🌟Día 0🌟

~Próximamente el 1 de Junio de 2020~

Quedaban nada más que dos semanas para que el verano por fin llegase, lo cual también significaba dejar el instituto, o eso era lo que pensaba cierto pelimorado de ya dieciocho años. Le daba pena irse a la universidad, aunque no era por echar de menos el instituto -en el cual había pasado tres de los seis años como si hubiera ido a la cárcel-, sino que echaría de menos a sus amigos, pues se iban a estudiar cosas diferentes que él. Pero lo que más pena le daba era dejar solito a su querido maestro, a veces odiaba que fuera un año mayor que el peliturquesa, si encima era más alto que él, sólo por cuatro centímetros. Podrían ser poco, pero para el de mirada rubí era mucha diferencia. Volviendo al tema, había acabado sus últimos exámenes, y lo cierto era que no le habían salido bien, no por falta de tiempo de estudio, pues había invertido lo suficiente como para aprobar, pero no le gustaba que fueran tan seguido con tan pequeñas pausas de descanso entre uno y otro. Necesitaba por lo menos un nueve sobre catorce para poder entrar a la universidad que quería, obviamente una en la que se prepararía para ser un gran maestro de la música, pues era su gran pasión, pero no esperaba que la nota de corte para poder acceder fuera tan alta. Además, si no le admitían en la universidad de su ciudad, tendría que irse a estudiar al extranjero. Estaba nervioso, muy nervioso.

Mientras tanto, el peliturquesa se encontraba en su clase escribiendo algunas notas en su papel pautado que había traído de casa. Le relajaba escribir algunas composiciones para luego tocarlas con su guitarra en casa, perfeccionándolas para luego añadirle algo de letra. Realmente le había llegado mucha inspiración desde que estaba con su conejito. Sonrió bobamente mientras suspiraba, en su mente se proyectó el angelical rostro de su novio, sacándole un lindo sonrojo en sus mejillas morenas. No evitaba hacer con su lapicero unos cuantos corazones alrededor de sus notas musicales, o incluso haciendo estos sobre el pentagrama, simulando que eran las notas de su composición amorosa. Tan sumido estaba en sus pensamientos que no escuchó los pasos de alguien más en la sala, hasta que unas pequeñas y pálidas manos se posaron sobre sus ojos esmeralda, haciendo que se tensara de la sorpresa.

— Adivina quién soy~— la juguetona voz de quien tapaba sus ojos le hizo soltar una leve risa.

— Mmm... ¿Eres Joy?— preguntó con clara ignorancia.

— Nop, prueba de nuevo— la risita del "desconocido" le causó ternura.

— Mmm... ¿Un conejito?— sintió en eso un ligero beso sobre sus cabellos y otro más en su frente, pues había echado su cabeza hacia atrás.

— No soy un conejito— la luz pasó entre los dedos de la persona misteriosa, permitiendo así a Bon ver esos hermosos ojos rubíes que tanto adoraba—, soy tu conejito, maestro bobo— la preciosa sonrisa de su novio le hizo sentir brillo en su mirada.

Rieron ambos con las mejillas sonrojadas, aunque Bon no esperó aquel dulce beso que le dio su amado en sus labios, pues ni cuenta se dio de cuándo echó aún más su cabeza hacia atrás, logrando llegar a su boca donde plató un dulce toque con la suya propia. No se negó, cerró sus ojos mientras le seguía el beso, notando las suaves manos de su novio acariciar una de sus mejillas y también su cuello. Al separarse se miraron mutuamente, Bonnie ahora acariciaba los desordenados cabellos del menor de edad.

— ¿Soy yo o cada día eres más hermoso?— preguntó burlón el peliturquesa, sacando una alegre y avergonzada risita de parte del de piel más clara—. Es en serio, ¿hiciste algo con tu pelo? Lo veo más brillante y precioso~.

— Ay, calla, tonto, me harás parecerme a un tomate— sonrió con las mejillas como manzanas, perdiéndose en la enamorada mirada esmeralda de su maestro—. Sólo lo peiné como todos los días, no hice nada especial...

— Ya quisiera ser yo el cepillo que pasas por tu sedoso cabello para sentir cada fina hebra morada y tu a adicto aroma a moras en mi piel— Bon no evitó aquel comentario con una encantadora sonrisa que derritió el corazón del pelimorado, quien junto su frente con la contraria riendo levemente.

— Eres un cursi sin remedio, maestro— otro beso fue plantado en la frente morena del joven de diecisiete años—. Sin duda lo echaré de menos...

Aquellas palabras sorprendieron al peliturquesa, quien se dio la vuelta al final para ver el rostro de su amado, quien sonreía, pero se le veía en la mirada que no era de felicidad. Se echó atrás en la silla, y tomó la cintura de su pareja para poder sentarlo en su regazo de perfil, pudiendo así verlo mejor, además de que podía entonces abrazarlo y tenerlo cerca de él. Bonnie, por su parte, se sonrojó por la acción de su novio, agarrándose a su cuello por reflejo y clavando su mirada sorprendida con la relajada del contrario.

— ¿Por qué dices eso, conejito?— le preguntó tomando una de sus manos sin quitar sus ojos de los contrarios, aun cuando el pelimorado hubiera desviado la mirada con algo de pena—. ¿Es que acaso te vas?

— Mmm... Es una posibilidad— musitó, pero con el silencio del aula Bon pudo escucharlo perfectamente—. Aún no estoy seguro, pero por cómo están las notas de corte, es muy probable que tenga que irme... a otra ciudad...

Ninguno dijo nada, el peliturquesa se había quedado en un pequeño shock al pensar que su adorado y preciado conejito tendría que irse lejos para poder seguir estudiando. Por un lado se alegraba enormemente, pues su novio podría seguir estudiando aquello que más le entusiasmaba, pudiendo sacar adelante su futuro y seguramente pudiendo hacer más amistades. Pero por otro lado, estaba aterrado, pues estaría demasiado lejos de su pareja, ya no podría tener sus besos diarios, ni un abrazo, ni una caricia. Además, Bonnie era consciente del enorme sentido de la protección que tenía, lo cual podría desarrollar innecesarios celos que podría causar ciertos problemas. Bonnie suspiró, sabía que debió saber más cuidadoso con el tema, pero no sabía cómo decirle que tendría que irse por lo menos el primer año, pero esperaba poder seguir con su relación, aunque fuera a distancia. No quería separarse de su maestro, realmente no quería, pero también deseaba poder continuar con sus estudios. 

Unos suaves dedos deslizaron parte de su flequillo que tapaba su rostro tras su oreja derecha, haciendo que por inercia juntara su nerviosa mirada con la contraria, encontrando el siempre lindo rostro de su maestro mientras este... ¿sonreía? Sí, estaba esbozando tal sonrisa hermosa que le hizo sonrojarse una vez más.

— Bueno... Si te soy sincero, no me agrada mucho la idea de que te vayas tanto tiempo a otra ciudad— suspiró antes de besar la nariz del contrario, quien cerró sus ojitos ante aquel tierno acto—. Pero estoy muy feliz de que puedas ir a una universidad donde puedas dar rienda a tu talento y puedas tener un gran futuro— siguió sonriendo abrazando el cuerpo del pálido—. Estoy muy orgulloso, y espero que llegues muy lejos, conejito.

— B-Bon...— Bonnie no tenía palabras ante aquellas dichas por su maestro—. Eres el mejor...— sonrió igualmente con pequeñas lágrimas de emoción en sus ojos, abrazando del cuello a su novio, quien correspondió con sus manos en su cintura—. Mmm... Aunque, aún no sé ni dónde me han admitido, aún tengo que ir a ver qué nota saqué en los exámenes.

— ¿Te fueron bien?— preguntó el menor, recibiendo una mirada preocupada del contrario—. Bueno, estoy seguro de que tendrás una muy buena nota, eres muy listo después de todo— le besó la frente con cariño.

— Gracias, maestro— se recostó en el hombro de Bon suspirando más tranquilo, se había quitado un gran peso de encima.

Se quedaron un buen rato ahí sentados, en el medio de la silenciosa sala, Bonnie acariciando el cuello y los cabellos del peliturquesa, y Bon dado suaves besos sobre la mejilla del pelimorado. Aunque no lo admitieran ahora, se iban a extrañar bastante.

(...)

— No te olvides de mandarme un mensaje en cuanto llegues a la estación, a tu apartamento y cuando ya estés instalado— nombraba Bon ansioso mirando a su novio quien reía un tanto nervioso.

— Sí, sí, tranquilo— Bonnie suspiró, había llegado el momento—. Tú acuérdate de llamar todas las noches, y por lo menos un mensaje cada mañana— le hizo un pequeño puchero, haciendo reír ahora a su pareja.

Tras analizar las notas, sí habían admitido a Bonnie en una universidad de música, pero por desgracia estaba a cientos de kilómetros de su ciudad natal, así que no tuvo más opción que empaquetar y buscar un piso para poder quedarse al menos el primer año de universidad. Prefería estar sólo que compartir piso con desconocidos o incluso que estar en una residencia de alumnos. Ahora estaban ambos despidiéndose en la estación de tren, pues el viaje del pelimorado duraría aproximadamente cuatro horas; estaba bastante lejos.

— Está bien, conejito— le abrazó con cariño, siendo correspondido al momento—. Te echaré mucho de menos...

— Y yo a ti, cielo— se acurrucó en su hombro, jugando con los cortos cabellos de su nuca, eso lo relajaba—. Espero que estos meses se pasen rápido...

— Y yo... No te sorprendas si algún día aparezco en la puerta de tu apartamento con un ramo de flores— aquello hizo reír fuerte al de piel pálida, quien se aferró más a él—. De verdad, me costará estar sin ti...

— A mí también, maestro, pero pronto estaremos juntos de nuevo— se separaron con lentitud, sin querer separarse realmente.

En eso el aviso del tren del mayor sonó en el andén, llamando la atención de ambos enamorados. Era la hora de la despedida.

— Espero que lo pases bien en tu nueva universidad— Bon le besó la frente con cariño.

— Gracias, maestro...— sus manos temblaban de la emoción—. Te amo mucho...

— Yo más, conejito— juntaron sus narices con ternura.

— No, yo más~— le sacó la lengua divertido.

— No, no, yo más~— le contestó burlón.

— ¡No, yo más!— le robó un beso para callarlo finalmente, siendo correspondido.

Aquel travieso toqué pasó a Aser algo mucho más profundo y significativo. Fueron conscientes de que ese iba a ser su último beso en mucho tiempo, por lo que trataron de hacerlo especial. Bonnie abrazaba del cuello al más alto, mientras Bon rodeaba la cintura de su amado. Sus labios se movían lentamente, un inocente movimiento que los llenaba de dulzura y amor. Deseaban que jamás se acabara aquel maravilloso momento, pero el timbre del tren les hizo separarse al final. Se miraron a los ojos, y los de Bonnie no evitaron cristalizarse levemente.

— A-Adiós, Bon...— se le cortó la voz.

— Nos veremos pronto, conejito— le tomó las mejillas para besar su frente.

Se separaron finalmente, y Bonnie subió al tren, despidiéndose con la mano de su novio, quien igualmente aguantaba sus ganas de derramar lágrimas.

Serían unos 9 meses muy largos.

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