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La periodista Asami Shimoda llevaba quince minutos entrevistando a Toru. Fue el único de los buzos que quiso hablar al respecto, y su única condición fue que la entrevista fuera en su departamento y sin cámaras, únicamente podía grabar su voz. él, que tanto amaba la atención, salir en televisión y en las revistas, ahora lo último que quería era eso.
Asami le hizo las preguntas más comunes: cómo empezó a trabajar en Safaia, cómo conoció a Joshua y cómo era el comportamiento de Dalia antes de que él apareciera. Toru contestaba lo mejor que podía, deseando que Asami dejara de dar largas e hiciera las preguntas que en verdad le interesaban. No solo a ella, sino a todo Japón y el resto del mundo. Las noticias no dejaban de hablar sobre la muerte de Yukie; había pasado casi un mes y no se cansaban del tema. Toru, Hanako y el resto del personal en Safaia solo quería continuar con su tranquila vida.
—últimamente has lidiado con dos acontecimientos muy duros—dijo Asami, y Toru contuvo un suspiro de alivio—. Hace poco más de un mes Yukie Yamaguchi, gran amiga tuya, falleció a manos de Dalia durante una de sus tantas presentaciones en el parque Acuático Sakurai. Ella tenía una relación sentimental de cuatro años con tu mentor y reconocido entrenador, Joshua Rosenblum, mismo que cometió suicidio dos semanas después. ¿Qué ha sucedido con Dalia desde entonces? ¿Cómo ha afectado la pérdida de Joshua al personal de Safaia?
Toru tomó aire.
—Los directivos de Safaia contrataron a Joshua porque sabían que él era el único capaz de transformar a Dalia. Joshua me contó una vez que aceptó no solo porque el asunto involucraba una sirena y regresaría al acuario donde ya trabajó hace unos años, sino porque sería algo totalmente nuevo para él: si bien convivió con muchos tipos de sirenas a lo largo de su carrera, esta sería la primera que estuvo en aislamiento casi toda su vida. Sería un caso más complicado. También me dijo que Dalia le despertaba mucha empatía, nunca supe por qué. Poco a poco nos acercó a ella. A todos nos gustaban nuestros empleos, pero nos empezamos a divertir mucho más cuando dejamos de sedar a Dalia y ella se convirtió más en nuestra amiga. Fue durante ese periodo que Joshua y Yukie se enamoraron. Ahora Ttdos estamos muy tristes, aún no podemos creerlo. Mis compañeros y yo hablamos poco, solo nos limitamos a hacer nuestro trabajo—bajó la mirada—. En cuanto a Dalia...
El hombre apretó los labios. La tragedia solo fue el principio, contaminó los días posteriores.
—Con Dalia solo volvimos al principio, como si Joshua nunca hubiera aparecido—dijo.
—¿A qué te refieres?
—Todos mis compañeros y yo volvimos a ponernos nuestros trajes protectores para entrar al tanque con ella, y de nuevo la sedamos cada que vamos a sacarla del tanque para que su estilista la peine y maquille, o cuando debemos llevarla a la clínica. Dalia ya no es tan enérgica como antes, está seria y tiene la mirada perdida. Aún no entiendo por qué hizo eso, ella nos adoraba a todos. Joshua era como su padre o hermano mayor, y Yukie una gran amiga.
Asami dejó de grabar. Le dijo que se tomaran un descanso y después continuaran. Toru preparó té y, mientras bebían, Asami le contó sus recuerdos con Joshua: la primera vez que lo entrevistó hacía muchos años. El dejaba una marca en todo el que lo conocía, era una persona muy fuerte y segura de sí misma, pensó que sobrellevaría lo de Yukie. Nunca creyó que se quitaría la vida.
—Tal vez hay cosas de él que no conocemos—dijo Toru—. Yukie nunca me contó nada de lo que sabía, pero en una de nuestras charlas telefónicas dijo que Joshua era alguien más frágil de lo que parecía, que llevaba mucho peso en sus hombros. Ahora creo que me quedaré con esa duda.
La entrevista se reanudó un rato después, ya más ligera. Asami se fue satisfecha pero con los ojos lacrimosos. Ya era de noche. Toru fue a ducharse y se acostó en su cama, esperando dormir pronto. últimamente eso era muy difícil.
Dio vueltas en la cama, rememorando la última vez que vio a Joshua con vida. Una tarde antes de su suicidio.
Toru estaba en el túnel, sentando en el suelo. Era la hora del almuerzo, tal parecía que volvió a ser el de antes. El aislado, el de pocos amigos. El que gustaba comer rodeado de peces.
Joshua apareció justo al inicio del túnel y Toru se estremeció, sin poderlo creer. Se puso de pie rápidamente. Joshua caminó hacia él y lo saludó. Estaba ligeramente más pálido de lo habitual, y se notaba que no había dormido.
Toru no quiso se imprudente, pero la pregunta salió sin pensarlo:
—¿Qué te trae por aquí, Joshua?
—Quiero ver a Dalia.
Toru lo miró con los ojos muy abiertos. Los de Joshua empezaron a lagrimear.
El buzo iba a dirigirlo a la superficie del tanque, pero no hubo necesidad. La figura de Dalia apareció frente a ellos, hermosa como siempre. Tenía una mano en el cristal.
—Tú...—las lágrimas de Joshua se intensificaron—. ¿Por qué?
Dalia desvió la mirada.
—Estaba ansioso por volver a verte, te extrañaba mucho. ¿Por qué hiciste eso? Tú me conoces bien, te conté toda mi historia, conocías bien mi sentimientos, y aún así...aún así me destruiste. A mí, quien te quería tanto. Pensé que eras diferente, Dalia, veo que me equivoqué. Vi en ti más humanidad de la que tenías, mi error fue creer que podía cambiar tu naturaleza. Eres un animal, solo eso. Un animal.
Toru se quedó dormido con esas palabras en mente. Jamás creyó ver a Joshua así, tan devastado. Dalia se veía muy triste, pero no había forma de saber si estaba llorando.
Al día siguiente de la entrevista Toru se despertó temprano, desayunó y se fue al trabajo. En su camino al tanque saludó a Mai y Reiko, quienes apenas y le sonrieron. Aún faltaba media hora para que llegaran los demás buzos. El hombre fue a los vestidores y se puso su traje, después se dirigió al tanque con jeringa en mano. Hoy Dalia debía recibir sus gotas en los ojos, Mai ya tenía listo todo en la clínica.
Dalia no aparecía, de segura seguía durmiendo. Toru nadó por todo el tanque hasta que vio casi al final que el agua estaba levemente coloreada de rojo. Se crispó y aceleró su nado lo más que le permitía el pesado traje. Cuando por fin llegó a con Dalia, no se sorprendió. Se quedó quieto, viéndola fijamente.
La sirena flotaba inerte, con sus garras encajadas en el cuello.
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