{Capítulo 8 parte 3}
Los primeros rayos del sol caían sobre Ciudad Férrica. Y los ojos de Luzbel lentamente se abrieron para mirar la espalda suave y desnuda de Belén Póe sólo cubriendo el resto de su cuerpo por las sábanas blancas y aún profundamente dormida, Luego de ver la función e ir a comer algo, los dos fueron al departamento del escritor y pasaron la noche juntos; en el rostro dormido de Belén se veía una expresión de total placer.
Sin hacer ruido, Luz se levantó de la cama y dejó un beso sobre los labios de la chica de cabello rosa para enseguida empezar a vestirse. En unas horas iba a tener sus entrevistas así que debía apresurarse.
Cuando Luz estuvo listo dejó una nota en la mesa de su comedor para salir a sus entrevistas.
En general, no fue complicado las preguntas en las entrevistas que le hicieron al escritor. Fue a eso de las 11:00 am que Luz iba de regreso a casa. No tenía que ir a la editorial ese día y el domingo sería su descanso. Todo pintaba perfecto.
Al entrar a su semisótano, el olor de huevos estrellados y tocino invadió la nariz de Luz. Era Belén quien estaba preparando un desayuno en la cocina.
—Creí que habías ido a casa. —Dijo Luzbel entrando de lleno a la cocina y abrazando a su chica por la espalda dejando que el aroma a flores de su cabello se juntara con el de la comida.
—Hoy entro en el turno de la tarde. Además, quería desayunar y tomar un buen baño si es que no te molestaba.
Belén sirvió dos platos de comida y ambos se sentaron a desayunar; el escenario de Luz y Belén comiendo juntos proyectaba la vista de que podrían ser marido y mujer en un día común y corriente.
—¿Qué tal te fue? —La pregunta de Belén pareció sorprender a Luz, que no había apartado la mirada de la enfermera. —Bien... Siento que que quieres decirme algo pero no encuentras como, anda dilo. —Ante las palabras del escritor tomando la mano de Belén, ella lo miro un poco apenada y a pesar de aquello dijo lo que la aquejaba.
—Bueno, no quise decirlo ayer porque era nuestra cita pero es sobre tu padre. Él ya se esta recuperando y quizá salga en unos días. La ultima vez que estuviste en el hospital noté que no se llevan bien y no sabía con tomarías la noticia.
Luego de escuchar lo que Belén tenia para decirle, Luzbel se aferro un poco mas a la mano de la chica. —Gracias por ser sincera conmigo, Belén. Es cierto que la noticia es repentina pero lo que a él le pase no me afecta.
—La comida estuvo deliciosa, Belén. Y que quiere hacer ahora la señorita?
—Bueno... Todavía no e tomado mi baño, quizá quiera acompañarme usted señor Goetia.
Tras levantar los platos, Luz y Belén no desaprovecharon el momento y con un beso fueron avanzado sin separarse hasta la regadera.
Muy dentro de si, la enfermera sabia que el escritor estaba herido por dentro y ella siendo enfermera se encargaría de sanarlo... O eso aparentaría, ya que en su mente aun estaba vigente el trato que tenia con Katrina Goetia.
...
Mientras todo esto pasaba, en Ciudad Imperial caía una lluvia torrencial que no tenía planeado parar dentro de un buen rato. Katrina Goetia permanecía sentada en el balcón del su cuarto de hotel y disfritando de las vistas de la ciudad.
La calma de la escena fue interrumpida por su celular sonando, y eso puso miu contenta a la señorita Goetia.
—Bueno? Hablo por el trabajo que me encargó, creo que ya tiene mas detalles del objetivo. No es así?
La misma voz misteriosa que atendió a Katrina hace tiempo en el hotel. Le había marcado para aquel asunto de "encargarse" de su objetivo.
—Muy buenas tardes, así es... Como ya le había dicho, el nombre de quien va a dormir bajo tierra es Luzbel Goetia. Él va a tener un concurso aquí en la ciudad el próximo mes . Quiero que lo mates pero antes de que muera iré a verlo personalmente. Luego de eso podrás acabar con su vida.
—Como usted diga, señorita. Usted es la que pasa después de todo. —El misterioso hombre colgó la llamada dejando a Katri con una sonrisa de oreja a oreja. Luego de un largo y profundo suspiro, Katrina se levantó para apagar la luz de su cuarto para quedarse a oscuras. Una vez que la única iluminación era la de la ventana del balcón fue que la señorita Goetia cerró los ojos y comenzó a moverse al mero estilo de estar bailando un vals. Sus movimientos eran tan buenos que la imagen de esta mujer bailando era demencial.
Cuando acabó y Katrina abrió los ojos, su ser reflejado en el espejo la recibió. Y sin dejar de sonreír, sus pies la llevaron hasta una pared de su habitación donde sólo colgaba un crucifijo para a continuación dejarse caer de rodillas y ponerse a hablar sola.
—¡Oh mi Dios! En el nombre de mi madre mataré a mi hermano... Y cuando el dinero de la herencia de mi padre, te mandaré a contruir la capilla mas hermosa del mundo. Que la bondad de nuestro creador nos guíe. Amén.
...
Nuevamente el enfoque regresó a Ciudad Férrica, Corina y Daniel se despertaron muy temprano para ir a visitar cada rincón de la ciudad. Cori alistó su cámara de fotos y Daniel una mochila con bocadillos.
—¿Estas listas para conocer la ciudad, Cora?
—Muy muy muuuy emocionada. A dónde iremos primero?
—Mmmh primero subamos al auto y después vemos a donde nos lleva el camino.
La brisa estaba agradable, un aire mañanero se respiraba en toda la ciudad. Daniel puso el auto en marcha y Corina bajó la ventana para que el viento moviera su cabello cual bandera. Su viaje inició por varios monumentos históricos de Ciudad Férrica; estatuas, parques, plazas de comida típica de la epoca.
En especial la plaza fue donde pararon a curiosear. Cori convenció a Dan de que se pintaran la cara como si fuesen niños. También miraron el show de un payaso que se ponía en un kiosco, compraron un bello morral hecho a mano que vendían en un puesto de artesanías además se detuvieron en la plaza para ir a una banca y comer un bocadillo rápido.
Después de la plaza, volvieron al auto para continuar su camino.
—Y ahora que lugar sigue? —Preguntó Corina con su sonrisa brillante que causaba algo de risa ver su cara pintada de mujer maravilla. Aunque Daniel no se quedaba atrás con su rostro pintado de batman.
—Ahora tocaba ir al parque de lo gatos, pero mejor iremos al mirador del centro. —Luego de que Dani dijera esto, Corina cuestionó del por qué no la iba a llevar al parque de gatitos (ya que a Cora le encantaban esos animalitos) y Daniel respondió con lo mas obvio: —Acuérdate que tu eres alérgica a los gatos, si te llevó allá sería mala idea.
En fin, si terminaron yendo al mirador. Uno de los edicicios mas grandes del país con casi 400 metros de altura. Les tomó un buen rato llegar hasta la cima incluso con el ascensor.
Pero una vez que llegaron a la parte del mirador, todo fue muy impresionante. Corina camino hasta el barandal del lugar y la brisa elevaba sus castaños cabellos. Daniel se paró a su lado para abrazarle y juntos comenzaron a ver la ciudad desde lo mas alto.
—¡Es fantástico, Daniel; puedo ver toda la ciudad desde aquí! ¿Qué es todo ese show de luces que se ve a lo lejos?
—Todo ése brillo es de Ciudad Imperial... Te la estás pasando bien hoy, Cori?
—Claro que siiiii. Recorrer la ciudad contigo es genial.
Los hermanos se dieron un abrazo. Y contemplaron el hermoso paisaje desde ahí arriba.
Cuando terminaron su recorrido por el mirador. Todavía fueron a visitar más lugares: una cafetería temática de animé, una tienda de ropa a la que no los dejaron entrar por el maquillaje de la cara que llevaban. Por último fueron a una alameda donde el aire era un poco frío pero agradable, las ramas de los árboles se movían con suavidad y algunas hojas caían al suelo.
En una banca fue donde Corina y Daniel pararon a descansar y comer un helado. La habían pasado muy bien. Ahora ellos eran su única família en el mundo y se cuidaban con todo el corazón.
—Cori... Nunca te lo pregunté, ¿Por qué te fuiste de casa? Recuerdo que un día me llamaste para saber si podías venir a vivir conmigo.
—Tu sabes tanto como yo que mamá y papá peleaban mucho, me gritaban a mi incluso cuando yo no tenía nada que ver... Pero la situación en casa empeoró cuando papá perdió si trabajo y quería que yo me casará con el hijo de su antiguo jefe. Por eso escape esa noche y vine contigo.
Daniel no podía creer lo que su hermana le contaba. Sin decir ninguna palabra la abrazó susurrando a su oído: —"Ahora estás conmigo y nadie te lastimara"
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