Capítulo 4
Cuatro llegó a un basurero luego de seguir las indicaciones del hombre que lo atacó. A pesar de tener la capacidad de volar con sus burbujas, el amanecer lo sorprendió en la entrada del tiradero. El lugar era administrado por robots que llevaban los desperdicios a la planta de tratamiento que se encontraba a sólo dos kilómetros de allí.
Estaba bastante cansado por lo que buscó un lugar para dormir un momento. El asiento trasero de una camioneta atropellada era la mejor y más cómoda opción. Con cuidado abrió una de las puertas traseras, adentro observó unos pompones con patas, los cuales salieron corriendo al verlo. Los gatos usaban ese auto como cama también.
—Una siestita y voy a estar como nuevo —susurró luego de bostezar profundamente. Por estar tan agotado se durmió en un instante, sin percatarse que alguien lo había visto.
El vigía inmediatamente abandonó su lugar para informar a los demás, no contaban con celular u otro medio de comunicación porque Cyberex tenía control absoluto de la tecnología y la usaba para rastrearlos.
La Resistencia había sobrevivido hasta ahora por abandonar la tecnología y buscar otros métodos. Con el tiempo aprendieron que la I.A tenía predilección hacia la naturaleza, sus ciudades podían ser increíblemente grandes y avanzadas pero también había creado límites muy claros, reservas en donde la flora y la fauna estaban a salvo de la mano del hombre.
Las personas tenían prohibido abandonar su propio hábitat, aunque nadie tenía la intención de hacerlo, el hecho de tan sólo pensar en dejar una vida cómoda desalentaba a cualquiera sin necesidad de recurrir a métodos extremos o violentos. Sin embargo existían personas a las que Cyberex no podía controlar de ese modo. Fue de esa manera que La Resistencia se creó y esos rebeldes se ocultaron en las reservas, a pesar de los peligros y los posibles ataques de animales salvajes.
El vigía se abrió paso por las rejas cortadas a los límites de la reserva del norte, allí habían bosques templados con árboles que intentaban igualar en altura a los rascacielos. Silbó con fuerza y su mejor amigo respondió con un gañido. Se trata de un halcón que rápidamente descendió para terminar posándose en su brazo.
—Esto es muy importante —le dijo al colocar una nota en el compartimiento de su pecho—. Vuela —él lo despidió, esperando que el mensaje llegara lo antes posible. Con esa misión completada, el vigía regresó a su puesto.
¿Qué estará planeando ese monstruo? ¿Por qué está desprotegido?, se preguntó mientras observaba a Castel. Dudaba si realmente estaba dormido e intentaba comprender y adelantarse a sus acciones.
Los minutos pasaron, la espera estaba torturando al vigía aunque vio a un robot acercarse a la camioneta donde el rubio se encontraba. Esas máquinas en particular se encargaban de compactar los vehículos para luego fundir el metal y reutilizarlo.
—Será descuartizado y estoy en primera fila para verlo —comentó, sin creer del todo de lo que estaba presenciando. Por un momento creyó que era un sueño hasta que una figura se hizo presente—. ¿Por qué lo salva?
Castel despertó de golpe al sentirse sacudido, el sonido del metal retorcido lo asustó. Desesperadamente intentó patear las puertas pero no fue necesario ya que la mismísima Iron Hell apareció frente a él.
La mujer se paró sobre el auto, captando la atención del robot, quien inmediatamente se detuvo.
Es una Lady buena... salvó mi vida, se dijo el rubio para después recibir un golpe en la mejilla que lo dejó inconsciente. Esto sorprendió a la mujer ya que no era la primera vez que se enfrentaban y jamás lo había vencido de un solo golpe. Esperó un momento para cerciorarse si era un truco de Castel pero efectivamente se encontraba inconsciente.
El rubio solía tener muchos sueños, casi todos relacionados con sus peleas, los momentos en donde estuvo a punto de morir. Todo ese ruido y esos monstruos fueron tragados por la oscuridad lentamente, entonces una pequeña luz estaba frente a él, eran velas con formas del número 19. Él regresó a ese momento, la pesadilla se había convertido en un sueño agradable.
Todo terminó de manera tranquila, no se sobresaltó al despertar y bostezó. A pesar de sentir el rostro extraño intentó cerrar los ojos nuevamente. Pero los recuerdos llegaron inmediatamente.
—¡Carajo, ella me atrapó! —se dijo y, al hacer un ligero movimiento, sintió algo punzante contra su cuello. Él se quedó muy quieto para luego mirar a su alrededor pues se encontraba completamente atado, usaba una especie de chaleco de fuerza con cadenas en los extremos mientras que tenía un collar grande repleto de cuchillas afiladas contra su piel.
Castel se maldijo por haber bajado la guardia. Entonces vio a alguien acercarse, era ella, la mujer se mostraba seria y se cruzó de brazos.
—Si haces algún movimiento ajustaré el collar —amenazó, sin embargo él notó algo diferente en ella, se veía nerviosa, había un ligero y casi imperceptible temblor en sus manos.
—El cabello largo te queda bien, Lady —comentó haciendo que ella da un paso atrás, esa reacción le sorprendió—. ¿Por qué me tienes tanto miedo? Me noqueaste de un golpe —agregó.
—¿Qué estabas haciendo en el basurero? ¿Por qué dejaste tu penthouse?
—No es mío, es del otro Castel. —El rizado optó por decirle la verdad, no estaba seguro de que ella estaba de su lado pero necesitaba que confiara en él. Su vida dependía de ello.
—No tengo tiempo para estupideces, ¿qué planea Cyberex?
—Estás en contra de Cy... —murmuró, mucho más impactado. La Lady que él conocía prefirió mantenerse fuera de ese asunto, sólo le importaba capturarlo—. No sé lo que planean, apenas llevo unas horas en este mundo.
—¿Eres un clon de ese monstruo? —ella estaba considerando la posibilidad porque Castel actuaba muy extraño, no era la misma persona que ella conocía—. Eres tan ególatra que te clonarías a ti mismo por diversión.
—Él también pensó que yo era un clon. Soy Matías Aarón Burjas, puedes llamarme Cuatro, el Matías que odias es Seis —se presentó con una sonrisa que descolocó bastante a su carcelera—. ¿Cómo te llamas?
—Sabes perfectamente quien soy.
—No, de verdad, ¿cuál es tu nombre? —preguntó curioso, era uno de los misterios más grandes para el rubio—. Te conozco por el apodo de Iron Hell.
—Soy Helena —murmuró, ella también se sentía extraña hablando con él. Incluso lo vio sonreír al escuchar su nombre.
—Perdón Lady, pero hablar con esto es muy incómodo.
No sabía a lo que se refería hasta que el collar cayó al suelo, produciendo un tintineo. La camisa de fuerza también lo soltó, las cadenas cortadas por unas burbujas pequeñas, él reaccionó un momento después para capturar todos los objetos de metal principalmente el collar con las cuchillas.
—¡Ah, alto! Sólo quiero hablar —dijo al alejar la burbuja de ella. Ambos comenzaron a forcejear con sus poderes, ella tratando de hacerse con el mental y cortarlo en pesados—. Espera, Lady.
—¡Deja de llamarme así!
—Perdón, es la costumbre. Te llamaré Helena, ¿si?
Cuatro se alejó un poco, demostrándole que no la haría daño pero tampoco se dejaría golpear otra vez. Él se sentó sobre la burbuja, esperando su respuesta mientras ella lo miraba con una expresión de confusión.
—¿Quién eres? ¿De dónde saliste? —cuestionó desconcertada.
—Ya me presenté pero sé que es un poco difícil de entender.
—No eres él... Esos no son sus poderes —murmuró, dejando al rizado confundido.
El teniente Castel esperaba de manera impaciente que él se reportara, creyó que se comunicaría hace horas pero ya estaba amaneciendo. Para tratar de calmarse comenzó a golpear el saco de boxeo que se encontraba en su gimnasio, sus puños destrozaban las costuras y sus patadas acabaron partiendo el saco.
—Amo Castel, tiene una llamada —le comunicó Nix y contestó la misma a pedido del rizado.
—Unos drones en su vigilancia lo vieron volar a unos kilómetros de aquí pero perdimos el rastro —le dijo una voz grave del otro lado de la línea—. No se preocupe, lo encontraremos.
—Si, lo harán —contestó Castel para luego cortar.
Nix comenzó a limpiar los retos de la bolsa de boxeo, viendo a su amo cambiarse de ropa. Él se quitó la deportiva para reemplazarla por su traje de combate, con su espalda al descubierto se podía apreciar más marcas azules en su cuerpo, como franjas que estaban en la zona de sus costillas y columna. Su traje era negro con detalles en rojo, tenía el cuello alto y nudillos metálicos en los guantes.
—¿Va a salir amo? —le preguntó Nix, el pequeño dron se acercó volando. La I.A ya había reemplazado al roto.
—Daré un paseo, cuida la casa Nix —contestó luego de abrochar su cinturón.
Castel es uno de los tenientes generales de Cyberex. Hace un año él pertenecía a la Resistencia, el último de los hevenzianos llamado Hyrik había formado un grupo de omegahumanos para enfrentarse a la I.A y liberar la Tierra. Pero Castel fue a ver a Cyberex personalmente, le dijo acerca de la Resistencia, traicionó a sus compañeros a cambio de poder.
Es el favorito de Cyberex, lo convirtió en un arma al modificar su cuerpo. Desde entonces Castel le prohibió a todos mencionar algo acerca de su vida pasada, ya no era "débil" y comenzó a hacer lo que le plazca sin que nadie pudiera detenerlo, su brutalidad creció al igual que su ego.
Desde entonces Castel se había dedicado a cazar todos los miembros de La Resistencia, ante la menor sospecha, él asesinaba a las personas con el fin de mantener su nuevo estilo de vida.
Cuatro escuchaba a Helena con atención, ya que le había preguntado acerca de él, en ese universo. Ella todavía se mantenía alerta y guardaba distancia aunque poco a poco comenzaba a confiar.
—Oh por dios... Maté a Hyrik —comentó el rizado, mostrándose un poco agitado—. No sólo a él, también a los demás... Krieg, Himeya... y Fox... Samir debe estar bien, es inmortal.
—Ellos son los otros tenientes de Cyberex, excepto Samir... él también fue aniquilado junto al grupo de Hyrik—explicó la mujer cabizbaja—. Yo lidero ahora... Sigo viva porque soy una cobarde, debí morir peleando junto ellos.
—¡No es cobarde tener miedo! Enfrenté a Cyberex más de una vez y me sentía una carga para mis compañeros, tenía miedo. Pero si también hubieras muerto quién había mantenido en pie a La Resistencia —exclamó el rubio con los ojos llorosos—. Y-Yo voy a detenerme... ya lidié con Cyberex antes y te ayudaré.
—¿Qué? Es una locura, todos los que-
—Si Helena, es posible. Los tenientes de Cyberex fueron los que lo derrotaron en mi universo, nos llamamos los Caídos y somos amigos. —Ella suelta una risa al escucharlo, descolocándolo un poco. Se veía como la Iron Hell que conocía pero el carácter de ambas eran diferentes, su Lady era más fría e impasible, de así su apodo Lady Terminator mientras que Helena se mostraba mucho más humana.
—Debo estar soñando, todo lo que dices parece fantasía... ¿Cómo puedo diferenciarte de Seis? Ambos se ven idénticos —murmuró, entonces lo vio quitándose la camiseta. Ella observa una gran cicatriz a lo largo de su brazo izquierdo, como un ciempiés que comenzada desde la muñeca hasta el omóplato.
—Cyberex me hizo esto, de milagro no perdí el brazo pero supongo que fue el karma por haberte cortado el tuyo —la vista de Castel bajó hacia las manos de Helena, esperando ver la prótesis pero ambas manos eran normales—. No la tienes... la prótesis...
—¿Qué clase de persona soy en tu universo?
—Una omegahumano mercenaria, haces cualquier trabajo por grandes cantidades de dinero. Yo escapé de casa y mis padres te contrataron para capturarme. Llevamos años jugando al gato y al ratón hasta que Siete te capturó.
Helena le preguntó quién era Siete, negándose a creer del todo el cuento de los multiversos. Todo le parecía sorprendente y al mismo tiempo muy elaborado como para ser una mentira. El teniente Castel nunca hubiera recurrido a su pasado de esa manera para tenderles una trampa, su ego no se lo permitiría.
En ese momento uno de los compañeros de Helena abrió la puerta, cayendo sentado al ver a Castel suelto.
—¿Qué pasa? —cuestionó ella al voltear, el vigía estaba tan asustado que no podía hablar—. Cálmate, él es inofensivo.
—Ah... llegó u-un men-saje —el chico se mostraba muy agitado, parecía estar a punto de tener un paro cardiaco y no dejaba de mirar a Castel. Entonces Helena aplastó sus mejillas con las manos y lo obligó a mirarla.
—Respira y habla, todos los mensajes son importantes —le dijo con cariño y paciencia.
—Hay... un i-intruso en los límites y temen que entre a-a la reserva. L-Los demás vigías enviaron a sus halcones al mismo t-tiempo —respondió para luego recuperar el aliento.
Castel se mantuvo alejado para no asustar aún más al muchacho, vio que se trataba de un adolescente de unos 15 o 16 años y usaba camuflaje. Él se preguntó si su familia también formaba parte de La Resistencia, no queriendo pensar que era huérfano y estaba solo.
—Yo me encargaré, tú y los demás ocúltense —le ordenó y el vigía asintió rápidamente para marcharse y hacer correr la voz hacia los otros.
—Te acompañaré —se ofreció Cuatro—. Seis debe estar buscándome.
Ella no estaba segura si era una buena idea o no, así que dejó al rubio encerrado en aquel lugar. La castaña se apresuró a ir a la armería y equiparse, colocó rollos de alambres y clavos en sus bolsillos y cuchillos en su cinturón. Las armas eran muy difíciles de conseguir pero aún así guardaba unas cuantas balas para Castel y vaciará todo el cargador en su rostro.
A pasos apresurados recorrió los pasillos subterráneos, ese era el hogar de Hyrik y Samir, quienes eran los mejores amigos y lo había construido para ocultarse. La estructura era parecida a las guaridas de los suricatos, con caminos falsos y callejones sin salida, si no conocías el lugar era seguro que te perderías.
Helena llegó a unas escaleras y subió hacia la superficie, la entrada estaba muy bien oculta y se aseguró que así permanezca. Con la oscuridad del bosque de su lado, ella se ocultó en las sombras y se dirigió sigilosamente hacia la zona en donde el intruso fue divisado. Estando oculta entre unos arbustos, ella se quedó quieta y esperó.
—Creo que vi un rastro por allá —escuchó un susurro detrás de ella. No perdió la calma y lentamente volteó. Castel estaba allí con una pequeña sonrisa.
—Eres muy cauteloso —murmuró.
—Gracias, mi amigo Nathaniel me enseñó.
—No somos amigos...
Helena se alejó inmediatamente al igual que Castel, Black Fox era el intruso y los había tomado por sorpresa. Esa era la habilidad del morocho, esconderse y atacar utilizando las sombras.
Castel observó a Nathaniel, su rostro se veía muy demacrado, estaba ojeroso, el cabello revuelto y también olía muy mal. El Fox que él conocía, ni en sus peores momentos, llegó a estar en esas terribles condiciones. Le dio pena e intentó acercarse pero un holograma se proyectó desde el collar del muchacho pálido.
El holograma era del doctor Evan Kintobor, quien se mostró un poco sorprendido al ver al rubio ante él.
—Oh, siempre tan impaciente —dijo con una sonrisa—. Sé que te gusta hacer las cosas por ti mismo pero no crees que es un poco peligroso.
—¿Debo matar a Castel? —preguntó Fox para luego recibir una descarga eléctrica proveniente del collar.
—Cállate, no te permití hablar —Evans lo reprendió de nuevo, lo que dejó a Nathaniel de rodillas y temblando por las fuertes descargas—. Castel... ¿Planeas traicionar esta vez a Cyberex? De otro modo no estarías acompañando a una rebelde.
—Planeo costarte en pedazos si llego a verte la cara —respondió el rizado. Entonces Evans ordenó a Black Fox atacar sin contenerse, desde hace tiempo el doctor había querido una razón para deshacerse del traidor, le molestaba que un mocoso inmaduro sea el favorito de Cyberex.
Evans también quería un poco de reconocimiento, pensaba que era superior al doctor Krieg y por supuesto a Castel. Ahora el mocoso le había dado la excusa perfecta para eliminarlo.
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