro es de pánico, porque suelta una risita.
- No se preocupe, que nadie se va a enterar de nuestro pasado.
- ¿Qué? - Solo digo.
- Y que vamos a salir, como casarnos en el futuro... - Agrega. - Fingiremos... - Me guiña un ojo, evitando que mis hombres lo noten.
¿Pero qué, rayos?
- ¿De qué habla, hermana? - Me pongo rojo de la vergüenza, mirando para todos lados.
- Eso mismo... - Me da la razón. - Así, siga...
- No, en serio. Yo, no la conozco...
- ¡Excelente! - Me felicita.
- ¡Quiere parar!
Llega hasta donde estoy, para golpear mi hombro con su mano libre de la gallina a modo cómplice.
- ¡Genial, Capitán! - No deja de elogiarme, para luego natural y como la cosa más natural del mundo, camina hacia su amiga la doctora.
Quedando yo.
Paso, pesadamente mis manos por mi rostro sin poder creer.
Sin jodidamente, entender nada.
PAOLA
Feliz y hasta casi bailando con cada pasito que doy hacia Rocío que espera por mí, junto al soldado Camilo, me felicito a mi misma.
Sé, que es Juan.
Y también, sé que me recuerda.
Y por algo que no termino de comprender, se niega.
Quiero proseguir con mi análisis, pero al llegar mi curiosidad me supera mientras caminamos y adentramos en la base.
Enjambre de soldados cruzamos en nuestra caminata y con ello distingo muchas etnias, cosa que no me extraña, ya que todo esto parece una especie de unidad especial o de élite de varios países unificándose militarmente.
Acusándolo por sus ágiles como versátiles movimientos y que son entrenados como formados para tareas de alto calibre.
Decenas de tiendas esparcidas por toda la base hay armadas con fuertes estructuras que la sostienen, en tono de la misma arena del desierto que nos rodea.
Media docena de contenedores en un extremo parecen oficinas, cual también soldados entran y salen de ellos.
Todo es un hormigueo de ir y venir.
Algunos por constantes hombres uniformados haciendo cosas por tareas asignadas
Otros.
Y con Rocío, nos miramos divertidas.
Porque, guau.
Hacen ejercicios de fuerza, usando gruesos costales, bajando y subiendo estas recostados o de pie, mientras charlan o con ayuda de sus compañeros.
Para luego otro tanto, solo descansando sobre grandes cajas de fuerte grosor, cual supongo que contienen armas o parecido, disfrutando del sol en su descanso como un cigarrillo que exhalan con muchas ganas el humo del mismo.
Dos helicópteros pero estos de mucho menor tamaño, sobrevuelan sobre nosotros y al base, causando que levantemos la vista al sentir en sonido de sus turbinas de motor.
Cosa que este en ese momento, se mezcla con la voz que sale de un altavoz dando un parte militar, desde una columna de mucha altura.
Un par de helicópteros de menor tamaño sobrevuelan por la base y hacen levantar mi vista al sentirlos, confundiendo el sonido de sus turbinas de motor, con el altavoz desde una columna de gran altura dando partes militares.
- ¿No estás nerviosa? - La voz de Camilo, le dice a Rocío.
- ¿Por qué? - Pregunta.
- Por todo esto. - Suelta.
Rocío me mira consultándole si tengo miedo, cual le devuelvo con un encogimiento de hombros negando.
Y mi amiga me sonríe, porque me ve bien y sin dejar de caminar.
- No. - Le dice sincera y seria.
- ¿No te da miedo el arresto? - Insiste.
- No.
- Diablos... - Creo que farfulla por lo bajo.
Y ya no escucho sus sexi peleas por más que ambos lo nieguen.
Me limito a dejar a Fernanda en suelo para que investigue un poco el perímetro y yo, me desperezo con ganas con mis brazos en alto y bajo un gran bostezo.
Rasco la parte trasera de mi espalda con ganas, mientras giro para seguir mi vista a Fernanda.
No está lejos de mí.
Pero lo que llama mi atención, sí.
Y va más a allá de Fer.
Más bien cerca del tanque de agua y un lado de la tienda.
Casi ajeno a la vista de todos, noto como Juan que no es Juan y hasta apostaría que no quiere ser descubierto y con ayuda de un cabo.
Inclinado ambos, pero él señalando puntos particulares de mi amada motoneta, le indica algo, cual el chico anota afanosamente y sin dejar de asentir y darle la razón como comprendiendo lo que le dice.
He inclino mi cabeza, procurando adivinar que hacen.
- ¿Tienes 34 años, en serio? - El tono irritante de Rocío a Camilo, me hace volver a ellos.
Vaya, parece que siguen discutiendo.
Río.
Camilo asiente natural.
- Positivo. - Se sonríe. - ¿Y usted?
- La edad y lo que pesa, jamás se le pregunta a una mujer... - Acoto solemne y ante su pregunta, tomando a Fer que viene de su paseo investigativo.
Ya que es verdad y mi gremio me va a dar la razón.
Y me gano una mirada de consecutivos pestañeos de Caamilo por eso.
Seguido luego y de golpe, echando su cabeza hacia atrás, de reír a carcajadas.
Una que se escucha ampliamente a su alrededor, causando que soldados volteen a nosotros y a ver a su compañero.
Ya que, es alegre.
Sincera.
Y totalmente contagiosa y río con él, abrazando a Fernanda contra mí.
Me mira divertido y elevo mis hombros.
- Me gustan las sonrisas de mil voltios... - Solo digo, mientras veo como Camilo limpia como puede, una lágrima de un ojo de tanto reír.
- Entonces, debería conocer a mi hermano mayor. - Me dice.
- ¿Sonríe, como tú? - Ilusionada, abro mis ojos.
- Más. - Afirma. - Pero se casa en días.
- Maldición... - Me desinflo, haciendo la señal de la cruz.
Ok.
Amo a mi primer amor, que parece que Juan que no es Juan.
Pero adoro los chicos felices y sin un gramo de infelicidad.
- ¿Eres novicia y blasfemas? - Me mira más curioso.
- Digamos que tuve una charla con él a modo negociación... - Respondo.
- ...por eso la persignación. - Le explica Rocío.
- ...cada juramento, una cruz y un rezo al final del día. - Continúo a sus palabras.
Camilo nos observa.
- ¿Entonces, al final del día... - Dice.
- ...de unos treinta a cuarenta padres nuestros por noche. - Finalizo, muy orgullosa.
Camilo vuelve a sonreírnos.
- Diablos, son lindas, pero... - Concluye divertido, con otro gesto para que sigamos. - ...debemos continuar... - Murmura, para que retomemos la caminata.
- ¿Al calabozo con grilletes? - Mi amiga siguiendo su broma, le dice.
Y una de las cejas del chico se alza más divertido, mientras lo seguimos por la base y esquivamos más soldados.
No responde, pero a modo respuesta abre un lado de una tienda de campamento y con la doc algo inclinadas, observamos su interior.
Alta como espaciosa y con unos cuatro catres con sus cobijas como sábanas, dobladas en sus extremos.
Bolsos en algunos rincones con una baja y pequeña cajonera con algunos cajones abiertos, delatando pares de medias sobresaliendo de ellas.
Y sobre el cabezal y pared de tienda en un par, lo que parecen fotos o recortes de revista.
- ¿Es higiénico? - Rocío, no puede evitar preguntar y me gana una mirada de humor del soldado.
Este abre más la tienda para nosotras y con su mano libre y ademán de caballero, murmura.
- Les aseguro madame, que de todas las tiendas las más ordenada y limpia... - Señala las otras. - ...y con la menos olor a transpiración o de lo que sea de hombre...
- ¿Cómo está, tan seguro soldado?
- Porque es la mía y a mí, si me gusta bañarme seguido. - Sonríe más, acariciando su brazo herido.
Rocío como yo, queremos reír a carcajadas por su respuesta me convence entrando a ella, seguido de él.
Las ventanas de lona y de cada lado están abiertas, causando una agradable brisa corra en su interior.
- No existen las celdas y grilletes, para este tipo de arrestos... - Habla. - ...solo una detención de un par de días, de lo que llevaría el papeleo por su desacato contra la autoridad. - Explica. - Y durante la estadía hasta que se le comunique a las autoridades pertinentes de su organización, tal vez el castigo con ayuda comunitaria en la base.
- ¿En el orden médico? - La doc pregunta, cruzando sus brazos sobre su pecho y caminado por la tienda, mirando lo que me rodea.
- Lo que nunca sobra, doctora... - Afirma y girando sobre sus talones para salir de esta. - Yo debo presentarme en la oficina principal y ustedes deben tener hambre, pediré que le traigan algo de beber y comer. - Ya casi afuera, indica con su brazo sano hacia la izquierda. - El compartimiento de allá, son los baños y la caldera está siempre encendida con agua caliente por ducha...
- No trajimos muda de ropa ¿recuerda? - Interrumpe, mencionando como fuimos traídas.
No se inmuta, pero nos señala los cajones y un bolso militar cerca de mis pies.
- Encontrarán lo necesario. - Y sin más, se retira.
BORGES
Me escurro lejos de vista.
Eso intento.
Pero aprovecho la distracción de Perla junto a Camilo y su amiga la doctora, para algo que no deja de carcomer mi cerebro entre otras cosas y me acerco a ello mientras camino y hago una seña a uno de mis soldados capacitado en mecánica.
Su vieja y andrajosa motoneta.
Una vez los dos frente a eso y algo escondido de mi parte para no ser visto, se la señalo.
- ¿Y qué opinas? - Le consulto sobre su chequeo mirándola.
- ¿Funciona, señor? - Su pregunta, me tienta a reír.
Pero, vuelvo a mi postura de rango y solo me encojo de hombros, seguido a flexionarme sobre un lado de su motor, cosa que me imita.
- ¿Qué, crees que le falte? - Indago, palpando un lado y verificando su deterioro.
Saca su casco para rascarse el pelo pensando y vuelve a acomodarlo sobre él.
Se sonríe.
- Un milagro, señor... - Me responde y ahora sí, río.
Carajo, en al que me estoy metiendo y sin que me llamen.
Señalo un par de cosas, totalmente concentrado en esto, seguido a apoyar mi mano en su hombro.
- ¿Podrás con ese milagro, entonces? - Lo miro y tras un largo rato observando la motoneta, mi cabo asiente y habla.
- Creo que lo puedo dejar como un jodido F-35, señor...
- ...y vuelve a su azul original. - Interrumpo con otro pedido, mientras mis dedos tocando una porción de la chapa que guarda ese color, el mismo se desgrana entre mis dedos.
Mierda, con su deterioro y vejez.
- No se preocupe, Capitán. - Evita reír. - Procuraré encontrar ese color...
Inclinado y sobre una rodilla apoyado, miro como Perla se va acompañado de Camilo con la doctora y la bendita gallina en sus brazos hacia las tiendas.
En realidad, la mía y de mi amigo.
- Un favor. - Le pido, tomando una ramita del piso y jugar con ella entre mis dedos. - No lo menciones a nadie...
Asiente.
Sonrío al fin.
Bien.
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