🌺Día 8🌺

[Misión: Compras]

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Un gran bostezo salió desde la boca de un aburrido pelimorado que estaba tumbado en el sofá del salón de su casa. No tenía nada que hacer aquel día, y sus amigos no parecían dar señales de vida igualmente. Era uno de esos días en los que no quieres hacer nada más que quedarte en casa a hacer el vago.

— Aah, qué aburrido~...— se quejaba tapando sus ojos con uno de sus brazos—. No me apetece hacer nada...

— Cielo, ¿por qué no invitas a salir a Bon?— su madre se encontraba en la sala planchando algunas prendas, viendo de reojo cómo su hijo se sorprendía—. Hoy hace una estupenda tarde, podríais ir a pasear y tomar un helado.

— Hum... No lo sé, puede que esté ocupado y no quiero molestarle— se excusaba el pelimorado jugando con sus dedos, además de que desvió la mirada para que no se le notara el gran sonrojo que cubría su rostro.

— Oh, conejito, estoy segura de que no se molestará si le pides salir— sonreía más que feliz la mujer, riendo al ver el rubor que tenía su niño.

— ¿S-Salir? ¿C-Cómo así...?— Bonnie entró en un pequeño momento de pánico—. E-Es decir, s-saldríamos como amigos, porque e-eso es lo que somos, a-amigos— reía nervioso el joven, ganándose una mirada sarcástica de parte de su superiora—. Y-Y B-Bon solo saldría conmigo c-como...

Antes de acabar su frase, el timbre de la casa sonó, llamando la atención de ambos pelimorados. La mayor dejó la plancha de lado y fue a abrir la puerta, mientras que el joven se tiraba boca abajo en el sillón, tapando su cara con un cojín y ahogando su gritillo. ¿Cómo podía ser tan babotas? A veces creía que pasar tanto tiempo con Bon lo estaba volviendo más bobo de lo no normal, pero no se arrepentía de nada. Prefería estar a  su lado en ese momento en lugar de estar todo aburrido en casa sin hacer nada. 

— Oh, Bon, qué sorpresa verte— levantó la cabeza con sorpresa al escuchar a su madre decir el nombre del moreno, parecía que le habría invocado.

— Perdón por venir sin avisar— respondió el muchacho con algo de nervios—, ¿se encuentra Bonnie en casa?

— Por supuesto, ¡conejito, ha venido Bon a verte!— llamó feliz la mujer a su hijo que se levantó rápido  desde el sofá para acercarse con un gran rubor en sus mejillas.

— ¡Mamá! No me llames así, y menos frente a Bon— le susurró muy avergonzado, haciendo reír a la mayor.

— Vaya, alguien está de mal humor— rió acariciando los cabellos de su hijo—. Tal vez le siente bien salir de casa— le guiñó un ojo al peliturquesa, quien soltó una pequeña risita al ver lo tierno que se veía su "novio" haciendo aquel puchero enojado.

— ¡Ya vete, mamá!— empujó a la pelimorada dentro de la casa, mirando aún sonrojado al moreno—. P-Perdónala, maestro...

— No pasa nada, tu madre es muy divertida— rió más cuando la mujer le agradeció aún desde el salón.

— Sí, claro~— bajó la mirada un tanto nervioso, no sólo por la reciente escena, sino porque no se esperaba al peliturquesa ahí, frente a su casa—. Hum... ¿Y hay alguna razón por la que te hayas tomado la molestia de venir aquí?— preguntó jugando con sus deditos.

— Pues quería preguntarte si querías acompañarme un rato al supermercado— pidió con un pequeño sonrojo, pues le parecía la más patética forma de pedirle salir a su amado—, porque mi padre me ha dado unos recados, pero me parecería muy aburrido ir solo, por lo que, si no tienes nada que hacer...

— ¡Claro que te acompaño!— respondió con entusiasmo, sintiendo sus ojos brillar.

— Está bien— rió sonrojado por la ternura que desprendía aquel hermoso pelimorado que tenía control absoluto de su corazón enamorado—, pero creo que deberías vestirte antes, a menos que quieras que todos vean tu pijama, "conejito".

Bonnie se miró y no evitó sonrojarse al ver que llevaba puesto su pijama violeta de manga corta, que tenía un conejito blanco en medio. Se encerró en su casa, no sin antes gritarle a su "pareja" que no lo llamara así. Era muy vergonzoso.

(...)

Andaban juntos por la calle, aunque no tenían sus manos unidas, mantenían la atmósfera bastante animada con sus anécdotas entre ambos. Estaban a gusto el uno con el otro.

— Bonnie, ¿puedo preguntarte algo?— el ojirojo le miró expectante, pero tan solo asintió sonriendo—. ¿Por qué tu madre te llama "conejito"?— miraba atento las expresiones faciales del pelimorado, quien hacía una pose de estar pensando.

— Supongo que es porque cuando tengo el pelo suelto parece que tenga las orejas de un conejo belier, ¿lo ves?— tomó un par de mechones de su cabello con sus manos, haciendo que pareciera realmente un conejito.

Bon sintió la sangre en su cara al segundo de mirarlo así de adorable.

— E-Entiendo...— desvió la mirada levemente—. Pues... Ya que tú me llamas "maestro" como apodo... ¿Puedo llamarte yo "conejito"?— le preguntó con una pequeña sonrisa, aún con el sonrojo en sus mejillas, contagiando al contrario igualmente que desvió la mirada.

— Mmm... B-Bueno...— jugaba con sus dedos sin mirar al otro, reprimiendo una pequeña sonrisa—. E-Está bien, me parece justo— soltó una ligera risita.

Bon, con una sonrisa igualmente, se atrevió a tomar su mano, crispándole la piel, pero no rechazó el agarre. Siguieron caminando hasta que llegaron al supermercado, entrando ambos y sintiendo el frescor que había dentro por el frío que usaban para los alimentos frescos o congelados. Bonnie instantáneamente quiso ir a la zona de las golosinas, su madre siempre le compraba una bolsa de gomitas cuando la acompañaba a hacer la compra, pero la mano del moreno lo detuvo.

— Te conozco lo suficiente como para saber que quieres ir a por gomitas de mora— se sorprendió el de pálida piel al ver cómo lo conocía su maestro—, pero iremos por ellas al final, ahora tenemos que ir a por lo que me pidieron o tendré problemas.

— Sí, tienes razón, lo siento, maestro— se disculpó sonrojado al ver que era como un niño pequeño—. ¿Qué necesitamos primero?

— Mmm...— sacó de su bolsillo un pequeño trozo de papel donde tenía apuntado todo lo necesario—. Lo primero habrá que ir a la zona de frutas y verduras. ¿Puedes ir a por un carrito mientras?— le sonrió mientras le daba una moneda para poder desbloquear uno de los muchos carros de compra que había en fila a la entrada del supermercado.

— Claro, maestro— sonrió con la moneda en sus manos y dirigiéndose a la zona de carritos dando pequeños saltitos.

Bon no evitó quedarse mirándolo con cara de embobado, se veía increíblemente adorable con cada cosa que hiciera o dijera. Sacudió la cabeza ligeramente, a veces ni él soportaba sus pensamientos extremadamente melosos, pero no podía evitarlo; ese chico despertaba su lado dulce y amoroso, y debía sacarlo de vez en cuando. Menos mal que no hablaba en voz alta o estaría en problemas. Cuando el pelimorado llegó con el carro, empezaron a llenarlo con cosas que estaban en la lista, y otras que se "caían accidentalmente" al carro, como decía el de ojos rojos. Había pocas personas presentes ese día, por lo que los pasillos estaban bastante vacíos, por no decir completamente. Bonnie siempre quiso corretear por uno de esos pasillos subido a un carrito, sería como estar en un coche descapotable sin volante, pero su madre nunca le dejaba.

— ¿Pasa algo, Bonnie?— preguntó preocupado el peliturquesa al ver la mirada del pelimorado perdida en el final de aquel pasillo en el que estaban.

— ¿Eh?— salió de su trance al escuchar la voz del moreno—. Ah, no, no es nada... Sólo me acordaba de cuando venía con mi madre... Le daba mucho la lata con querer ir montado en el carrito y parecer que lo iba conduciendo— rió ligeramente al oír lo infantil que sonaba eso ahora que lo decía en voz alta, y sí que lo era—, pero no es nada importante...

El peliturquesa sabía cuándo el otro decía la verdad y cuándo no, sabía que ahora no estaba siendo del todo sincero, pero podía entenderlo. Un adolescente de diecisiete años pensando en poder subirse a un carrito de compras como si fuera un niño pequeño... Cualquiera diría que sería inmaduro, pero para él... sonaba una idea bastante tentadora.

— Mmm... Bueno, ya tenemos todo lo de la lista— le miró sonriendo—, creo que, si mal no recuerdo, te debía unas gomitas de mora— los ojos de Bonnie se iluminaron—. ¿Quisieras mostrarme el camino?— le mostró su mano para que la tomara, y el contrario lo tomó como si quisiera que le tirase hasta el pasillo correspondiente, pero el jalón que le dio el peliturquesa lo confundió—. Pero no te olvides del vehículo.

Bonnie no supo a qué se refería, hasta que pilló las señales que le daba el moreno, quedándose de piedra, por fin iba a cumplir su sueño de la infancia. Se subió encima del carro, agarrándose en el borde de la parte más externa, en la punta. Sintió una pequeña corriente en su rostro en cuanto el peliturquesa empezó a tomar carrerilla empujando el carro. Cuando ya tenía suficiente velocidad, se subió al borde de la base del carro, dejándose llevar.

— ¡Woooh!— el pelimorado se sentía realmente emocionado de ir por aquellos pasillos, siendo conducido por su maestro— ¡Vamos a por las gomitas!— apuntó hacia donde estaba el pasillo de las gominolas, viendo que el peliturquesa le hacía caso.

¿Quién dijo que irse de compras sería aburrido?

(Perdón por el fondo horrible owoU)

Terminaron de comprar todo lo necesario y, a pesar de los intentos del pelimorado por no causarle problemas al menor, Bon le acompañó a su casa, a pesar de tener en las manos todas las bolsas de plastico que le habían dado para llevar sus compras. El mayor también le ayudaba, obviamente, pero el moreno era quien llevaba las bolsas más pesadas. Llegaron al hogar del pelimorado, donde estuvieron charlando más de un minuto.

— Bueno, gracias por acompañarme a comprar, sin duda me he divertido mucho contigo— sonrió el peliturquesa.

— Gracias a ti por invitarme, maestro— bajó la mirada sonrojado, no quería despedirse aún, pero seguramente su madre ya le había esperado demasiado—. Deberíamos... quedar otro día...

— Estoy de acuerdo— dijo soltando su mano, ya que la había tomado un momento—. Bueno... Yo ya me voy, nos vemos.

Y sin comerlo ni beberlo, el moreno le plantó un pequeño beso, no en la mejilla, ni en la frente, ni siquiera en la nariz, sino en sus labios levemente abiertos, dejando al pelimorado totalmente embobado y sonrojado. Se despidió el más alto alejándose de ahí, sonriendo ampliamente, mientras Bonnie se metía en su casa sin dejar de tocarse los labios. Sentía que había sido muy repentino, pero no se arrepentía. Había sido delicioso.

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Día 8: De compras

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