5| La Propuesta

Hermione y Draco volvieron a intentar el hechizo. Se concentraron con todas sus fuerzas, pronunciando las palabras con precisión y claridad. La magia los envolvió nuevamente, llevándolos a otro lugar y tiempo. 

Cuando abrieron los ojos, se encontraron en la acogedora sala de la Madriguera, decorada con guirnaldas y luces navideñas. El olor a comida recién hecha llenaba el aire, y el crepitar del fuego en la chimenea hacía que el ambiente pareciera cálido y acogedor. Sin embargo, algo les llamó la atención de inmediato: nadie parecía notarlos. 

—Parece que somos invisibles otra vez —murmuró Draco, observando a la familia Weasley que se reunía alrededor de la mesa.  — Te ves más joven, esto parece ser muy atrás...

Hermione asintió— Lo recuerdo, es 2006— su atención fija en lo que sucedía. En el centro de la sala, Ronald Weasley se levantó de su asiento, con una cajita de terciopelo rojo en la mano. 

—Hermione —dijo Ron, mirando directamente a una versión más joven de ella que estaba sentada al lado de Harry—, esta guerra nos ha enseñado muchas cosas, pero sobre todo, que la vida es corta. No quiero esperar más para hacer esto. 

Draco frunció el ceño mientras Hermione miraba incomoda. 

—No puede ser... Teníamos venir a este día horrible —susurró, llevándose una mano a los labios mientras veía la escena desarrollarse frente a ella. 

Ronald se arrodilló frente a la mesa, atrayendo la atención de todos.  —Hermione Jean Granger, ¿te casarías conmigo? 

Hubo un silencio sepulcral en la sala. La versión joven de Hermione abrió los ojos, sorprendida, mientras el resto de la familia observaba expectante.

—Ron... yo... no puedo —respondió la Hermione del pasado, con la voz temblorosa. La decepción fue evidente en el rostro de Ron, pero ella continuó—. No estoy lista para esto. No ahora. 

El ambiente en la sala se tensó. Harry, tratando de aliviar la incomodidad, sonrió nerviosamente. 

—Vamos, Ron, tal vez el próximo año te diga que sí, ¿no? 

Ron forzó una sonrisa, pero la tristeza en sus ojos era inconfundible.  —Claro, Harry. Siempre la esperaré —respondió con voz apagada. 

Molly intentó aligerar el momento, bromeando:  —Bueno, a veces no es bueno aceptar un matrimonio tan rápido. ¿Verdad, Arthur? 

Todos rieron débilmente, excepto Hermione del pasado, que parecía angustiada por lo que iba a suceder.

—Es muy tarde, necesito irme. Quiero visitar a mis padres para desearles una feliz Navidad —dijo abruptamente, levantándose de la mesa. 

Cuando salió de la Madriguera, la Hermione del presente y Draco la siguieron, aunque ella no podía verlos. Se detuvo fuera de la casa, acariciando el brazo donde tenía la cicatriz que Bellatrix le había dejado. 

—Nunca me casaré —dijo en voz baja, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas—. Mi vida siempre será un espectáculo para el mundo mágico. Nunca podré ser solo Hermione como antes. Nadie me ve como realmente soy.

Draco observó en silencio. Verla tan vulnerable lo conmovió profundamente. 

La escena cambió de repente. Ahora estaban en un cementerio. La Hermione del presente miró a su alrededor, perpleja. Frente a ellos había dos lápidas idénticas. Draco, con el ceño fruncido, leyó los nombres grabados en las piedras: Richard Granger  y Jean Granger   
En la de él se leía: “En memoria de un padre amoroso. Su fuerza y sabiduría viven en su hija. Descansa en paz.“
Y en lde ella:  “En memoria de una madre querida. Su amor y ternura viven en su hija. Descansa en paz.”

—Feliz Navidad... —susurró la Hermione del paso, llevándose una mano al corazón.  Para luego transformar unas piedras en flores que colocó sobre las lápidas.

Ella sabía lo que esto significaba. Draco la miró, esperando una explicación. 

—Nunca le dije a nadie... —empezó, con la voz quebrada—. Después de la guerra, algunos fanáticos de Voldemort buscaron venganza. Mis padres... ellos estaban desprotegidos. Fueron asesinados. 

Draco, aunque no era alguien acostumbrado a consolar, se acercó a ella y la miró con seriedad.  —Granger, lo siento. No tenía idea. 

Ella no respondió, solo se arrodilló frente a las lápidas y dejó caer algunas lágrimas. Draco permaneció a su lado, sin saber qué hacer. 

—Esto es parte de la maldición, ¿verdad? —preguntó ella de repente, con un tono decidido—. Todo lo que hemos visto está conectado. Mi pasado, tu pasado, el futuro que vimos... todo. 

Draco asintió lentamente, entendiendo lo que quería decir.  —No estamos aquí solo para mirar, Granger. Tenemos que resolver esto. 

Hermione se levantó, limpiándose las lágrimas.  —Entonces, volvamos a intentarlo. No importa cuántas veces fallemos, vamos a deshacer esta maldición.

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