‹ 1O : bouquet.
El sudor corre por su espalda, trata de mantenerse erguida y firme pero los golpes constantes son fuertes y decididos. Es como un veneno que se esparce por todo su cuerpo, no tiene suficiente de todo lo que le está dando.
Jennie por fin tuvo la oportunidad de doblegar a una de ellas, Rosé es la combinación perfecta de ambos mundos; es tierna, amable y comprensiva. Sin embargo, tiene un lado sexy, determinante y exigente.
Rosé no puede evitar gemir muy alto, recarga su frente sobre la almohada y se curva aún más. Ofreciendo todo su cuerpo a Jennie. No saben en dónde está Lisa, no les interesa mucho por ahora. No cuando Rosé está a nada del orgasmo.
Empuja su cuerpo hacía atrás en busca de más, en busca de que los gloriosos falanges de Jennie la hagan tocar el cielo. No hay nada más que respiraciones agitadas, el golpe de pieles y los fuertes gemidos de la Neozelandesa.
Carajo, a Rosé le encanta sentirse así de bien. Puede sentir sus paredes apretando cada vez más fuerte. Cierra los ojos y al poco tiempo los abre, parpadeando lentamente. Su ceño se frunce y un temblor recorre todo su cuerpo. Abre la boca pero nada sale, su orgasmo es tan intenso, tan acertado que solo se puede encomendar a cualquier Dios para que salga viva de la sensación que está sintiendo.
—Así me gusta, Rosie. —la voz rasposa y baja de Jennie es todo lo que necesita para desplomarse en la cama de una vez por todas. Su cara da de lleno en la almohada y no puede moverse, sus piernas aún temblando y su cuerpo levitando en otro plano existencial.
—Ven aquí, cariño. —Jennie la ayuda a recostarse correctamente y busca su calor como un cachorro asustado. Rosé siempre busca cariño, sobre todo después del sexo.
Se quedan ahí, Jennie medio vestida y Rosé toda desnuda, y para cuando Lisa entra al cuarto el fuerte olor a sexo delata las acciones que ya sospechaba.
Lisa rueda los ojos pero después ríe al ver la piel sonrojada de su novia.
—Tus gemidos se escuchaban hasta el patio, cariño. ¿Qué le hiciste?
—Nada, lo juro. Solo llegué a casa y ella me arrastró aquí. Hola, por cierto.
—Hola. ¿Cómo te fue? —Lisa se acuesta a un lado de Rosé. No importa que la cama se sienta ligeramente mojada.
—Bien, aunque de ahora que estuve con ustedes, no es lo mismo. —Jennie responde con un puchero en su rostro. Rosé está casi quedándose dormida, arrullada por las voces de las mujeres que ama.
Desde que las vacaciones terminaron, Jennie no las ve mucho. Ellas en el turno de la mañana y ella por la tarde. El único tiempo que tienen juntas es por las noches y los fines de semana.
Rosé abre y cierra los ojos, sus pestañas revolotean en sus mejillas y por fin cae dormida. Cuando eso sucede, Jennie y Lisa salen de la habitación dejándola descansar. Rosé abre los ojos y se acurruca sola en la cama, pensando en como tocar el tema ha estado tanto tiempo en su mente.
—Muy bien, entonces ¿Hot cakes? —Jennie pregunta y Lisa asiente mientras revisa el refrigerador. Ha estado trabajando emocionalmente la situación de sus padres y ahora se siente más tranquila.
Eso no hace que deje de desear que las cosas fueran diferentes.
Lisa de vez en cuando piensa en su vida en Nueva Zelanda, se cuestiona si es correcto estar tan alejada de sus padres. Pero también recuerda lo roto que tenía su corazón cuando regresó a casa.
Lisa piensa en Love cuando ve a Kuma y Kai en la sala de su hogar, piensa en cómo estaba muy viejo para moverse. Sacude la cabeza y le ayuda Jennie con la cena. Es raro que vayan a comer hotcakes, pero honestamente no mucho en su hogar es normal.
—¿JooHyun te dijo sobre la exposición de cuadros que se hicieron el curso pasado? —Jennie pregunta mientras le da la vuelta a un hotcake.
—Nos lo mencionó está mañana. ¿Tú quieres ir? —Lisa se pone de pie y va abrazar a Jennie. En los brazos de aquella mujer se siente protegida.
—Claro, ¿Por qué no?
Cuando terminan de cenar, Rosé aún está desparramada y desnuda sobre la cama.
—¿Deberíamos ponerle un camisón? —pregunta Jennie, quien ya se ha puesto un pijama.
—Sí, o de otra manera mañana se va a quejar del frío que hizo, aunque haga calor. —Lisa se ríe bajito. Ambas saben que pasa algo con Rosé.
Después de que Lisa se desmayó, Rosé se ha encontrado pensativa. Con la mirada perdida y claramente consternada por algo, no han hablado con ella pero hay un conocimiento mutuo.
—Fue muy raro que me arrastrará aquí. No es por ofender pero normalmente tú eres quien está desesperada. A Rosé le gustan las cosas con calma.
Ya se han acostado, abrazando a una Rosé cubierta con una camisa igual de larga que la de ellas. Lisa rueda los ojos ante el comentario de Jennie, pero no puede negarlo.
—Hay algo que la está molestando, estoy segura.
—Hay que darle tiempo, si la presionamos después se puede sentir mal. —Jennie dice y con eso su plática nocturna termina.
***
Lisa sostiene firmemente el brazo de Rosé, se dirigen a la primera clase. La rubia se comienza a preocupar cuando su novia no saluda efusivamente. Solo posa para algunos ejercicios que le indica JooHyun... Y eso es todo.
Rosé es arrastrada a la banca debajo del árbol, donde alguna vez estuvieron con Jennie.
—Muy bien. ¿Qué tienes? —Rosé la mira con los ojos bien abiertos, sus orbes cafés son carentes de ese brillo tan característico y lleno de vida.
Lisa se pregunta qué está pasando para que su novia esté tan apagada.
Rosé aclara su garganta.
—Nada, cariño. ¿Por qué lo preguntas? —sostiene la mano de Lisa, no hay nada diferente en el tacto. Al contrario, se siente cálido y lleno de amor, pero Lisa sabe que hay algo.
—Me puedes contar cualquier cosa, Rosé.
La mencionada baja la mirada, se pregunta si puede contarle todo a Lisa. No quiere cargarla con sus encrucijadas mentales, tiene suficiente con lo que pasó con sus padres. Cuando sube la mirada, el rostro afligido de Lisa está frente a ella.
Suspira y se inclina para depositar un beso lento y gentil.
—Yo lo sé, ahora vamos a comer algo. Anda.
Lisa aprieta los labios y sabe que por hoy perdió la batalla, pero se asegurará de que Rosé sienta el mismo apoyo que le ha dado por años.
Cuando están a punto de llegar a los casilleros, una voz que conocen muy bien se hace presente. A ambas se les pinta un sonrisa, pero en cuanto escuchan la conversación Lisa se amarga y Rosé decae nuevamente.
—Sí, he estado aquí por un tiempo.
—Visítame cuando puedas, es bueno verte de nuevo, Jennie —la mujer queda en silencio cuando ve a la pareja entrar—. Bueno, nos vemos por ahí.
Lisa hace contacto visual con la desconocida que le sonríe con la boca cerrada. Ella solo le devuelve la mirada y después se gira hacia Jennie.
—¡Chicas que bueno que las veo! —dice Jennie emocionada, de su mochila saca dos bolsas de papel.
—Hola, Jendeukie. —saluda Rosé y se acerca a ella, le roba un beso rápido, aprovechando que están solas. Jennie se sonroja adorablemente, pero Lisa la saluda un poco más discreta.
—Les traje el desayuno. Son sandwiches de pollo y un juguito de cartón. No encontré otra cosa en casa pero algo es algo. Para que coman algo de comida casera por la mañana.
Rosé sonríe y le da un abrazo a Jennie, Lisa solo extiende su mano y murmura un gracias. Jennie aprieta los labios y después van a una banca en los pasillos.
—¿Y quién era la chica?
El estómago de Rosé se revuelve con la pregunta, ella también tiene curiosidad.
—Es una amiga mía. Nos conocimos en Nueva Zelanda cuando íbamos en secundaria. Ahora es maestra en otra Licenciatura y me la encontré por casualidad.
La simpleza con la que responde Jennie, irrita un poco a Lisa. Ciertamente no tiene una relación confirmada, y eso le pone los nervios de punta. Ella no quiere que sus chicas se interesen por otras personas.
—¿Por qué la pregunta? —pregunta Rosé esta vez, conoce a Lisa y sabe que sus preguntas son con dobles intenciones.
Lisa frunce el ceño y deja su sandwich a la mitad.
—Solamente me sorprendió verte hablando con otra persona, es todo.
Jennie suelta una risa nasal, negando con la cabeza.
—¿O sea que no me crees capaz de hablar con otras personas?
La espalda de Rosé se pone erguida, sus alarmas sonando en la cabeza. En todo el tiempo que llevan viviendo juntas, nunca habían tenido una diferencia, si caso disgustos simples como cualquier otro ser humano.
—No lo decía por eso, pero se veían muy juntas. ¿Estás segura que quieres hacer esto?
Jennie rechina sus dientes con molestia.
—¿Hacer qué?
—Nosotras.
Rosé ve de un lado a otro, quiere intervenir pero ella misma se encuentra un poco insegura. Está segura de que quiere formalizar con Jennie, pero no sabe lo que piensa Lisa y no sabe si su novia está lista para un paso tan grande como lo es este.
Además, Rosé se encuentra herida por la manera en la que la familia de Lisa la trató en Nueva Zelanda, pero eso ninguna de sus chicas lo sabía, no es tan importante. Es lo que erróneamente piensa Rosé.
—Lisa, créeme que si no quisiera, no hubiera venido a traerles el desayuno. A las dos. —Jennie se pone de pie y sin despedirse, sale de ahí.
—¿Pero qué les pasa el día de hoy? —Lisa guarda el desayuno a medio comer con amargura, sin saber que su comentario ha descolocado a Rosé.
—Deberías ser más considerada con ella, no estaba haciendo literalmente nada.
Lisa frunce el ceño y la mira.
—Solo hice un comentario, además mi molestia es con ella. No contigo.
—Pues no deberías estarlo con ninguna.
—Podría estarlo contigo, hay algo que claramente te está molestando y decides ignorarme deliberadamente cuando trato de hablar contigo.
—Eso no tiene que ver con lo que acaba de suceder.
Lisa guarda silencio y por un momento, mira los ojos cafés de Rosé. Está a punto de llorar y ahí es cuando se arrepiente. Sacude su cabeza y suspira profundamente.
—Hablaré con Jennie más tarde, lo prometo. Pero dime que sucede, Rosé. No puedo ayudarte si no hablas conmigo.
La mayor hace un puchero intentando retener sus lágrimas.
—Creo que... —carraspea su garganta, en busca de disipar sus ganas de llora—. Estoy herida por como sucedieron las cosas en Nueva Zelanda. Y, y, yo sé que esto no se trata de mi. Que quien se separa de su familia eres tú. Sin embargo, la manera en la que tu madre me miró, como ni siquiera puede hablar.
Toma un respiro y Lisa por fin entiende una parte de lo que está pasando, la toma de la mano y la incita a continuar. Dispuesta a escucharla, a pesar de que hace un momento discutían.
Lisa lo atribuye a la falta de comunicación y un evento tan pesado emocionalmente pasando en una transición clave en su relación y en su vida. Pero a pesar de que Rosé es extrovertida y que no para de hablar, ella sabe que le es difícil expresar sus necesidades emocionales.
—Y tu sabes que a mi me encanta hablar, Lisa. No quiero hacer esto más pesado para ti, pero los días me fueron consumiendo los pensamientos. De esos que no me gustan. ¿Puedes creer que incluso cuestione si yo era buena para ti?.
<< Y sé que tampoco es tu culpa que yo tenga inseguridades, solo quiero que todo esté bien con ellos. Sobre todo contigo no sé cómo ayudar. Me siento inútil.
—Cariño, no eres inútil. Me has mantenido a flote en muchísimos momentos de mi vida. Y tu eres la razón por la cual yo soy valiente, es algo que aprendo constantemente de ti. Lamento mucho lo de mis padres, quisiera que no te sintieras de esa manera porqué no me imagino lo rechazada que te sentiste. Fue un error no darme cuenta pero no volverá a pasar ni con ellos ni con nadie.
Rosé se suelta a llorar y Lisa la abraza. Después de unos minutos, Rosé se siente más relajada.
—Hay otra cosa. —se levanta del pecho de Lisa con la nariz roja, a ella nunca le ha importado llorar en público. Aunque es un poco vergonzoso hacerlo a su edad.
—Dime. —Lisa acaricia su cabello y la mira con amor desmesurado, su pecho explota por la mujer que tiene enfrente. Poniéndola como prioridad aún cuando ella es quien se encuentra sufriendo emocionalmente.
Lisa se hace una promesa mental de siempre asegurarse de preguntar como está, porqué ella sabe que para Rosé esos detalles hacen la diferencia.
—Quiero que aclaremos las cosas con Jennie. Ha estado viviendo con nosotras por unos meses y yo entiendo si no estás lista para dar el gran paso. Pero no me gusta estar a medias con ella.
—¿Tú quieres? —pregunta Lisa, insegura de decir lo que opina verdaderamente.
Ahora se abrazan mutuamente. Sostiene sus manos, con los dedos temblorosos. Saben que lo que se hable aquí y ahora, cambiará sus vidas para siempre.
—Mira. Creo que en este punto ya estamos en el otro lado. Jennie ha demostrado ser una excelente persona y perdona que te lo diga así, pero ha entrado en mi corazón de manera irremediable. Y tengo miedo, Lisa.
Lisa entiende el sentimiento, pero aún así pregunta:
—¿De qué?
—De que sea solo una etapa, o que después terminemos heridas. De que después de esta decisión las cosas cambien para mal.
—Es algo que pienso también yo. No sabemos si ella quiere algo serio. Creo que la amo, Rosie. De la manera en la que te amo a ti ¿Eso está mal?
—No lo creo, cariño. Yo las amo a las dos, tienen sus diferentes personalidades pero es lo que más me encanta de ustedes.
Mejillas sonrojadas en mitad del pasillo de la universidad.
—Hablemos con ella está noche.
—De acuerdo, pero primero le pedirás disculpas.
—Sí, mamá.
Cuando se reanudan las clases, Lisa tiene que salir al baño. Casualmente mientras iba de camino se encuentra a la mujer con la que Jennie habló más temprano.
No es muy alta y su cabello castaño revolotea con cada paso, ensancha los ojos y puede ver una radiante sonrisa dirigiéndose hacía ella.
—Oh, yo te vi en los casilleros.
—Sí, estabas con Jennie. —apunta Lisa siendo lo más educada que puede.
—¡Sí! Soy unos años mayor que ella, pero fue una sorpresa encontrarla aquí. ¿Son amigas?
—Novias. —asegura Lisa, sin ninguna confirmación anterior. No le importa, tiene que marcar su territorio antes de que esa mujer quiera hacer algo.
—¡No te lo creo! ¿Quién lo iba a decir? En secundaria Jennie apenas hablaba con sus compañeros de clase. Que grata sorpresa, ella era como mi protegida pero después tuve que regresar a Corea. Algunos bravucones de mi grado le hacían burlas y yo la defendía.
Lisa sonríe, está vez con mejor intenciones que antes.
—Me alegra escuchar que Jennie tuvo a alguien que la cuidará —Lisa hace un reverencia y se presenta:—. Lalisa Manoban, un gusto.
—Kim JiSoo.
***
Jennie limpia con fuerza el piso. Es ilógico pues está reluciente de limpio, no le importa y talla con más fuerza. Incluso sus mascotas están escondidas en algún lugar de la casa. Pueden sentir su enojo y frustración.
—¿Qué creen? —Jennie habla sola. Lleva un rato así, limpiando lo mejor que puede y cuestionando la vida. Aunque por ahora es enojo, muy en el fondo tiene miedo.
Tal vez se han aburrido de ella, o tal vez ya no quieren nada. Jennie sabe que está echando a Rosé a un saco que no le corresponde, Lisa fue grosera, no ella.
Pero es que con las semanas pasando y la situación de Lisa, todo se volvió extraño. A tal punto que a veces solo convivían para tener relaciones sexuales y a Jennie no le gustaba eso.
—Como si no fuera capaz de socializar —bufa y cuando no puede limpiar más, va a la cocina y comienza a preparar algo para su jornada en la universidad—. Además la tonta de Lisa es igual que yo, toda tímida.
Inconscientemente sonríe al pensar ella.
—No se le nota en la cama. ¿Cómo Rosé no me advirtió?
Y así, su enojo se disipa. Ahora solo le queda duda, hasta de sus propios deseos. Es un tema que no se ha hablado, pero sabe que tiene que hablarse cuanto antes.
Cierra los ojos y suspira. Ella nunca tuvo una relación antes, sólo tuvo encuentros sexuales y con personas contadas. No sabe si está preparada para entrar a una y con dos personas a la vez.
Pero piensa en la sonrisa de Rosé, en los ojos de Lisa. En ambos pares de manos tocándola y cuidándola y puede que quiera hacer esto.
No puede, ella se muere por hacerlo.
Cuando llega a la universidad, no hay rastro de la pareja. De vez en cuando se encontraban en el camino o los casilleros. Jennie supone que terminaron temprano y salieron pronto. Tratando de no pensar en otra cosa, llega a la clase de JooHyun.
—Sí, esas están bien. —dice Lisa, sabe que esto les costará un recorte en alguna necesidad básica. Pero no les importa cuando reciben el bonito arreglo floral.
Un conjunto de tulipanes rosas y blancos son abrazados por Rosé. Caminan a casa y al llegar, se encuentran con algo de comida en la estufa. Jennie es así.
Les prepara y cuida de ellas aunque esté enojada.
Cuando Jennie llega a casa, cansada por el transporte público de la tarde, es recibida por un abrazo efusivo de Rosé. Sonríe y se relaja en sus brazos.
—Lisa quiere hablar contigo.
Jennie se tensa y asiente. Deja sus cosas en la entrada y va en busca de Lisa. Está en el patio, sentada en una de las tres sillas para jardín que adquirieron hace poco.
—¿Me buscabas?
—Sí, siéntate por favor. —Jennie está a punto de hacerlo, dejando una silla al lado de Lisa vacía—. Aquí. —señala y Jennie se sienta y puede ver que a su lado queda justo un espacio para dejarla en medio.
—¿Y bien? —Jennie frota sus manos, sin ver a Lisa directamente.
—Lamento mucho lo que dije hoy. De ninguna manera me refería a ti a cómo sonó mi comentario. Solo que me puse un poco paranoica con la situación.
Jennie aprieta la mandibula.
—Honestamente ya no sé qué pensar. Estos días han cambiado conmigo y yo sé que no tenemos ningún compromiso pero fue hiriente desde el momento que tomaste el sándwich de mi mano.
—Lo sé, pero todo tiene una explicación, lo juro. ¿Me perdonas?
Los ojos de cachorrito que hace Lisa son imposibles de ignorar, Jennie suelta una risa y la atrae con un abrazo.
—Está bien.
Sin que Jennie se de cuenta, Rosé llega al patio también. Sostiene el ramo de tulipanes que compraron por la tarde. Cuando Jennie se da cuenta, sus ojos brillan de ilusión.
—Perdón por estar tan distante. La situación con los padres de Lisa me tenía un poco estresada. Debo decir que no fue correcto desquitarme sexualmente.
—Pero estuvo rico.
—¡Lisa! —gritan alarmadas las mayores. Rosé niega con la cabeza y continua.
—Hablamos de esto. —las palabras se atoran en la garganta de Rosé, toma asiento y dejan a Jennie en medio—. Sólo sabemos que llegaste a nuestra vida cuando no te esperábamos. Pero gracias a ti conocimos una forma de amar nueva y a conectar incluso como pareja.
Jennie sonríe ante sus palabras y Rosé le pasa las flores para después sostener sus manos a la misma vez.
—¿Te gustaría ser nuestra novia? De las dos obviamente. Somos paquete completo.
Jennie se ríe y se sonroja.
—Yo quiero ser parte de ese paquete.
Esa tarde, Jennie se unió oficialmente a ellas. Rodeadas de un atardecer pintado con tonos naranjas y morados. Jennie mira al cielo y se da cuenta que incluso la naturaleza hace cosas hermosas.
***
Pasar las tardes en la cocina ya es costumbre. Rosé está paseando a los perros en un parque cerca de casa. Lisa prepará el café y Jennie un omelet para el desayuno.
Las conversaciones banales no son un problema, pero cuando el teléfono de Lisa vibra sobre la encimera. Frunce el ceño al ver el nombre de su madre en la pantalla. Habían pasado dos meses de que formalizaron su relación y el funcionamiento de su convivencia era casi perfecto.
Estaban comenzando a conocerse con una nueva integrante en su relación, pero la comunicación que tenían entre las tres... Era maravillosa.
—¿Vas a contestar? —pregunta Jennie preocupada. Lisa observa el teléfono y después de unos segundos. La imagen de sus padres y Ray está por toda la pantalla.
—Cariño. Hola. Tanto tiempo.
—Hola.
Jennie sigue trabajando en la cocina, entendiendo que esto es algo que Lisa ha decidido y estará para apoyarla pase lo que pase.
—¿Cómo has estado? Love te extraña un poco. Puedes venir a casa para las vacaciones de Navidad.
Jennie rueda los ojos con molestia al escuchar por primera vez la voz de los causantes de tanto dolor en su novia.
—No creo, estaré acompañada. —Lisa dice amablemente. Negándose.
—¿No quieres ver al viejo Love? —cuando mencionan a su mascota, Lisa siente tristeza. Ese perrito la acompañó por toda su infancia, pero acceder era darles control nuevamente así que aprieta los labios y niega.
Su madre frunce el ceño y puede notar que en el fondo de la cocina, hay una figura desconocida.
—¿Con quién estás, cariño?
—¿Eh? —balbucea Lisa se tensa. Jennie también lo hace.
Antes de que pueda dar una respuesta. Su madre confirma el porqué su hija está lejos de ellos.
—¿Ya cambiaste a Rosé? Eso es fenomenal, cariño. Pero sería mejor si te interesas en los hombres. Ya sabes que ellos te pueden proveer mejores cosas. —susurra, como si quisiera ocultar lo grosera que es con Jennie, aunque Sorn no sepa ni su nombre.
—Exacto hija, toma en cuenta nuestro consejo. —Jennie siente su sangre hirviendo, manipulando a su hija y puede entender el dolor de Lisa, el dolor de Rosé al ser juzgada en su presencia también.
—No me interesa su consejo. Regresaré a Nueva Zelanda solo cuando me acepten como soy. Incluso si tengo que sacrificar no ver a Love. Adiós.
Y colgó.
Cuando Rosé llega a casa y observa a sus novias en el sillón, abrazadas y sin decir nada. Se acerca cautelosamente y las abraza. Lisa le cuenta el altercado y Rosé se siente orgullosa de ella.
Todo va cayendo en su lugar, aunque algunas cosas sigan doliendo.
***
—¡Por aquí! Rápido. —dice JooHyun con sus típicos aplausos. Está guiando a un grupo de jóvenes por el recinto. Es un macro evento donde las licenciaturas muestran resultados de semestres anteriores.
En este caso Bellas Artes y Arquitectura harían el conglomerado de proyectos y obras.
Cuando Lisa, Rosé y Jennie llegan, todos paran de hablar. Es común en ellas entrar con tanto impacto, tres mujeres hermosas tomándose de los brazos entre ellas era algo digno de admirar.
El código de vestimenta es formal, por lo que sus vestidos negros y largos hacen una combinación perfecta y aunque los rumores de su peculiar relación ha llegado a muchos, ellas disfrutan del poder que tienen en presencia.
—¡Comencemos con la exposición de Bellas Artes! —JooHyun dice y los telones que cubren las obras caen al suelo. Todas ellas fueron elegidas por la maestra Bae, prestando extrema atención a cuál fue la mejor en cada taller.
—¡Hola! —saluda JiSoo con entusiasmo. Después del primer encuentro, las cosas mejoraron un poco. Demasiado.
Lisa, ahora amiga cercana de JiSoo. Era la única en la universidad que sabía el secreto. Pero ella no juzga, solo respeto y apoyo.
—¿Cómo estás Soo?
—Mejor dicho ¿Cómo estás tú Jennie? Con tus dos mujeres de la mano, eh.
Rosé se ríe y decide intervenir.
—Deja el tema, JiSoo. No seas envidiosa. —las cuatro mujeres se ríen y se despiden después de unos minutos de charla.
Las chicas están listas para apreciarse.
—Mira, son ellas —escuchan susurrar de vez en cuando a las personas invitadas.
Observan las obras en orden cronológico a como fueron realizadas. Las primeras notando cierta distancia, los trazos inexpertos ya que la obra fue realizada por un alumno de primer semestre.
Sin embargo mientras caminan con las manos entrelazadas, cuerpos juntos como una perfecta obra de arte, se dan cuenta —aunque sea internamente— que los dibujos representan perfectamente el desarrollo de la primera etapa de la relación.
Desde el primer desnudo en aquellos bancos, desde el primer toque hasta cuando estaban recostadas en una sinergia, el mismo día donde sus deseos más oscuros y hambrientos culminaron en la cama que ahora comparten todas las noches.
En la última obra, hay más modelos pero ellas son el centro. Siempre unidas, siempre presentes como estatuas de mármol precioso. Se ven así mismas plasmadas en esos cuadros y debajo de ellos una pequeña placa con el nombre de cada una, la técnica y el alumno que la realizó.
—Do not touch. —murmura Jennie, inclinándose un poco para leer mejor.
Rosé sonríe con superioridad al verse ahí, con ellas.
—Ustedes sí pueden tocar.
—Las amo con todo mi corazón.
Lisa dice de verdad, Jennie y Rosé dicen lo mismo y mientras se miran en el recinto con las manos entrelazadas, se puede apreciar su belleza, incluso en el mismo plano existencial que los simples mortales.
Se convirtieron en preciosos diamantes.
Son obras de arte vivientes, prueba de que la perfección puede existir más allá de los museos.
FIN
¡Gracias por leer!
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