Capítulo 6:
Desperté con los ojos hinchados y un terrible dolor de cabeza. Era increíble que la primera vez que había llorado hubiese sido por una estúpida cámara de fotos. Traté de dormir pero las lágrimas no dejaban de salir y al final el cansancio me dejo destrozada. Ahora notaba como la cabeza me daba vueltas y tenía los ojos resecos. Escuché como Scott cantaba seguramente en la cocina y el aroma inundó toda la casa. Poco a poco escuché como se acercaba a la habitación y tras oír el pestillo entró sonriente.
- Me porté mal ayer. Lo siento - se disculpó acercándose al colchón.
Alcé la mirada y le observé mientras se sentaba a mi lado en el borde del mugriento colchón.
- Sé que estuvo mal romper tu cámara pero realmente me enfadaste. Fue tu culpa - se justificó con un tono casi infantil mientras me acariciaba el rostro -. No me gusta pensar que has estado llorando. Vamos a desayunar.
Traté de incorporarme pero los brazos me temblaron por el esfuerzo. Scott me ayudó a ponerme en pie y me rodeó con su brazo para ayudarme a andar hasta la cocina. Me senté en el sitio de siempre y él hizo lo mismo, sentándose frente a mí. Había colocado un plato para cada uno con revuelto de huevos y bacon y me observaba sonriente.
- Venga. Come - me animó al ver que no me movía para alcanzar los cubiertos.
No tenía hambre. No comía mucho desde que Scott me había secuestrado pero tras los acontecimientos de la noche anterior no tenía apetito ninguno. Me parecía una tontería llorar por una cámara pero era mucho más que un simple objeto. Era un regalo, una pequeña parte de mí y él la había destrozado sin miramientos por no querer contarle un secreto que ocultaba en las partes más oscuras de mi memoria. Continué sin mirarle. Puede que ese fuera el mejor desayuno que me había preparado desde que había llegado pero un dolor en el pecho me había cerrado el estómago. Scott terminó de comer y recogió su plato antes de acercar una silla y sentarse junto a mí.
- No te pongas así. Tienes que comer - dijo con tono dulce.
Trató de alcanzar mi mejilla pero me aparté sin mirarle. Suspiró algo intranquilo. En este momento me daba igual enfadarle.
- Katie. Mírame. Dime algo - me pidió con dulzura.
Seguí con la vista fija en la mesa.
- ¡Qué me mires, joder! - bramó dando un puñetazo a la mesa.
Me encogí ante el inesperado ruido pero seguí sin reaccionar. Giró la silla para colocarme frente a él pero desvié la vista al suelo. Me agarró la mandíbula con una mano y me obligó a levantar la cabeza pero mi mirada seguía perdida en un punto invisible de la madera.
- Katie. No me obligues a hacerte daño.
Nada cambió. Su amenaza no surgió efecto. Me agarró del pelo y me tiró al suelo. Noté varias patadas en el abdomen y me encogí sobre mi misma pero no hice ningún ruido. No iba a darle esa satisfacción. Se agachó y se puso de cuclillas junto a mí.
- No sabes cuanto me duele hacer esto pero debes obedecerme.
Parecía que decía la verdad y vi un rastro de tristeza en sus ojos.
- Dime algo, por favor - me suplicó con dulzura.
Le fulminé con la mirada como respuesta.
- Necesito escuchar tu voz. Insúltame si quieres. Grita. Lo que sea. Pero di algo - insistió acariciando mi rostro con suavidad.
Recordaba como detestaba que sus otras víctimas hicieran eso y me sorprendió que me diera permiso para ello. La curiosidad me pudo. ¿Realmente dejaría de lado lo mucho que eso le cabreaba?
- Eres un psicópata hijo de puta - gruñí dolorida y aún encogida en el suelo.
Suspiró de forma tranquilizadora y me sonrió con dulzura.
- Siento haber roto tu cámara. En serio. Deja que te compense.
- ¿Dándome una paliza? - pregunté con amargura.
- Eso también lo siento.
- ¿También te disculpas con las demás?
Dejo escapar una pequeña risa y agachó la vista. Los cabellos rubios algo largos cayeron tapando su rostro y cuando alzó la mirada noté un brillo sádico.
- ¿Quieres saber lo que hago con las otras? Podría dejarte verlo.
Solo pensarlo me revolvió el estómago. Me ayudó a incorporarme pero el dolor en el abdomen me lo impidió y me obligó a encojerme de dolor.
- Mierda - murmuró Scott -. Puedo arreglar esto. Tengo unos calmantes.
Se levantó y abrió varios cajones entre los que rebuscó. Finalmente cogió una caja de medicamentos y un vaso de agua.
- Venga. Tómate esto, te calmará el dolor.
Deslizó suavemente la pastilla en mi boca y me acercó el vaso de agua.
- ¿Quieres tomar un poco el aire? Hoy hace buen tiempo.
Le miré sorprendida. Realmente no entendía que le sucedía. ¿Tan culpable se sentía por hacerme daño?
- Es mentira - murmuré.
- Seré muchas cosas pero no soy un mentiroso. Dime, ¿quieres salir?
Asentí duditativa.
- Quiero oírtelo decir.
Su voz sonó algo ronca y algo dentro de mi vibró.
- Sí... Quiero salir - susurré.
Me rodeó con sus brazos y me levantó del suelo para después dirigirse a la puerta trasera que allí había. Hoy también estaba abierta. Detrás había un pequeño jardín con el césped muy descuidado. Notaba como el calmante hacía efecto cuando una sensación extraña me invadió. Notaba mi cuerpo y mi mente entumecidos aunque podía pensar con claridad. El dolor había desaparecido y me sentía relajada y ligera. También me sentía segura pero era consciente de que aquello no se debía a la medicación sino a que Scott me llevaba en brazos. No era la primera vez que me sentía irómicamente protegida al tenerme él en un cálido abrazo.
- ¿Crees que podrás aguantar de pie? - me preguntó al oído.
Asentí suavemente mientras notaba el calor del sol en la piel y una suave brisa acariciándome. Me fue dejando poco a poco y noté la hierba cosquillear en mis pies. Fue liberámdome del agarre poco a poco pero le detuve cuando noté que sus manos abandonaban mi piel.
- No me sueltes - murmuré.
- ¿Aún tienes mal los tobillos?
Negué con la cabeza algo ensimismada y aún aferrada a su brazo. Lo cierto es que no notaba nada de dolor aunque seguramente tuviera algo que ver con el calmante.
«Me gusta mucho» pensé.
- ¿El qué? - preguntó Scott.
Entonces me di cuenta de que había pensado en voz alta.
- Nada - contesté algo avergonzada.
- ¿Qué es lo que te gusta tanto? - preguntó divertido paseando sus manos con suavidad por mis brazos.
¿Cómo era posible que alguien que era capaz de hacer tanto daño y matar sin inmutarse, pudiera transmitir tanta dulzura con unas caricias?
- Nada - volví a contestar.
Las piernas me fallaron. Me notaba muy cansada. Scott me agarró para evitar la caída y volvió a cogerme en brazos.
- Necesitas descansar. Si te portas bien y eres obediente - dijo remarcando esa última palabra - podremos salir otro día.
Los párpados me pesaban y me dejé llevar por el reconfortante abrazo hasta quedar profundamente dormida.
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