Capítulo 25
Los regaños por parte de Geox y los demás que planificaban mi viaje no se hicieron tardar. Fue como si al verme llegar pudieran volver a respirar tranquilos y desahogar las molestias causadas por mis acciones. "Que no podía llegar e irme como si nada", "deberías haber pedido permiso", "tenías que avisar y ya", "¿tan difícil era dejar una nota?" y más de sus frases resonaban como eco en mi cabeza recordándome el doloroso adiós a esa vida que, si bien estuvo llena de tristezas, también tuvo sus momentos felices.
—¿Lista? —Preguntó Geox una vez que terminó de organizarlos a todos.
Me limité a asentir a la espera de que todo empezara, ignorando los temores acumulados. A mi alrededor no solo estaban los magos que se encargarían de hacer su trabajo, también había otros seres listos para despedirme, deseándome la mejor de las suertes para terminar con éxito el viaje.
—¡Ahora! —gritó Geox y entonces todos alzaron sus varitas y dijeron las palabras mágicas necesarias.
Tuve que tapar mis ojos con una mano debido a la luz intensa que se posó sobre mí. Me encandilaba tanto que tuve que retroceder unos pasos, pero la voz de Geox me pidió que me detuviera y atravesara el portal. De pronto todas las dudas que tenía se agudizaron y la multitud a mi alrededor pareció notarlo.
—¡Entra! —Insistió.
Los recuerdos de la despedida me embargaron e hicieron dudar, no quería dejarlos ir así como así, pero tampoco podía traicionar a los míos.
—¡Entra de una vez!
La urgencia de la voz y la visión de todos debilitándose por la cantidad de energía que estaban gastando me obligaron a actuar. Abracé contra mi pecho el bolso que contenía los objetos con los que me aproximaría a algunas personas influyentes del pasado, di un último vistazo a la multitud y con los ojos cerrados me aventuré en el portal.
No sabía si fue mi idea o realmente estaba ahí, pero me pareció ver a Alain entre todos los magos.
—Tal vez era suya la espalda que vi —alcancé a susurrar antes de perder el conocimiento.
***
La cabeza me dolía y mi alrededor daba vueltas cuando me desperté, teniendo que quedarme tendida donde me encontraba un par de minutos hasta recuperarme del mareo. Necesité otro par para recordar qué había sucedido y una vez que lo hice me revisé por completo para asegurarme de que nada se había quedado en el futuro. A mi lado estaba el bolso, el cual me crucé por un hombro y me puse finalmente de pie. No sabía dónde me encontraba, juzgando por la apariencia de quienes caminaban por la calle supuse que era el mundo real, por lo que cambié mi apariencia para verme más humana y no asustar sin querer a alguien.
Debía encontrar al Geox de la época quien me llevaría con otros seres mágicos que ayudarían en mi cometido. Lo primero de todo era dirigirme a nuestro mundo donde él siempre había vivido. Abrí un portal y lo atravesé, reconociendo al instante el lugar en el que me encontraba. Nada hacía presumir que dentro de unos años vendrían los humanos y lo dejaría reducido a los escombros que Geox me llevó a ver para convencerme de ayudarlos.
La tentación fue más grande que la razón, por lo que me tomé unos minutos para recorrer mi barrio y revivir mis recuerdos. Todo estaba tal y como lo había dejado cuando me marché, cada casa en su lugar, la tienda de dulces y parque donde solía jugar, llevándome la sorpresa de que justamente ahí me encontraba yo misma con varios años menos junto a mis amigos. Crucé miradas con mi otra yo, llegando a pensar por un momento que ella me había reconocido, pero mamá llegó rápidamente a llevársela.
—No mires así a una desconocida, cariño —la regañó.
Por fin pude ver su rostro tal y como era, llenando esos rasgos que el tiempo se había encargado de borrar de mi memoria. Si de mí hubiese dependido, habría corrido a abrazarla, a encontrar el consuelo que por tantos años necesité, pero el miedo al rechazo fue más grandes, por lo que apretando los puños y los labios me giré y caminé sin pensar bien a dónde me dirigía. Solo sabía una cosa y era que ese viaje no era de placer, sino que una misión para cambiar el futuro. Si todo salía bien, tendría toda una vida para disfrutar de una madre que sí me reconocería como su hija.
***
Decir las cosas siempre resultaban ser más fáciles que hacerlas. Tardé cerca de tres días buscando a Geox, temiendo que con cada día que pasaba tenía menos posibilidades de salir victoriosa de mi viaje. La dirección que me dio no la conocía nadie y su "perfecto" sistema de referencia tenía varias falencias, teniendo que valerme más de la intuición que de otro objeto que llevara en mi bolso. Al tocar su puerta me sentí exitosa, no sabía que esa sensación duraría poco y nada.
—¿Quién dices que eres? —Preguntó una vez que le dije mi nombre.
—Alcanto.
—¿Y de dónde te conozco?
—No me conoce... ahora, pero me va a conocer en unos años más si no podemos hacer algo por evitarlo —traté de explicarle.
—Y por eso viniste ahora, para que desde ya te conozca.
—No fue eso lo que quise decir... sé que sonará loco, pero vengo del futuro.
Mis expectativas eran que él me permitiera entrar a su casa y explicar con más calma el motivo de su visita, pero en vez de eso me tachó de loca y al poco tiempo la puerta cerrada fue lo que estuvo ante mis ojos. Volví a golpear sin éxito alguno, mi puño ya dolía, cansado de llamar la atención de alguien que claramente no me quería escuchar y la gente que pasaba comenzaba a creer que realmente estaba loca. Me vi tentada a gritarle que no me marcharía hasta que me abriera la puerta, desechando de cuajo la idea, con eso no lograría más que empeorar mi imagen.
Sentada en los escalones que daban a la puerta de entrada me dediqué a dejar pasar el tiempo. En algún momento tendría que salir de su casa, no se podía quedar encerrado ahí para siempre, sin imaginarme que ello implicaría que tendría que pasar la noche ahí afuera. Desperté a la mañana siguiente al sentir a alguien sacudirme del hombro, al abrir los ojos me encontré con Geox mirándome algo molesto.
—No puedo creer que hablaras en serio ¿sabes que podría llamar a la policía por lo que estás haciendo?
—Tengo que hablar con usted, es importante.
—¿Tan importante como para quedarte a pasar la noche en la puerta de mi casa? —Preguntó con tono irónico sin poder creer lo que había hecho. Al no recibir mi respuesta suspiró pesadamente, pasando su mano por su cabeza, como si reconsiderara la idea de escucharme hablar—. Mira, yo trabajo, vuelve más tarde y me explicas entonces toda tu historia.
Quise protestar al ver mi objetivo postergado, argumentando el riesgo que muchos corrían con cada minuto que pasaba, quise gritarle por su egoísmo y por hacer oídos sordos a mis advertencias. Sin embargo, no dije nada y me paseé por el barrio para pasar el rato, sin tener un lugar a dónde ir. Agradecí que llegara la hora de volver a encontrarme con Geox, porque si seguía sola la tentación me sobrepasaría e iría de una vez por todas a ver a mis padres.
Esa segunda visita él me permitió entrar a su casa aún con sospechas de mi estado mental, aunque aun así escuchó atentamente lo que yo le contaba, sorprendiéndose cuando le tendí un objeto preciado para él que cargaba en mi bolso. Solo entonces creyó mi historia y comenzó casi a darse de cabezazos al no comprender cómo permitimos que los humanos llegaran tan lejos.
—¿Desde cuándo ellos son más fuertes que nosotros? No entiendo, cómo es posible que hayan destruido nuestro mundo y que este suelo que piso en unos años más ya no exista ¿esa es la vida que nos espera a todos? Prefiero morir ahora a ver ese futuro.
—No, no puede morir ahora.
—¿Y qué más puedo hacer? Si así va a ser mi vida, no quiero vivirla.
Viéndolo en ese estado me pregunté de dónde había salido el Geox valiente y decidido que conocí, aquel que organizaba la forma de defendernos en vez de echarse a morir. Esperé a que sus emociones se calmaran para poder volver a hablar con él y darle las razones por las que debía continuar y ayudarme, el motivo por el que yo estaba ahí y teníamos esa conversación.
—Usted mismo me envió a hablar con usted porque sabía que me ayudaría. Si queremos evitar todo lo que yo le estoy diciendo, tiene que ayudarme, tenemos que acabar con los líderes de la Liga ahora para evitar que crezca el odio hacia nosotros y terminemos como le he dicho recién.
—¿Y qué puedo hacer yo?
—Usted tiene contactos, seres mágicos poderosos que pueden ayudar.
—No sé si creerán, a mí me costó creerte.
—No pierde nada con intentar.
Fue difícil convencerlo y encontrar a quienes nos ayudarían costó aún más, pero nadie me dijo que todo sería fácil. A los dos días Geox ya había hablado con varios seres mágicos a quienes le creyeron y estaban dispuestos a ayudar, entonces dimos inicio a lo que realmente tenía que hacer yo. Empezamos espiando a los humanos desde nuestro propio mundo, analizando cómo actuaban y cuáles eran sus inicios, logramos identificar a los líderes y en base a eso forjamos un plan, el cual no distaba mucho de la guerra que en el futuro se quería hacer. Me repetí a mí misma que era por el bien de todos, que era importante que yo actuara y fuera una parte activa de lo que se estaba por llevar a cabo.
Esos días Geox me dejó dormir en su casa. Acostada en mi cama me preguntaba si existía algún otro modo de lograr mi objetivo. Lamentablemente, por más que lo busqué no lo encontré.
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