Capítulo 43
Ronan intuyó que algo andaba mal incluso antes de entrar en la tienda de antigüedades.
—Quédate aquí —le advirtió a Harry.
—¿Qué sucede? —preguntó este, deteniéndose en seco para mirar a través del escaparate.
—Solo quédate aquí.
Ronan notó la ausencia de las flores y frutos de Rowan que siempre adornaban la entrada. Al empujar la puerta y no escuchar el sonido de la campanilla de bienvenida, su cuerpo se tensó, preparándose para lo desconocido.
Aunque deseaba encontrar a Sydonie, temía lo que podría descubrir.
Su corazón latía agitado, y las palmas de sus manos sudaban. ¿Era esto miedo? Ronan nunca había sentido temor en toda su existencia, pero había comenzado aquella noche en el club, cuando había sentido la presencia del cazador de almas, y lo continuaba persiguiendo en sus pesadillas. Era extraño, porque no se había sentido asustado por él mismo, sino por Sydonie. Había temido no encontrarla, llegar tarde. Ahora se sentía igual. Si esto era miedo, era una sensación tan inexplicable como desagradable.
Mientras avanzaba despacio entre las estanterías, sintió la misma energía que había perseguido dos días atrás, la misma que había acechado a Harry. Aunque menos intensa que la del club, era suficiente para mantenerlo en alerta.
Al acercarse al mostrador, escuchó a Sydonie y luego la vio, lo que le proporcionó un momentáneo alivio. No obstante, se mantuvo alerta. Junto a ella, distinguió otra figura. No había dudas: era el cazador de almas, pero ¿una mujer? Y ¿estaban charlando?
Ronan se detuvo frente a Sydonie, su mirada aún fija en la presencia desconocida.
—Sydonie, ¿qué estás haciendo? —preguntó, su tono serio y tenso denotó su profunda preocupación.
—¡Ronan, volviste! —exclamó claramente sorprendida y aliviada—. ¿Y Harry?
—Está afuera, esperando.
—¿Por qué? ¿Está pasando algo afuera? —indagó curiosa.
—No, aquí está sucediendo algo. —Ronan endureció la mirada hacia la mujer en el rincón de la tienda.
Siguiendo su mirada, Sydonie vio a Amani, quien observaba la situación con una calma que contrastaba con la creciente tensión. Decidió aclarar las cosas antes de que los malentendidos escalasen.
—Ronan, ella es Amani. Es... —comenzó a explicar.
—La cazadora de almas. —El gruñido bajo de Ronan salió lleno de sospecha y hostilidad.
—Iba a decir que es mi invitada. —Sydonie frunció el ceño, desconcertada por la rápida conclusión de Ronan.
Él la miró como si hubiera perdido la razón, era incapaz de entender cómo Sydonie podía estar tan tranquila frente a lo que él veía como una clara amenaza.
—No entiendo qué está pasando. —confesó visiblemente frustrado—. ¿Por qué está aquí? Es la responsable de todo lo que está ocurriendo. Podría haberte hecho daño. ¿Cómo puedes confiar en alguien tan vil?
Sydonie estaba a punto de responder, pero la otra joven masculló:
—Mi nombre es Amani, y prefiero que no hables de mí como si no estuviera presente. ¿Es que no tienes modales?
Ronan sintió que su enojo se avivaba.
—No me hables, ladrona de almas —replicó.
—Los grim reapers antiguos son tan engreídos —contestó Amani, estrechando la mirada—. ¿Todos son como tú?
—No tienes respeto ni por mí ni por los muertos.
—No soy lo que piensas —respondió ella con un tono despectivo.
Ronan frunció el ceño, claramente no convencido.
—Las apariencias y las acciones hablan más que las palabras, y tus actos son despreciables.
Viendo que la discusión escalaba rápidamente, Sydonie intervino:
—Ronan, escucha, Amani no es lo que piensas. Ella...
—¿Crees que eres mejor que yo? —espetó Amani—. No me conoces. No tienes derecho a juzgarme.
El fuego en las venas de Ronan parecía arder con más fuerza.
—No sé qué haces aquí, pero te entregaré al Concilio Superior.
Ronan se plantó frente a Sydonie y, en un instante, Morrigan se materializó en su mano. Amani enfrentó la situación sacando dos dagas curvadas de intenso color dorado y adoptando una postura defensiva. Ambas figuras estaban frente a frente. Amani, casi tan alta como Ronan y con similar agilidad, enfrentaba a un grim reaper cuya esencia era visiblemente más poderosa. Sin embargo, ella no se acobardó.
—¿Crees que tengo miedo, recolector? ¿Por qué no me atacas y vemos quién teme a quién?
Ronan apretó los dientes ante la provocación y sintió a Sydonie intentando agarrar su brazo. Estaba a punto de intervenir cuando la puerta se abrió bruscamente y Harry entró. Su expresión mezclaba desafío y confusión.
—¿Qué está pasando aquí? No veía bien desde fuera y...
Se detuvo en seco al ver a Amani.
—¡Tú! —exclamó Harry, señalándola—. ¡Eres la cazadora de almas que me atacó!
Volvió su mirada hacia Ronan y Sydonie, desesperado por respuestas.
—Ella es la causa de todo esto, ¿verdad? ¡Ella tiene mi cuerpo!
Amani, lejos de intimidarse, respondió con orgullo.
—Realmente, ¿es así como reciben a todos ahora? Con acusaciones a primera vista.
La tensión en la habitación era palpable, cada palabra avivaba el conflicto. Ronan se colocó frente a Harry, como si intentara protegerlo de un ataque, con Morrigan aún brillante en su mano.
—Si te acercas, Morrigan absorberá tu alma —amenazó Ronan, su mirada oscura y penetrante.
Amani sacudió la cabeza, claramente no impresionada.
—Por favor, no me hagas reír. Ya te dije, no soy lo que piensan. No soy quien buscan.
Harry, sin embargo, estaba lejos de calmarse y dio un paso adelante, como si estuviera listo para enfrentarse.
—Entonces ¿por qué mi alma sigue atrapada? Si no eres tú, ¿quién es el culpable? No puedo creerte, tú...
—¡Todos se calman!
La voz de Sydonie resonó con más fuerza de lo que esperaba. El silencio que siguió fue casi palpable. Todos los ojos se volvieron hacia ella, aguardando una explicación que pudiera desenredar el torbellino de emociones y acusaciones.
Sydonie tragó saliva.
—Por favor, escuchen. Amani está aquí porque necesita ayuda, al igual que tú, Harry. Y Ronan, ella no es tu enemiga. Hay mucho más en juego de lo que parece a simple vista.
Las expresiones de los tres variaron entre el escepticismo, la ira y la frustración. Sydonie sabía que tenía que clarificar las cosas antes de que las tensiones volvieran a escalar. Era su oportunidad de unirlos en una causa común, en lugar de dejar que los malentendidos los separaran aún más.
—Amani está aquí porque yo la invité. Y no, no es la cazadora de almas que piensan. No es la villana. En realidad, ella misma ha sido víctima de las circunstancias y busca justicia, no conflictos. Quiere ayudarnos a atrapar al verdadero cazador de almas. Ha decidido formar una alianza conmigo para obtener su libertad.
Amani, que había bajado las dagas, asintió con lentitud, y su expresión se suavizó al encontrarse con la mirada de Sydonie. Ronan frunció el ceño, claramente no convencido. Mientras tanto, Harry, que hasta ahora había permanecido en un estado de alerta defensiva, dio un paso adelante.
—¿Víctima? —repitió Ronan, aún escéptico—. ¿Cómo podemos estar seguros de sus verdaderas intenciones?
Sydonie miró a todos en la habitación, tomando la pregunta de Ronan como una oportunidad para aclarar y profundizar en lo que estaba sucediendo.
—Quizás deberíamos sentarnos y escuchar lo que Amani tiene que decir —sugirió, señalando las sillas dispersas por la tienda.
Al principio, nadie se movió. Ronan permaneció receloso e imperturbable, pero Sydonie tomó su brazo y él, a regañadientes, se dejó guiar hacia una silla. Entonces Amani guardó sus dagas y se ubicó detrás del mostrador. Harry, movido por la posibilidad de obtener respuestas, se relajó ligeramente y tomó asiento en el lado opuesto. Todos se dispusieron en un improvisado triángulo.
—Adelante, cuéntales —animó Sydonie a Amani.
Y así, ella comenzó a relatar su historia.
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