Leccιóɴ 2: Buenas acciones
Toga cerró la puerta de la guarida. Caminó por el corredor hasta la sala de estar. Luego, encendió la luz.
—¿Dónde estabas, Toga-san?—Dijo con una voz fría Tomura.
—¿Acaso eres mi padre?—Toga pensó un momento—. No—Agregó encogiéndose de hombros.
—Soy tu jefe—Apartó el libro que leía en el sofá—. Es de vital importancia saber tu paradero para...
—Ya no seré una villana—Soltó Toga con desprecio—. No más—Sus ojos miraban decididos a aquel hombre.
No pudo reaccionar. Su mano que tenía en la cara, se cayó al suelo. Se quedó mudo, viéndola con intriga.
—¡¿Cómo es eso posible?!—Gritó Dabi ingresando a la habitación.
—Lo que oíste.
—Pero...—Las palabras de Dabi se atoraron en su garganta al ver el ceño fruncido de la rubia.
—Iré a dormir a mi habitación—Les avisó a ambos—. No me molesten o tendré que tomar medidas—Les sonrió a los dos mayores.
Tomura y Dani se vieron. Ninguno creía lo que acababa de escuchar.
—Está enamorada—Se animó a decir el jefe de la Liga, luego de un largo silencio.
—Ella...—Dabi negó con la cabeza—. No puede ser posible.
Pero sí lo era y demasiado.
—Tendré que pensar en...
—No lo permitiré—Apretó los puños Dabi—. No dejaré que ella se vuelva una marioneta de los héroes.
—Tu lección de hoy, Toga-san, consistirá en buenas acciones—Uraraka le alcanzó una pequeña libreta—. He pedido ayuda a mis amigos para intentar que tú...—No sabía cómo seguir—. Seas tú pero sin perjudicar a otros.
—Lo intentaré, Uraraka-san—Tomó lo que ella le ofreció con energía—. Me convertiré en una buena persona que pueda estar junto a Bakugo-kun.
Caminaron hasta un parque y se sentaron en la hierba.
—¿Aprenderemos a meditar?—Echó un vistazo al lugar con sus ojos miel. Distinguió varias especies de flores y una fuente a lo lejos.
—No—Uraraka le tendió un sándwich—.Esperaremos.
—¿Qué?—Toga no comprendía. Mordió su sándwich de mantequilla de maní.
—A eso—La castaña comenzó a contar.
Gritos se escucharon a lo lejos y luego maullidos. Un gato de pelaje oscuro y ojos ámbar cruzó el camino empedrado, justo frente a donde ellas se encontraban, seguido por una anciana que trataba de mantener en pie con su bastón.
—Vuelve aquí, Black—Le pedía la mujer con una voz que parecía a punto de romperse.
—Ese gato se escapa todas las tardes—Sacudió los restos de césped de su falda anaranjada—. Tu trabajo es bajar a ese gato del árbol.
El minino se había subido a la rama más alta de un frondoso pino. Parecía no querer bajarse de allí por nada del mundo.
—No hay problema,Ochaco-chan—Se alivió la rubia. La tarea no podía ser más fácil—. Solo derivaré el árbol y asunto...
—No puedes hacer eso.
—Explotaré el árbol.
—No.
—Quemaré al gato para que baje—Su sonrisa se borró al ver el ceño fruncido de su profesora—. ¿Tendré que trepar?
La hermosa joven se colocó frente a la escalera. Sus manos temblaban. Prefería mil veces hacer explotar el árbol que subir ese artefacto, sería más fácil.
—Ve—Ochaco la empujó hacia los escalones.
Con precaución comenzó a subir por el objeto, cuidando su cabeza para que no se entrometiera en el camino de las ramas.
Distinguió al pequeño minino en una de las ramas más altas. Estiró sus brazos para alcanzarlo.
—Ven aquí, gatito—Le decía —. Por favor—Cometió el error de sonreírle.
El gatito se erizó y le enseñó las garras. Estaría dispuesto a defenderse de ella.
Toga se corrió un mechón de cabello rubio de su rostro y trató de parecer más autoritaria pero no dio el resultado que ella esperaba. Seguía aferrado a la madera.
La escalera se balanceaba por alguna razón. Se aferró a ella como si su vida dependiera de ello. Se estiró más su mano derecha y arrastró al pobre minino en su caída.
La joven aterrizó en el suelo y la escalera sobre la anciana. Una asustada Ochaco, marcaba el número para emergencias.
El gato había caído sobre unos arbustos que se hallaban cerca de la escalera. Rasguñaba el rostro de Dabi, quien se había escondido para frustrar la buena acción de su compañera, causando su caída de la escalera.
—Segunda prueba de hoy,Toga-san—La castaña suspiró. Habían tenido que disculparse con la anciana y pagar su estadía en el hospital—. Tendrás que ayudar a Hatsume-san y a sus compañeros a llevar estas cajas hasta el taller.
La rubia tomó, entre sus brazos, varias cajas y las apiló, con ayuda de la inventora, una sobre otra.
Caminó detrás de Ochaco y Hatsume quienes hablaban sobre Iida y Midoriya. Ella se mantenía distante porque escucharlas no le interesaba en lo absoluto.
Empezaba a impacientarse, el camino hasta el taller parecía eterno. Trataba de mantener el equilibrio para que todo el peso no le cayera encima.
Dio una par de pasos pero tropezó con algo y se tambaleó. Fue cuestión de segundos que todo el contenido de las tres cajas cayera sobre ella.
Dabi, detrás de una pared, reía por lo bajo.
—Nada funciona—Se desanimó Toga.
La rubia caminaba junto a Ochaco. Irían a un café pues las tardes de verano se desvanecían con prisa y anclaban una bebida caliente.
—¿Toga, tendré que repetirte que no debes cambiar? Bakugo, te quiere por cómo tú eres y...
Pero ella ya no la escuchaba. Se perdía en sus pensamientos y viendo el paisaje de la ciudad, mientras la amante del mochi se desvivía por recordarle aquella frase.
—¿Podría ayudarme a cruzar,señorita?—Le pidió una anciana a su amiga.
Ochaco le ofreció su brazo, sonriente, pero una idea cruzó por su cabeza.
—Mi amiga la ayudará—Tomó la mano de Toga y la acercó hasta la extraña anciana.
—Será tu tercera prueba del día —Le susurró en su oído. Luego, la despidió con una amplia sonrisa.
Avanzaban por la calzada sin decir palabra alguna.
—Debes ser una jovencita muy torpe—Le dijo la anciana de repente—. ¿Una villana jugando a ser heroína? En mis tiempos...
Toga no la oía. Quería ignorarla pero cada palabra que decía eran como agujas que atravesaban su piel.
Había algo extraño en aquella mujer. Sus ropajes eran peculiares. Llevaba un manto que cubría todo su rostro y usaba unos anteojos de sol. Su voz era gruesa demasiado. Llevaba un bastón de madera pero caminaba como si no lo necesitara.
—Tu jefe estaría muy decepcionada de ti,Toga-san.
“Toga-san”, resonó en su mente. Ahora todo encajaba.
Se detuvo y quitó su mano con la que sostenía a la mujer. Le sonrió pero sus ojos eran fríos como el hielo.
—Disfruta el paseo—Dijo con voz neutra— Dabi—Corrió lo más lejos que pudo hasta la acera.
Su compañero, disfrazado, pestañeó. La sorpresa que le había dado ella al reconocerlo lo dejó sin habla.
Las luces cambiaron a un verde y los vehículos volvieron a circular. Un camión atropelló a Dabi quien salió volando por los aires.
Ochaco e Himiko bebían café en la cafetería del centro.
—¿Entonces la anciana era Dabi?—Volvió a preguntar su amiga.
—Sí.
—Ha estado mal que dejarás que lo atropellaran.
Toga se encogió de hombros. Él se lo merecía por arruinar su día.
—Pero acabaste con un villano, supongo,—Uraraka rascó su cabeza— creo que estás aprobada por hoy.
Toga le sonrió. Se sentía feliz de estar progresando.
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