13: Quien busca, encuentra


—Ejem, ejem.

Hermione, Ron, Harry, Ginny, Fred, George y yo (pausa para tomar aire) dejamos de mirar la tormenta de nieve por la ventana y nos damos vuelta. En el umbral está Percy, con los ojos abiertos en rendijas y su pie golpeando el suelo con impaciencia.

—¿Dónde la tienen?

Nos miramos entre todos, lo que lleva un largo tiempo, ya que cada tiene que mirar el rostro de los demás. Fred y George parecen los más desentendidos. Es el arte de las bromas, su don natural.

—¿La qué, Percy? —pregunta Ron.

—Mi placa. La placa de Delegado. ¿Dónde la tienen?

—Si yo estuviera en tu lugar, Percy —digo con cautela— empezaría por buscar tus anteojos. Quizás eso te ayude a ver la placa.

George ríe.

—Todos ustedes se pondrán a buscarla, ahora mismo. —Percy cierra la puerta y nos mira con los brazos fruncidos y el ceño cruzado. Es decir, los brazos ceñidos y la cruz fruncida. No, el ceño abrazado y el frunce cruzado.

Suspiro. Hoy no funciono.

—Percy, hermano mío —dice Fred—, solamente en Hogwarts tienes algún poder sobre la gente.

—Y no puedes demostrarlo sin tu placa —agrega George—. Qué mal, ¿no?

Percy se pone rojo de la rabia, y antes de que pueda terminar su amenaza a los cuatro vientos, todos estamos gateando en busca de su placa, por más ridículo que sea buscarla en mi habitación. Solamente espero que no hallen el corpiño que tan preocupada me tiene desde que entró la primera persona.

—¿No crees que quizás se haya perdido en tu cuarto, Percy? —pregunta Ginny—. Se te puede haber caído en cualquier momento sin que lo notaras. Tú duermes allí, Ron, ¿no la viste en el piso?

Ron niega con la cabeza.

—Nada —dice.

—Yo —dice Percy—, yo en persona estaba puliendo mi insignia esta mañana cuando Fred hizo un ruido en el pasillo y tuve que salir a ver. Había dejado la placa en la mesa de luz, pero cuando volví, después de desayunar, ya no estaba.

—Leyla, ¿tú no tenías una urraca de mascota? —pregunta George.

—No, es una lagartija y no roba cosas.

Él se encoje de hombros.

—Había que intentarlo.

—Yo sé que fueron ustedes dos —dice Percy—, y no sé cuántos más de ustedes son cómplices, pero nadie saldrá de aquí hasta que la hayan encontrado.

Pongo los ojos en blanco. Después de hablar con Hermione, Percy entra en razón y dice que nos dividamos para buscar. Ron ayuda a Harry a buscar en su cuarto, y Hermione va a preguntarles a los señores Weasley si no han visto la placa, aunque ella sabe bien que han sido Fred y George. Es un acto muy noble... hacia nuestro lado. Es raro que no se ponga del lado de Percy.

Ginny viene por el suelo hasta mi rincón y me cuenta que el mechón se ha apagado un poco y ya no está tan rojo como antes.

—Al fin. No quería que empezaran a preguntar.

—¿Por qué se detienen? ¡Sigan buscando! —dice Percy.

Ginny y yo revolvemos las sábanas y un cajón de la mesa de luz.

—Ojalá los chicos saquen pronto la placa —susurro—. Estoy harta de buscar.

—Yo también. No te preocupes por el pelo, te queda bien, y puedes decir que es un cambio de estilo.

—¿Y cuando lo vean cambiar de color frente a sus ojos? ¿Qué hago si unos días es negro y otros, rojo? ¿Y si se pone verde? Ginny, ¿qué hago si se pone verde?

—¡No se detengan! —insiste Percy.

—Harry y Ron saben que eres clímaga —dice, encogiéndose de hombros—. Si no se espantan de que tires agua con tus manos y de hagas nevar en pleno verano, no creo que dejen de hablarte porque tienes un mechón de color.

—Percy —dice George—, ya no queda ningún lugar para buscar.

—No se fijaron en los baúles —dice él.

—¿Podemos revisar el tuyo, Ginny?

—Lo que sea con tal de que esta situación termine —dice ella.

—Sí, queremos ir a comer —digo yo. Además, ya no sé cuánto tiempo ha pasado desde que fui al baño por última vez. Le pido a Ginny que me avise de alguna manera si ve algo alarmante.

—Algo disimulado, por favor.

—¿Un canto de gallo estará bien? George y Fred lo hacen a veces en casa y creo que aprendí a imitarlo yo también.

Yo sacudo la cabeza con una sonrisa.

—No, aquí no hay nada —dice Fred—; solamente hay uniformes y libros.

—Era de esperar —dice Ginny.

—Hermanita, ¿tomarás clases de Adivinación este año? —pregunta George, sacando el libro de Disipar las Nieblas del Futuro del baúl—. No recuerdo que en Segundo hubiera clases optativas...

Abro los ojos como la lechuza loca que quería comerse mis tartas en lo de mis tíos. Ése no es el baúl de Ginny. Cuando me levanto del piso y miro por encima de la cama, veo que se ha salido de su lugar un pergamino doblado en tres, y los gemelos lo han visto. Todos lo han visto. Ha quedado expuesta la carta que le escribí a George.

—¿Qué cosas extrañas tienes aquí? —pregunta Fred con sorna.

—Apuesto a que es una carta de amor —dice George—, para el chico que ama... La doncella lo ha doblado muy prolijamente.

—Oh, observad, observad, vuestra Majestad. —Fred muestra el hallazgo a Percy. Estoy temblando—. ¡Hemos encontrado algo mucho más valioso que vuestra placa! ¡Es el amor de una doncella, volcado en papel!

—Ya cállense —dice Ginny—, eso no tiene nada que ver conmigo.

—Entonces no os molestará que lo abramos y lo leamos en voz alta, ¿verdad, doncella?

—Además, es muy seguro leerlo aquí —dice George—, ¿quién podría oírlo? Solamente el caballero Harry.

—Y el caballero Dean Thomas, que con su corcel pasó galopando esta mañana.

—Y Sir Seamus Finnigan. Yo creo que le gusta Sir Seamus.

—¿Y no estaba el honorable Sir Neville Longbottom anotado abajo?

—Yo creo que te gusta Sir Neville.

George toma la carta. No hay tiempo que perder. Hago un salto muy arriesgado, sobre todo teniendo en cuenta que tengo puesta una falda corta, y caigo a su lado. Le quito el pergamino de la mano ya sin saber lo que hago. El cabello me quema el cuello y la cara. Con un movimiento de mano tengo en alto la carta, aún cerrada, y antes de darme cuenta, se ha encendido una llama en mi mano. El pergamino se quema y pronto solo quedan las cenizas.

Cuando quito los ojos de la destrucción que acabo de ocasionar, veo que George, Fred y Percy me miran boquiabiertos.

—La carta era mía, y el baúl también —es lo único que puedo decir.

Ginny aparece a mi lado y me lleva medio a rastras, medio con un poco de mi voluntad, hasta la puerta con el número 20. Hermione ya ha regresado de hablar con los señores Weasley y me hace pasar, y simplemente me siento en el suelo y miro las cenizas en mi mano, que recién ahora comienzan a parecerme calientes.

Ginny vuelve a la habitación 13, saca a los muchachos y vuelve exhausta a la de Hermione.

—Te debo una, Ginny. Gracias.

—Sí. Una explicación es lo que me debes.



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Espero que les haya gustado, muchas gracias por leer :)


Me alegró mucho ayer ver que un par de ustedes buscaron a Jonas Kaufmann cantando "Nessun Dorma", como les sugerí, y les encantó. Se los recomiendo a todos.

Vamos. No me digan que no es lindo:

Si sigo así, Wattpad me va a sacar la herramienta de agregar fotos jajajajajaja.


Volviendo a Leyla, el capítulo no es el más largo, así que probablemente el lunes suba otro. Hay tormenta eléctrica y cuesta tener horarios de internet jajaja.

Hasta muy pronto.

BMW.

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