Rescate III
Alejandro estaba oculto en el balcón. Continuaba esperando alguna señal de sus compañeros para comenzar a luchar o retirarse. Mientras aguardaba, escuchó voces. Se pegó lo más posible a la ventana para poder oír mejor y descubrió una rendija por la que podía observar lo que ocurría en la habitación de Noah.
Rosman llegó acompañado de un hombre desconocido que nunca antes había visto. Su corazón se detuvo cuando detalló sus rasgos. El cabello largo y plateado, los ojos azules como pedazos de cielo, la cicatriz en el rostro. Aquella descripción coincidía con la proporcionada por su madre adoptiva antes de morir. Él podría ser su padre.
—Debiste dejarme terminar lo que estaba haciendo— protestó Samtines, mientras presionaba la herida que tenía en el cuello con un trapo—. Hubiese sido una excelente venganza contra ese bastardo de Petter. — dejó escapar un gemido de dolor—. Esa pequeña perra...
—No era el momento, ni el lugar. Además, todavía no decidí qué voy a hacer con ella— explicó Rosman, mientras se sentaba en una mesa y comenzaba a servirse un poco de vino—. Quizás podamos negociar un rescate con su madre a cambio del cristal, estoy seguro de que Valeria sabe dónde está.
—Es raro— comentó Samtines con voz reflexiva—. Ni Anise ni la chica parecían saber el paradero de la reliquia...
—Por eso nuestra única esperanza es negociar con Valeria. Ella es una mujer dura, pero no va a querer que lastimemos a su pequeña hija.
Hubo un breve silencio. Samtines también se sirvió una copa de vino.
—¿Qué hay de los otros Elegidos? — preguntó—. No van a quedarse de brazos cruzados, sobre todo Petter.
—No podrán contra nosotros ahora que tenemos los cristales— sentenció Rosman con una sonrisa y bebió el contenido de su copa de un solo trago.
Una vibración interrumpió la conversación, alarmando a ambos hombres y también a Alejandro. Tanto el piso cómo las paredes comenzaron a estremecerse, provocando que los objetos se sacudieran y cayeran al suelo.
—¿Qué sucede? — se preocupó Samtines.
—La protección— explicó Rosman—. Esos malditos chiquillos están aquí.
Samtines le hizo un gesto para que no se moviera de la habitación. Tomó su espada y se dirigió hacia las escaleras, cerrando la puerta tras su paso. Rosman caminó hacia un ropero y sacó el cofre con los cristales. Estaba sorprendido de que los Elegidos hubiesen descubierto el escondite. Justamente lo había escogido porque pensó que nadie lo asociaría con ellos, además de que estaba en un barrio desolado, un lugar ideal para pasar desapercibido.
Alejandro aprovechó la distracción de Rosman para abrir con cuidado la puerta del balcón. Quiso tomarlo desprevenido, pero el rey se giró antes de que pudiera terminar con la tarea.
—Tendrás que practicar mejor si quieres sorprenderme— dijo con tono impasible, mientras se giraba para observarlo, pero solo se encontró con la puerta entreabierta. Extrajo la daga que siempre guardaba en su cinturón—. Vamos, sal de ahí quien quiera que seas y muestra tu cara.
Alejandro abrió la puerta y corrió a toda velocidad. Quería herirlo con su espada, pero Rosman frenó el golpe y lo empujó hacia atrás de una patada, obligándolo a retroceder. Ambos se miraron a los ojos, continuaban en posición de ataque y con sus respectivas armas empuñadas.
—Eres tú...—sonrió el rey con picardía—. Me alegra que hayas venido, muchacho.
Alejandro no respondió, lo atacó con más furia, pero Rosman retrocedió y volvió a frenar el golpe con su daga. Aun así, no pudo evitar que el chico cortara un poco su pierna gracias a la rapidez que le permitía su poder. Forcejearon, mientras intentaban controlar sus respiraciones agitadas.
De un manotazo, Alejandro logró quitarle el arma.
—Vaya, eres hábil— celebró Rosman. Estaba sudando y un poco cansado, llevaba meses sin pelear así de intenso—. Me pregunto de quién lo heredaste...
—Yo me pregunto, ¿por qué te importa? — respondió Alejandro con altivez, mientras lo acorralaba contra la pared de la habitación. También estaba respirando con dificultad y tenía el rostro colorado.
—Un pobre chico abandonado por sus padres, maltratado por su madre de crianza, humillado por la familia de su novia— continuó Rosman entre risas—. La vida es tan irónica, ¿no lo crees? De todas las mujeres de este mundo, decidiste enamorarte precisamente de la hija de Leinad.
Alejandro se sorprendió con aquellas palabras, no podía entender cómo Rosman conocía aquellos detalles de su vida.
—¿Cómo sabes tanto de mí? — preguntó, algo incómodo.
—Déjame adivinar— continuó Rosman con una mueca divertida—. No tienes idea de quienes son tus verdaderos padres, ni por qué te abandonaron en esa pocilga donde te criaste, pero deseas saberlo.
Alejandro apartó la mirada, la espada tembló en su mano. Rosman parecía poder meterse en su cabeza para debilitarlo, pero, no pensaba permitirlo. Pegó el arma a su pecho.
—Aspiras demasiado para tu posición actual, ¿no te parece? — espetó Rosman sin mostrar debilidad.
Alejandro gruñó al escuchar aquellas palabras y se abalanzó sobre él, tomándolo por la camisa con violencia. Rosman no se defendió, continuó mirándolo con una sonrisa en el rostro.
—¿Por qué sabes tanto de mí? — gritó, estresado. Su espada rosaba el cuello del hombre—. ¿Por qué dijiste mi nombre en el subsuelo?
—Tengo las respuestas a tus preguntas, Alejandro. Las respuestas que has estado buscando por diecisiete años.
...
Cuando el hechizo de protección que tenía la casa de Noah se activó comenzó una batalla. Los Elegidos que estaban adentro avisaron a los de afuera, quienes enseguida se pusieron en alerta y corrieron a ayudar. Samtines y Anemith lideraban la batalla, intentando mantenerse al margen del combate cuerpo a cuerpo. Gracias a eso, los siervos se multiplicaron rápidamente. Mientras tanto, Brayan, Camila, Noah y Lucas protegían la entrada del sótano para que nadie ingresara. Karla y Petter continuaban abajo sin saber lo que sucedía.
Anemith, quien estaba oculta en la antigua habitación de Emilio, hizo un hechizo de magia negra para que ninguno de los chicos pudiera escapar. Tanto las puertas como las ventanas se bloquearon. Su plan era acorralarlos a todos adentro del lugar para liquidarlos después.
Jorge llegó hacia los Elegidos que custodiaban la entrada del sótano y comenzó a ayudarlos.
—Gracias al cielo— celebró Lucas y aprovechó para recuperar un poco el aliento—. Son demasiados y cada vez aparecen más.
—Todas las salidas están bloqueadas— informó Milena que también se había acercado para ayudar.
—¿Incluso el portal de entrenamiento? — preguntó Noah.
—También lo intenté ahí y nada.
Noah soltó un resoplido, pero no tuvo tiempo para quejarse porque dos siervos se acercaron para intentar herirlo.
—Déjame bajar al sótano— le pidió Jorge a Camila que acababa de crear un arco de fuego para ahuyentar a los siervos.
—¿Qué piensas hacer?
—Ellos quieren a Karla, tengo una idea para poder sacarla de aquí.
Camila dudó, pero no tenía ningún plan en mente, así que cualquier idea para poder resolver aquel conflicto era bienvenida. Se quitó del medio para dejarlo pasar y continuó luchando contra los siervos que comenzaban a saltar el cerco de fuego. Jorge se acercó a Lucas antes de poner en práctica su plan y lo agarró del brazo.
—¿Qué haces? — chilló el muchacho, confundido.
—Tienes el poder de la transformación, ¿verdad? — preguntó Jorge con ansiedad.
Lucas asintió.
—Gracias.
Lucas continuó luchando sin comprender lo que sucedía, mientras tanto, Jorge se dirigió hacia la entrada del sótano y abrió la puerta. Enseguida pudo ver a Petter y a Karla. Ambos se pusieron alertas, como si no pudieran reconocerlo.
—Tranquilos, soy yo.
Jorge bajó las escaleras y desveló su rostro que hasta ese momento no era visible debido a la oscuridad.
—¿Jorge? — se sorprendió Karla al verlo allí—. ¿Qué haces aquí?
Jorge avanzó unos pasos hasta quedar más cerca y la examinó de arriba abajo.
—¿Estás bien? — preguntó, alarmado cuando notó los golpes en su piel y su vestido roto—. ¿Qué te pasó?
Karla quiso explicarse, pero las palabras no salieron de primer momento. Jorge comprendió que continuaba conmocionada por el secuestro, así que se acercó para poder abrazarla. Ambos quedaron muy juntos unos instantes.
—Estás helada— murmuró cuando la soltó. Luego quitó la chaqueta de su traje y la puso sobre los hombros de la joven.
—Gracias— respondió Karla y se aferró a la prenda. Con los nervios había olvidado que se encontraba semi desnuda.
Petter los observó con cierta incomodidad. Se golpeó mentalmente por no haberle ofrecido primero su chaqueta a Karla, pero su única preocupación era sacarla de allí. Una punzada de celos invadió su corazón al notar la forma en que Jorge la observaba. No sabía cómo se conocían tanto, pero estaba seguro de que las intenciones del príncipe no se limitaban a una simple amistad.
—¿Qué está pasando arriba? —interrumpió con voz de pocos amigos—. Intentamos salir, pero la puerta se bloqueó.
—Los otros Elegidos la cerraron. Querían mantenerlos a salvo, mientras encontraban alguna forma de vencer a Anemith— explicó rápidamente, luego volvió a concentrarse en Karla—. ¿Realmente estás bien?
—Sí, está bien— lo cortó Petter y tomó a Karla de la mano—. Tenemos que salir de aquí ahora.
Jorge dejó que una sonrisa traviesa apareciera en sus labios por unos cortos segundos.
—Bien, pero hay demasiados siervos y Anemith bloqueó con magia las salidas. No será fácil escapar.
—¿Qué propones entonces? — preguntó Petter con desconfianza.
—Hay un grupo de motos estacionadas afuera. Cuando consiga distraer a Anemith, deberán salir y escapar en ellas— explicó Jorge—. Voy a crear una distracción para confundirla.
—¿Qué tipo de distracción? — preguntó Petter.
—Karla— señaló a la joven—. Ellos quieren a Karla, si la usamos de carnada...
—Estás loco si crees que voy a poner a mi novia en semejante peligro— se negó, enfurecido.
—¿Tu novia? — se burló Jorge, intentando recordarle que Karla ya no era su novia.
—¿Qué intentas decir? — lo encaró Petter, enojado.
—¡Basta! — Karla lo jaló por el brazo para intentar calmarlo—. No es momento para esto.
Petter respiró hondo, no quería perder los estribos. Mil cosas estaban pasando por su mente en ese momento, pero intentó suprimirlas para concentrarse en salir de allí.
—Dime cuál es tu plan— volvió a intervenir Karla, decidida a ayudar en lo que pudiera.
Jorge sonrió, encantado de que Karla confiara en él.
—Extiende tus brazos— ordenó sin responder la pregunta.
Ella dudó, pero finalmente obedeció. Jorge puso ambas manos sobre los brazaletes que le impedían usar su poder y murmuró un hechizo para destruirlos. Enseguida se derritieron como si los hubiesen pegado al fuego.
—Ahora podrás luchar— explicó—. Escúchame— dijo con voz autoritaria para intentar que ella prestara la suficiente atención—. Usaré mi don para distraer a los siervos. Ellos creerán que vienen por ti, pero en realidad, vendrán por mí.
Karla quedó confundida, no comprendía qué pretendía hacer exactamente.
—Solo voy a necesitar tu vestido.
—¿Mi vestido? — se sorprendió Karla.
Jorge no respondió, comenzó a quitarse sus prendas hasta quedar en ropa interior.
—¿Qué carajo haces? — espetó Petter, cada vez más confundido.
El chico caminó semi desnudo hacia Karla y la tomó de la mano. Tras concentrarse unos instantes comenzó a transformarse. Su estatura cambió y su cuerpo se volvió más menudo. Tuvo que utilizar una de sus manos para cubrir su torso desnudo antes de que terminara de completarse el cambio.
—Que diablos...— exclamó Petter al observar a la nueva Karla que acababa de formarse frente a sus ojos—. ¿Cómo hiciste eso?
—Puedo imitar todo tipo de poderes o dones mágicos— explicó con una sonrisa —. Aunque es la primera vez que utilizo el de Lucas— bromeó—. No pensé que fuera tan realista.
—Es increíble— se emocionó Karla sin poder dejar de observar a quién parecía su clon.
—Por favor, ¿podrías darme tu ropa? — suplicó Jorge—. No sé cuánto tiempo podré controlarlo.
Karla asintió, ansiosa, y tomó la ropa que Jorge se había quitado. Luego caminó hacia un rincón de la habitación y se puso de espaldas a ambos chicos.
—No vean— les advirtió con voz severa.
Luego comenzó a quitarse el vestido. La foto que guardaba de Noah cayó al suelo, pero no se molestó en levantarla, estaba demasiado avergonzada de tener que desnudarse frente a los chicos.
Petter notó que Jorge, a pesar de la advertencia de Karla, tenía la mirada clavada en el cuerpo semidesnudo de la joven.
—Ten un poco de respeto y no la mires— masculló con irritación tras acercarse a su oído.
El muchacho no discutió, solo apartó la mirada. Karla regresó vestida con la ropa de entrenar de Jorge, que le quedaba un poco grande, y le entregó el vestido al muchacho para que se lo pusiera. Luego se concentró en Petter.
—Guarda esto por mí, por favor— le pidió tras entregarle la foto de Noah con su familia—. Estoy segura de que Noah querrá tener esto.
Petter la tomó en sus manos. Sus entrañas se revolvieron al observar la sonrisa que tenían padre e hijo.
—¿Dónde la encontraste? — preguntó, conmovido.
—Estaba en el bolsillo de mi vestido, pero no sé cómo llegó ahí. Casi no puedo recordar nada del secuestro— confesó Karla.
Petter quiso preguntar a qué se refería, pero, no tuvo tiempo, Jorge ya estaba vestido y listo para poner en práctica su plan.
—Yo subiré primero y dejaré que me atrapen— explicó Jorge—. Cuando ellos me tengan, ustedes podrán escapar. — Miró a Karla con cierta preocupación—. Usa un casco para que nadie pueda reconocerte.
—¿Estás seguro de que estarás bien? — preguntó Karla, inquieta.
—No te preocupes, likeira, tengo todo calculado— bromeó tras guiñarle un ojo.
—Por favor, ten cuidado— insistió ella tras tomarlo por la muñeca.
Jorge asintió. Karla le entregó una daga pequeña que siempre llevaba escondida en su muslo.
—Escóndela en tu muslo, así nadie la notará.
Jorge obedeció y después salió del sótano.
Los Elegidos continuaban luchando contra los siervos, pero no parecían tener buenos resultados. La mayoría tenía heridas superficiales en su cuerpo y seguían sin poder salir de la casa.
—¿Qué haces aquí? — preguntó Noah con voz enojada y empujó a Jorge para apartarlo de la batalla—. Si alguien te ve podrían volver a capturarte.
—Tranquilo, soy Jorge— explicó el muchacho en voz baja—. Puedo imitar diferentes poderes y dones, usé el de Lucas para transformarme en Karla.
—Por los dioses... —exclamó Noah, asombrado. Sus ojos recorrieron al muchacho de arriba abajo sin poder asimilar su parecido con Karla, incluso tenía moretones en su cuerpo—. ¿Qué piensas hacer?
—Tranquilo, tengo todo bajo control. ¿Sabes dónde está Anemith?
Noah señaló a la antigua habitación de su padre. Jorge quiso avanzar hacia allí, pero el Elegido lo agarró del brazo para impedir que se moviera.
—No sé qué tienes en mente, pero cuando ellos descubran que no eres Karla, te matarán.
—No te preocupes por eso, solo saca a todos de aquí en cuánto las puertas se abran.
En cuanto Jorge comenzó a caminar hacia la habitación indicada, los siervos lo capturaron. De un golpe lo hicieron caer al suelo para luego arrastrarlo hacia el interior del lugar. Cuando estuvo allí se encontró con dos pares de ojos azules que lo observaban con interés.
—Vaya, pero si es nuestra prisionera— celebró Samtines al verlo.
Jorge apretó los dientes y retrocedió, Anemith también lo estaba mirando fijamente.
—¿Tus amigos decidieron rendirse y te ofrecieron como regalo de paz? — bromeó la mujer.
Hubo un breve silencio, Anemith y Samtines se miraron y sonrieron, cómo si pudieran hablarse solo con los ojos. Luego una brisa envolvió la habitación, ella acababa de terminar con el hechizo de bloqueo que impedía que todos escaparan.
—¿Qué hiciste? — preguntó Samtines, alarmado.
—Ya tenemos a la chica, solo debemos esperar que todos se vayan y escapar con ella.
—¿Crees que se irán sin ella? — preguntó Samtines, incrédulo.
—Si la dejaron venir hasta aquí es porque están desesperados— opinó Anemith y se sentó en el único asiento que tenía la habitación.
NOTA: Chicos, volví. Estuve un poco desaparecida porque me operaron, pero aquí sigo, sana y salva jaja. Espero les guste el capítulo. Los quierooo
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