‹ O9 : rewind you.
El aeropuerto está abarrotado, las vacaciones de verano son una buena razón para que todos viajen. Jennie lleva una sola mochila y su pasaporte en mano junto al boleto de avión.
—Ten cuidado, y avísanos cuando llegues. —Rosé está inspeccionando la mochila de Jennie, asegurándose de que tenga todo lo necesario para dos días en su país natal.
—No se preocupen chicas, estaré bien. —Jennie asegura y acaricia la cara de Lisa con sus manos, después la de Rosé. Se ha vuelto una costumbre para demostrar su cariño en público.
—Te queremos mucho, Jennie. Cualquier cosa estamos al alcance de una llamada —Rosé se quiere asegurar que Jennie no tendrá problemas allá—. Ve antes de que pierdas el vuelo.
Con un último beso en la mejilla, Jennie aborda su avión. Mira por la ventanilla y suspira. Ya no puede ver a la pareja, pero siente su corazón cálido y acompañado.
—Vamos a casa, cariño. —Rosé dice tomando a Lisa del brazo, quien estaba absorta viendo los aviones en el hangar que está a lo lejos.
Cuando Jennie llega a Nueva Zelanda, el chat grupsl está repleto de fotografías de ella en su país de origen.
Jennie:
¡Estoy bien!, quedé con TaeYeon en una hora. Las quiero
Están en el departamento, Jennie no les ha respondido en un buen rato y quieren suponer que se está poniendo al día con su hermana.
—Ella estará bien, Lisa. Quita esa cara, que me pone triste.
Lisa no sabía que se notaba en su rostro los pensamientos que la abordan. No son precisamente sobre si Jennie está bien o no.
—No me preocupa eso, solo estaba pensando en Nueva Zelanda.
—¿Y qué piensas? —Rosé se acerca a ella en el sofá, pone sus piernas encima de las ajenas, buscando calor.
—En Love.
Rosé aprieta los labios y solo puede abrazar a Lisa, sin decir una sola palabra porqué sabe que nada podrá hacer una diferencia en la situación de su novia.
***
Jennie lleva un rato frente a la puerta. Todo el día estuvo con TaeYeon, diablos, extraña a su hermana. Ella piensa en cómo peleaban cuando eran más pequeñas, pero pronto aprendieron que su compañía era la única salvación de su hogar roto.
Hogar que ahora solo es una casa maltratada y que al parecer nadie cuida. Ella nunca pensó que pisaría este lugar desde que se mudo a Corea, pero aquí está.
De pie frente a la casa de su infancia.
Sola.
TaeYeon pidió acompañarla, pero Jennie sabe —muy en el fondo— que lo tiene que hacer sola. Sus ojos se llenan de lágrimas al recordar lo que fue una vez esta casa. Alegría, calidez, familia.
—Vamos Jennie, no seas cobarde. —se dice así misma y toca el timbre.
Ahora solo es soledad y rencor.
Nadie abre, aunque hay una luz tenue en algún lugar de la casa. Jennie deduce que proviene de la cocina, pero es tan tenue que su mente juega con ella.
Vuelve a tocar, está vez un par de veces. Sí ella lo va a intentar, lo hará bien.
—¡Hola! —grita, asomándose por las ranura de la ventana. Suspira una vez más.
Traga su dolor, alza la mano dispuesta a tocar otra vez... Se detiene y se da la vuelta. Con pequeñas lágrimas en su rostro. No pudo ver a su padre. Aún no sabe nada de él, aunque estaba dispuesta a perdonarlo.
Cuando la silueta de la mujer se disuelve en la oscuridad de la noche, el señor Kim corre la cortina de la ventana. La barba le ha crecido, su hija cambió mucho en estos años.
Es un cobarde, no abrió la puerta. No cedió ante su orgullo. Prefiero tomar de la botella con alcohol.
Una vez más.
—¿Cómo te fue? —TaeYeon pregunta al abrir la puerta. Jennie se nota decaída.
Su hermana se sienta en un taburete cerca de la cocina.
—Nada.
TaeYeon aprieta los labios y le da una sonrisa reconfortante. Ella nunca se atrevió a buscar a su padre, demasiado enojada con él aún como para siquiera verlo. Sin embargo, ver a su hermana menor afectada por eso la doblega un poco.
Esa noche, Jennie duerme abrazada a la única familia de sangre que le queda.
***
—¿Cuál es tu color favorito? —Rosé pregunta mientras pinta sus uñas de un color tinto.
Lisa piensa un poco antes de responder.
—Todos... O ninguno.
—¡¿Qué clase de respuesta es esa?! —pregunta Rosé con una risa.
Están sentadas bajo las gradas del campo de fútbol, ahí nadie las puede ver, nadie las puede molestar. Aunque la madre superiora ya está en su búsqueda.
—No tengo ninguno en particular, pero me gusta el color de tus ojos.
Rosé se sonroja profundamente, sonríe y en el proceso sus ojos se arrugan.
—¡Ey! No los escondas de mi. —llevan un tiempo viéndose a escondidas, bueno todos sabían que eran mejores amigas. Pero la realidad está alejada de eso.
—Tú me gustas a mi. —la confesión de Rosé hace revolotear su corazón, se inclina y sus labios ya están unidos. Debajo de las gradas de fútbol, con la madre superiora buscándolas por todo el plantel de su escuela estrictamente católica.
—¿Lisa, estás bien? —pregunta Rosé, su novia parece estar muy distraída.
—Sí, solo recordé un sueño que tuve anoche. —Rosé no se queda conforme con su respuesta, pero no puede decir nada más pues los pasajeros del avión donde viene Jennie ya están saliendo.
Jennie está ahí, con su mochila y unos lentes oscuros. Se ve malditamente bien en esa ropa. Alza la mano y saluda con efusividad a la pareja que tanto quiere. Cuando está lo suficientemente cerca, las abraza al mismo tiempo.
—Las extrañé mucho. ¿Cómo se portaron los perros? —dice mientras acaricia las mejillas ajenas, una por una con el mismo cariño y la misma adoración.
Lisa suspira y recarga su rostro en la mano caliente de Jennie. Están pegadas en medio del aeropuerto, Rosé las sostiene a ambas y Jennie lo hace con sus manos también.
—Kai ya aprendió a avisar cuando quiere hacer chis. —dice orgullosa Lisa.
—¡Yo lo enseñé! —alega Rosé, quien quiere llevarse un poco de crédito.
Jennie deja salir una risa.
—Vamos a casa.
Pasan un día de su regreso cuando Jennie decide contar lo que pasó en Nueva Zelanda. Están desnudas sobre la cama que han compartido por unas semanas. Agotadas y cansadas, pero muy satisfechas.
Puede que el sexo ponga sensible a Jennie, pero no puede evitar decirlo sin pensar dos veces.
—Busqué a mi padre en Nueva Zelanda.
Lisa, quien estaba repartiendo besos en la mandíbula de Rosé, dispuesta a continuar toda la noche, se detiene abruptamente. La castaña se sienta en la cama, voltea a ver a Jennie y sus ojos le pueden decir la mitad de las cosas.
Haciendo muchas conclusiones, Rosé pregunta:
—¿Te hizo daño? Te juro que si te hizo daño se las verá conmigo.
Lisa trata de aguantar la risa al ver el cuello rojo de su novia. Parece una ardillita chillona enojado, pero no quiere reírse en una situación así. En cambio, ella decide por una pregunta más tranquila.
—¿Por qué tomaste esa decisión?
Jennie se arrastra para estar en medio de las dos, y ahora es abrazada. La mayor se está acostumbrando a su calor reconfortante, a no tener que cubrirse de rechazos inesperados.
—Solo... —aclara su garganta—. Pensé que sería buena idea. Al final de cuentas ya pasaron muchos años y quería intentarlo. No sirvió de nada. —Jennie juega con las manos de Rosé mientras disfruta de las caricias de Lisa en su cabello—. Nadie abrió la puerta, toque dos veces, hasta grite y parece que la casa está abandonada.
—Oh, Jennie. Lo siento mucho. —Rosé la abraza y Lisa le sigue el paso, sin saber qué decir en una situación así—. Eres valiente por intentarlo.
Lisa pasa saliva y abraza más fuerte a Jennie.
***
—Kuma, deja en paz a Kai. —Lisa regaña desde el patio. Jennie está limpiando la cocina y Rosé está lavando el baño que comparten. Es día de limpieza y todos tienen que cooperar, incluso sus mascotas—. Hazme caso o tendré que llamar a tu madre.
Kuma automáticamente se aleja de Kai y Jennie solo puede entrecerrar los ojos al escuchar a Lisa usarla como arma contra su propio perro.
Están preparando todo lo que pueden, por qué Jennie sale de la ciudad por dos días. Está vez la maestra Bae les pidió apoyarla con un curso de verano. Jennie aceptó gustosa, queriendo un poco de dinero extra, porque lo de las vacaciones ya se estaba terminando.
La voz de Rosé saliendo del baño las distrae, vienen hablando por teléfono.
—Sí, estaré ahí por la noche. Sí, no te preocupes.
¿Irse? ¿A dónde?
Cuando cuelga la llamada, Lisa y Jennie la están viendo con mirada preocupada.
—Mamá enfermó, mi familia necesita ayuda este fin de semana para cuidar a mi abuela también. Al parecer es una gripe muy fuerte y a papá le faltan manos.
Esa misma tarde su novia está despidiendo a Rosé, quien insistió en que Lisa la acompañara pero se negó rotundamente "tengo que cuidar a los chicos". Aunque Jennie insistió en que YeRim podría cuidarlos para que Lisa tuviera la oportunidad de viajar también.
—Encárgate de tu familia, yo estaré bien —Rosé no está segura de lo que Lisa dice, sus ojos cafés y profundos le ocultan algo—. Que se mejoren.
—Te amo, Lisa. ¿Sabes que cuentas conmigo?
—Lo sé y yo te amo también. Ahora vete.
Jennie:
Buen viaje, Rosie. Te quiero.
Lisa si necesitas algo llámame, estoy llegando a Busán.
Se queda sola en casa. Alimenta a Kuma y se encarga de que Kai no le quite su comida.
Rosé:
Ya estoy con mis padres, mamá está mejor. La abuela no tanto pero va a mejorar
Lisa sonríe al ver la selfie que Rosé ha enviado al grupo, los padres de Rosé no han cambiado nada y aunque su abuela se ve un poco decaída, solo tiene unas cuantas arrugas más.
Se sienta en el sofá y Kuma la acompaña. Kai quedándose dormido en algún lugar después de la cena. Comienza a soñar despierta, su novia está con su familia. Jennie lo estuvo hace algunos días ¿Y ella?
El salón de arte es el lugar perfecto para una sesión de besos acalorados. Les queda poco para terminar la preparatoria y aprovechan cualquier momento para comerse la boca a besos.
Las manos de Rosé están levantando la falda escolar de Lisa, quien se encarga de desabrochar la camisa con el escudo del uniforme. La humedad de sus besos suena por todo el lugar.
—Mmhmm Rosé. —la mayor nunca creyó que el mejor sonido del mundo era la risa de Lisa, pero se ha dado cuenta que en realidad son sus gemidos.
—Te quiero, Lisa. Te quiero tanto. —confiesa Rosé mientras sumerge sus dedos en el interior de las bragas ajenas, amando lo caliente y húmedo.
—Yo también te quiero.
Lisa sacude la cabeza y suspira, va a la cocina y comienza a preparar unas fresas con nutella, extrañando la compañía de sus mayores.
—¿Qué estás haciendo Lisa? —se pregunta en voz alta, sin tener una respuesta clara.
—¿Estás segura? —pregunta Rosé en la puerta de la casa de su novia. La inmensidad de la casa de Lisa, la asombra e intimida. La ha invitado a hacer "tarea".
—¡Sí! No pasará nada, además solo somos mejores amigas. —Lisa le guiña el ojo y abre la puerta principal—. ¡Estoy en casa!
De la cocina, sale la señora Manoban.
—Hola, cariño —saluda con un beso a su hija, pero la mirada que le da a Rosé no es muy cálida—. Roseanne, buenas tardes.
—B-Buenas tardes, señora.
Lisa se da cuenta de la timidez de su novia y hace que suban a su cuarto.
—¿Comenzamos?
Desde que comenzaron la universidad no tenían mucho tiempo juntas, así que aprovechan cualquier oportunidad para verse. Llevan ocho meses escondiendo su relación, y todo funciona muy bien hasta que:
—Lisa, para. —Rosé le pide con debilidad, no puede resistirse a las manos inquietas y calientes de su novia. Sabe que se pueden meter en problemas muy serios si alguien entra al cuarto.
—Te extraño, Rosé. —insiste Lisa, y cuando toma un pecho de Rosé, ella ya no se puede contener.
Le devuelve el beso con fuerza, los libros olvidados en algún lugar de la cama y la tinta de la pluma rosa de Rosé ha chorreado sobre sus apuntes.
Cuando suena el picaporte de la puerta, ninguna lo escucha hasta que es demasiado tarde y la voz escandalizada de la madre de Lisa suena en el cuarto.
—¡Lisa! ¿Pero qué haces?
Lisa se separa de Rosé, quien voltea la cabeza y no puede mirar a la señora mayor.
—M-Mamá, no no es lo que crees.
—¡A quién crees que le estás tomando el pelo! —el cuello de la señora Manoban está rojo y ahora que ha llegado su padre, Lisa siente ganas de llorar.
Siente verguenza.
Siente miedo.
No sabe en que momento están en la puerta de la casa de Rosé.
—¡Su hija es la culpable!
—¡Mamá! Esto fue cosa de las dos, por favor vámonos. —Lisa jala el brazo de su madre, rogando porque pare está humillación. Su padre se quedó en casa con las manos en la cabeza mientras se pregunta qué hizo mal. Sorn se suelta del agarre de su hija y sigue con sus acusaciones:—. ¡Es un hereje!
—Lo siento señora, no va a hablar pestes de mi hija cuando claramente la suya también dió consentimiento. —Rosé está detrás de su madre, con el corazón destrozado viendo a Lisa llorar.
—¡Mamá yo fui quien le hable primero! Vámonos por favor. —Sorn se suelta de su hija una vez más y se da la vuelta.
Nada volvió a ser lo mismo.
Es de noche, Rosé dice que todo está bien y que con su ayuda la abuela ya está mejorando. Lisa sonríe, con el calor de Kuma y Kai en la cama. Se da la vuelta y mira con nostalgia su cuarto, ella recuerda el miedo que sintió cuando llegaron a Corea por primera vez.
—Haremos esto, cariño. Saldremos de esta. —Rosé siempre tiene las palabras correctas, sus suegros ofrecieron pagar los primeros meses de alquiler en lo que se acomodan económicamente.
—Lo sé. —dice Lisa mirando el nuevo país, sin conocer bien el idioma ni a nadie aquí.
Está a punto de dormir cuando recibe un mensaje de Jennie, diciendo que pronto estará con ella.
Esa noche Lisa sueña con sus padres, con Love y en cómo la abrazaron con cariño por última vez; cuando llegó de la universidad con Rosé aquel día.
Al día siguiente por la noche, Jennie entra al departamento. Todo está oscuro y no hay señal de que alguien esté en casa. Deja sus pertenencias por la sala y va directamente al cuarto de Rosé y Lisa.
—¿Lisa? —pregunta al abrir la puerta, trata de adaptar sus ojos a la oscuridad y puede ver su cuerpo en posición fetal—. Cariño, ya llegué.
—¿Jennie? —pregunta la menor mientras se da la vuelta, en cuanto distingue su rostro, la abraza. Solo le hace una pieza para estar completa, y se encuentra lejos por ahora.
Jennie se sorprende un poco pero aún así sostiene a Lisa, no le pregunta nada, aceptando el hecho de que solo quiere compañía.
Cuando Rosé llega del viaje, es recibida por Lisa y Jennie. Les cuenta como pasó su fin de semana, contando lo mucho que extraño a su familia.
—Les hablé de Jennie —dice Rosé de repente, al ver las caras pálidas de sus compañeras decide aclarar las cosas—. Solo les conté que eres una amiga muy cercana a nosotras, no creo que estén listos para saber lo que sea que tenemos.
Jennie deja salir una risa.
—Sí, no creo que lo estén.
Rosé ríe también, pero detiene su risa cuando Lisa se pierde en sus pensamientos. Están en la cocina compartiendo una copa de vino. Las vacaciones están a punto de terminar, pero hay algo que mantiene la mente de Lisa ocupada.
Rosé lanza una mirada a Jennie, y a pesar de que llevan menos de tres meses de conocerse hay cosas que hablan más que mil palabras, y la cara de Lisa es una de ellas.
Ellas deciden no presionar a Lisa, sabiendo que en algún momento ella decidirá qué es lo que quiere compartir. No pasa mucho pues esa misma noche, mientras están en pijamas a juego les confiesa algo que ha estado pensando.
—Quiero hablar con mis padres.
¿Qué?
—¿Estás segura? —pregunta Jennie, siendo consciente de que eso es algo arriesgado y complicado de abordar.
Rosé analiza la situación, algo debió haber cambiado en Lisa. Nunca ha escondido el hecho de que le gustaría retomar la relación con sus padres, sin embargo, desde que llegaron a Corea no lo había mencionado.
—Si quieres hacerlo, te acompañaremos.
Jennie no está segura de eso, no sabe si quiere enfrentarse a eso aún. Aunque por Lisa está dispuesta.
—Yo puedo quedarme con las mascotas, pero si quieres yo te acompaño. Tienes todo mi apoyo.
Lisa, quien no ha dicho nada por un rato, analiza sus opciones.
—Está bien, creo que lo mejor sería ir solo con Rosé solo por está vez. Tal vez la próxima puedas ir.
Jennie asiente y abraza a Lisa, mientras Rosé lo hace del otro lado. Repartiendo caricias en su cabello.
—Lo siento, Jendeukie.
—No lo sientas, yo entiendo que esto no es algo convencional. No quiero ser un problema.
—Tu no eres un problema. —dice Rosé y Lisa no podría estar más de acuerdo con eso.
Para cuando Rosé y Lisa están en Nueva Zelanda, Jennie ya ha arreglado todos sus horarios para hablar con ellas cada que puede.
Jennie:
Suerte, chicas. Las quiero
—Estoy contigo, cariño. Siempre lo estaré.
—Te amo, Rosé.
—Yo te amo a ti, Lisa.
Cuando sus padres abren la puerta, todo es contrario a lo que esperaba Lisa. Ella no se quería hacer ilusiones así que esperaba lo peor incluso antes de llegar, pero para su sorpresa sus padres la reciben con un abrazo.
—Oh cariño, como te hemos extrañado. —sus padres la abrazan y Lisa siente un nudo en la garganta, esto se siente bien.
Rosé está detrás de ella, firme y sin miedo como hace algunos años.
—Rosé, buenas tardes. —saluda Sorn, como es de costumbre.
—Buenas tardes. —está vez Rosé no tartamudea.
Los padres de Lisa las invitan a pasar, preguntan si han comido y cuando responden que no, comienzan a poner la mesa para comer juntos.
Rosé se levanta del sillón dispuesta a ayudar, pero su suegro la detiene.
—Deja que la familia lo haga.
Rosé se queda muda y lentamente se sienta de nuevo en el sofá, busca la mirada de Lisa pero está muy entretenida platicando con su madre de las novedades de su vida.
—¿Y te gusta Corea?
—Sí, papá. Es lindo y aprendimos el idioma muy rápido, ¿Verdad Rosé?
Antes de que Rosé pueda responder, su madre pregunta otra cosa relacionada al clima. Cuando se sientan a comer, Lisa no cabe de la emoción al saber que está ahí, con Rosé y su familia.
—Tu abuelo ha preguntado mucho por ti, deberías ir a verlo. —dice su padre y Lisa se regocija.
Lisa toma la mano de Rosé debajo de la mesa, sin notar que Rosé no ha hablado en toda la comida. Concentrada en comer de su plato sin mirar arriba, queriendo que Lisa disfrute de esto.
—Podemos intentar venir otra vez en Navidad. ¿Verdad?
—Sí, claro.
Lisa no se puede dar cuenta del suspiro de sus padres pues ver a Rosé le ha robado toda la atención. Pasan el día en el comedor, bebiendo jugo de naranja y platicando.
—¡En serio! Tu tío bebió tanto sato que olvidó de cómo caminar.
Lisa está riendo con la anécdota que están contando, aún sosteniendo firmemente la mano de Rosé. Ella está cansada mentalmente, quiere salir de aquí. Se está oscureciendo y Lisa se da cuenta.
—Creo que es hora de irnos.
Pero sus padres no quieren eso.
—Tu habitación está lista, la mantenemos limpia por ti. —la ilusión de Lisa crece a niveles incomparables.
—Está bien, Rosé y yo podemos dor-...
—Creo que sería mejor si solo tú duermes aquí, ya sabes que tu cama es individual. —la señora Manoban para el tren de Lisa, con una voz más seria de lo que ha hablado en toda la tarde.
Lisa no quiere eso, quiere dormir con Rosé. De por sí extraña mucho a Jennie, no podía dormir sola.
—No, cabemos las dos.
Rosé puede ver en los ojos de su suegra, que ella no es bienvenida aquí, así que interfiere y pide hablar con Lisa a solas.
—Regresaré con mis padres, cariño.
—¿Qué? No, quédate.
—Será lo mejor cariño. Disfruta tu noche con ellos.
Lisa voltea a ver a la sala donde están sus padres y después mira a Rosé, parece estar segura y aunque dejarla ir suena y se siente incorrecto, deja que Rosé se vaya.
Se despiden con un beso y se aseguran de que mañana se verán a primera hora.
Pasan toda la noche hablando, entre risas y recuerdos de la infancia, Lisa se va a dormir muy tarde, con el corazón lleno y una felicidad inmensa.
Lisa no se espera lo que sucede a la mañana siguiente.
—¿Cómo dormiste, hija? —pregunta su padre en la cocina.
—De maravilla. —Lisa toma el café que su papá le pasa, su madre viene entrando también al lugar.
—Así que... ¿Cuándo buscarás a alguien?
La pregunta de su madre la descoloca, ¿Alguien?
—¿Perdón?
—Sí, sabemos que esa niña no es algo serio. Por lo que vimos ayer, aún te tiene engatusada, cariño.
¿Niña? ¿Engatuzada? ¿Algo serio?
—M-Mamá. —su madre la abraza, interrumpiendo cualquier respuesta que Lisa pueda dar.
—Sabes que te queremos, Lisa. Te vamos a apoyar, pero ella no es buena para ti.
Lisa se siente mareada, los recuerdos de ayer golpeándola escandalosamente en sus pensamientos. No puede decir nada, solo guarda silencio mientras todo lo que le dicen sus padres suena a lo lejos.
Sabemos que eres mejor que esto.
Puedes regresar a Nueva Zelanda y vivir con nosotros, pero habrá cambios.
Te amamos, hija. Debes hacernos caso.
Lisa se levanta del asiento en el que estaba, ni siquiera sabe cómo llegaron a la sala. Ella se siente como una niña de nuevo, acusada y asustada.
Se siente como cuando la sentaron en ese mismo sillón hace años y hablaron sobre las consecuencias en su vida si ella "elegía" ese camino.
—Adiós, cariño. Considera nuestra oferta.
Están en la puerta, Lisa quiere huir, quiere correr. No se atreve a decirles algo, entendiendo porqué ayer no dejaron hablar a Rosé. Entendiendo por qué no la incluyeron.
Ellos solo la ignoraron. Como si no existiera.
Cuando llega a casa de los padres de Rosé, traga su dolor y pone su mejor cara. Siguió así en el avión y en el trayecto a casa.
—¿Cómo les fue? —Jennie pregunta en cuanto abre la puerta del departamento, emocionada por saber qué pasó después de la comida.
Lisa le mandó un mensaje diciendo que "todo estaba arreglado". Rosé sabe que hay algo más, pues Lisa ha estado evitando el tema durante todo el viaje de regreso.
—Bien. Creo.
Es lo único que dice. Aguantando sus lágrimas.
Está acomodando su maleta y su ropa en el cesto de ropa sucia, sus ojos se nublan y su mente viaja a otro lugar.
Desde la sala, Jennie puede escuchar un ruido sordo. Corre y Lisa se encuentra en el suelo. Sostiene su cuello y la acomoda en sus piernas.
—¡Rosé! ¡Rosé!
Los gritos de urgencia de Jennie y los ladridos escandalizados de los perros hacen que a Rosé se le ponga la piel de gallina y cuando llega con su novia, todo es negro.
—¿Lisa? —la mencionada trata de adaptarse a la luz, voltea a ver a los lados y puede distinguir que está en su cuarto—. Lisa ¿Qué pasó? Te desmayaste.
Puede escuchar la voz de Jennie y al otro lado Rosé tiene los ojos rojos.
Lisa traga saliva, ya no puede aguantarlo más.
—Ellos... Ellos.
Y solo puede llorar. Es sostenida por dos pares de brazos, apaciguando los sollozos descontrolados que salen de ella.
—Ellos simplemente no me quieren.
—Ellos te quieren, Lisa. —trata de calmarla Rosé, Lisa se sacude en un dolor que a su vez es aceptación de que no podrá tener ambas cosas.
—Ellos no me quieren como soy. Ellos no me quieren por lo que soy contigo y por lo que soy yo sola. Ellos no me querrían si supieran de Jennie. Ellos nunca me van a querer completamente.
Lisa acepta que no podrá tener a sus padres si tiene a Rosé y a Jennie, y que no podrá tener a Rosé y a Jennie si elige a sus padres.
—Tranquila, Lisa. Saldremos de esta. —Rosé le dice y Jennie lo confirma.
Lisa no puede dormir en toda la noche, Lisa no puede conciliar el sueño por días.
Lisa a pesar de todo, elige a Rosé y a Jennie.
Las elige por sobre sus padres.
Y eso duele.
¡Gracias por leer!
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