Noah
Muchas pidieron Narración de Noah🔥 Así que aquí está.
Contemplé por un rato a la feliz pareja de pie junto al altar y luego mi mirada revoloteo hacia la bella chica que estaba sentada a mi lado. Los recuerdos salieron a florecer en mi cabeza, haciéndome vibrar por la nitidez con la que se proyectaron.
Mientras el ministro hablaba uniendo a la pareja frente a él, recordé las palabras de Shanon el año pasado; me golpeaba el pecho con fuerza y rencor, mientras me miraba con sus grandes ojos color cafés y lloraba sin contenerse. Me partía el alma verla así.
--¡Vete tras ella, entonces! --me decía.
--¡Alcanzala porque el amor de tu vida se escapa! --me golpeó por doceava vez el pecho.
--Shanon...--musite.
--Debi haberme dado cuenta antes.--gritaba.--¡Nos hubiéramos ahorrado todo esto! --manoteo, cansada.
--En ningún momento te engañe, Shanon.--expuse.--Ella me robó un beso, pero estaba ebria Shanon.
--¡Pero tú no!--exclamo, con voz estrangulada.--Ademas, el que haya estado o no ebria no quita que se haya enamorado de ti.--señalo un papel sobre la mesa, arrugando violentamente.--¿Y sabes que es lo peor?--sollozo.--Que tú, perfectamente sabes que te enamoraste también....de ella. De mi mejor amiga.
--Shanon.--quise acercarme, abrigarla en mis brazos para que de alguna manera cesará su dolor, pero me quedé a distancia, sabiendo que después de mi confesión, no serviría de nada.--Nunca quise hacerte daño.--explique.--Simplemente.....no pude controlarlo.
Recordé entonces el primer día que descubrí que sentí algo por Sabrina, o mejor dicho, cuando acepte que sentía algo por ella. Aquella vez que Sabrina veía una película de terror y que de cierta manera, sin explicarme como, quería protegerla entre mis brazos y luego, jamás dejarla ir. Con el paso del tiempo me di cuenta de que me gustaba estar a su lado, pasar las horas en su compañía y hacer chistes tontos de cualquier cosa.
--¡Pero pudiste decírmelo! –las palabras de Shanon continuaron.--No había necesidad de que me hirieras de esta forma.–sollozó, de nuevo.-- Pero yo soy la estúpida, ¿sabes? Debí de darme cuenta, por cómo mirabas a Cam cuando se le acercaba, le hablaba o la besaba.
Mi rostro de endureció al recordarlo. Era una furia devastadora, una inquietud por querer alejarla de Cam cuando éste se le acercaba. Algo que en ese momento me inundaba de pies a cabeza y que no podía explicarme la razón. Ahora lo sabía.
Volví a perderme en el recuerdo, en la escena de aquel día gris.
Me encontraba inmovilizado en el centro del departamento de Shanon, después de haber parecido un idiota y sentirme como uno. Viendo a Jason parado en la puerta y a Sabrina entre sus brazos, sollozando en su pecho.
Entonces, sólo entonces, me di cuenta de que yo había sido igual de ingenuo que Shanon, ahora comprendía quién era la chica a la que Jason amaba y porqué es que nunca me lo dijo. Estaba de pie allí, mirándome con la comprensión de un amigo, con el dolor de un hermano; mientras Shanon lo apartaba lejos, llevándoselo consigo como el único apoyo con el que contaba.
--Acepto.–musitó el novio, mirando fijamente a su futura esposa y sonriéndole, haciendo que mi mente volviera al presente.
--Y tú, Shanon , ¿aceptas a Jason Centineo como tu futuro esposo; para amarlo, cuidarlo, en la salud y enfermedad, hasta que la muerte los separe?–preguntó el padre.
--Acepto.–respondió ella.
Sabrina se levantó de la silla y sacó su cámara fotográfica. La miré desde abajo, sentado aun.
El recuerdo continuó en mi mente.
Me acerqué hasta la mesa en donde Shanon había dejado aquel papel arrugado y vuelto a desarrugar y curioso lo tomé entre mis manos. El corazón me volvió a palpitar cuando leí escrito del puño y letra de Sabrina las palabras “te juro que lo amo”. Pero ya era demasiado tarde, su vuelo había partido y se la había llevado lejos.
O tal vez no tan lejos. Corrí a mi casa y empaqué mis cosas, llamé a Jason como cuatro veces, pero no contestó ninguna, así que mejor le escribí un texto, diciéndole que me iba, que me perdonara; casi lo mismo que Sabrina en su carta para Shanon, pero más breve; y por último agregué: Sé feliz y hazla feliz.
Sabrina había tomado una buena fotografía del beso entre Shanon y Jason. Sonreí. Los murmullos de la gente a mí alrededor me hicieron perderme de nuevo.
--Un boleto para Egipto, por favor.–le dije a la señorita de la aerolínea, convencido totalmente de mi decisión. Recordando la vez que Sabrina me había dicho que a ese lugar escaparía y con la esperanza de que estuviera más cerca de mí en vez de haber volado a los Ángeles, como dijo que lo haría.
--Tiene suerte, señor.–me dijo la muchacha.--Hay un vuelo para esta noche.
Me pidió identificación y luego pagué mi boleto, estaba dispuesto a cruzar el mediterráneo ahora que sabía que ella también me amaba e ir a buscarla, así fuera por cielo, mar o tierra. La encontraría.
Sabrina volvió a sentarse a mi lado y me miró, provocando que volviera bruscamente al presente y me perdiera en su mirada. Ató su mano a la mía y yo miré esa acción.
--¿Vamos? –me preguntó, haciendo seña con la cabeza hacía la pareja recién casada.
--Claro.–le sonreí y me paré junto a ella, siguiéndola a través de la gente, atado de su mano.
Todos los rostros lucían felices, sonrientes. Incluso el mío. Cuando llegamos hasta Jason y Shanon, miré a ambos y al instante Sabrina los abrazó, felicitándolos.
Mi mente volvió a irse.
---¿Cómo está Shanon? –le pregunté, a través de la bocina del teléfono se escuchó un suspiro.
--Mejor.–musitó Jason.
--¿Aun me odia? –inquirí, sintiéndome culpable.
Luego de un silencio corto, mi hermano contestó:
--No lo creo. Ni a ti ni a Sabrina. Aunque sigue dolida… Noah, ha pasado más de un mes. ¿Ya la encontraste? –me preguntó y la decepción saltó a mi rostro
--No.–respondí, sintiéndome tonto.
--¿Y si sí volvió a los Ángeles?
--No lo sé, Jason. Estaba casi seguro de que la encontraría aquí.–admití.
--¿Y ahora?
--Necesito alguna señal de dónde es que se encuentra.–me pregunté que tan desesperado soné.--Lo que sea, Jason.
--Noah.–mi cabeza se sacudió al llamado de mi nombre y miré a mi hermano frente a mí.
--¡Ey, felicidades! –lo abracé con sinceridad, dándole unas palmadas en la espalda.--Ahora estás con la mujer que amas, me alegro por ti.–le dije.
--Y tú también.–me palmeó el hombro y luego miré a Sabrina, que parloteaba animosa con un chico alto y delgado, su amigo Jesse, a quien le daba órdenes de dónde y cómo tomar fotografías.
Sonreí.
--Finalmente.–susurré y miré a mi hermano.--Gracias por todo lo que has hecho por mí, Jason. Estoy orgulloso y honrado de ser tu hermano.
Mi hermano sonrió ante lo que escuchaba y me hizo seña de que fuera con la novia, yo asentí.
Di unos cuantos pequeños pasos y me acerqué a Shanon, que inmediatamente me miró y me sonrió.
--¡Felicidades! –musité y me incliné sobre ella para darle un abrazo, el cual me respondió.
--Gracias, Noah.–me dijo, y la escuché sincera.-- ¿Alguna vez lo imaginaste? –me preguntó, casual.
--¿Qué cosa?
--Todo lo que pasó, quién diría que tú me llevarías a encontrar a la persona indicada y que yo haría lo mismo contigo.–dijo, de lo más normal.
--Me alegra que pienses de esa manera –admití.--Ahora eres como una hermana para mí, Shanon.
Ella sonrió, algo incómoda.
--Dejémoslo en que soy tu cuñada.–rió.
--Claro.–reí, igual.
--¡Shanon, a partir el pastel! –gritó una chica tan blanca como la nieve, a unos cuántos metros parada junto a Jason.
Shanon la miró y le sonrió. Luego volvió a mirarme.
--Gracias por venir, Noah.--dijo.
--Deseo que seas muy feliz Sabrina, lo mereces.–confesé y ella me sonrió.
--Gracias. Lo soy.–musitó y caminó hasta la chica que le había gritado antes.
Busqué con la mirada a Sabrina, se encontraba parada, preparada para tomar fotografías.
Y lo último del recuerdo vino a mi memoria.
Su nombre apareció en la Internet, anunciando una exposición fotográfica en los Ángeles. “Manuale del proibito” y una foto… mía. Sin duda era Sabrina, mi Sabrina, a la que había estado buscando por cada rincón de Egipto y que buscaría hasta el último lugar de la Tierra.
Leí todo el artículo que se exponía en aquella página. Tenía que viajar a los Ángeles lo más pronto posible. Sabía que ella me amaba, esta vez no tenía por qué mentirme.
Me acerqué a ella y la abracé por detrás, acomodando mi barbilla en su frágil hombro. Ella se giró y nuestras respiraciones chocaron.
--Deja que Jesse tome las fotos.
–le susurré al oído y sentí cómo su piel se erizó junto a mi cuerpo.
--¿Quieres que me pierda cuando parten el pastel? –musitó, haciendo un leve puchero.
Me reí.
--No. Quiero que suelte esa cámara y me abrace, señorita.–rocé con mi boca la piel de su mejilla.--Y que nunca me deje ir.–susurré.
Ella se giró y quedó en mis brazos, de frente.
--Jamás.–prometió y acunó mi rostro entre sus delicadas manos.--Y tú prométeme que no me dejaras escapar otra vez.
--Nunca, y si eso sucediera, yo iría justo detrás de ti.–le sonreí y retiré su mano izquierda de mi rostro, luego acaricié la argolla que adornaba su dedo corazón.--Pero sé que no volverás a escapar.–miré el anillo plateado por un segundo y luego volví mis ojos a ella, olvidándome por completo de dónde estaba y de la gente que me rodeaba, concentrado sólo en el bello rostro frente a mi.-- usted prometió ser mía por siempre, futura señora de Centineo, ¿lo recuerda?
--No voy a olvidarlo jamás.–rió.
Le sonreí y luego coloqué mis manos en su rostro y ella puso las suyas en mi cadera. Me acerqué y uní mis labios a los de ella, acariciándolos suave y limpiamente.
Después de haber estado perdido en mi mismo, entre el querer y no poder; sumido en una total confusión, logré escapar hasta lo alto y conseguir lo que realmente necesitaba. Dicen que las cosas buenas tardan tiempo, pero que las realmente maravillosas, suceden en un abrir y cerrar de ojos.
Ahora aquí estaba, en este momento, teniendo en mis brazos a la única mujer que amaba, y estaba dispuesto a hacer con ella, un nuevo manual de lo prohibido.
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