🌺Día 30🌺

[Calentura en las montañas]

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Era el último día en el que aquella apuesta caducaría el título de novios de ambos conejitos. Bonnie estaba un tanto desilusionado, pues ya no tendría esa ventaja de estar cerca de su maestro como algo más que un amigo normal. En cambio, Bon estaba ilusionado, pues había preparado una sorpresa para celebrar su último día de pareja falsa, para dar paso a una relación verdadera con su amado pelimorado. Gracias a sus amigas habían ahorrado lo suficiente como para alquilar unos días una cabaña en las montañas, y gracias a la madre de Bonnie tendrían transporte sin tener que pagar más de la cuenta. El pelimorado no estaba enterado de esto, por eso se sorprendió cuando su maestro le vendió los ojos para poder llevarle hasta la sorpresa, tragándose dos horas de "¿Cuánto falta?" y "¿Ya hemos llegado?". En cuanto el coche se detuvo, el de mirada rojiza bajó con rapidez del vehículo con ayuda del moreno, quien lo condujo hasta la entrada de la cabaña, destapando sus ojitos para que viera dónde estaba. 

— Ya llegamos, Bonnie— retiró la venda de sus ojos y dejó que se acostumbrara a la luz que entraba, observando cómo un brillo hermoso se posaba en sus orbes rubíes.

— ¿Q-Qué es todo esto?— entraba con duda escuchando sus pasos sobre la madera del suelo, aspirando ese ambiente rústico y levemente frío característico de la montaña.

— Quería que nuestro último día de... "novios" fuera especial— su sonrisa nerviosa fue borrada en cuanto sus labios fueron atrapados por los del contrario, junto a un abrazo inesperado.

— Pues lo has conseguido, maestro— la hermosa sonrisa del contrario hizo que el peliturquesa se derritiera interiormente, mientras correspondía su pequeño abrazo.

La madre del pelimorado se despidió dejándoles un beso en la frente a cada uno además de darles sus maletas, las cuales habían hecho Bon y la misma. Se instalaron para luego ponerse más cómodos mientras el de piel pálida encendía la chimenea para entrar en calor.

— ¿Ya está todo listo para nuestro... último día?— preguntaba el peliturquesa bajando de la alcoba con una camisa negra junto a una corbata roja, unos pantalones vaqueros largos y descalzo con calcetines azules. A Bonnie casi se le caía la baba.

— S-Sí— desvió la mirada un poco apenado—. Gracias por organizar todo esto... ¿Puedo hacer algo para compensarte?— se acercó al moreno con ojitos grandes y suplicantes, haciendo sonrojar al menor en edad.

— Pues... No es necesario— desvió la mirada, acordándose de cierta prenda que recordó pedirle a la mamá de su amado—. Bueno, sí hay algo que quisiera mostrarte para que te probaras...

Condujo al pelimorado hasta la habitación donde dormirían ambos, pues ya estaban acostumbrados a dormir juntos. Abrió su maleta para poder sacar cierta prenda que tenía ganas de ver en su querido conejito. En cuanto Bonnie vio qué estaba sosteniendo su maestro, el rubor se apareció en su rostro.

— N-No hablas en serio...— tartamudeó llevando sus manos a su pecho, pero al ver los ojitos brillantes del peliturquesa no pudo resistirse, así que, suspirando con vergüenza, tomó las medias—. Te arrepentirás...

— ¡Gracias!— lo abrazó con cariño, besando repetidas veces sus mejillas, siendo echado de la habitación por el pelimorado que seguía rojo.

Bon preparó el salón con una manta en el suelo en frente de la chimenea, asegurándose de que estuvieran bien calentitos. Unos minutos más hicieron falta para que luego en la puerta apareciera el pelimorado con un suéter bastante grande de colores rosa y amarillo pastel junto a aquellas medias que le había pedido vestir su maestro. Se había recogido el cabello en una coleta alta, mientras jugaba con uno de sus mechones sueltos. Bon no creía lo que estaba bien, estaba embobadísimo con ese bello ser.

— Y-Ya está, maestro...— pronunció avergonzado moviendo uno de sus pies sobre el suelo, mientras veía que el peliturquesa se acercaba lentamente.

— E-Estás... b-bellísimo...— susurró aún con las mejillas rojas como tomates, causando el mismo efecto en el pelimorado.

Decidieron sentarse frente a la chimenea, Bonnie encima de las piernas de Bon, pues le gustaba estar cerca del más alto. El peliturquesa no se quejó, sino que abrazó más al contrario, disfrutando de su compañía. Estaban ambos sumidos en su burbuja de tranquilidad y cariño, sintiendo el calor de la chimenea y el viento golpear las ventanas cerradas. En eso el pelimorado se levantó lo suficiente como para estar frente al contrario.

— Bon, gracias por este maravilloso mes juntos— comenzó a hablar jugando con sus dedos—, me da un poco de pena tener que volver a ser... mmm...— sentía un nudo en la garganta que le impedía pronunciar aquella palabra.

— Lo sé, a mí también me ha gustado mucho estar contigo como novios— rascaba su nuca nervioso mientras suspiraba—. Y... Sinceramente, no quisiera que se acabaran los días...

— ¿A-A qué te refieres?— los ojos del más pequeño se abrieron de par en par cuando escuchó aquellas palabras.

— Bonnie...— se acercó lentamente para poder acariciar una de sus mejillas, llegando a juntar entonces sus labios en un tierno y lento beso, dejándose llevar.

El pelimorado cerró los ojos apretando con sus manos la camisa del contrario, dejaba que Bon llevara el ritmo mientras él trataba de seguirle. Lentamente notaba que lo tumbaba en la manta, dejándolo sumiso mientras él se ponía encima, intensificando el beso. Le mordió el labio inferior, obligándole a soltar un leve jadeo, el cual aprovechó para poder jugar con su lengua. Ambos estaban perdiendo la cordura, como el día en el que se encerraron en el armario cuando se escondían del pelirrojo. Pero ahora no tenían prisas, se dejaban llevar por sus impulsos y sus deseos, por lo menos el moreno sí. Una de sus manos se coló en la camisa del contrario, levantándola lo suficiente como para ver su ropa interior, aunque no la había visto por estar tan sumido en la boca contraria. La temperatura de sus cuerpos se elevaba cada vez más, llenando el ambiente de sus respiraciones agitadas y sus jadeos calientes tras separarse de aquel fogoso beso dejando un hilo de saliva entre sus bocas como testigo de tal acto.

— Conejito...— murmuró el peliturquesa, mirando a los ojos al contrario, quien los tenía con unas pequeñas lágrimas por tan intensa acción contraria—. Te... Te amo...

¿Había escuchado bien? Parpadeó un par de veces, pero sólo veía aquella profunda mirada verde mirarle con seriedad y aún con las mejillas rojas. Aquello confirmó que hablaba en serio.

— ¿D-De verdad?— musitó con miedo a que fuera una mala broma.

— Yo... Llevo enamorado de ti desde que nos conocimos, Bonnie— explicó sin levantarse, acariciando sus cabellos con suavidad—. La verdad... Es que si Fox dijo lo de la apuesta, era porque él sabía que me gustabas...

— Entonces... ¿te dejaste ganar para poder fingir ser novios?— preguntó sorprendido.

— En parte sí— confesó—, pero sí que traté de ganar yo también, es muy gracioso cuando está deprimido sin pudin— rió levemente—, pero no quería incomodarte tampoco, por eso no quería obligarte a ser parte de la apuesta... Pero me diste esperanza cuando accediste a ser mi novio de mentira... Aún así, no he dejado mis sentimientos de lado, todo lo que he compartido contigo estos últimos treinta días me ha hecho darme cuenta de que en verdad te amo, y que tengo muchísima suerte de tenerte en mi vida...

Bonnie estaba sin palabras, no sabía cómo reaccionar ante aquella repentina confesión. Él sabía que también estaba enamorado de Bon, no lo podía ocultar más, pero aquello había sido demasiado repentino, no estaba preparado. Se levantó ligeramente para quedarse sentado sobre la manta, con la mirada baja.

— B-Bon...— murmuró en voz baja tras unos segundos de intenso silencio—. Yo... No sé qué hacer... Yo... Confieso que también... he sentido algo por ti estos días— aquello sorprendió al peliturquesa—. Pero... siento que todo esto ha sido un poco... forzado— susurró abrazándose a sí mismo—. Necesito un tiempo para pensar...

Se levantó de ahí para poder dirigirse a la alcoba, donde estaba su cuarto, dejando sólo al moreno, quien se quedó ahí quieto, sin hacer nada. Tras unos minutos, se tiró boca abajo en la manta, quedándose inmóvil.

— Soy un idiota...

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Día 30: Haciendo algo caliente ✅

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