Capítulo 7. Palabras ocultas


El ratón me rogó que le tocara más melodías, y así lo hice, durante toda la noche estuve tocando, me sentía tan feliz cada vez que una nota salía de piano haciendo que se escuchara por toda aquella habitación.

-No debíais haber dejado de tocar el piano- Reepicheep me señaló con una de sus patas mostrando cierto humor en su voz.

-Lo sé...- De repente un ruido desconocido resonó por todo el lugar, el ratón y yo alzamos nuestras vistas, decidí levantarme y encaminarme en dirección hacia el ruido, seguí el sonido con mis pasos apresurados, hasta que supe que más que un ruido era una persona corriendo, parecía que huyera de mí. Gracias a la luz que emitían las antorchas su silueta se podía decir que era un hombre joven, demasiado joven. Apresuré el paso haciendo que mis pies corrieran, lástima que dicho chico corría más que yo.

-¡Hannah, deteneos, ¿A dónde vais?!- La voz del roedor hacía eco por aquellos largos pasillos, sin embargo no le respondí, quería saber quién era aquella persona, por qué huía de mí, ¿él me había escuchado tocar el piano?, la verdad es que no me importaba que me hubiera visto, pero, ¿por qué huía?

El tiempo pasaba y seguía corriendo y corriendo, pero aquella persona fue tan lista que desapareció al instante, al conocer más el castillo seguramente supiera algún camino.

-¿Se puede saber por qué corríais así?- Reepicheep apoyó una de sus patas en la pared mientras que recuperaba el oxígeno.

-Alguien huía de mí, Reepicheep, cuando me he acercado a aquel ruido, era una persona corriendo- El ratón me miró aturdido, y posteriormente rodó sus ojos oscuros.- ¿Por qué pones esa cara, no me crees?- Crucé mis brazos sobre mi pecho arqueando mis cejas.

-Es extraño que alguien huya de vos- El ratón se acercó más, me puse en cuclillas quedando en su estatura, yo en cambio solo me encogí de hombros.- Igual le ha gustado las canciones que habéis tocado.

-Eso es absurdo- Rodé mis ojos, y el animal solo se encogió de hombros. Ambos sonreímos y decidimos encaminarnos en dirección a nuestras habitaciones para descansar. Agradecí al ratón en que me acompañara a mi habitación, ya que no sabía dónde estaba.

-Gracias, Reepicheep- Abrí con suavidad el pomo de la puerta dando un chirrido algo irritante.

- ¿De qué me debéis las gracias, señorita?- Sonreí, apoyé mis rodillas en el suelo y al instante nuestras miradas colisionaron.

-Por haberme escuchado, llevaba años guardando el dolor, sin contárselo a nadie, y tú has estado ahí, escuchándome.

-¿En vuestro mundo no os escuchan?

-En mi mundo, las palabras son intercambiadas a base de dinero- El ratón no pronunció palabra alguna, pero por su mueca demostró que mis palabras se habían entendido.

Finalmente ambos nos dimos las buenas noches y me introduje en mi habitación, una pequeña cama perfectamente echa yacía en mitad de la habitación, a su izquierda posaba una pequeña mesilla de noche, y en frente se encontraba un armario de color marrón claro al igual que la cama y la mesilla. La luz que daba la antorcha que posaba en la pared y la luz de la luna que pasaba por una ventana iluminaban el sitio. De repente noté la ausencia de mi bolso, mi corazón bombardeaba salvajemente, intentaba recordar en donde lo había dejado, pero era imposible, lo único que podía hacer era tranquilizarme y preguntar mañana al amanecer, no merecía la pena ponerme nerviosa, acaricié mi cuello deseando tener el collar, y la suerte esta vez estaba conmigo, rocé con la yema de mis dedos la pequeña piedra transparente sintiéndome segura en mi misma.

Suspiré agotada, había sido un día tan largo, añadiendo que no estaba en mi habitación de Ámsterdam, sin mi abuela me resultaba tan raro... me preguntaba cómo estaba ella, había pasado casi tres días, debería estar muy preocupada, tan solo pensar en aquello empecé a inquietarme más. Debía de regresar a casa, no podía dejarla sola ni un día más, los médicos me dijeron que tenía que estar atenta a ella. Decidí echarme a dormir y mañana ir en busca de Lucy o Reepicheep, al fin al cabo, ellos fueron los únicos que habían sido amables y atentos conmigo.

La neblina mandaba en aquel bosque, apenas se podía observar la presencia de los árboles. Una voz gritaba mi nombre continuamente, sintiéndome con temor. A medida que pasaban los segundos una silueta se iba acercando hacia mí cogiendo el perfil de una mujer, hasta que me di cuenta de que era mi hermana. No podía ser, ¿Teresa en Narnia?, era algo ilógico, ella estaba en la India.

-¡¿Teresa, que haces aquí?!- Mi voz era tan cortada y nerviosa que ni sabía que sentimientos inundaban mi mente.

-¡Hannah, debes huir, corre!- Los ojos de mi hermana eran muy distintos, sus ojos azules eran apagados y asustados, con un rostro tan pálido que me hizo sentir pavor al instante.

-¡Dime lo que ocurre!- Ella negó y empezó a correr en dirección a las profundidades de aquel bosque. No tuve otro remedio que seguirla, pero pasó algo, mi cuerpo chocó con una silueta, alcé mi mirada y mi cuerpo se congeló al inmediato. Una mujer alta, con un tono de piel blanco, muy blanco acompañado de unos ojos azules tan fríos que pensabas que ibas a ser congelado tan solo mirarlos, llevaba un vestido azul y un abrigo hecho de pelo tapaba una parte de su vestido.

-Por fin nos conocemos, Hannah- Ella sonrió con una sonrisa mostrando una maldad terrible. Sentía como mis labios se habían vuelto mudos, ya que no podía pronunciar palabra alguna por mucho que quisiera. – Veo que eres tímida.

-Yo...

-¡Cállate!- Mi cuerpo se sobresaltó ante su alarido, quería bofetearla ante su grito, no tenía derecho en gritarme sin que yo hubiera hecho nada. – Muy pronto descubrirás quien eres, y cuando lo descubras, acabaré contigo, y ese collar...oh ese collar... me pertenece- Su mano se estiró queriendo rozar mi colgante pero con todo el coraje le abofeteé la mano, ella abrió sus ojos sorprendida y seguidamente sonrió avecinando algo que no iba a ser bueno lo que pasaría- ¿Te crees que tienes derecho a bofetearme mi mano?- Junté toda mi valentía para soltar las palabras que se merecía esa mujer.

-Tú no eres quien para hablarme y tratarme así- Apreté mis puños, aguantando todo el coraje que estaba sintiendo en aquel instante.

-¿Te crees más fuerte que yo?- Tragué saliva atemorizada. La mujer se iba acercando más a mí, mientras que yo retrocedía con mis pasos torpes.

-No he dicho eso- Ella empezó a reír, su risa fue tan siniestra a su vez terrorífica que noté como mis sentidos se pusieron alerta.

-Me da igual lo que hayas dicho, eres un estorbo en mi camino, y a cualquier estorbo debe ser eliminado- Entonces antes de que fuera tarde mis pies se despegaron del suelo y empecé a correr sin mirar atrás, resultó que mi huida había sido un fracaso, ya que la mujer me atrapó, sus manos largas y frías me rodearon mi cuello haciendo que mis pies sintieran la ausencia del suelo, poco a poco el oxígeno me iba faltando en mis pulmones que todo se volvía borroso. – Hasta nunca, Hannah- Noté como una vara hecha de hielo atravesó mi corazón.

Grité, entonces abrí mis ojos notando el sudor recorriendo por mi frente, mi corazón latía con tanta fuerza que parecía que iba a explotar. Todo había sido una pesadilla. Suspiré levantándome de la cómoda cama, tomé un vaso de agua, y remojándome mi rostro para tranquilizarme más. Las pesadillas era algo que tenía noche tras noche desde que era una niña, se habían convertido en algo rutinario que mis padres me llevaron a decenas de médicos, ellos me recetaban infusiones, pastillas... pero no resultó efectivo, las pesadillas siguieron así hasta los días de hoy. Siempre soñaba cosas aterradoras, sobre todo tenía que ver con mi familia, siempre se trataba el hecho de salvarles de un ser maligno, pero dicho ser jamás salía a la luz, era como si permaneciera en el anonimato.

Una vez refrescada asomé mi cabeza por la ventanita contemplando el mar, las ondas del agua causadas por la luna se movían lentamente dando un sonido tranquilizador mientras que el silencio reinaba por todo Cair Paravel. Sentía como mis parpados caían con suma pesadez, adentrándome en un sueño profundo.

Los graznidos de las gaviotas se introdujeron en mis oídos haciendo abrir mis parpados. Los ligeros rayos del sol me hicieron ver que me encontraba tumbada en el suelo. Me lavé mi rostro para quitar la sensación de sueño, peiné mi cabello formando una coleta alta, me atavié con la misma ropa que me dieron y empecé la búsqueda para encontrar a Lucy y a Reepicheep.

-¡Hannah!- Mis pies frenaron de golpe al oír mi nombre. El rostro alegre de Lucy fue lo primero que vi de ella. La chica venía corriendo levantando su vestido color púrpura evitando que cayera al suelo.

-Hola, Lucy- Le saludé con una sonrisa mientras que ella recuperaba el aliento.

-¿Cómo has dormido?- Sus ojos azulados chocaron con los míos, puse una mueca y ella solo asintió- ¿Vamos a desayunar?

-¿Y tus hermanos, tu primo y Jill?- Pregunté algo sorprendida, era extraño no verle sin sus hermanos, se veía que estaban muy unidos. Al igual que mi hermana y yo.

-Siguen dormidos, no te preocupes, les veremos luego- Asentí y empezamos a andar para desayunar. Mientras que nos encaminábamos en dirección a la cocina los pocos habitantes que se encontraban en la fortaleza le saludaban a Lucy con mucha cortesía, mientras que yo solo les decía un "buenos días" sonriendo. -Hemos llegado- La chica abrió la puerta con suavidad y ante nosotras se presentaba una inmensa cocina muy elegante. En ella criaturas como humanos cocinaban o comían.- Ven, Hannah- La voz de Lucy me sacó de mis pensamientos, fui tras ella, la chica cogió una mandarina y un par de galletas y posteriormente se sentó en una banqueta, mientras tanto me quedé de pie sin saber que comer. Opté por un zumo de naranja, una manzana y dos tostadas con mermelada de fresa. Una vez que ambas habíamos finalizado nuestro desayuno la chica me atrapó del brazo con suavidad dirigiéndome a una puerta de madera algo desgastada con el paso de los años.

-¿Qué hacemos aquí, Lucy?- La niña atrapó una antorcha, giró el pomo de la puerta y sin que ella soltara palabra alguna encendió la siniestra habitación con un olor humedecido. Una vez que las llamas de la antorcha habían iluminado una parte de aquella gigantesca habitación me quede petrificada ante lo que había delante de mí. Armas, muchas armas. Detallando más el cuarto, cientos y cientos de flechas estaban metidos en sus respectivos carcajes, mientras que al otro lado, una pila de espadas yacía encima de un baúl. El número de armas que había allí era casi incontable.

-Quiero darte esto- Lucy me entregó una daga, se podía apreciar en el arma que su empuñadura era de cuero color negro, desde el boton hasta la punta recorría un hermoso dibujo de líneas formando unas curvas pareciendo que danzaban al ritmo de la música.

-Es... precioso, Lucy...- La chica solo rio y seguidamente me entregó el estuche para guardar la daga y un cinturón idéntico al que llevaba ella.

-Ahora es tuyo, y no acepto un no por respuesta- Mientras que la chica me ayudaba a colocar el cinturón (con el arma colocado en el) ambas reímos.

-Gracias..., pero, no creo que sea lo suficiente valiente para utilizar esto...- Los ojos de la niña brillaron más, como si aquella frase le había causado emoción.

-Lo serás, solo tienes que estar segura de ti misma- Ella me sonrió con ternura, salimos del cuarto de armas, Lucy dejó en su respectivo sitio la antorcha. – Ahora, vamos a estrenar tu nueva arma.

-No creo que sea una buena idea...

-¡Claro que sí, vamos!- La chica me cogió del brazo, cruzamos unos pasillos adornados con unos arcos, se podía observar como el sol se iba alzando más. Cuando parecía que esos pasillos eran interminables nos adentramos en un pequeño jardín. - ¿Ves esas dianas colocadas ahí?- Lucy señaló con su dedo índice a una hilera de varias dianas que yacían en unos alambres.- Vas a lanzar tu daga, descuida, yo te enseño.

-¿Sabes lanzar dagas?- Pregunté con asombro.

-Y flechas- Añadió como si pareciera algo normal. – Observa- La chica se colocó a unos metros en frente de la diana, posicionó uno de sus pies más adelante que el otro, uno de sus brazos sujetó la daga, oí como respiraba hondo, y... ¡zas!, la daga fue clavada en el medio. Quedé con asombro, cogió la daga de la diana y me la entregó.

-Ahora te toca a ti- Lucy me ayudó a posicionarme para lanzar el arma, una vez que estaba lista para lanzarla, noté como todo mi cuerpo temblaba. Tomé aire y sin más dilación lancé la daga con todas mis fuerzas. Desgraciadamente por mucho que le di con todas mis fuerzas, el arma acabó rebotando en la diana cayendo al suelo.

-No te preocupes, sigue practicando- Lucy recogió la daga que había sido lanzada por mí, me la entregó y ambas seguimos lanzando.

-¿No me llamáis para practicar con vosotras?- Ambas paramos de lanzar nuestras armas, nos volteamos y la silueta de Susan se iba acercando poco a poco, su cabello largo se movía a causa del suave viento, mientras que ella sostenía con sus manos un vestido amarillo haciendo realzar su piel blanca y sus ojos azules. La chica enganchó un carcaj repleto de flechas (no me había fijado que a una esquina del jardín había espadas, algunas flechas y arcos que estaban guardadas en una caja de madera) se posicionó a mi izquierda, Lucy me miró indicando que le mirase a su hermana. De un ligero movimiento Susan sacó una flecha de su carcaj, colocó la flecha en el arco, achinó uno de sus ojos para visualizar su objetivo; la diana, y con una elegancia pero con rapidez la chica dejó de tensar el arco que en menos de un segundo la flecha se clavó en el medio.

-Vaya... eres buenísima, Susan- Dije aun pegando la mirada en la flecha clavada en la diana.

-Gracias, Hannah, ¿quieres probar?- Me encogí de hombros pero accedí.

-¡Hola, chicos!- La voz de Lucy indicó que sus dos hermanos habían llegado, pegué mí vista en Peter y Edmund, ambos iban vestidos con armaduras y en sus manos se hallaban unas espadas, tragué saliva debido a que esas armas no parecían de juguete, viendo el filo de estas se veía que eran de verdad.

-Hola, Lucy- Peter apenas pegó su mirada incomoda sobre mí y Edmund hizo un ademan, lo cual pegué mi vista en Susan para que me enseñara tiro con arco.

Mientras oía la charla de los dos hermanos para que entre ellos iniciara un duelo y seguidamente se oyera el sonido de las espadas chocándose entre ellas, Susan me iba explicando cómo debía posicionarme para lanzar la flecha y cómo debía sujetar el arco, mientras tanto Lucy, se sentó en la cálida hierba observándonos. 

-Eso es Hannah, ponte más recta y sube más tu brazo- Mientras que sujetaba el arco y con la flecha en él, los nervios recorrían hasta mis dedos haciendo que temblase todo el arco. – Lanza cuando te sientas lista- Asentí, tomé una bocanada de aire para poder relajarme y concentrarme más. Visé como unos pajaritos piaban tranquilamente en la rama de un árbol. La melodía que salían de sus picos eran tan tranquilizante y hermosa que sin querer solté mis dedos dándole a uno de esos animalillos.

-¡¡Oh dios mío!!- Lancé el arma al suelo corriendo hacia uno de los pajaritos que había sido atacado por una de mis flechas. Oí las pisadas detrás de mí que provenían de los hermanos Pevensie.

-¡¿Qué ha pasado?!- Cogí al animal que permanecía inconsciente en mis manos, le quité la flecha que estaba clavada en su diminuto cuerpo mientras que Susan y Lucy se pusieron a mi lado mientras que notaba detrás de mí las agitadas respiraciones de Peter y Edmund debido al duelo que habían tenido.

-Le he lanzado una flecha al pájaro... - Susan y Lucy se miraron entre ellas sin saber que decir.

-¡Se está moviendo!- La voz alterada de Edmund me hizo pegar mis ojos en el ave, sus alas empezaron a batirse de manera brusca, extendí más mis manos permitiendo que el animal saliera volando en dirección al cielo. -Parece que la flecha no le ha dado tanto- Añadió el pelinegro.

-No, pero te ha dejado un regalo, Hannah- Fruncí mi ceño, los hermanos intentaron aguantar la risa, mientras que dirigían sus ojos en dirección a mi hombro, con lentitud mi mirada se puso en mi hombro y un olor muy terrible se introdujo en mis fosas nasales.

-¡No puede ser!- Me levanté de un salto, apartando mi cabello de la deposición que me había dejado el condenado del pájaro.

-No podrías tener un regalo mejor- Bromeó la menor de los hermanos. Negué con la cabeza intentando aguantar la risa. -¿Te acompaño a lavarte?- Asentí y Lucy y yo empezamos a dirigirnos a un lugar para limpiarme, mientras tanto Peter, Susan y Edmund volvieron a practicar con las armas, mientras que la llegada de Eustace y Jill nos llamó la atención.

-¡Hola, Eustace y Jill!- Saludó la chica con mucho encanto, nos saludamos entre los cuatro y ellos se dirigieron junto con el resto mientras tanto Lucy y yo fuimos a una pequeña fuente para limpiarme. Con un paño mojado conseguí quitarme la hece del ave, sin embargo el olor desagradable seguía ahí, que finalmente no tuve otro remedio que cambiarme de vestimenta. Una vez que mi vestido azul fue sustituido por uno verde, ambas volvimos al jardín de antes. Mientras que los chicos hacían duelos entre ellos, Susan, Lucy, Jill y yo, practicábamos lanzamiento de dagas, y tiro con arco.

-Muy bien Jill, venga, lanza- Mientras que Susan enseñaba a Jill tiro con arco, Lucy me ayudaba con mis lanzamientos, que aún eran muy malos. Al fondo, como una voz en of, se escuchaba el sonido de las estocadas, se podría determinar que eran fuertes y brutas. De soslayo observé como Eustace se recuperaba, mientras que sus dos primos combatían un duelo bastante duro, ambos ponían todas sus fuerzas, parecían que estaban combatiendo de verdad.

-¡Peter, cuidado!- El alarido de Eustace nos hizo sobresaltarnos y voltearnos, Edmund sostenía su brazo derecho, mientras que una cantidad de sangre iba manchando la manga de su vestimenta.

-¡¿Se puede saber que ha pasado?!- Preguntó Susan alterada- ¿Peter?

-Ha sido sin querer, ¿vale?, no es mi culpa que Ed este distraído- Las duras palabras de Peter hizo que su hermano le fulminase con la mirada.

-Llevamos dos años sin ir a Narnia, como entenderás hemos perdido practica- Contraatacó el menor.

-Lo que tú digas, venga Ed, levántate- El pelinegro gimió de dolor tan solo mover un centímetro de su brazo que había sido herido.

-No puedo- Con una mala gana, Peter lanzó la espada al piso y se marchó.

-¡Peter!- Lucy corrió hacia el pero las manos de su hermana la detuvieron.

-No Lucy, vete con Edmund a que le curen la herida, ve con Eustace, Jill y Hannah, yo iré a donde Peter, ¿vale?- La menor asintió sin muchas ganas. Entre Lucy y Eustace cogieron a Edmund, mientras que Jill y yo observamos atentas por si sucedía algún imprevisto.

-No sé qué diablos le pasa a Peter... - Resopló el hermano mientras que nuestros pies andaban apresurados. Una vez llegados a un pequeño salón, Lucy y su primo sentaron a Edmund en una silla. Su hermana le cortó la manga meticulosamente, una vez que la herida estaba al descubierto se podría decir que era muy profunda y muy leve. 

-Lucy, debes desinfectar la herida, limpiarla y vendarla- La niña asintió ante mi consejo y Jill trajo lo necesario para sanar el corte.

-Te va a doler Ed, asique aguanta- Mientras que su hermana echó un líquido desconocido en el brazo afectado, los quejidos de Edmund eran demasiados. El chico mordía sus labios intentando aguantar el dolor. Una vez limpia la herida, ayudamos a Lucy a vendar el brazo. –Ya está.

-¿Mejor?- Los pasos de Lucy y Jill desaparecieron, miré furtivamente y las dos chicas me susurraron que iban a buscar a Peter y a Susan. Edmund pegó su oscura mirada sobre mí. El chico asintió respondiéndome a mi pregunta. Mientras que yo andaba de un lado para otro con los nervios a flote, acompañada de la incómoda mirada proveniente del chico.

-Hannah-Detuve mis pies al oír su voz ronca, pegué la mirada en Edmund, el sudor le recorría por su frente y su mandíbula se encontraba tensa, seguramente era del dolor que estaría soportando- ¿De dónde vienes, quiero decir, no eres de Narnia, entonces, como se llama el lugar de donde viniste?

Sabía a la perfección que esa pregunta se me iba presentar en cualquier momento, al fin al cabo, Narnia era tan diferente a mi mundo, que era normal que aquellos chicos querían saber de donde venía. Y ahora que lo pensaba, si aquellos chicos eran de Narnia, ¿sus padres?, era muy extraño que no estuvieran aquí.

-Vengo de la Tierra, concretamente de Ámsterdam - De repente, Edmund se levantó pegando un brinco, sus ojos oscuros se abrieron más de lo debido y sus labios empezaron a temblar.

-¿De la tierra?- Sus pasos se iban retrocediendo con torpeza y empezó a correr huyendo de aquella sala.

-¡Edmund, ¿Qué ocurre?!- No podía permitir que huyera de mí de esa forma, con lo cual decidí seguirle. ¿Qué modales había recibido aquel chico para huir de ese modo?

Mis pies corrían lo máximo posible con tal de no perder a Edmund de vista, ya que corría mucho más que yo. Al fondo de un largo pasillo se podía apreciar como Edmund se paró de golpe encontrándose con el resto de sus hermanos, Eustace y Jill. Mientras que él les decía palabras que no llegaban a mi sentido del oído, solo podía ver sus reacciones. Esta vez, no me quedé parada como una estúpida.

-¡¿Por qué huyes así Edmund, que ocurre?!- Los seis chicos me observaron sin pronunciar palabra alguna, estaban como, aterrados. -¿Qué pasa?- Insistí.

-¿Dices que vienes de la Tierra?- Asentí sin comprender las palabras de Susan.

-No puede ser...entonces, Levian se refería a aquello, ¿No os dais cuenta?- Preguntó Peter, que me sorprendió ver tanto interés en él, sus hermanos y los dos amigos negaron mientras que yo no comprendía nada. – Levian nos dijo que era muy diferente a nosotros, al igual que modo de pensar, de vestir...

-Estas diciendo, que ¿Hannah es una chica del futuro?- Mi corazón empezó a bombear tan fuerte con solo oír aquellas palabras.

-Hannah, si eres de la Tierra, ¿de qué año vienes?- Fruncí mi ceño ante esa pregunta, todo esto estaba resultando tan confuso y tan raro.

-Del año dos mil quince- Todos quedaron insólitos al oír mi respuesta- Pero, ¿Por qué os sorprende tanto, que está pasando?

-Hannah, nosotros también venimos de la Tierra, pero somos del año mil novecientos cuarenta y siete- Entonces ahora yo sí que me quedé pasmada.

-¡¡ ¿Qué?!!- Pregunté con tanta fuerza que hasta Eustace se masajeó sus oídos debido a mi alarido. – Entonces, ¿estoy metida en un mundo fantástico con personas de la Tierra que son como unos cuarenta o más años mayores que yo?

-Oye, que aquí somos aun unos niños- Dijo Eustace con un tono molesto.

-Sí, pero en mí época ya estarías bajo tierra o peor... - Al darme cuenta de la locura que había dicho decidí disculparme, era obvio que ellos en mi época estarían en esa situación, pero no era necesario detallarlo- Perdón, es que, esto es tan confuso...

-Pues para nosotros entonces... - Musitó el muchacho que parecía que mis disculpas no habían sido efectivas.

-Entonces, todo tiene sentido- La voz suave de Jill hizo que pegáramos nuestras miradas en ella- Si es del futuro, normal que la ropa que llevaba era extraña para nosotros, no os dais cuenta que de nuestro año a su año han pasado como unos sesenta y ocho años, imaginaros como será todo en esa época... la tecnología será muy avanzada, la medicina habrá progresado mucho y...

-La guerra-Finalizó Peter.

-Hannah, tu sabes qué pasará con nosotros, al fin al cabo eres del futuro- Entonces me habían pillado por desprevenida, en aquel año la Guerra Fría había comenzado debido a las dos potencias mundiales que gobernaban el mundo, el capitalismo y el comunismo. Pero antes de responderles debía de saber de donde eran.

-¿De qué país venís vosotros?

-De Finchley, Inglaterra- Respondió Edmund con seriedad.

-Eustace y yo somos de Cambridge- Añadió Pole. Inglaterra en esas épocas no salía tan fracturada como lo hizo en sus años anteriores, según mi memoria, uno de los países que salieron afectados fueron Corea, Vietnam... La piel se me erizó al instante, ya que mi abuelo participó en la guerra de Vietnam, él no quería, fue obligado a hacerlo.

-Hannah- La voz de Lucy me saco de mis pensamientos, cosa que agradecí, no me agradaba recordar las historias que me contaba mi abuelo sobre la guerra. -¿Qué pasara en Inglaterra, será como hace dos años?- Recordaba Europa en la segunda guerra mundial. Solo una palabra. Devastador.

-No Lucy, esta vez no- El rostro de la niña se relajó, quería saber si su padre había participado en la guerra, pero era muy evidente que si, los niños en esas épocas huían a las afueras del país o a un lugar desapercibido para estar a salvo. Entonces la curiosidad de como los Pevensie, Scrubb y Pole llegaron a Narnia floreció en mi mente. Si eran de la Tierra, como yo, ¿Cómo habían llegado?

-Quiero saber una cosa, si vosotros sois del mismo mundo que el mío, ¿Cómo llegasteis a Narnia?- Lucy sonrió al igual que su hermana, a continuación, la chica se sentó en el suelo cruzando sus piernas, sus hermanos, su primo y Jill hicieron el mismo acto, decidí hacer lo mismo formando entre nosotros un círculo.

-Todo empezó hace unos años, éramos unos niños. Las bombas habían estallado en Inglaterra, como ya sabrás atacaron Inglaterra por la noche, asique al día siguiente yo y mis hermanos fuimos obligados a dejar nuestro hogar, nuestra madre, Helen, se quedó sola, al fin al cabo, nuestro padre estaba luchando en el frente. Cuando llegamos a una mansión de un profesor llamado Kirke- Entonces en aquel momento mi mente se paralizó. Kirke... ese nombre podría decirse que me sonaba, mi abuela me había mencionado que mi bisabuela, Polly, tenía un gran amigo llamado Kirke, pero entonces pensé que era pura coincidencia, Inglaterra era inmenso, era imposible que se tratase de aquella persona que había hablado mi abuela. – Un día lluvioso jugando al escondite me encontré un armario, me escondí y entonces sucedió lo más mágico y maravilloso, había entrado en Narnia, al principio mis hermanos no me creyeron, pero un día los cuatro entramos, porque Ed había roto un cristal jugando al béisbol y debíamos huir de una señora muy desagradable, y entonces los cuatro nos adentramos en Narnia- Durante aquel rato, Lucy, Susan y Edmund (se veía que Peter no tenía mucho interés en contarla) me contaron toda la gran aventura que habían tenido en Narnia, de una Bruja que gobernaba, y como la derrotaron gracias a sus amigos y a un tal Aslan (Cuando oí por primera vez el nombre Aslan un escalofrió recorrió por todo mi ser, era como si al escuchar su nombre sentía un miedo desconocido) Y como gobernaron quince años, llamando la época dorada. Los hermanos me explicaron que el tiempo de Narnia no transcurría al igual que nuestro mundo, he ahí la explicación de por qué los habitantes de Cair Paravel les llamaban majestades, ya que un día de otoño cuando los Pevensie reinaban, accidentalmente regresaron a su mundo y volvieron a ser unos niños. También me contaron su gran aventura con Caspian, después de un año regresaron a Narnia y que habían pasado como unos mil trescientos años, y que liberaron Narnia de la tiranía de un terrible Rey llamado Miraz. Año después, Edmund, Lucy y su primo, Eustace regresaron a Narnia, algo me hizo entristecerme el hecho de que Peter y Susan no podían regresar al igual que Edmund y Lucy cuando emprendieron un viaje en el mar. Al fin al cabo, comprendí una cosa, Narnia era como su segundo hogar, y no poder volver era algo horrible. Posteriormente Scrubb y Pole me contaron su increíble aventura, consistió en salvar al Rey Rilian de la Saya Verde, y así lo hicieron.

-Vaya...- No sabía que decir, que a esos chicos les haya pasado una cosa así era algo increíble. Cualquier niño soñaba con vivir aquellas aventuras. 

-Increíble, ¿verdad? – Solo asentí, entonces preguntas y preguntas resurgieron en mi mente.

-Hay algo que no comprendo, todos vosotros habéis ayudado a Narnia, y habéis vuelto por la misma causa, entonces ¿yo que hago aquí?, ¿por qué he sido enviada desde nuestro mundo a este mundo?, no soy ninguna princesa, reina... no soy nada...- Agaché mi cabeza algo entristecida, este lugar era muy significativo para estos chicos, cuatro de ellos fueron parte de una importante profecía y fueron unos grandes reyes, y dos de ellos ayudaron a que Narnia siguiera con un rey, pero yo... no sabía por la causa de mi llegada, ¿y si en realidad no debía haber llegado aquí y era una intrusa?

-Escucha, Hannah- Posé mis ojos color ámbar en los hermosos ojos azules de Lucy- Nadie llega a Narnia por casualidad, habrá algo que te habrá hecho llegar aquí, pero eso tendrás que averiguarlo.

Lucy tenía razón, debía averiguar mi razón de haber llegado a Narnia, pero no tenía nada, es decir, no había ninguna profecía, mito, leyenda... nada. Una vez más, tenía descubrir mi destino sin saber cuáles eran las indicaciones.  



¡Feliz Domingo a todos! ¿Como os ha ido la semana y el comienzo de las clases? Espero que bien ;) 

Volviendo al tema de la historia, ¿Qué os ha parecido el capítulo?  De momento la relación entre Hannah y Peter sigue fatal, ¿no? Pero parece que con el resto congenia bien, aunque ya veremos en los siguientes capítulos jajajaja xDD

Espero que os haya gustado y os agradezco muchísimo por vuestro apoyo. 

¡Hasta pronto, Narnianos!


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