Capítulo 16: El viaje a través del bosque

Los días que siguieron Noelia cumplió con su promesa de ser autosuficiente. Cuando era hora de detenerse para comer, ella extraía de su morral alguna de las frutas que había sacado de la cocina del palacio e incluso en ocasiones se atrevía a compartir con los caballeros. Sin embargo, Eric siempre se negaba y miraba molesto a Fausto por aceptar con amabilidad. En el caso de ellos, salían a cazar alguna presa y luego cocinaban lo recaudado. Eric siempre se negaba a darle alguna parte a Noelia, con la excusa de que ella no había aportado nada para el plato de comida, a pesar de que ella se quedara en el punto de acampada preparando las verduras y haciendo el fuego gracias a las indicaciones y enseñanzas del brujo Arias. Por esto, era Fausto quien a escondidas le pasaba a la joven alguna presa para que saciara su hambre. También fue él quien, junto con cosas básicas para la cocina, empezó a enseñarle a la princesa técnicas de defensa para que, en el momento de luchar, pudiera pelear y no solo ocultarse.

Naturalmente, el brujo se hizo rápidamente amigo de Noelia, quien lo miraba con buenos ojos y cada vez con más interés, mientras Eric, aunque no lo quería admitir, mostraba sus celos interrumpiendo cada momento en que los dos jóvenes estaban a solas. En más de una ocasión le recriminó a su amigo que estaba tratando con la enemiga, con la hija de un traidor, a lo que Fausto rápidamente la defendía.

—No es una enemiga, al contrario, es tu aliada. Y el que sea la hija de un traidor no la convierte a ella en uno. No tiene por qué pagar por los pecados de su progenitor.

Con esas palabras, la molestia de Eric aumentó, por lo que le era imposible tratar bien a Noelia. Cada vez que tenía la oportunidad, señalaba sus puntos negativos, desde lo mal que se veía con vestimenta masculina hasta lo salados que le quedaban los platos que cocinaba. La chica, con paciencia, argumentaba que esto se debía a su inexperiencia en la cocina, pero que con el tiempo mejoraría y que nada tenía que hacer con la vestimenta, si al fin y al cabo no estaba hecha para ella.

—No pretendo verme bien, solo quiero estar más cómoda —cerró el tema, sintiéndose orgullosa al ver cómo Eric apretaba los puños al verse sin palabras.

Así, en poco tiempo llegaron a la entrada del bosque, punto en el que ya no había un camino fijo que seguir y empezaba la incertidumbre. Esa área boscosa siempre había sido evitada por los humanos, pues corría el rumor de que quien entraba no volvía a salir. Algunos viajeros relataban historias fantásticas en las que de noche escuchaban los lamentos de los perdidos, quienes seguían vagando entre los árboles en búsqueda de una salida. Otros afirmaban que en la antigüedad se utilizaba como castigo el obligar a una persona a internarse en el bosque, pues inevitablemente se perdería hasta verse imposibilitado de regresar. En caso de que pudieran hacerlo, se los recibiría con un banquete y serían ascendidos a caballeros, sin embargo, nunca nadie logró cumplir con esa hazaña. A eso se debía la falta de voluntarios para la misión que el rey encomendó.

Pese a todas las leyendas, Eric se sentía confiado porque tendría la ayuda de Fausto, un brujo excepcional, aunque se negara a aceptarlo. Y, como complemento que desconocía, tenía a Noelia, quien en realidad era hija de un brujo y ya había manifestado algunos de sus dones con anterioridad, viendo la muerte de Ayla en sueños. De hecho, era ella quien le daba instrucciones a la princesa mientras dormía. Se aparecía en sus visiones con su apariencia real, su cabello azulado, vestida de blanco con alas del color de su pelo, manteniéndola suspendida en el aire. Así le mostraba el camino que debía seguir, los peligros que enfrentaría e incluso le daba algunos consejos de cocina y cacería para taparle la boca a Eric. Con todos estos conocimientos, cuando llegaron a la zona boscosa, Noelia no dudó en tomar un lugar a un lado de ambos caballeros, al frente del carretón y señalar el camino que debían seguir.

—Es por allí, estoy segurísima —apuntó la chica a una dirección que, a simple vista, no tenía nada especial, pero ella reconoció la piedra con el musgo que apuntaba a la salida del bosque.

—¿Cómo estás tan segura? El bosque es tan grande, que podríamos ir por cualquier lugar y perdernos, por eso debemos ir con cuidado —argumentó Eric, restando importancia a las palabras de la princesa.

—Yo también creo que es por ahí —comentó con humildad Fausto, confirmando la sugerencia de Noelia. Frente a eso, Eric no tenía más que aceptar a regañadientes, preguntándose cómo la joven podía saber algo así, que solo estaba guardado para brujos.

A medida que avanzaban, más aumentaban las sospechas del príncipe, pues todas las sugerencias de Noelia sobre los caminos que debían tomar eran confirmadas por Fausto. Incluso al despertar intercambiaban opiniones respecto a la ruta que deberían seguir, haciendo que Eric se sintiera excluido e inútil al no tener ese tipo de poderes. Poco a poco vio cómo ambos jóvenes se llevaban mejor hasta entablar una estrecha amistad, aunque Noelia parecía darle otro valor a esa relación a juzgar por las miradas que le daba a Fausto. Si bien su amigo no lo notaba, Eric no estaba ciego y notó rápidamente que la princesa tenía un interés mayor por el brujo. No lo quería admitir, pero la situación le generó celos, pues se suponía, según la visión de su amigo, que la chica sería su pareja y de nadie más. Sin embargo, no se atrevía a reclamar, porque aquello lo llevaría a confirmar algo que no quería admitir.

Las sospechas de Eric eran verdad. A Noelia, de los dos, le agradaba más Fausto por su amabilidad con ella, la paciencia que le tenía para enseñarle técnicas de combate para defenderse y por compartir ese don extraño al que ella aún no lograba darle nombre. Jamás pasó por su mente que el joven pertenecía a una estirpe de brujos con grandes poderes, la misma que alguna vez fue odiada por todo Cristalírico por la precisión con la que anunciaban las desgracias.

A diferencia de Noelia, que se sentía aliviada de encontrar a alguien como ella, a Eric esto le extrañaba, porque según sabía, en la familia real no había sangre de brujos. Además, teniendo en cuenta las duras leyes contra la brujería impuestas en Salírico, Noelia tampoco tenía de dónde sacar esas habilidades por el lado materno. ¿Entonces de dónde salió?

Fue ahí cuando empezó a analizar con más detenimiento a su prima y surgieron sus sospechas. Para empezar, si bien su cabello se veía de un castaño claro, con el paso de los días, a falta de agua de manzanilla, este empezó a tomar su color natural más oscuro. Sus ojos cafés nunca habían sido vistos en una familia perteneciente a la corona y hasta su piel, a la vista de tono pálido, parecía ser falsa. Pensó en cientos de teorías, pero finalmente se quedó con dos, ninguna acertada a la realidad: que la chica era hija de una relación extramarital de su tío o que la princesa también había sido reemplazada por un hada, la cual no logró copiar a Noelia a la perfección. Nunca se imaginó la verdadera procedencia de la joven, quien también la ignoraba. El único que comenzó a sospechar ese origen fue Fausto, cuando en un sueño se le apareció la antigua reina, su madrina, quien intentaba explicarle cómo obtuvo Felipe a su actual heredera. Sin embargo, por más explicaciones que recibía, le costaba creer que el rey fuera capaz de asesinar a la esposa de uno de sus brujos con tal de quedarse con el bebé que dio a luz.

Así pasaba el tiempo, el viaje era largo pues era difícil avanzar en el bosque. Llegó un momento en que se vieron forzados a dejar la carreta y llevar al caballo con ellos para que cargara los bolsos más pesados. De este modo, su andar se enlenteció, pero seguían caminando a paso seguro con la guía de Noelia y Fausto, quienes todas las noches veían las indicaciones para llegar al lugar de las hadas. Fue una de esas noches en las que recibieron una advertencia. El joven brujo vio en sus sueños a su padre, sus abuelos y los antiguos reyes, quienes le repetían una y otra vez que a la mañana siguiente serían atacados por una manada de lobos que harían todo lo posible por defender sus territorios. Al mismo tiempo, Noelia veía a Ayla, la que le advertía la misma situación y sugiriendo que no mataran a las criaturas, sino que los mantuvieran alejados y rodearan sus tierras, pues los lobos eran íntimos amigos de las hadas.

Al despertar, ambos le informaron a Eric los pormenores que se presentarían y le explicaron con gran detalle y claridad que no debía matar a ninguno de los licántropos, pues ello pondría a las hadas en contra de ellos por su alianza. Recibido el consejo, los tres iniciaron su marcha después de desayunar. La mitad del día fue tranquilo, al igual que siempre, incluso Fausto y Noelia se permitieron conversar para relajar el ambiente. Eric por su parte permanecía alerta a cualquier peligro y, gracias a esta actitud, pudo empujar al primer lobo que se lanzó a atacar a la chica. Entonces empezó a cumplirse la advertencia, por lo que con cuidado se defendieron empujando a los lobos de regreso por donde habían llegado, sin hacer uso de armas para evitar mayores daños. Noelia aprovechó la oportunidad para relucir las habilidades que Fausto le había estado enseñando, sorprendiendo a ambos caballeros, que no esperaban ver a una mujer empoderada que enfrentaba el peligro en vez de ocultarse detrás de la espalda de uno de los dos.

Con cuidado fueron bordeando el territorio que los lobos iban marcando como propio, evitando tanto como podían los ataques. Si bien la princesa había aprendido bien de su maestro, no tenía la misma resistencia de ellos. Por ello, en un momento de cansancio y descuido, alcanzó a ser mordida por uno de los animales atacantes. Al ver la situación, Eric rápidamente acudió en su auxilio para espantar a la criatura, sintiendo un ataque de furia que luego no se logró explicar. Incluso, a pesar de las advertencias previas, desenvainó su espada a modo de amenaza. Fue una suerte que no tuviera que empuñarla para infringir daño, pues con unos pasos más ya estaban a las afueras del territorio sensible, por lo que de a poco los atacantes se marcharon.

—¿Estás bien? —Le preguntó Eric con preocupación genuina, mostrando por primera vez su lado amable a la joven.

—Sí, solo me mordió un poco una pierna —le restó importancia, sorprendida por la actitud del caballero, mientras cubría la herida.

—Por muy poco que tú digas que fue, eso igual se ve doloroso. Anda, ven.

Tomó a la joven de la mano y la guió a sentarse sobre la hierba. Ahí Eric, para sorpresa de todos, incluso de él mismo, trató la herida de la princesa con delicadeza para evitar causar más dolor. Fausto asentía a su lado, feliz de que por fin su amigo se estuviera abriendo a la que sería su pareja en un futuro, mientras que Noelia miraba al joven con confusión, sin comprender a qué se debía ese cambio en su personalidad. Pese a ello, aceptó ese trato, pues ella desconocía cómo se curaban las heridas de ese tipo. Al haber sido una princesa que siempre fue obligada a mantener sus estudios, con pocas probabilidades de juego y sin mascotas, aquella sería su primera cicatriz y la primera vez que sentía el ardor por la piel rasmillada. Al ponerse de pie para seguir el viaje, Eric notó que cojeaba por el dolor, por lo que hizo otro ofrecimiento que confundió aún más a Noelia.

—Si quieres, para que no te lastimes más, sube al caballo y nosotros caminamos.

Fausto estaba por reírse al ver cómo su amigo, antes reacio a interactuar con la chica, poco a poco se abría. Por su lado, Noelia pensó la oferta y una parte de ella le decía que la aceptara para evitar el dolor, pero su otra mitad luchaba en contra de esa idea, porque ya llevaba varios días demostrando que era capaz de cumplir con esa misión. Sentía que subirse al caballo para descansar su pierna mientras sus dos compañeros debían seguir caminando era injusto y la dejaría a ella como débil, por lo que con vehemencia se negó, poniendo como excusa que no quería cansar más al animal con tanto peso encima.

—Lo necesitamos para que lleve nuestras cosas, yo puedo aguantar.

Eric intentó convencerla de lo contrario, pero finalmente se dio por vencido al ver la convicción ardiente en los ojos de la princesa, ante la que no existían palabras para aplacarla. Sin embargo, en consideración a ella, bajaron la velocidad de sus pasos y así continuaron su viaje. En la noche Fausto y Noelia recibían avisos de sus fantasmas protectores y en el día los aplicaban. Se toparon con faunos a quienes les ofrecieron flores para apaciguarlos como les fue dicho, rezaron en la tumba del dragón para que no descargara su ira contra ellos, evitaron las frutas venenosas, encontraron un río donde conseguir agua y, antes de lo esperado, encontraron el prado donde habitan las hadas. Los tres viajeros dejaron abrir sus bocas ante la sorpresa, la impresión que causaba un lugar de apariencia casi idílica habitada por mujeres y hombres con cabellos de todos los colores del arcoíris y grandes alas del mismo tono. A simple vista desde su escondite entre los arbustos, parecían criaturas pacíficas, pues todas compartían, conversaban y reían como si no hubiera problema en el mundo que las aqueje. Entonces surgió el dilema ¿cómo aproximarse a ellas?

—Simplemente tenemos que ir con nuestras armas para recuperar a la reina —dijo Eric casi con obviedad.

—No, no podemos causarles daño. Debemos ir en son de paz y preguntar por ella. Veremos cómo actuar dependiendo de lo que digan—contradijo Noelia.

—¿Secuestraron a tu madre y quieres ir en son paz? Deberías estar hambrienta de venganza —continuó con su idea el príncipe.

—Ella no es mi madre, mi madre murió en la hoguera. La mujer que vengo a buscar es la que sabe las razones del cambio y es eso lo que quiero saber, nada más.

Tanto Fausto como Eric quedaron atónitos ante tal declaración, aunque este sentimiento azotó con más fuerza al segundo, quien pensaba que la joven había tenido una vida fácil y perfecta en el palacio. Entonces se preguntó qué habría pasado que llevara a Noelia a llamar mamá a la impostora y no a la verdadera.

—Independiente de lo que quieras, no podemos ir en contra de las órdenes del rey.

—El rey no está aquí, él no tiene por qué saber cómo cumplieron su misión —siguió argumentando la princesa, ya lista para discutir con Eric hasta convencerlo.

—Una orden es una orden.

—Entonces obedéceme a mí que soy la princesa heredera al trono. No ataques a las hadas, te lo prohíbo.

Fausto quería intervenir, pero no encontraba lugar para poner sus palabras. Tomó del hombro a Noelia, como una pequeña advertencia para que no continuara sus argumentos por ese camino, pues eran las peores palabras que podía usar en contra de Eric. Este respiró profundamente para ahogar las palabras que quería decirle a Noelia, aclararle que era él el verdadero heredero a la corona y no ella, pero eso habría sido delatar su identidad, la cual había mantenido oculta durante todo el viaje. De este modo, apretando sus puños y mordiéndose la lengua, terminó por acceder a la sugerencia de la chica, aunque con la condición de actuar con violencia ante la menor amenaza.

Los tres viajeros confirmaron el plan y a la cuenta de tres salieron de su escondite para enfrentar a las hadas, quienes miraron sorprendidas a los intrusos, pues nunca había llegado un humano por sus propios medios al claro que ellas habitaban. Ya habían recibido noticias de los viajeros por parte de los lobos y los faunos, quienes aseguraban no haber recibido daño por parte de los humanos visitantes. Esto llevó a las hadas a pensar que se trataba de personas pacíficas y, considerando la hazaña de haber llegado hasta ese lugar, especiales, pues su escondite era difícil de ser hallado. Por ello, contrario a lo que Fausto y Eric esperaban, fueron recibidos con sonrisas y brazos abiertos, permitiendo el paso por el claro, el cual analizaban con la mirada en busca de una trampa. Por su parte, Noelia estaba fascinada de poder estar tan cerca de la familia de Ayla y estaba ansiosa de poder averiguar por qué se fue a mezclar con humanos, donde encontró una terrible muerte. Sin embargo, esta emoción duró poco, pues mientras caminaban, llegaron sin querer al refugio que le fue dado a la verdadera reina, quien salió a recibirlos después de que una de sus amigas le dijera que habían llegado personas de su especie.

Contrario a las hadas, la reina los miró con visible molestia, dejando a ambos caballeros y a Noelia confundidos, sin saber cómo responder a por qué estaban ahí.

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