07.
P E R L A
—¡Felicidades! —grita Paige, rebosante de alegría. Es mi mejor amiga, una de las únicas personas a las que les importo en este mundo.
Me abraza con fuerza, transmitiéndome lo orgullosa y feliz que se siente por mí.
—Gracias —respondo, disfrutando su cariño por unos segundos antes de que tenga que separarme de ella por, como siempre, tener un día muy ocupado y poco tiempo para realmente detenerme.
—¡Es qué conseguiste el segundo lugar en todo el país! ¡Es un logro monumental!
Trato de fingir una sonrisa de felicidad, pero solo logro formular una mueca. No estoy tan feliz, no tanto como debería estarlo.
Debería de haber conseguido el primer lugar, debería de haberle ganado a East Wong, mi más grande rival.
—Sí, lo es —respondo. Paige rueda los instantáneamente, como siempre es perfecta leyendo mi mente, aunque nunca he entendido como lo hace.
—East Wong es un genio, quien quiera que sea, tiene un nombre asiático, así que entiendo porque quedó en primer lugar en segundo año consecutivo. Y, como sea, el año que viene le ganarás.
—Eso dijiste el año pasado. "Oh, Perlita, no te preocupes, lo harás mejor el año que viene" —la imito, hasta uso el mismo tono que Paige siempre usa, alargando las palabras y hablando melosamente, como si todo fuera un juego. Paige está a punto de decir algo, pero antes de que lo haga, agrego—: De todos modos sabía que perdería contra él, así que no sé porque me sorprendo. Tengo que irme, nos vemos luego.
—No, tú no te vas, yo te llevo. Tienes que ir a casa, ¿No es así?
—Tengo que hacer otra parada antes de eso —digo, tomando mi mochila para tratar de huir antes de que note lo que tengo que hacer ahora—. No te preocupes por mí.
—No, no por favor, no me digas que vas a ir a buscar a quien creo que vas a ir a buscar.
—Es el último día de nuestro segundo año Paige, pero también es el último de Marco. Le prometí que iría inmediatamente a decirle mis resultados en cuanto saliera de la escuela.
Paige suspira, molesta. Ella nunca ha aprobado mi relación con Marco.
Pero, tal como Paige es mi mejor amiga, Marco es mi mejor amigo también y a ambos los quiero con todo mi ser.
Ambos son chicos problemáticos, pero me he ganado su confianza por alguna razón y no me pasaré la vida entera tratando de entenderla.'
Así pues, no puedo dejar a Marco solo, en especial desde lo raro y molesto que ha estado todo este último semestre.
Ser expulsado de la Academia Charlton es cosa seria.
Entrar a una escuela normal, con personas que te aborrecen por ser bailarín, también.
Pero perder a tú hermano mayor es todavía peor.
Paige sigue diciendo que nada justifica el comportamiento desprendido y rebelde de Marco, pero yo lo entiendo y lo apoyaré siempre.
—Deja que te lleve —vuelve a decir— Tal vez odie a Marco, pero sé que tienes muchas cosas que hacer y muy poco tiempo, así que no te dejaré perderlo sólo por él.
—¿Gracias? No sé que decir. Sólo quiero aclarar que Marco no se aprovecha de mí.
—Perula, Perlita, Perla, dejemos el tema, ¿Sí?
—Bueno.
Las clases sociales pueden separar a los humanos de formas infinitamente diferentes.
Si eres rico no sufres pensando que vas a comer, todo viene a tí.
Pero, si eres pobre, tienes que pensar en tú familia, en lo que significa que comas un poco más, en lo que alcanza para todos, en lo que harás por darle seguridad.
Si eres pobre y joven es difícil conseguir un auto para tí mismo. Es casi imposible. Todo cuesta, todo te absorbe, así que tienes que caminar, o tomar el metro, o los autobuses.
Pero, sí eres rico, recibirás un auto solo tengas la edad para conducirlo. Será brillante, bonito, grande y elegante.
Esas son las grandes diferencias que hay entre Paige y yo. Con el tiempo ha sido un poco más fácil acostumbrarme a toda la ostentosidad con la que vive, pero sigo sin acostumbrarme al lindo olor de su auto, a la facilidad que tiene para comprar lo que desea y lo mucho que, también, está dispuesta compartirlo conmigo.
Me siento afortunada, me siento como una en un millón.
El instituto de Marco cruza mi visión. Paige detiene su auto, una vez ha puesto el freno de mano ambas nos abrazamos a modo de despedida y, antes de bajar del auto, ella dice:
—No quiero que tengamos problemas, odio pelear. También odio a Marco, pero sé que eres inteligente y que sabes tomar tus propias decisiones mejor que yo. Cuando por fin note que le gustas, ahí estaré yo para apoyarte pase lo que pase, ¿Está bien?
—Sí —respondo, acercándome para abrazarla de nuevo.
Marco me ha gustado desde hace ya bastante tiempo. Llamó mi atención desde que entramos a la escuela pero no fue hasta que lo vi bailar que supe que era alguien especial.
Desde entonces estuve observándolo desde las sombras, para que, dos meses después de haber entrado a la academia, notara mi existencia.
Básicamente lo conocí porque teníamos clase de ciencias biológicas juntos. Nadie quería ser su compañero de laboratorio porque era un bailarín en una clase de eruditos, (las clases de la área de ciencias son un poco más avanzadas), pero yo fui valiente y desde entonces somos buenos amigos.
Salgo del auto sintiéndome demasiado nerviosa, como siempre. Marco me causa eso sin siquiera intentarlo.
Minutos después, luego de esperar y buscarlo entre el mar de personas que también acaban de salir de la escuela, lo veo.
Tengo sentimientos contradictorios siempre que se trata de Marco. Me alegra verlo, sí, pero a la vez me entristece ver la forma en que se ha ido deteriorando su apariencia en estos últimos meses.
Tiene unas grandes ojeras, su cabello es un desastre y su uniforme parece un conjunto de trapos sucios.
Me gustaría golpearlo y decirle que se pusiera las pilas, pero no soy tan buena como para eso. No soy la persona que lo sacará de su capullo y nunca lo he sido.
Noto cuando me ha visto porque sus ojos tienen una forma de mirar extraordinariamente fuerte. Por si fuera poco, lo verdes que son no hacen más que hacerlo resaltar entre los demás.
—Hola, Perlita —saluda cuando está lo suficientemente cerca. Ambos caminamos hacia la parada del metro mientras él habla de lo aburrido que fue su día y de lo feliz que está de que por fin termine el año.
No sé si estoy feliz de que termine el año, porque eso significa que tendré que pasar todo mi verano trabajando a medio tiempo, levantándome demasiado temprano y también teniendo que vigilar a mis molestos hermanos.
—¿Y? ¿Vas a contestarme?
—Lo siento, me perdí —respondo. Marco frunce el ceño, yo agrego—: ¿Cuál era la pregunta?
Nos detenemos frente a la entrada al metro. Ambos introducimos nuestros boletos y, ya que estamos adentro, seguimos con la conversación.
—Te pregunté que tal saliste en ese examen importante que mencionaste el otro día.
—Tú también hiciste ese examen, ¿Lo recuerdas?
—Y saqué un modesto y aceptable siete, sí, pero para tí era especialmente importante.
Nos detenemos frente a las vías. Marco seguramente irá a su casa tomando una ruta diferente a la mía, así que es seguro que estamos a punto de despedirnos.
—Salí bien —respondo. Marco entrecierra los ojos, yo sigo—: El primer lugar a nivel escolar, segundo a nivel nacional.
—Vaya, felicidades —dice, sorprendido. Busca en su mochila algo y saca una brillante y hermosa cajita rosada, de mi color favorito—. Toma, es tú regalo de felicitación por ser tan buena.
Marco nunca me había dado un regalo. He aprendido a acostumbrarme a su modo burlón y un tanto frío de actuar, una de las razones por la que esto me toma por sorpresa.
Tomo la pequeña caja en mis manos y, con parsimonia, la abro. Dentro hay una pequeña y brillante cadenita con forma de estrella, es dorada y es hermosa.
—Gracias —digo, por impulso lanzándome a sus brazos. Él se tambalea, recibiéndome en sus brazos grandes y fuertes.
—Entonces, tengo que irme. ¿Nos vemos luego?
—Sí —respondo, por dentro esforzándome por no mostrar las ganas inmensas que tengo que besarlo y de mostrar todo lo que siento por él de una vez.
—¡Lori, pásame la pimienta! —pido.
Lorena es mi hermana menor. Tiene quince años, está por entrar a la preparatoria el año que viene, por lo que quiere conseguir una beca en la academia, como yo.
Es mi mejor amiga, de toda la vida, y por más la persona que más me apoya en el mundo.
—¡Lori! —esta es mi mamá— ¡Hija de tú chingada madre, ven para acá!
Y sí, aunque al decir eso se ofendió a si misma, mi madre es el tipo de mamá que tiene un vocabulario soez y que siempre está ocupada.
Sólo aparece aquí a la hora de la comida, y eso porque su jefe le da permiso de regresar.
Mamá trabaja limpiando casas en una gran empresa de limpieza. Es una empresa profesional pero es bastante accesible con los tiempos. Uno decide el tiempo que desea trabajar para conseguir más horas de trabajo, y como es mamá y como la gran familia que somos ella decide trabajar mucho tiempo.
No la culpo, yo prefiero trabajar a estar aquí tambien. Somos una familia grande, mamá y papá tuvieron ocho hijos antes de notar lo que eran los anticonceptivos, así que hay mucho dinero por conseguir y pocos para hacerlo.
Soy la segunda entre ocho hermanos, tengo un hermano mayor llamado Carlos que es más inútil que nadie más a quien haya conocido. Pero, si eres de esta familia, debes saber que los hombres reciben un trato privilegiado.
Papá puede pasarse todo el día trabajando en el negocio familiar, (la venta de combustible robado), (y no, no genera tanto dinero como desearíamos), llegando hasta tarde, gritándole a los demás y gastando en sus excesos.
Carlos, por su parte, entró a la universidad el semestre pasado y la dejó casi tan rápido como entró.
Aparte de mamá Lorena y yo somos las únicas mujeres en casa. Nos apoyamos, tratamos de sobrevivir ante la gran cantidad de testosterona en casa, pero es imposible.
Lorena baja las escaleras con desgana. Ambas tenemos nuestro cuarto en el pequeño ático, lo que hace cansada cada una de las veces que tenemos que bajar.
—Eres una puta sorda —gruñe mamá una vez la ve—. ¡Rápido! ¿Crees que la comida se hace sola?
—Eso es lo que creen mis hermanos, al parecer —murmura por lo bajo. El problema es que lo dice lo suficientemente alto como para que mamá lo oiga. Mamá deja el sartén en la estufa y, con un simple giro, inserta la espátula caliente en su brazo.
Es difícil no decirle nada a mamá sobre lo cruel que está siendo con nosotras. Siempre tenemos que hacerlo todo por nuestra familia cuando mis hermanos no hacen nada y no se les dice nada sobre eso.
Instantáneamente jalo las mangas de mi playera recordando las mismas marcas que yo tengo en los brazos. Es difícil volver a concentrarse en la comida, en especial sabiendo que Lorena está conteniendo las ganas de llorar.
Nos mantenemos cocinando así por varios minutos hasta que llaman al teléfono de la casa y mamá nos tiene que dejar solas de nuevo.
Cuando veo que se ha ido lo suficientemente lejos voy hasta Lorena y le doy el abrazo más cálido que puedo, no pudiendo evitar recargarme en su lacio y hermoso cabello debido a la diferente altura que tenemos.
Ambas somos parecidas, excepto porque ella aun sigue siendo muy pequeña de estatura y tenemos cabellos distintos. Yo negro y rizado y ella castaño y lacio.
—Lo siento, lo siento mucho —digo. Ella se mantiene callada por varios segundos, para luego decir:
—¿Lo conseguiste? ¿Venciste por fin a East?
—No, pero quedé en segundo lugar —respondo.
—Algún día quiero ser como tú, me esforzaré mucho a pesar de no ser tan inteligente.
—Eres mucho mejor que yo. Eres inteligente y cantas súper bien.
—No creo que sea tan buena como para conseguir una beca.
—Lo serás, te lo prometo.
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