Capítulo 7. Indeseada visita.
Me había quedado completamente muda, Sunny fijaba su mirada insistente en la mía que evitaba cruzarse con ella. ¿Cómo podría hablarle sobre el miserable de Straight? ¿Cómo podría decirle que su padre no era más que un cerdo que ahora se encontraba tres metros bajo tierra... gracias a mí? Por más que deseara que ardiera en el infierno, no podía romperle el corazón a Sunshine, ella no tenía por qué cargar con ese pesar.
—Bueno, tu padre... —carraspeé, ya no tenía salida—. Él era... como decirlo... —ella comenzaba a quemarme con su mirada pertinaz—. Era un buen hombre... —dije, a punto de devolver el estómago—. Era un oficial de policía, él cuidaba a las reclusas, por eso tuvo oportunidad de conocer a Fluttershy.
Ella guardó silencio y una breve sonrisa se dibujó en su rostro, pero después volvió su mirada hasta mí, ligeramente ensombrecida.
—Y... ¿qué fue lo que le pasó?
Esta vez no solo sentí la bomba, sentí que me explotaba en el estómago. ¿Cómo podría... responder esa pregunta sin que me odiara el resto de su vida? El vago recuerdo de aquella tarde, el sonido del disparo y el suelo de la cafetería entintado en rojo cruzó por mi cabeza.
—M-Murió en una misión peligrosa... —trastabillé—, justo antes de saber que Fluttershy estaba embarazada.
—Nunca supo que yo existía... —lamentó. Negué con la cabeza, técnicamente eso era lo único de todo este cuento que no era mentira—. ¿Amaba a mamá?
El aire se quedó atascado en mi garganta.
—C-Claro...
Permaneció con la mirada en el suelo, para mi suerte, de otra forma habría notado mi evidente incomodidad. Apretó la mano que tenía sobre la suya y elevó la mirada.
—Y tú... ¿la amas?
Captó mi mirada, suavicé mi gesto y le sonreí medianamente, como si hubiera estado esperando esa pregunta durante doce años.
—Más que a mi propia vida.
—Entonces... —la voz se le cortó de repente—, ¿no nos abandonaste?
¡Por fin tenía un ápice de duda sobre ello! Por fin podía buscar que creyera en mí. Pero necesitaba más que solo palabras para demostrárselo, esta vez no tenía más opción.
—Jamás sería capaz de hacer algo así —respondí.
Rebusqué entre las bolsas de mi chaqueta policial, sacando de una de ellas el pequeño zapato rosa que guardaba, desde aquel terrible día, empolvado en un cajón de mi escritorio.
—El día que naciste —dije, estirándolo hasta ella—. Sunset Shimmer irrumpió en el hospital y se las llevó a todas... Yo nunca quise abandonarlas. El día en que naciste fue el día en que yo perdí absolutamente todo.
Sunshine tomó el zapato entre sus manos temblorosas y después de un minuto en silencio, observándolo detenidamente, me miró con pequeñas gotitas en los ojos.
—¿Así de pequeña era cuando... me llevaron?
Sentí una punzada en el pecho y asentí en silencio. Ella abrazó el diminuto objeto contra su pecho, podía escuchar sus disimulados sollozos.
—Lo lamento... no supe cumplir mi promesa.
Sunshine negó con la cabeza aún agachada.
—Con forme pasaron los años perdí la esperanza, supuse que a mi madre la cegaba su amor por ti y te guardé rencor... comencé a creer en las palabras de Sunset Shimmer... y me cegué por el odio...
Sacó de su cuello un collar que llevaba un anillo de plata atravesándolo.
—Cuando escapé... mamá me dio esto. Ella dijo que debes entregárselo otra vez cuando vuelvas a verla...
Sonrió con tristeza. Aquel anillo... era el mismo que le había entregado a Fluttershy el día que le pedí que fuera mi esposa, lo tomé con fuerza contra mi pecho.
—Lo haré —le sonreí, acariciando su mejilla y, para sorpresa mía, ella no se movió ni un centímetro—. Lo prometo.
La puerta resonó con dos golpes desesperados, pero antes de poder siquiera acercarme a abrir, Shining Armor entró, cerrándola de golpe detrás de él. Su rostro lucía levemente pálido.
—Shining, ¿estás bien? —pregunté, poniéndome de pie—. Parece que acabas de ver un fantasma.
—En realidad... algo así. —Tomó mi mano y me alejó unos metros de Sunny, para hablar lo más bajo que pudo—. No creo que te guste mucho la noticia que te voy a dar.
—Pues no ayuda mucho que lo aplaces tanto —dije—, solo dímelo.
Armor se asomó por encima de mi hombro, para verificar que Sunny no estuviera escuchando.
—Los padres de Fluttershy están aquí.
—¡¿Qué?!
—¡Shhh! —Shining me tomó por la oreja, sacándome de la oficina—. Ellos quieren verla —señaló la puerta con la cabeza—, harán un escándalo si no hablan con ella.
—¿Estás bromeando? —me alejé de su agarre que ya estaba empezando a doler—. Ellos fueron quienes desheredaron a Fluttershy en primer lugar, ¿por qué querrían conocerla?
—No lo sé, pero parecen muy obsesionados con la idea de verla, Dash, y conociendo a su tipo de gente, harán lo que sea para lograrlo.
—Tendrán que hablar conmigo antes —sentencié y me dirigí hasta la puerta principal de la comisaría.
Los padres de Fluttershy se encontraban discutiendo con uno de los oficiales que había quedado encargado en el escritorio que atendía al público en general. Verlos de nuevo me provocó escalofríos, la última vez que me había encontrado con ellos fue cuando, en aquella visita a la prisión, sobajaron y maldijeron a Fluttershy justo frente a mis narices.
Aclaré la garganta para llamar su atención. Ambos fijaron sus miradas mordaces en mí.
—¿Puedo ayudarlos en algo? —pregunté, lo más serena que pude.
—¿Qué demonios haces tú aquí? —cuestionó la mujer, despectivamente—. Claramente exigimos al capitán que queríamos ver a mi nieta, no a... ti.
Su mirada de asco y repudio no paso desapercibida por Armor y Juniper, que sin haber tratado antes con ellos, parecían ya detestarlos.
—"Nieta" —imité con ligera sorna—. ¿Es lo que ahora esa "cosa" es? ¿O es que acaso debo recordarles lo despectivos y crueles que fueron con Fluttershy en ese entonces?
—Tú no eres nadie para atreverte a juzgarnos, mocosa entrometida —interrumpió el esposo.
—En ese entonces se los dije y lo vuelvo a repetir en este momento —respondí, elevando mi voz—. Soy la madre de esa niña y ustedes no tienen ningún derecho de estar aquí.
Sunshine salía de la oficina de Armor para mezclarse discretamente entre la multitud de policías que rodeaban la escena. La madre de Fluttershy sonrió con malicia y victoria, lo que hizo que los pelos se me pusieran de punta.
—En eso te equivocas —dijo, sacando un folder con papeles de su bolso y estirándolo hasta mí—. Legalmente, y ya que nunca procesamos la emancipación de nuestra hija frente a un juzgado, la niña sigue siendo parte de nuestra familia, nuestra nieta biológica, por lo que por derecho... ella debe estar con nosotros —amplió su sonrisa—, como sus tutores legales.
Elevé mi mirada atónita hasta ellos, entregando los papeles a Juniper Montage para que lograra rectificar su veracidad. Incluso si no lo fueran, sabía en el fondo que tenían un buen punto y razones de sobra para quedar legalmente como los propietarios de la custodia de Sunny. Juniper me miró con un gesto decepcionado, asintiendo y confirmando lo que temía.
—Como verás, Rainbow Dash —volvió a decir la mujer—. Estamos en la mejor disposición y con absolutamente todo el apoyo de la ley para obtener la custodia legal de nuestra nieta, esto debido claro a raíz de las terribles circunstancias, hasta que Fluttershy no aparezca, su hija deberá permanecer con nosotros, como debe ser.
—Ni siquiera saben su nombre... —susurré, soportando el temblor en mi cuerpo—. No, no pienso hacerlo, no se las entregaré.
—Esa decisión no te corresponde a ti —exclamó el padre.
Estuve, por un momento, a nada de abalanzarme contra él, pero Shining Armor logró detenerme a tiempo.
—Como comprenderán esta es una situación complicada —trató de explicar el peliazul—, no podemos hacer esto así como si nada.
—Lo entendemos, pero no importa cuanto lo aplacen, la verdad es tan cruda como suena —dijo la madre—. Rainbow Dash no es ni biológica ni legalmente la madre de esa niña, por lo que no tiene derecho alguno sobre ella.
Sunny dio un paso al frente, atravesando la multitud. Me miró confundida y luego volvió su mirada a los otros dos mayores.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó.
Al notar el increíble parecido con Fluttershy, la mujer se agachó a su altura y la abrazó melosamente.
—¡Al fin logramos conocerte, preciosa! —exclamó—. Somos tus abuelos.
—¿Abuelos?
—Los padres de Fluttershy —respondí, comprendía que, aunque no me agradara, eran parte de su familia y tenían derecho a conocerla.
—Lástima que tu madre nunca nos permitió conocerte, ni siquiera fuimos capaces de saber tu nombre.
Puse los ojos en blanco, asqueada por su hipocresía.
—Sunshine —respondió la menor—. Mi nombre es Sunshine.
La niña parecía realmente confundida, supongo que Fluttershy nunca le habló sobre sus padres ni mucho menos el cómo la trataron la última vez que la vieron, lo que hacía que me hirviera mucho más la sangre.
«Claro que puedo, soy tu madre, en cuanto nazca esa cosa haré que te lo quiten o yo misma te lo quitaré, pero no permitiré que arruines nuestro nombre criando a un niño sin padre», eso era lo que habían dicho en aquel entonces cuando Shy se negó a abortarla, ¿cómo podían venir como si nada a conocer a su nieta después de algo así? Al menos yo no lo había olvidado.
Me acerqué a Sunshine, tomándola por los hombros y haciendo que se colocara detrás de mí.
—De cualquier manera, no me quedaré de brazos cruzados —afirmé—. Pelearé por la custodia de Sunny, haré lo que sea necesario para que no se acerquen a ella otra vez.
Sunshine clavó su mirada en mí. Los dos mayores retrocedieron ofendidos, pero no se rendirían tan fácil. De pronto, las alarmas comenzaron a sonar en toda la comisaría. Era la primera vez en varias semanas que teníamos una emergencia de un nivel tan superior como para que sonaran.
Sunshine ni siquiera notó que redirigió su mano hasta la manga de mi chaqueta en cuanto comenzó a sonar la alerta.
—¿Qué sucede? —preguntó Shining Armor.
—Una situación en el hospital de Ponyville, capitán —respondió otro oficial—, parece que tenemos un ataque contra una interna.
Armor y yo nos miramos angustiados.
—Debemos irnos —mencionó él, alistando su cinturón y las armas que en él guardaba.
Traté de seguirlo, pero Sunshine seguía aferrada a mis ropas, impidiendo que me moviera, me giré hasta ella para mirarla.
—Yo también quiero ir —me dijo.
—No, no es buena idea, debes esperar aquí.
—Rainbow, por favor —insistió.
Percibí una extraña sensación, no era normal que me llamara por mi nombre, pero al menos era un pequeño paso para estrechar nuestra relación. Miré a Armor y el asintió, encogiéndose de hombros. Salimos de la comisaría seguidos por Twilight e incluso, para mi pésima suerte, por los padres de Fluttershy.
Al llegar nos encontramos con una escena que nos dejó congelados, Applejack se encontraba sobre el cuerpo inerte de Pinkie Pie, un espeso líquido rojizo se desprendía de su abdomen, entintando sus ropas y el suelo.
—P-Pinkie... —balbuceé.
Pero mi primer instinto fue abrazar a Sunshine a mi cuerpo, evitando que presenciara mucho más la escena, mi cuerpo estaba temblando, pero no lograba distinguir si era mi miedo o el de ella.
Miré a Twilight de reojo, su semblante había cambiado totalmente, sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre Applejack, sacándola del camino, Shining Armor corrió a auxiliar a Pinkie, respaldado por un par de médicos que, hasta ese momento, no habían tenido el valor de moverse de su sitio. Twilight peleaba por mantener a Applejack en el suelo, pero parecía costarle mucho más trabajo del normal.
Me agaché a la altura de Sunshine, obligándola a mirarme a los ojos, estaba en trance, como si hubiese temido que todo eso sucediera en algún momento.
—Sunshine —la llamé—. Necesito que vayas con tus abuelos.
Señalé a la pareja que desde el inicio se había mantenido resguardada detrás del cuerpo de policía. La niña asintió y, aún congelada, caminó hasta ellos, sin dejar de seguirme con la mirada.
Applejack invirtió los papeles y llevó a Twilight al suelo, colocando una navaja contra su cuello, la peliazul aplicó todas sus fuerzas para evitar que le atravesara la piel. Corrí hasta ambas, intentando alejar a la rubia de Twilight, pero terminé siendo lanzada por ella con una fuerza sobrehumana contra la pared a mi espalda, solté un grito de dolor. Podría jurar que había sido un milagro que no me rompiera la columna.
Al no ver movimiento de Applejack sobre Twilight, Shining elevó su arma.
—Aléjate de ella o disparo —ordenó.
Rarity, que se había mantenido entre la multitud, temerosa de acercarse, corrió a interponerse entre la rubia y el arma.
—¡No, por favor! —suplicó—. A-Algo le sucede... algo no está bien...
En un momento, Twilight había logrado acorralar a Applejack contra la pared, pero la rubia se mantenía aferrada a la navaja que sostenía en la mano, sus vacíos y enervados ojos se fijaban en Pinkie, como si acabar con ella fuera su único objetivo.
—No dejaré que la lastimes —exclamó Twilight, pero sus recuerdos del pasado provocaron que las lágrimas nublaran sus ojos y sus movimientos.
Applejack utilizó toda su fuerza para desprenderse de ella y la lanzó lejos. Se abalanzó nuevamente sobre Pinkie, apartando a los médicos que no pudieron sacarla de ahí a tiempo. Elevó la navaja sobre su pecho, dispuesta a arrancar su último suspiro; pero, justo cuando descendió el arma, interpuse mi mano, tomándola como pude por el filo que rasgó mi palma y, mientras mi propia sangre escurría sobre la pelirrosada, alejé a Applejack de una patada mientras aprisionaba la navaja conmigo, la rubia cayó inconsciente al suelo.
Shining Armor y Sunshine corrieron hasta mí para verificar mi herida, mientras los médicos llevaban a Pinkie sobre una camilla directo a cirugía y otro par llevaba a Applejack de vuelta a una de las habitaciones, seguida de cerca por Rarity.
—Dash, ¿te encuentras bien? —preguntó Armor mientras su mirada angustiada hacia juego con la de Sunshine que, por un breve instante, parecía genuinamente preocupada.
Asentí, estirando hasta él, el artefacto que comenzó a emitir un calor insoportable de un momento a otro. Sunshine se apresuró para arrancarlo de mi mano y lanzarlo hacia un corredor vacío del hospital, donde la navaja explotó soltando una nube inmensa de humo negro y espeso.
Armor me miró anonadado y se acercó para recoger los restos. En ellos encontró una pequeña inscripción, que parecía un número de serie. Twilight se acercó hasta nosotros, mirándolo detenidamente.
—Es similar... —murmuró—. A aquel reloj...
Estuvimos a punto de cuestionarla cuando un chillido agudo se escuchó del otro lado de la multitud.
—¡Esto es inaudito! —exclamó la madre de Fluttershy, abriéndose paso hasta nosotros—. ¿Te parece que este tipo de "espectáculos" son adecuados para Sunstar?
Enarqué una ceja, dando un paso hasta ella.
—Sunshine —corregí—, su nombre es Sunshine.
—Como sea, mocosa impertinente —bramó—. Esta no es la clase de vida que mi nieta merece. Este no es ambiente para una niña.
Y pensar que ellos eran quienes habían querido deshacerse de ella en primer lugar.
La mujer se giró hasta Shining Armor, con un gesto engreído.
—Exijo que usted, como figura de autoridad, me otorgue la custodia de mi nieta o que, en su defecto, abra un juicio para pelear por ella —dijo—, me niego rotundamente a que alguien que lleva mi sangre permanezca al cuidado de alguien como Rainbow Dash, que como ya nos ha demostrado, es potencialmente peligrosa.
—¿Q-Qué? —intenté objetar—. No puede hacer eso...
—Si te atreves a oponerte —amenazó—. Me veré obligada a meter una denuncia en tu contra, lo que posiblemente afecte tu... libertad condicional —me miró con una sonrisa macabra mientras yo sentía mis extremidades temblando—. No creo que quieras volver a prisión, ¿o sí? Esta vez, Rainbow Dash, sería para pudrirte toda tu miserable vida en una celda, te juro que me aseguraré de ello.
—C-Comprendo —enunció Shining Armor, tratando de sonar lo más neutral posible—. No obstante, no creo que debamos llegar tan lejos. Mientras solucionamos este problema, lo mejor sería que la menor permanezca...
—Con nosotros —interrumpieron ellos, antes de que yo pudiera decir nada. Shining Armor me miró, como disculpándose y asintió a regañadientes.
La pareja tomó a Sunshine por los brazos y la llevaron con ellos, ella permanecía inmóvil, sin poner ningún tipo de objeción, más bien parecía tener un gesto de decepción.
Shining me tomó por los hombros, antes de poder salir corriendo tras ella.
—Déjame —exigí—. No puedo dejar que se la lleven.
—Tampoco puedes volver a prisión.
Fijé mi mirada en la suya, que parecía sentirse extremadamente culpable con lo que acababa de suceder, entendía perfectamente que sus intenciones no habían sido malas, pero lo que él no comprendía era que Sunny ahora seguro creía que no era lo suficientemente importante para mí, era la segunda vez que no iba tras ella, no podía seguir hiriéndola de esa manera.
Twilight entró a la habitación de Pinkie poco después de que la cirugía hubiese concluido, se arrodilló junto a su cama y tomó su mano con fuerza.
—No sabes cuánto rogué a Celestia volver a verte —murmuró, llevando la mano de la joven hasta sus labios humedecidos por las lágrimas—. No estoy segura si cuando despiertes podrás recordarme, yo aun no comprendo los vagos recuerdos que aparecen en mis pesadillas, pero sé que en todos ellos estabas tú. Pinkie, tu recuerdo me ha mantenido cuerda después de todo lo que ha pasado, así que... por favor, no te atrevas a dejarme, te lo suplico.
—No pensaba ir a ningún lado, bobita —murmuró la pelirrosada, apenas consciente y su voz siendo apagada por el respirador en su rostro.
Twilight se levantó del suelo con una sonrisa.
—Pinkie... ¿c-cómo te sientes? —comenzó a examinarla—. L-Llamaré al médico, deja que...
La joven sostuvo con la poca fuerza que mantenía en su delgado cuerpo, la mano de Twilight que aún permanecía entrelazada a la de ella.
—Quédate —dijo—. Estaré bien si te quedas conmigo.
Twilight volvió a arrodillarse a su lado, acariciando su propia mejilla con el dorso de la pálida mano de Pinkie.
—Siempre, cariño.
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