🌺 Día 24🌺
[Tras la tormenta, vuelve la paz]
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El día siguiente ambos adolescentes se sentían tremendamente deprimidos, se les notaba en sus ojeras y, en el caso del pelimorado, sus ojos rojos por tantas lágrimas derramadas. No habían ido a la escuela, lo cual había preocupado a sus amigos quienes habían intentado contactar con ellos, pero tenían sus móviles apagados por miedo a que el contrario intentara hablar con el otro. Joy había ido a visitar a su amigo peliturquesa, acabando por tratar de animarlo teniendo su cabeza en su regazo mientras le acariciaba los cabellos escuchando sus lamentos. El caso del pelimorado no era muy diferente, pues él se estaba desahogando con su amiga rubia llorando aún en su hombro, además de ser acompañado por su otro amigo pelirrojo.
— Venga ya, enano, no es para tanto— suspiraba ya molesto de ver tan mal al menor por una tonta pelea de nada.
— Fox, sé más comprensivo, el pobre Bonnie lo está pasando mal— Chica miraba mal al de mirada dorada, sonrojándolo levemente, sin dejar de acariciar la cabecita de su amigo—. Pero es verdad, Bonnie, quizás sólo estaba exagerando, no creo que esté enfadado todavía. Son muy buenos amigos, y no deberían distanciarse por una discusión sin sentido.
— Hum...— se pasaba una de sus manos por encima de sus ojos, quitando sus lágrimas—. ¿D-De verdad lo crees, Chica?
— Claro que sí— su sonrisa reconfortó al más bajo—. Deberías hablar con él y arreglarlo todo.
— Eso estaría bien, p-pero no sé si querrá...
— Hey, conejo, tu móvil lleva media hora sonando en el salón— avisó el más alto de los tres, pasándole el aparato a su dueño.
Al mirar su tablón de notificaciones, un leve rubor se presentó en sus mejillas.
— ¿Quién era?— preguntó curiosa la rubia.
—... E-Es Bon...
(...)
La brisa acariciaba las hojas de aquel hermoso árbol que daba una fresca sombra en la banca blanca de amos chicos. Estaba jugando nervioso con sus dedos, tratando de calmarse. No había visto al moreno desde el día anterior, y sentía algo de miedo si volvía a ver su mirada tan seria y fría como la última vez. No quería romperse de nuevo. Unos pasos le alertaron de que alguien se acercaba, y por instinto giró la cabeza hacia el sonido. La imagen de su mejor amigo y maestro, con la mirada bajada y con pequeñas marcas de agua, ya secas, en sus mejillas sonrojadas hizo que se levantara sorprendido. Se veía tan roto como él. Pronunció su nombre con delicadeza, llamando la atención del peliturquesa, quien levantó la mirada. No le dio tiempo a reaccionar cuando el pelimorado se abalanzó sobre él, acurrucándose en su pecho, y susurrando incontables veces cuánto lo sentía. Al parecer, ambos no soportaban la idea de estar peleados y habían conseguido hacer las paces en menos de veinticuatro horas.
— ¡En serio, lo siento mucho, Bon!— se aferraba a su camiseta sin poder derramar más lágrimas después de todas las que ya había soltado.
— No, la culpa es mía— acariciaba sus cabellos y su espalda—. No debí actuar así de imprudente, perdóname.
— No estoy enfadado contigo... maestro— susurró aún un tanto sonrojado, sintiendo más cálido el abrazo.
— Yo tampoco... conejito— aspiraba su dulce aroma a moras, lo había extrañado demasiado.
No aclararon nada sobre la supuesta apuesta, pero lo único que querían en ese momento era no separarse de aquel reconfortante abrazo que los mantenía unidos.
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Día 24: Haciendo las paces al final ✅
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