Capítulo 8 -El enemigo está dentro de nosotros-
Después de dejar atrás el sendero de luces, aparecemos en un paisaje de tierra roja resquebrajada y montañas rojizas que se elevan en el horizonte hasta alcanzar una densa capa de nubes verdes.
Desorientado, sosteniendo el brazo de Zhuasraht en el hombro y presionándose la herida con la mano, Valdhuitrg examina el lugar con la mirada y dice:
—Este mundo ha sido creado hace poco... —Eleva un poco la cabeza y olfatea buscando en la esencia del paraje—. Nunca había estado aquí.
Observo las grietas de la tierra, las recorro con la vista y elevo la mirada para fijarla en las montañas. Me concentro e intento apreciar lo que se esconde tras la fina capa visible, pero, aunque me esfuerzo, tan solo soy capaz de percibir cómo la realidad de este lugar sigue trasformándose.
—Continúa creciendo —digo, forzando la visión, tratando de apreciar la naturaleza oculta—. Este mundo aún no ha terminado de formarse.
Cuando voy a girar la cabeza para mirar a Valdhuitrg, siento el peso que ejerce con su caída en Zhuasraht y cómo ambos me arrastran al suelo. Después de impactar contra la tierra resquebrajada, aparto el brazo del ser de mineral verde de mi cuerpo, me acerco al demonio, le doy la vuelta y lo dejo tumbado boca arriba.
Inquieto por la debilidad que muestra su rostro, me fijo en la herida y veo que, aunque no sangra, parece que los restos del veneno la han infectado. Los bordes, que antes eran marrones, han cobrado un color negruzco.
—Vamos. —Lo zarandeo—. Venga, Valdhuitrg, te necesito aquí.
Aunque estoy cerca de un minuto tratando de que despierte, al final tengo que darme por vencido. Sigue vivo, pero está tan débil que su cuerpo apenas puede hacer otra cosa más que luchar por cada respiración.
Impotente, arrodillado, miro las montañas rojas y me recluyo en mi mente. No sé cómo invocar los senderos de luces, no sé cómo salir de este mundo, no sé cómo curar a Valdhuitrg ni cómo ayudar a Zhuasraht. Estoy solo, perdido en el Ghoarthorg, en un sitio de naturaleza cambiante que crece con las mentes atormentadas de los encadenados...
«Estoy atrapado...».
Unos truenos lejanos me sacan de mis pensamientos. Aunque parece extraño, siento como si este mundo quisiera hablarme, como si quisiera mandarme un mensaje que no logro descifrar.
Observo en silencio la naturaleza cambiante del paraje, veo inmensos relámpagos extenderse por las densas nubes y escucho susurros distantes que murmuran mi nombre.
—Vagalat... Vagalat... —repiten varias veces.
Aun sin saber cómo lo logran, provengan de dónde provengan, los pronuncie quién los pronuncie, consiguen recordarme quién soy y hacen que me enfrente a mis temores.
Sé que estoy débil y que aún no estoy preparado para vencer, pero he llegado muy lejos para hundirme. He pasado por cosas iguales o peores, he caminado por fangos negros que tiraban de mí para arrastrarme a las profundidades de la oscuridad, he andado por lugares que me reclamaban y logré dejarlos atrás. Luché y vencí. Desafié a Él y gané la primera batalla. Siempre que caigo, consigo levantarme...
—Mi vida es una lucha eterna, una en la que siempre tengo que combatir en las peores condiciones —pronuncio en voz alta mis pensamientos porque necesito oírlos—. Da igual lo que me depare el destino. Nada va a impedir que siga avanzando. —Me pongo de pie y me mantengo observando el horizonte—. No me voy a rendir, he de cambiar lo que ocurrió, he de vencer a Los Ancestros.
Con el deseo de impartir justicia y de recuperar el mundo que dejé atrás, cojo la cadena partida que se une a Zhuasraht, sostengo la que me enlaza a Valdhuitrg y empiezo a caminar arrastrando a mis compañeros por este paisaje desértico.
Tras recorrer un buen tramo, varios relámpagos de color verdoso impactan contra la tierra reseca creando pequeños cráteres. Aunque me incomoda sentir el intenso olor de la superficie al calcinarse, aunque los músculos me imploran por un poco de descanso, aunque el sudor que me empapa las prendas se torna frío, no me detengo y continúo avanzado sin saber a dónde voy, haciéndolo con la convicción de que todo depende de mí, creyendo que en algún momento hallaré la forma de sanar a Valdhuitrg y de ayudar a Zhuasraht.
A medida que me acerco a una de las montañas, los relámpagos se intensifican y los truenos me ensordecen. Agotando mis últimas fuerzas, aprieto los dientes, piso con fuerza y tiro de las cadenas que empiezan a desollarme la piel de las palmas.
Después de avanzar varios metros, siento cómo chisporrotea la tierra, me detengo y observo cómo delante de mí caen algunas gotas de un líquido verde que disuelve la superficie reseca.
—Una lluvia corrosiva... —susurro un instante antes de que una gota me alcance una pierna, disuelva la prenda y me corroa la carne.
Suelto un gemido, alzo el brazo de forma instintiva y genero una tenue barrera carmesí que me cubre a mí y a mis compañeros. Sin ser del todo consciente de que he sido capaz de manifestar parte de mi poder, elevo la mirada y veo cómo se intensifica la lluvia que cae sobre nosotros y el paisaje.
—¿De qué mente ha surgido este mundo? —me pregunto, escuchando el sonido de corrosión que producen las gotas al impactar contra la barrera, viendo cómo el líquido rebosa y cae por los costados derritiendo la tierra.
La lluvia cobra aún más fuerza y cada vez me cuesta más mantenernos a salvo del líquido ácido. Sin embargo, aunque los músculos del cuerpo me arden, aunque la consciencia me reclama que le dé un descanso, me mantengo con el brazo elevado dando forma al escudo energético que impide que nos devoren las gotas.
En estos momentos, en los que tan solo consigo mantenerme de pie por la esperanza de regresar a mi tiempo y volver a abrazar a mis hermanos, en los que la voluntad de resistir se proyecta recordando la tristeza que me trasmitió la vida de Valdhuitrg, me parece escuchar una siniestra voz que no sé si suena en la lejanía o en lo más profundo de mi mente:
—Tu tiempo se acaba, juguete roto. Nada te salvará de que me adueñe de nuestra alma.
Soportando la carga del escudo, con una mezcla de ira y frustración moldeando los músculos de mi rostro, mascullo:
—Tan solo eres una parte de mi ser y nunca podrás controlarme. —Veo cómo un resplandor carmesí me recorre el brazo—. Yo soy el único dueño de mi alma. —Pequeñas chispas rojizas surgen de la piel—. Mi alma es mía.
Cuando se silencian las palabras, se aleja la parte oscura de mi ser. Aún no quiere enfrentarse, se ha manifestado para comprobar mi fortaleza, queriendo saber si podría vencerme, si ya no poseía las fuerzas de defender mi cuerpo.
—Mi alma es mía —repito, cogiendo la cadena partida de Zhuasraht—. Nadie me arrebatará lo que soy. —Empiezo a caminar, sin bajar el brazo, sin dejar de manifestar el escudo, arrastrando a mis compañeros, creando a mis pies un sendero de energía carmesí que me impide pisar el líquido corrosivo—. Soy Vagalat, un Guardián de Abismo y El Hijo del Silencio. —Desplazo a mis aliados por la superficie energética y sigo avanzando en medio de esta lluvia que devora la tierra y propaga un fuerte hedor de calcinado y descomposición—. No me rendiré nunca. Mientras viva seguiré luchando. —Aprieto los dientes, inspiro con fuerza e ignoro los temblores de mis músculos—. Solo hay un camino. El camino que me lleva a cambiar este futuro.
En silencio, soportando la carga de los impactos de la lluvia en el escudo, aguantando el cansancio por arrastrar a mis compañeros, ignorando el dolor que me producen algunas pequeñas gotas que salpican e impactan contra mi cuerpo abrasando la carne y generando un fuerte olor a quemado, me mantengo con los dientes apretados y con la mirada fija en un agujero en la pared de la montaña lo suficiente grande como para que podamos resguardarnos en él.
Con gran esfuerzo, camino los metros que nos separan del orificio, me adentro en él, suelto la cadena, me dejo caer de rodillas, me apoyo en el suelo y, tras uno segundos, me toco la muñeca que me une a Valdhuitrg. Tengo el brazo dolorido, casi no puedo moverlo, arrastrar a mi aliado cargando el peso en el hueso ha hecho que sienta los eslabones arder y que no pueda menear los dedos.
No sé cómo funciona la conexión, no sé bien los efectos de estar encadenado, pero creo que Los Ancestros nos limitan uniendo la esencia de nuestros seres al enlazar nuestras almas. Las cadenas deben de estar diseñadas para que compartamos las debilidades y no las fortalezas.
Con la cabeza agachada, escuchando el chapoteo ácido de la lluvia, oliendo el olor que produce la humedad corrosiva, sintiendo la debilidad del cuerpo de mi compañero, me miro las palmas, me fijo en la piel desgarrada por los eslabones y susurro:
—¿Cómo podemos vencer? ¿Cómo podemos desafiar a un poder para el que no somos nada?
Cierro los ojos, hundo los dedos en la tierra, agacho más la cabeza y me quedo pensando en viejos tiempos y antiguos hermanos.
—Debo recuperar mi fuerza... —Intento alzar la mano para canalizar el aura carmesí alrededor del brazo, pero siento el tirón que produce la cadena en mi alma—. No puede ser... —La veo brillar tenuemente—. De alguna forma ayudas a que mi parte oscura siga creciendo...
Antes de que pueda seguir hablando, se produce una explosión de luz y me tengo que cubrir los ojos. Tras unos segundos, al bajar el brazo, veo cómo empieza a nacer un grabado en la roca.
—¿Qué es esto? —pregunto, levantándome, aproximándome—. ¿Un mensaje? —Paso los dedos por las letras que se van hundiendo en la piedra, siento el tacto de los surcos, retrocedo un paso y empiezo a leer—: Varios caminos, varias vidas, todas una, un solo ser. Esa es la esencia del que luchó contra su naturaleza, del que sirvió un propósito mayor, del que no cesó en sacrificarse por los demás: por aquellos que le importaban, por los que no que podían defenderse. —Las letras se detienen un segundo, comienzan a brillar y continúan dando forma al escrito—. Varios pasados, muchos futuros, multitud de destinos, todos existen al mismo tiempo y a la vez no tienen forma. La vida, la muerte y los ciclos; la luz, la oscuridad, el silencio y la corrupción; los senderos se propagan surcando los recuerdos que están al alcance de la memoria y los que se ocultan en las sombras: aquellos que se hallan escondidos para que sea difícil sacarlos a la luz...
Al terminar de leer, un fuerte pinchazo me atraviesa las sienes. Grito tan fuerte que el alarido silencia el ruido de la lluvia. Aunque no tengo ninguna visión, aunque no me adentro en una proyección de lo que ocurrió, algunos recuerdos que permanecían en lo más profundo de mi ser emergen y se apoderan de mi mente.
Sin entenderlos, viéndolos en una secuencia que parece no tener sentido, me llegan imágenes de un pasado remoto. En él, ataviado con una armadura negra, portando una capa roja, con Dhagul brillando con una intensidad que nunca había visto, estoy al borde de un abismo, observando cientos de miles de criaturas que emergen de la tierra negra y expulsan polvo oscuro de las bocas mientras se multiplican sin cesar.
En ese recuerdo, con el rostro inmutable, alzo el brazo que blande a Dhagul y un rayo de energía se propaga por la hoja y sale disparado hacia el cielo. En ese recuerdo, mientras por las nubes descienden infinidad de relámpagos carmesíes que aniquilan a los seres, la armadura de color negro que me cubre el cuerpo cambia un poco la tonalidad y brilla con un tenue tono rojizo.
Intentando entender lo que me muestra mi mente, parpadeo, trago salivo, me limpio el sudor de la frente y me pregunto:
—¿Qué fui...? ¿Qué soy...? —Poso las manos sobre las letras incrustadas en la roca y me inclino un poco hacia delante—. Incluso en este futuro de corrupción, el pasado no quiere dejar de regresar para confundirme.
El sonido de la lluvia corrosiva se intensifica y me acompaña mientras las dudas se apoderan de mí. ¿Algún día conoceré quién soy en verdad? No lo sé... y el no tener respuesta consigue que estar indefenso en este lugar sea doloroso.
—Soy un misterio para mí mismo... —suelto, cerrando los ojos, dejando que la incertidumbre gane fuerza dentro de mi ser.
Apenas se han silenciado las palabras, sin darme tiempo para volver a sumergirme en la inquietud que me produce un pasado incierto y oculto, escucho unos pasos y a alguien hablándome:
—Es lo malo de ser nosotros. —Me giro rápido, preparado para defenderme, pero al voltearme veo que quien me habla es el hombre mayor y bajo la guardia—. Es lo malo de una existencia ligada al silencio.
Poco a poco alcanza una parte bien iluminada del orificio y por fin puedo observar sus rasgos con claridad, sin estar opacados por una capa que los vuelva difusos.
—¿Eres...? —Contemplo sus facciones, veo en ellas mi rostro algo arrugado por el pasar del tiempo—. ¿Tú eres yo?
—Soy una sombra de un futuro que ya no existe. —Me mira con el ojo que conserva—. Solo una sombra en la que podrías haberte convertido.
—¿Podría? —Estoy tan impactado por el recuerdo que me sacudió unos momentos atrás y por ver a una versión futura de mí mismo que apenas puedo ordenar mis pensamientos.
Se aproxima, observa los mensajes escritos en la roca y dice:
—El que estemos aquí, en este lugar de corrupción, hace imposible que camines los mismos pasos que yo caminé. —Gira un poco la cabeza y siento que se sumerge en vivencias dolorosas—. Tú te culpabilizas por no haber podido combatir en la guerra. Yo lo hago por haberlo hecho. Por haber combatido en el último momento.
Lo miro con incomprensión.
—No entiendo...
—Cuando vencimos a We'ahthurg, después de que explotara El Mundo Ghuraki, nos quedamos flotando en el vacío, observando la lucha que llevaban a cabo nuestros hermanos. —Se pausa un instante para visualizar sus recuerdos—. Tú conseguiste dejar los restos del mundo y de algún modo llegaste a este futuro. Yo me quedé flotando años, impotente, viendo cómo nuestros hermanos eran masacrados y cómo Abismo conquistaba La Convergencia. —De forma inconsciente, mira de reojo el brazo que le amputaron—. Me pude liberar de esa prisión cuando ya no quedaba nadie más que se enfrentara a Él. —Cierra el ojo que conserva e inspira despacio—. Fui al lugar que erigió como trono y me enfrenté... pero era tan poderoso que no pude hacer nada. —Una diminuta lágrima le surca la mejilla—. Me derrotó sin esfuerzo, se rio y me dejó a merced de sus siervos. —Abre el párpado y le veo en la mirada la tristeza que refleja su alma—. Luché hasta quedar exhausto, maté a algunos, pero fui incapaz de resistir y, para recordármelo, para que tuviera presente que me dejaba vivir para sufrir, me arrancó un brazo y me sacó un ojo. —Aprieta el puño—. Fue su forma de burlarse de mi destino. De castigarme por haberme alzado contra él.
Me quedo pensativo viéndole la cara de dolor.
—En tu realidad venció Abismo... —Miro la cadena que me une a Valdhuitrg, siento la pesada carga que produce en el hueso y recuerdo cómo comenzó todo—. Si esa sombra no me hubiera movido y no me hubiera empujado fuera de los restos del Mundo Ghuraki habría vivido tu vida.
—¿Sombra? ¿Qué sombra? —me pregunta fijando la mirada en mi rostro.
Revivo el momento, lo recreo en la mente y contesto:
—Una proyección de alguien que se encargó de que no tuviera tu destino. Alguien quiso traerme a este futuro y me empujó a un remolino negro de bordes dorados. —Guardo silencio uno segundos, recordando cómo fui tragado por el vórtice—. En su momento no lo pensé, pero ahora sé que el remolino era una puerta a este futuro.
—Entiendo... —susurra, se da la vuelta y camina unos pasos—. Una fuerza que desconocemos te trajo hasta aquí... Quizá aún haya aliados que se mantienen ocultos. —Se voltea y observa el mensaje escrito en la roca—. Con cada segundo que pasa, con cada momento que vivimos en esta realidad, nuestras esperanzas se debilitan. —Me mira y luego contempla la lluvia corrosiva—. Este mundo está tomando forma a través de nuestras mentes. El Ghoarthorg usa la cadena para proyectar tus cargas y mi conexión contigo deforma más lo que arrastramos.
Pienso en lo que ha dicho, intento asimilarlo y suelto:
—¿Este mundo es nuestra proyección?
Asiente.
—Lo es. —Se queda unos instantes en silencio observando la lluvia corrosiva—. Él se encargó de arrebatarme la energía carmesí de mi ser. Por eso mi presencia te desequilibra. Sin quererlo, influyo en tu conexión con tu alma y eso hace que tu parte oscura obtenga más fuerza. —Me mira a los ojos—. Me mantengo alejado e intento no manifestar las habilidades, ya que al hacerlo uso parte de tu energía. —Dirige la mirada hacia Valdhuitrg—. He aprendido a canalizar la naturaleza de algunos encadenados y con eso logro tener las suficientes fuerzas para moverme por esta realidad sin drenarte, pero debo ser cauto.
La cicatriz del rostro, las heridas de guerra, el brazo amputado, el pasar del tiempo reflejado en su cara; todo es un retrato viviente de un futuro infernal. Aunque trata de no compartir la esencia de su sufrimiento, aunque intenta que no la alcance, no puedo evitar rozarla y sentir la proyección de su dolor.
Siento rabia y pena; rabia por su destino, por lo que le hizo Él y por que casi acabo viviendo su vida; y pena por no poder hacer nada para arrebatarle lo que le desgarra el alma.
Me contemplo con impotencia, observo sumido en una profunda tristeza la visión de un futuro oscuro, uno donde fui torturado y derrotado... Lo que más duele es que la veo reflejada en alguien que no deja de ser yo...
—Siento lo que te hizo... —pronuncio sin poder evitar que se plasmen en las palabras las emociones que siento.
Él tarda unos segundos en responder:
—El pasado no deja de ser pasado.
La frase me llega hondo y logra que la sienta como propia. Con todo lo que ha sufrido, no se resigna y asume que ya no puede hacer nada por el pasado que ha vivido.
—El pasado no deja de ser pasado... —repito susurrando, pensando en que no puedo cambiar lo que viví y no recuerdo, sabiendo que con su ejemplo y sus palabras acaba de darme un mensaje que nunca olvidaré.
—Tan solo importa el futuro que creamos en el presente —dice, caminando hasta quedarse al lado del demonio.
Cuando veo que observa a Valdhuitrg, que lo contempla percibiendo algo que va mucho más allá de su aspecto físico, le pregunto:
—¿También lo sientes? —Me mira—. ¿Sientes que él es la clave para cambiar este futuro?
Afirma con la cabeza.
—Antes de que llegaras, antes de dejar atrás mi tiempo, cuando lo vi tras aquellas llamas cristalinas, sentí que el demonio podía de algún modo cambiar lo que sucedió. Sentí que podría ayudarme a borrar la victoria de Él, que podría darme una nueva oportunidad. —Hace una breve pausa y centra la mirada en el mensaje grabado en la pared—. Ahora, aunque todavía no sé cómo lo conseguiremos, estoy seguro de que tendré esa segunda oportunidad. —Me mira a los ojos—. Tú eres mi esperanza para que mi futuro no exista nunca más.
El dolor que impregna su alma se proyecta fuera de él y lo siento con intensidad. Por un segundo, multitud de sus recuerdos me sacuden la mente. Lo veo derrotado, sumido en una inmensa tristeza, corroído por una gran agonía, contemplando impotente cómo el dueño de Abismo lo confinaba en un mundo humano en el que dejó supervivientes para poder torturarlos delante de él; un mundo para que sufriera durante toda la eternidad.
Ese hombre envejecido por la edad y el dolor es tan parecido a mí y a la vez tan diferente. No puedo evitar verme reflejado en él, pero al mismo tiempo, aunque resulte extraño, siento que es alguien con el que solo comparto una parte de mi ser. El tiempo y la crueldad de Él han conseguido que seamos distintos.
Cuando se da la vuelta, cuando se prepara para irse, doy un par de pasos, le pongo la mano en el hombro y le pregunto:
—Espera, necesito saberlo. ¿Qué somos en realidad? ¿Cuál es nuestra naturaleza?
Se gira un poco y contesta:
—Ojalá lo supiera... —Hace una breve pausa—. Viví las mismas dudas que tú, me sentí perdido, pero cuando desperté del letargo en los restos del Mundo Ghuraki no tuve oportunidad de revelar mi pasado. —Aprieta el puño de forma inconsciente—. Después de que Él me arrebatara mi esencia perdí la oportunidad de descubrir lo que viví antes de la vida junto a Adalt y el maestro. No se conformó con privarme de mi libertad y de mi orgullo, tuvo que destrozarme por dentro, tuvo que fragmentarme aún más la mente. —Me toca la mano que tengo sobre su hombro—. Confío en que algún día tú podrás descubrirlo por los dos. Merecemos saberlo.
Empieza a caminar, sale del orificio y se adentra en la lluvia corrosiva. Poco a poco, mientras lo observo con los ojos humedecidos, mientras lo veo envuelto por una tenue película carmesí por la que resbalan las gotas, se va alejando, perdiéndose entre los relámpagos verdes y el mar de ácido.
—Siento lo que te hizo... —Un par de lágrimas me recorren las mejillas—. Cuando regrese a nuestro tiempo, haré que pague por tu dolor... Lo juro.
Me quedo unos minutos en silencio, inmerso en multitud de pensamientos y recuerdos, preguntándome quién me trajo aquí, deseando encontrar una forma de revertir este futuro y volver al pasado para combatir en La Guerra del Silencio.
Estoy tan ausente que al principio apenas me doy cuenta, pero, después unos segundos, veo que Valdhuitrg está tosiendo.
—Humano... —habla casi sin fuerzas—. ¿Qué ha pasado?
Me acerco a él.
—Perdiste el conocimiento.
Mueve la mano despacio, alcanza la herida y toca el borde con los dedos.
—Sí... —masculla, intenta incorporarse, pero apenas levanta un poco el tronco se ve obligado a volver a tumbarse—. Quizá esta vez Los Ancestros sí me concedan la muerte.
Viendo cómo la infección se propaga más allá de la herida, digo:
—No vas a morir. Aún no.
Me observa de reojo.
—A lo mejor se me concede el tiempo suficiente para poder llevar a cabo mi venganza. Para honrar a mis caídos. A mi familia.
Al escucharlo, recuerdo las visiones de su pasado.
—Valdhuitrg, ¿por qué se reveló tu abuelo? —Lo miro a los ojos—. ¿Qué pasó para que dejara atrás la servidumbre y no viera a Los Ancestros como dioses?
El demonio inspira despacio y eleva los músculos del torso con la respiración.
—Dhatthulsert, así se llamaba. —Cierra los ojos y se sumerge en sus recuerdos—. Como el resto de mi pueblo en aquellos tiempos, caminó por los mundos subyugados como soldado de las imperfecciones, pero cuando contempló el terror que desataban Los Ancestros, cuando fue testigo de cómo la fuerza del silencio brotaba imparable y devoraba pueblos, mundos y especies, decidió buscar en las raíces de mi gente, decidió adentrarse en una larga búsqueda de nuestro antiguo hogar. —Abre los párpados—. Buscó en la oscuridad, en lo que quedaba de ella, y encontró la fuerza para luchar. Desafió a los Khartdergs, los encargados de gobernar a nuestro pueblo en nombre del silencio, y consiguió crear un ejército que combatió un tiempo. —Con la mirada fija en el techo rocoso se queda pensativo unos segundos—. Pero al final su rebelión acabó derrotada y él fue ejecutado.
Guardo silencio mientras observo cómo su rostro refleja la pena que siente.
—Tu abuelo, Dhatthulsert, demostró que era posible luchar contra Los Ancestros y tú harás que paguen por su muerte. —Dirijo la mirada hacia la cadena que nos une—. Te dio una causa por la que luchar y lo honraste al no dejarte manipular por Los Ancestros. —Me fijo en el tenue brillo que recorre los eslabones—. Valdhuitrg, cuánto más fuerte se vuelve nuestro lazo, cuánto más profundizo en tu sufrimiento, más me doy cuenta de que acabé encadenado a ti porque tú eres esencial para vencer. Eres imprescindible para cambiar este futuro.
Sin poder ocultar el dolor que le produce la herida, contesta:
—Tu seguridad en mí crece mientras la vida se escapa de mi cuerpo. —Se calla unos instantes—. Puede que no muera hoy, que no muera por el veneno, pero se acerca mi momento. Sé que no falta mucho para que mi alma se convierta en polvo.
Sabiendo que habla en serio, le digo:
—Nadie vive para siempre, algún día nuestros cuerpos y almas se convertirán en polvo, pero hasta que llegue ese momento lucharemos con todas nuestras fuerzas y venceremos en cada batalla. Lo haremos por los caídos. Lo haremos por tu familia.
Sonríe.
—Humano loco... Iremos a las ruinas y encontraremos un modo de enfrentarnos con Los Ancestros. —Aprieta los dientes, aguanta el dolor y se incorpora—. No he dicho que me vaya a rendir, pero eso no significa que mis días no estén contados. Sé que voy a morir, lo noto, llega mi momento. —Cierra los ojos, se sumerge en recuerdos y en ellos ve a su familia—. Estoy preparado para marcharme. —Abre los párpados—. Estoy preparado y lo haré con honor.
Con sus palabras recordándome a las que más de una vez me dijo Adalt, le doy la mano y le ayudo a ponerse de pie.
—Viviremos con honor, lucharemos con honor y venceremos con honor. —Me mira con cierta gratitud—. Y cuando lo hayamos hecho, entonces si quieres podrás morir con honor.
Una sonrisa se le dibuja en el rostro.
—Humano loco, te echaré de menos en la otra vida.
Sonrío.
—No te preocupes, todavía me tendrás que aguantar durante mucho tiempo.
Su sonrisa se torna más profunda.
—Supongo que sí. Al menos mientras estemos encadenados y respiremos. —Se mira la herida y contempla la infección—. Debemos llegar a casa de Babarghet, pero estoy demasiado débil y no sé si podré generar y cruzar más de un sendero. —Observa la lluvia corrosiva e intenta comprender la naturaleza del lugar.
Al verlo con cierta incomprensión ante el mundo en el que estamos, al notar que aún siente extrañeza por no conocerlo, le digo:
—Este mundo es una proyección de mi mente. —Me mira—. De la mía y de la del hombre mayor que trajiste a este futuro.
No tarda en entender lo que le digo y contesta:
—Él eres tú en un futuro distinto... —Vuelve a observar la lluvia corrosiva—. Todo está conectado... No estamos aquí por el azar, esto tenía que suceder. —Alza la mano, fuerza el cuerpo, el alma y crea un sendero de luces—. Esperemos que no nos reclame otro lugar del Ghoarthorg y que podamos llegar a la casa de Barbarghet.
Me agacho y, aunque me cuesta, logro cargar los brazos de Zhuasraht en los hombros.
—Crucemos. —Empiezo a caminar forzando las piernas.
Mientras atravesamos el túnel de luz, pienso en los grabados, en la visita de mi yo futuro, en el pasado del demonio y en la vida que dejé atrás.
«Es tan raro haberme visto reflejado en alguien con el cuerpo mostrando las heridas de una guerra perdida...».
Con la visión del hombre mayor apoderándose de mi mente, no puedo evitar pensar en lo que tuvieron que sufrir mis hermanos de armas y me digo:
«Sé que se lo pusisteis difícil a las fuerzas de Abismo. Sé que luchasteis hasta el final. —Los sentimientos me poseen y los ojos se me humedecen—. Os echo de menos. Volveré con vosotros. Os lo prometo».
Mis hermanos de armas consiguen que saque fuerzas para seguir resistiendo mi debilidad y el poder del reino de terror de Los Ancestros. Ellos y ellas son quienes mantienen vivo el deseo de vencer y regresar.
—No os fallaré —susurro.
Con cierto temor, contemplo el rostro agotado de Valdhuitrg, observo cómo se tambalea y dirijo la mirada hacia el final del sendero. Solo cuando el túnel desaparece y veo que estamos cerca de la casa de Babarghet consigo tranquilizarme.
«Lo logramos. —Miro el rostro fatigado del demonio—. Lo lograste».
Mientras la puerta de la casa se abre, mientras Karthmessha se asoma y sale corriendo al ver a Valdhuitrg desfallecer, mientras Babarghet crea un conjuro que envuelve a mi aliado y otro que lleva a Zhuasraht levitando hacia ella, siento que no es casualidad que haya acabado en el reino de terror de Los Ancestros.
Con cada momento que paso aquí, en este futuro de corrupción, aumenta la certeza de que este es el lugar en donde tengo que estar; aumenta la sensación de que esta realidad no solo me necesita sino que yo también la necesito, que era necesario que viera lo destructivo que puede ser el silencio. Quizá estar aquí, en una creación devastada, es la única forma de comprender la gran responsabilidad que acarrea manifestarlo.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top