Reñubero, el dios de las Tormentas y Tempestades
"El que a la tormenta no teme, a Dios ofende." Refrán.
༄
—¡Miguel, ve a sacar a las ovejas!
Mi padre gritaba desde el otro extremo de la casa.
—¡Vale! Vamos Goliat —Me dirigí al enorme mastín sentado en el rellano de la puerta.
Agarré mi morral, mi sombrero, mi capa y mi bastón y salí hacia la cerca donde guardábamos al rebaño.
Me llamo Miguel Tolosana, soy un joven de veintipocos años hijo del pastor con el rebaño ovino más grande de todo el pueblo, y sucesor de dicho oficio. Desde los doce años ya me aventuraba con mi primogénito en el camino del pastoreo, aprendiendo los trucos para dirigir correctamente a las ovejas.
Actualmente, mi padre se encontraba demasiado cansado para salir conmigo, su salud había empeorado, y la pierna le daba más guerra que de costumbre, por lo que el perro y yo debíamos encargarnos solos.
El rebaño se componía de un total de ciento treinta y dos ovejas, mezcla de blancas y negras. El número había crecido considerablemente el verano pasado, y habíamos tenido que vender algunas, pues teníamos demasiadas.
El sonido de los ladridos de Goliat se entremezclaban con el «tolong tolong» de las campanas sujetas a los cuellos de las ovejas. El perro iba a un lateral del grupo, vigilando que ninguna se extraviarse por el camino, y yo iba al final, para tener una mejor perspectiva.
Cuando por fin llegamos al ancho campo al que usualmente íbamos, me tumbé bajo el árbol más cercano a descansar. Goliat se sentó a mi lado, aún alerta, vigilando a las ovejas que pastaban en la extensión.
El día parecía aparentemente despejado, no había más que un par de nubes blancas en la lejanía, y una suave y agradable brisa corría.
—Hoy parece que vamos a tener buen tiempo, ¿eh, Goliat?
El perro ladró en respuesta.
Pero, para mi sorpresa, el cielo no tardó en encapotarse.
—Qué extraño, hace un momento estaba el cielo despejado. ¿Reñubero está enfadado?
Reñubero era el llamado «Dios de las tormentas y tempestades», todos en el pueblo le temían y respetaban, pues era un dios caprichoso y destructivo que causaba caos allá donde fuese. Habitaba en las nubes, y era el causante de los fuertes vientos y lluvias que en muchas ocasiones dejaban las cosechas destrozadas, de los enormes y estruendosos truenos y relámpagos que asustaban a los niños, y de las espesas nieblas que hacían perderse a los pastores y transeúntes que caminaban por la zona.
La fuerza y la furia de este personaje es tal que no solo puede arrasar campos sembrados y árboles frutales, hender árboles, destruir edificios, matar personas y animales, sino que incluso puede llegar a destruir barrios o poblados enteros como el de San Pedro en La Collada.
Mientras me levantaba y cogía a toda prisa mi morral y mi bastón, Goliat ya se me había adelantado y corría ladrando a las ovejas que, asustadas, se arrejuntaron en un mismo punto.
—Buen chico. —Le dije a Goliat mientras acariciaba su cabeza. Nos pusimos en marcha de inmediato, alejándonos de la inminente tormenta que estaba por acontecerse.
Ya en el pueblo, observé cómo la gente se preparaba para la tormenta; algunos, colocaban en forma de cruz de San Andrés las palas de madera que se utilizaban para meter y sacar el pan en el horno, otros, colocaban una vasija en el tejado, en el balcón o en una ventana con la verbena recogida el día de san Juan, que había sucedido hacía pocas semanas, y otros colocaban un hacha con el filo hacia arriba, o encendían una vela que el día de Jueves Santo había lucido delante del Santísimo o se había llevado en la procesión de Las Candelas.
Todas estas acciones eran llamadas "medidas antinuberos" para espantar las tormentas o proteger los hogares del desastre, pero sin duda la más efectiva de todas era hacer sonar la campana de la iglesia recitando advocaciones de santos o algún juramento repeledor.
Tras guardar a las ovejas en la cerca, el perro y yo entramos en casa no sin dificultades, pues había comenzado a soplar un fuerte viento.
—Hijo, menos mal que has vuelto a tiempo a casa. —Mi madre me recibió y cogió mi capa y mi sombrero. Posé el bastón al lado de la puerta.
—Está viniendo una tormenta de mil demonios. —Dije.
—Tranca¹ bien la puerta. —Gritó mi padre desde el sofá en donde Goliat no tardó en sentarse a su lado.
Tras cerrar todas las puertas y asegurar bien las ventanas, mi madre comenzó a realizar plegarias al cielo para que la tormenta amainara pronto, mientras mi padre, sin alterarse lo más mínimo, se puso a leer el periódico.
Mientras tanto yo traté de sintonizar alguna emisora de la pequeña radio de la que disponíamos, para estar al tanto de las novedades acerca del temporal, sin embargo la mala señal provocada por el clima afectaba a la antena de manera que era casi imposible hallar una emisora que no diera interferencias.
La vieja y única televisión de la que disponíamos en la casa tampoco era de ayuda, pues en la mayoría de canales solo salía estática.
—Incomunicados. —Resoplé.
Mi padre bajó el periódico hasta su regazo y miró en dirección a la ventana frunciendo el ceño.
—¿Por qué no sé oyen las campanas? Ya tendrían que estar haciéndolas sonar.
Entonces una extraña sensación, como un mal presentimiento, se instaló en mi pecho.
Me levanté y ante la atenta y confundida mirada de mis padres me dirigí hacia la puerta.
—¿A dónde crees que vas con este temporal? —Exclamó mi madre, cesando en sus rezos y mirándome con gesto de preocupación.
—Tengo que comprobar una cosa muy importante, prometo que no tardaré. —Y, sin darle oportunidad de volver a replicar, cogí mi capa y mi sombrero y salí en dirección a la iglesia que, afortunadamente, no quedaba lejos de donde vivía.
Como supuse, las campanas no estaban sonando debido a que el párroco no se encontraba en la torre del campanario.
Las negruzcas nubes ya habían cubierto el cielo por completo, no había un solo hueco por el que pudiese entrar la luz del sol. Encima de una de aquellas nubes, volando de un lado para otro, allí estaba Reñubero, riendo y lanzando con su mano derecha haces de rayos y centellas, mientras en la izquierda sostenía el odre² que servía de depósito del pedrisco³ que en ocasiones lanzaba.
Era tal y como le describían las historias: un "hombre" enano, viejo y feo, con un ojo medio tuerto y una poblada barba blanca que cubría buena parte de su cara. Vestía numerosas pieles y un sombrero negro de ala ancha, más grande que su propia cabeza. A su lado, un macho cabrío negro más grande que él, casi monstruoso.
—Maldito Reñubero. —Luchando a duras penas contra la ventisca, entré en la iglesia, donde encontré al párroco postrado en un banco, agotado.
—Hijo, estoy demasiado viejo, no tengo ya casi fuerzas y menos con estos fuertes vientos que me arrastran, por favor haz tañir las campanas por mí, ¡y no te olvides de recitar las oraciones y las advocaciones!
Y así lo hice. Me dirigí de inmediato hacia las escaleras que subían hacia el campanario, y una vez allí, agarré la cuerda y la agité con fuerza.
Mientras el sonido de las campanadas resonaba por todo el pueblo, comencé a recitar:
—¡Tente, nube,
tente tú,
que Dios puede
más que tú.
Tente, nube,
tente, palo,
que más puede
Dios que el diablo!
La tormenta estaba comenzando a perder fuerzas, por lo que seguí recitando estas palabras a voz en grito mientras hacía sonar las campanas.
Después de un rato comencé a recitar las advocaciones a santos; santa Bárbara, san Bartolomé, san Clemente, san Cristóbal, san Tormentero, santa Catalina o a la Virgen.
—¡Truenos, centellas, nublados,
con el arco de santa Catalina
y la hoja de laurel de este suelo
os destierro. Amén!
Y dicho esto, el Reñubero, dios de los fenómenos meteorológicos, encarnación de las temidas tormentas y tempestades, se tapó los oídos, disgustado por el insoportable ruido de las campanas y las oraciones, y al fin se marchó con sus nubes, despejando el cielo de nuevo.
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¹Trancar: Acción de cerrar una puerta con llave.
²Odre: Recipiente hecho de cuero, generalmente de cabra, que sirve para contener líquidos, como vino o aceite, y otras sustancias, como mantequilla y queso.
³Pedrisco: Piedra o granizo grueso que cae de las nubes en abundancia y con gran violencia.
¿Qué os ha parecido la historia del Reñubero? Creo que es de las más largas— sino la que más —de las que he escrito hasta ahora en este libro, y me hubiese gustado extenderlo un poco más, meterle algún diálogo al Reñubero o conversación con Miguel, pero no se me ocurrió cómo, quizás más adelante revise esta historia y reescriba un poco, añadiendo alguna escena más, pero por el momento estoy satisfecha con lo que me ha salido.
El Reñubero, así como le pasan a muchos seres mitológicos, posee muchos nombres, dependiendo la zona o región varía, pero elegí el más típico y "famoso" con el que se le conoce.
A continuación, os dejo dos imágenes que me gustaron bastante del Reñubero:
Ya solo queda una historia por contar, ¡Hasta la próxima!
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