CHAPTER 2: ¿Ser mi novia?

Hará poco más de seis cientos años, cuando un poder sospechoso atacó la iglesia de nuestro pueblo con el objetivo de poder apoderarse de φως. Ese mismo día, ese mismo momento. Dos cuerpos teñidos de rojo se sacrificaban para poder poner a su pueblo a salvo, el rey y la reina. Tras ese suceso, el trono fue concedido a su siguiente sucesora, y ella misma decidió ejercer el cargo especial de vigilar constantemente la iglesia, a todos aquellos grandes guerreros de las Tropas de Entrenamiento, en especial, a veinte de ellos. Una de ellas fui yo, κουδούνι, y la más destacable entre la multitud.

Me dirigía hacia la catedral del centro de la ciudad, donde me esperaba un largo, duro y aburrido día de patrullaje como cualquier otro. Hacía un sol radiante, y junto a la brisa ligera de la mañana, las telas bailaban a su compás. La gente, alegre como de costumbre, embarcaba las calles del centro, con el nombre de la reina en la boca, en busca de algún alimento que comprar, en un mañana de mercado. Las carcajadas de los niños se escabullían por las calles, y mientras, yo y mi caballo, nos habríamos paso entre aquella grande multitud.

Finalmente, al llegar a la iglesia, sentía sensaciones esperanzadoras sin motivo alguno. Lo justifiqué con que me había levantado de buen humor, y que el tiempo ese día era bueno, pero en el fondo tenía un nervio interior. Entré por aquella grandiosa puerta y dirigirme a los vestuarios para cambiarme.

Una vez cambiada al fin, no me tocaba otra que empezar mi turno. Decidí saludar a mis compañeros, algunos acabando turno, y otros entrando conmigo.

- ¿Os habéis enterado?

- Lo he leído en el periódico diario mientras venía de camino. ¡Aún no me lo creo!

- Buenos días - dije - ¿de qué habláis? Estáis más inquietas de costumbre.

- ¡κουδούνι! ¿Aún no te has enterado? ¿No has leído el periódico?

- Que yo sepa, creo que eres tú la única de todos aquí presentes, que lo primero que hace cuando se levanta es ir a comprar el periódico... - me reí yo con un tono burlón.

- Pero es que no solo está en el periódico κουδούνι... sino que todo el pueblo lo habla por las calles. ¡El día de hoy, καθρέφτης vendrá a la catedral!

Se paró el mundo.

Noté una presencia a mis espaldas, y yo, petrificada, asimilando esa última frase, giré mi torso para poder ver a alguien pasando a través de aquel arco luminoso, καθρέφτης, la Deidad de la Luz.

- ¿Cómo? – exclame nerviosa.

La observé detalladamente, mientras se disponía a sentarse en uno de los múltiples bancos para poder rezar. Parecía una psicópata mirándola fijamente lector, pero en ese momento, te juro que es lo último que pensé. Mi mente estaba en blanco, no podía procesar que justo delante de mis ojos se encontraba la reina menor καθρέφτης. Era la primera vez que la veía en persona y juro, que su belleza era deslumbrante. Intentaba no mostrarme sorprendida, pero en realidad se me estaba cayendo la baba de mantener la boca abierta mientras la miraba con ojos de deseo, desde lo lejos. Mis compañeros, con un contacto visual entre ellos, decidieron abandonarme, para quedarme con ella, cuerpo con cuerpo, tras una mirada incómoda.

- Buenas... ¿Te conozco? – preguntó con una mirada sonriente. Ella era sumamente alegre y amable, como lo era su madre.

- No, yo... - tartamudeé como pude

- Veo que se te está haciendo largo tu turno, estar todos los días paseándote por los pasillos de la iglesia, debe de ser un poco aburrido. Tranquila, el reinado te beneficiará con una gran bolsa de lucanias, ¡estoy segura! - dijo

Después de ese día, hablamos durante meses. Conforme más hablábamos, nos dimos cuenta, que teníamos más cosas en común, y poco a poco, las dos empezamos a sospechar la una de la otra. El periódico dictaba nuestros nombres cada semana, llegando a documentar y redactar artículos sobre ambas. Ella lo pasó bastante por alto, porque ya estaba más que acostumbrada. Los días pasaron y esos, miradas e intenciones aumentaban, hasta que en el día menos esperado me pidió salir, delante de aquel piano localizado en la misma catedral.

- Oye, te tengo que revelar algo– hablé.

- Soy toda oídos.

- Últimamente, he estado notando actitudes más cercanas, próximas, y amorosas, por ambas partes. He estado reflexionando y creo que las dos tenemos las mismas sensaciones, y quiero saber si tú sentías algo parecido.

Después de aproximadamente cinco segundos de reflexión silenciosa, fue ella la que rompió el hielo tras esa frase.

- Claro que lo siento. La sensación es mutua.

- Espera, ¿qué?

- κουδούνι, me gustas desde hace mucho, pero nunca me he atrevido a decirte nada.

- Entonces... ¿Ahora qué?

- ¿Se supone que ahora somos, novias...?

En ese momento, ambas dos reímos mientras la euforia se apoderaba de nuestros cuerpos por un instante. Admito, que me lancé a una piscina desconocida sin esperar nada, pero con muchas expectativas.

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