XII: Supermassive Black Hole.

Un niño de ocho años lloraba en medio de las ruinas de su hogar destrozado por una explosión de metanfetaminas. Llegó del colegio con una buena noticia para su madre, el boletín de notas en la maleta y todas las materias en diez. Pero las cenizas que se esparcieron en la que solía ser su casa le hicieron cambiar el semblante por completo.

—¡Mamá está ahí, déjenme verla, por favor! —los bomberos trataban de evitar que se acercara al lugar, pero de alguna manera logró escabullirse y abrirse paso entre el humo y los escombros achicharrados.

Corriendo hasta la que solía ser su habitación, él escarbó entre los restos de su cama calcinada y logró rescatar un osito de peluche que había tenido desde bebé. Luego buscó en el resto de la casa algún rastro de su madre para encontrarla al final de la calle, viva y siendo arrestada por un par de policías que la esperaban desde hacía horas.

—Shanae Westbrook, queda arrestada por consumo, posesión, elaboración de estupefacientes y evasión de impuestos. Tiene derecho a guardar silencio, o todo lo que diga será usado en su contra. Puede llamar a alguien y tiene derecho a un abogado, si no puede pagarlo se le asignará uno de oficio. ¿Comprende lo que le acabo de anunciar? —la mujer asintió sin un rastro de arrepentimiento mientras era escoltada a la patrulla de policía.

—¡No se la lleven, por favor! ¡Es lo único que tengo! —el niño se aferraba a la chaqueta de un policía mientras lloraba desconsolado al ver cómo se llevaban a su madre.

—¿Oye, tienes algún familiar cercano con el que te puedas quedar? —el pequeño cerró los ojos y sacudió la cabeza de lado a lado.

—Sólo vivo con ella. Por favor... —el oficial se las arregló para hacer que el niño lo soltara y lo levantó para tranquilizarlo.

—¿Cuál es tu nombre? —el niño apoyó la cabeza en el hombro del policía y balbuceó algo ininteligible—. Disculpa, no entendí nada. No te escondas, dímelo fuerte y claro. —el pequeño se irguió y se limpió las lágrimas.

—Soy Sylvain Westbrook.

—Genial, Sylvain. Es un nombre muy bonito.

—Gracias, oficial... —el pequeño miró la placa del policía para poder dirigirse a él con propiedad—. O'Brien. Oficial O'Brien.

—No seas tan formal. Llámame Gilroy.

—Está bien.

Gilroy le acomodó el pelo a Sylvain y tocó su mejilla con suavidad.

—¿Amigo, te gustaría pasar unos días en mi casa? Mientras la situación de tu madre se resuelve. —el pequeño no lo sabía, pero ese asunto tardaría muchos años en encontrar una salida.

—No puedo quedarme viviendo solo aquí. No sé cocinar, la lluvia me mojaría y no tengo ropa.

—Tranquilo, tendrás todo lo que necesitas. Harriet estará feliz de conocerte.

—¿Quién es Harriet?

—Mi esposa. Es adorable, su comida te va a encantar. Voy a llevarte con ella y luego resolveré un par de cosas en la comisaría.

—Gracias, Gilroy.

—Todo estará bien. Yo te protegeré.    

—Mamá me salvó de una loca drogadicta que no me quería. Y hoy estoy eternamente agradecido con ella —Sylvain levantó el vaso de cerveza y tomó la mano de Harriet—. Por eso y por mudarse cerca de la estación de bomberos cuando papá murió. —todos rieron. Harriet se puso de pie y le dio un beso en la mejilla a su hijo.

—Feliz cumpleaños, amor. Sabes que te adoro, ¿verdad? —el muchacho asintió.

—Lo sé de sobra. Si no me quisieras, habría crecido en un orfanato donde no podría ser tan fabuloso.

El pub irlandés donde Sylvain eligió organizar su almuerzo de cumpleaños era un pequeño homenaje para su madre adoptiva, pues estaba feliz de haber podido dar con ella estando tan pequeño. Tanto ella como Gilroy le salvaron la vida al haberlo rescatado de una madre irresponsable que no habría podido darle los cuidados necesarios para ser un niño normal.

Después de un pastel de cumpleaños con veinticuatro velas, Laetitia entró al baño para retocarse un poco el maquillaje. Emeraude decidió esperarla afuera, y su sorpresa fue enorme al ver que Sam entraba al pub con una enorme sonrisa... y acompañado de otra chica.

"Mal día para almorzar en The Leprechaun's Kitchen", se dijo Emeraude a sí misma. La chica con la que Sam había entrado al lugar se le hacía muy familiar, y cómo no, si tenía el cabello rojo de fuego y una perforación en la nariz, tal como otras tantas chicas de la Facultad de Diseño en la Universidad de Copper Grace. Emeraude no quería reconocerlo, pero ver eso le molestaba un poco. Lo único reconfortante de aquella escena era que Sam y la otra chica no se tocaban ni tenían cercanía. Aun así, Emeraude no pudo evitar poner cara de preocupación.

Queriendo salir de allí tan rápido como le fuera posible, Emeraude caminó hacia la entrada del pub. Antes de cruzar la puerta, sintió que una cálida mano la tomaba de la muñeca.

—Casi te me escapas, Emeraude Blanchard. —ella se volteó, reconociendo esa voz que le cosquilleaba los oídos.

Sam.

—Oh. Hola, Sammy. ¿Cómo estás?

—Bien, haciendo unos cuantos favores. ¿Qué haces por aquí?

—Estaba almorzando —la cantante señaló hacia su mesa—. Es el cumpleaños de Syl.

—Vaya, genial. Pero ven acá, dame un abrazo...

Sam abrazó a Emeraude, y aunque ella lo intentó, no pudo evitar olisquearlo con disimulo. Sí, él olía a la camiseta que ella usaba algunas veces de pijama, a algo delicioso, a una noche de tequila con canciones sucias y estrellas pintadas en el techo, a...

—¡Calvin Klein! ¡Eso era!

—¿Disculpa?

—Tu loción. Oh, Sammy... es que desde hace días trataba de recordar qué clase de loción usabas y... bueno, no importa.

—Ja, ja, ja. Vale, Ems.

Emeraude no pudo evitar sonrojarse de nuevo como cada vez que Sam la miraba, pero logró camuflar eso con una sonrisa.

—Sammy, disculpa... veo que estás un poco ocupado allá, y no creo que a tu cita le guste... —él negó con la cabeza.

—Oh, no. No, no, no. No es una cita. Como te dije, estoy haciendo unos favores. Luego sabrás de qué se trata. —Emeraude apretó el puño en señal de victoria, con un gesto imperceptible para Sam.

—Está bien... ya me voy. Que tengas un buen día. —con una sonrisa, el chico de rojo se despidió de Emeraude y caminó hasta la mesa para reunirse de nuevo con la chica. En eso, Laetitia salió del baño y alcanzó a su amiga en la salida.

—Ems, ¿qué hace Sam con Aura Spitfire?

¡Aura Spitfire! Ella estudiaba Diseño de Vestuario en la Universidad de Copper Grace y organizaba todo tipo de eventos extraños. Pero Emeraude aun no entendía qué hacía "Flama" hablando con alguien como Sam.

—Flama y Sammy... definitivamente no están saliendo. Él me lo dijo.

—Bien, sólo están hablando... ¿maldita sea, de qué?

—Sammy dijo que estaba haciendo unos cuantos favores. Tal vez él... le está... ah, ¡no se me ocurre nada!

—Relájate, Ems. Vámonos, hay clase.

Durante toda la jornada de la tarde Emeraude estuvo distraída, formulándose millones de hipótesis acerca de la reunión entre Sam y Aura. Y en el bar, antes de empezar a cantar, Sylvain le presentó a alguien que ella ya conocía.

—Galletita, hay alguien que quiere hablar contigo, ella es... —la chica se adelantó y le tendió la mano a Emeraude.

—Aura Spitfire. Te he visto en la uni. Eres de Gráfico, ¿verdad? —la cantante asintió.

—Yo también te he visto. ¿Flama, cierto? —Aura rió ruidosamente.

—¡Sí! ¡Soy Flama, la famosa Flama! —Emeraude sonrió con discreción. Nunca había conocido a una chica tan ruidosa, y eso era demasiado decir, pues Laetitia y ella nunca pasaban desapercibidas en la Facultad de Diseño.

—Es un gusto conocerte, Flama. Ven, siéntate un momento. —las dos chicas se sentaron junto a la barra, mientras Emeraude bebía un poco de zumo de uva.

—Mira, Ems... ¿puedo llamarte así?

—Claro, hazlo si quieres.

—Vale, gracias. Escucha, sabes que organizo ciertas cosas para la uni... y este año me llevé una sorpresa, algo así como que súper genial.

—¿Qué sorpresa?

—Ay, no te hagas. Hoy me viste con Arden, el de Entretenimiento Digital.

—Sí, te vi en "The Leprechaun's Kitchen". ¿Qué te dijo?

—Bueno, no te asustes. No fue nada raro. Él quería mostrarme algo fantástico. Aquí está.

Aura sacó de su bolso un celular y se lo entregó a Emeraude.

—No tienes que mirar, sólo escucha. Es súper, súper genial. —ella obedeció, y cuando tocó la pantalla del celular oyó su propia voz. Sí, eso era: Sam la había grabado cantando "Supermassive Black Hole" sin que ella se diera cuenta. La sorpresa que se llevó Aura fue mínima en comparación con la de Emeraude.

—¿Flama, Sammy te habló sobre mí?

—Sí. Me dijo que eras una magnífica cantante. No se equivocó, eres súper dúper ultra genial. Oye, ¿de dónde lo conoces? Nosotras no nos metemos con los de Ciencias Exactas.

—Veo dos clases con él. No es nada extraño.

—Oye, pero él y tú salieron. Lo sé. Él me lo dijo. ¿Cómo besa?

—Pues...

—No te preocupes. No tienes que decírmelo. ¿Es bueno en la cama?

—¡Flama, por Dios!

—Disculpa, no debí preguntar eso. Es que ese chico no tiene cara de matar una mosca, créeme, pero si es capaz de hacer algo así por ti, pues pienso que...

—Flama, estás divagando.

—Lo siento, Ems. Me pasa mucho. ¿En qué íbamos?

—¿Quieres que te diga la verdad? No me di cuenta de que Sammy me había grabado.

—Pues no te preocupes. Con este video es más que suficiente.

—¿Para qué?

—Para mi fiesta de cumpleaños. Pasaste la audición. ¡Bienvenida al show!

—¿QUÉ?

Aura organizaba su fiesta de cumpleaños con mucho tiempo de anticipación. Siempre era una fiesta enorme, llena de cosas magníficas. Y ese año quería el talento de la banda de "The Stockpile" en su celebración.

—Ems, quiero organizar mi fiesta de cumpleaños contigo y tu banda. Sé que apenas estamos en abril y faltan cuatro meses, pero necesito curarme en salud. Después del desastre con la fiesta del año pasado en ese bodrio de bar me encantaría un cambio de lugar, y quiero llevar este sitio a mi casa. Es un gana-gana. Tú trabajas, nosotros festejamos, todos nos divertimos. ¿Qué te parece?

—Sería genial. ¿Dónde vives?

—En Golden Nest. —al oír eso, Emeraude sintió un inusual sudor en las manos y una rarísima sequedad en la lengua.

—¡GOLDEN NEST! ¡El barrio más adinerado de Copper Grace!

—Así es. Voy a pagarte lo que quieras. La temática será de superhéroes y supervillanos. Yo haré tu traje y te daré un montón de dinero para que lo uses, te verás genial como la princesa de Themyscira. Quiero que todo salga como yo quiero. Di que sí, por favor...

Emeraude quería aceptar, pero no estaba segura de que su jefe se dispusiera a cerrar el bar para complacer a Aura.

—Flama, no sé si a Ernie le guste la idea. Cerrar por una noche le puede costar bastante. Es dinero que va a dejar de ganar. —la chica pelirroja sacó una chequera y escribió una cifra. Luego le hizo una seña a Emeraude y se dirigió al británico, entregándole el cheque y diciendo un par de frases que lo convencieron por completo.

Tan rápidamente como apareció, Aura se fue del bar, dejándole a Emeraude un nuevo trabajo para una noche de agosto, todo gracias a Sammy Arden.

Emeraude, ligeramente agotada, sonrió mientras se terminaba su bebida. Laetitia se acercó a ella.

—Esa chica sí que habla, ¿verdad? —Emeraude asintió.

—Sí. Es un poco... pintoresca.

—¿Pintoresca? Habla más que un náufrago cuando toca tierra. Está tres niveles de locura por encima de nosotras. ¿Crees que haga mi traje de Psylocke si le pido el favor?

—Claro que sí. Podrá dar un poco de lata, pero es generosa.

—Bueno, entonces hablaré con ella. Será una magnífica fiesta. Estoy segura de que Sam asistirá... y tal vez cambie su opinión acerca de ciertas cosas.

—No contaría con eso, Lety.

—Pero debes tener un poco de fe, ¿no lo crees?

—Tal vez. No pensaré en eso hoy, debo ir a cantar.

Eran las doce de la noche cuando Sam logró tirarse al sofá para descansar un poco. Había sido un día bastante agotador pero satisfactorio. Aquella era la época en la que sólo se detenía en casa para comer, dormir y cambiarse de ropa, pues los trabajos de la universidad lo tenían a tope.

—Voy a dejar la comida en el horno para que la calientes mañana. No puedo dejarte solo porque mueres de hambre. Eres un tonto. —una chica rubia tomó las llaves de su auto y le revolvió el pelo castaño a su amigo antes de irse.

—Voy a dejar morir de inanición al pez Koi y a Shen Long si no me ayudas.

—Aprende a cocinar. No te voy a durar toda la vida. —la rubia se recogió el pelo en una cola de caballo y se acercó a la puerta. Sam asomó la cabeza por detrás del sofá para asegurarse de que ella lo viera.

—Lo mismo te digo, Irina. Vas a extrañarme cuando menos pienses. ¿Con quién apostarás lavar los platos si algún día me voy de vacaciones a Colombia? —la chica se encogió de hombros.

—Quédate allá. Tal vez te enamores y tengas tu casa en una ciudad rodeada de montañas y llena de flores. Justo como te gusta. —Sam sonrió con un suspiro.

—Sería lindo.

La conversación del par de amigos fue interrumpida por un pitido en el celular de Sam. Al revisar, no pudo esconder una sonrisa por el mensaje de texto que, a pesar de contener sólo dos palabras, estaba cargado de una inmensa satisfacción e inefable dulzura.

"Gracias, Sammy. ;)"

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