37. El hijo de Bemus.
Cae la noche.
Helen y sus aliados lograron infiltrarse con éxito en la festividad que los dioses habían organizado. Le sorprendió el hecho de no tener que usar magia para poder pasar, parecía haber sido demasiado sencillo. Vestida adecuadamente como una griega y así pasar desapercibida, camina entre la muchedumbre logrando localizar a sus objetivos. Podía reconocer sus caras gracias a dibujos que su gente había conseguido para ella.
—Esto parece más un cumpleaños. — Sylvie comenta a su lado.
—Sí, estoy de acuerdo. ¿Hay señales de Alan?
—No pero estoy segura de que mucho no tardará para hacer su entrada. — todos a su alrededor bailaban y comían, pero aun así, algo se sentía mal. El animador da sus palabras de bienvenida y presenta a Byron Dimou como el festejado de la noche. La razón de aquella celebración. Era alto, esbelto, de piel pálida y ojos color oscuros.
—¿Quién es ese? No recuerdo haberlo visto en los dibujos. — Helen frunce el ceño, con curiosidad. A lo que Sylvie no tiene respuesta.
—Quiero agradecer a todos por honrarme con su presencia. Gracias a mis tíos por organizar esto para mí, no puedo ser más afortunado. — tenía un léxico encantador. — Pero aun en medio de tanto regocijo...hay algo que todavía no saben. — se sienta en el borde del estrado. Algo no andaba bien. — Nada de esto...es real. — de repente todas las personas empiezan a desaparecer, incluso la bonita decoración del pabellón. Ahora parecía un templo abandonado. ¿Qué estaba pasando?
—¡Ah, hola! Me presento nuevamente, ya que no me di la entrada adecuada: soy Byron Dimou, mejor conocido como "el manipulador de la realidad" y el hijo de Bemus. — las chicas casi se infartan al escucharlo, no se lo esperaban. Jason se mantenía cerca para protegerlas. — ¿Impresionadas? Yo también lo estaría. Es difícil verse cara a cara con el hijo único del que destruyó su país. — parece muy relajado ante la situación.
—Intentó destruirlo, pero no lo logró.
—Sí, algo oí. Su obsesión por Ann lo llevó demasiado lejos. — Helen empezaba a sentirse muy confundida. — Era mi padre, pero aun así nunca estuve de acuerdo con él. — clava sus intensos ojos negros en los de ella. — Así que...aunque creas que puedo lastimarte porque razones me sobrarían, desde luego te digo que no es así. Te estuve esperando, por muchos años.
—No entiendo. ¿Qué es lo que quieres entonces? ¿Cómo sabías que estábamos aquí?
—No eres la única que conoce a alguien que ve en futuro. Sabía que venías, pero no cuándo. Fue hasta que yo mismo te pude sentir aquí, así que hice el trabajo por ti. — baja y se acerca a ella.
—¿Qué trabajo?
—Asesinar a los dioses. — el entorno comienza a desmoronarse y cambiar nuevamente. Esta vez, volvió a ser un templo, pero con toda una multitud de cadáveres, incluyendo a los dioses que residían allí. La reina de Francia no podía creer lo que sus ojos veían. — Honestamente eran un tormento. Eran egoístas y de creencias cuestionables. Así que los maté por ti. — Helen se acercaba y al ver sus rostros, confirmó que eran los verdaderos.
—¿Cómo sé que esto no es una manipulación tuya? — pregunta y Byron se ríe.
—Soy muy bueno, pero no para hacer que tantas personas dejen de existir. Al menos no aún.
—¿Y ya? ¿Esto es todo?
—Oh no. Aún nos queda uno. — hace gestos muy apuestos. — Mi abuelo. El más poderoso de todos.
—¿Y por qué no asesinaste a tu abuelo también? — cruza los brazos.
—Porque me odia. Y...porque hay que cruzar un mar para llegar hasta él.
—No me digas. ¿Le tienes miedo al mar? — dice, sarcásticamente.
—No a cualquier mar, a ese en específico. Hay almas atrapadas allí que también me odian y hacen cosas que me...fastidian. Nadie puede entrar ahí. — parece nervioso al tocar el tema. — Pero tú...puedes hacerlo. Tu poder es imprescindible.
—¿Y qué te hace pensar que voy a ayudarte en eso? ¿Qué me asegura que no es una trampa?
—¿Es que acaso no te das cuenta? Mi padre no fue hasta Francia solo por cumplir su glorioso propósito, fue para evitar que este momento llegara. — Helen frunce el ceño. — Tú y yo, somos los seres más poderosos del planeta, mi padre sabía que estaba de tu lado, que estaba dispuesto a protegerte de ser necesario así que se dedicó a asegurarse de que no existiera la posibilidad de que tú y yo nos encontráramos.
—¿Y eso por qué? ¿Por qué tanto miedo de nosotros?
—Porque le tienen miedo a nuestro poder. Nos consideran abominaciones de la naturaleza, pero ciertamente ellos lo son. Somos adversos a ellos por una razón y creo que eso lo entiendes.
—Sí, lo entendí ese día cuando más de la mitad de mi gente murió. Y no vine aquí para escuchar tu triste historia de oveja negra, vine a vengarlos.
—¡Y te apoyo! Créelo. Puedo ser tu aliado.
—Yo no necesito más aliados. Si toda esta bola de ineptos murió ya no tengo nada qué hacer aquí. — intenta irse, pero Byron la sujeta del brazo, provocándole visiones rápidas mediante el tacto de toda la poca gente que quedó en su país (incluyendo a Alan, su madre y sus hermanos) muertos en una rumba. Jason se acerca por precaución, pero Helen lo detiene a tiempo.
—¿Ya lo ves? Nada termina nunca. Así que no cometas errores de los que después te puedes arrepentir. — la suelta, dejándola muy asustada. En la visión, su madre tenía el pelo blanco y se veía más mayor, por lo que deduce que aquello pasaría dentro de unos años más.
—¿Cómo lo detengo? ¿Qué decisiones debo tomar para que eso no suceda? — más que preguntárselo a él, se cuestionaba a sí misma.
—Únete a mí, úsame mientras quieras y destruyamos todas tus amenazas.
—¿Y qué ganarías tú de todo esto? Porque cara de buena persona no tienes. — y otra vez lo hacía sonreír.
—No, no soy una buena persona Leny. — ¿le había llamado Leny? — Desde que nací tuve la misma maldición que tú: ser el avatar de otro Dios. Pero ahora podemos hacer lo que queramos porque la madre naturaleza nos respalda.
—Si dices que no eres una buena persona, ¿cómo estás tan seguro de que "la madre naturaleza" te respalda? No tenemos la misma historia. — su pregunta lo hace pensar.
—Porque también estuve muerto por un momento. — su mirada se pierde, como si estuviera sumergido en sus recuerdos. — El abuelo lo hizo. Me arrojó al pozo maldito con la bestia pensando que solo así me destruiría. — el recuerdo de aquello era doloroso para él. — Pero...pude sobrevivir. Aprendí de ella, de su mundo salvaje y...nos convertimos en uno. Ella me cuidó y me dio una nueva oportunidad. Desde entonces supe que todo era por una razón.
—¿Cómo es la bestia? ¿Dónde está ahora?
—Es un dragón de tres cabezas, tan alto como las nubes y físicamente aterrador. Pero solo es un fenómeno no comprendido enjaulado en el castillo del abuelo. Lo usa como su arma cuando siente que las cosas se ponen mal. Cuando siente nuestra amenaza. — Helen escuchaba la historia con atención. — Su nombre es Valium.
—¿No es esta bestia una amenaza para la seguridad de los inocentes?
—No. Hace lo que su amo quiere. Se establece una conexión a través del ojo y está a tu merced.
—¿A través "del ojo"? ¿No dijiste que tenía tres cabezas?
—Sí, es así. El ojo del que hablo está en su pecho, al terminar sus cuellos. Es más grande y no se abre siempre, así que es difícil que lo veas. Hasta ahora solo los Dimou lo han logrado.
—¿Y qué hiciste con ella cuando estuvo a tu merced? — le pregunta. Le cuesta creer en la gentileza de Byron.
—Yo... — parece estar pensativo. — Intenté destruir ese lugar. Resurgí de las cenizas más poderoso que nunca y todos los responsables fueron derribados. No te negaré que muchos castos sucumbieron de por medio, pero no tenía intención de eso. Mi padre me había abandonado con el abuelo y aunque después no lo pude vencer, escapé.
—Entonces tu padre siempre te rechazó por lo que eras y decidió dejarte con tu abuelo quien tampoco te quería por la misma razón, pero por lo que entiendo era el único que podía controlarte. ¿Hace cuanto pasó lo del dragón?
—Hace 10 años. Cuando solo tenía 9.
—¿9? ¿Nacimos el mismo año?
—Eso parece. — camina a su alrededor. — Desde entonces lo único que he hecho, es esperarte. — Helen no confiaba en él, pero si en aquello que vio y las grandes posibilidades de que eso sucediera.
—Si ese señor es una amenaza para mi pueblo y mi familia, entonces estoy dentro. Pero esta guerra es más tuya que mía. — lo mira a los ojos firmemente. — Cruzaremos ese mar, pero tú vendrás conmigo y si haces algo estúpido, te arrancaré cada extremidad desde dentro hacia fuera tal y como lo hice con tu padre. — lo amenaza.
—Me parece un trato justo. Finalmente, ambos lograremos lo que queremos y seremos libres. — Byron se sentía muy feliz. — Nos iremos mañana a primera hora.
—No. — dice autoritariamente. — Nos iremos ahora. — Sylvie y Jason se miran con preocupación.
—¿Ahora? Nadie puede entrar de noche a ese lugar, es muy riesgoso.
—¿El poderoso Byron Dimou tiene miedo de nadar a través de la noche? ¿No que muy valiente? — se burla. — Nos iremos ahora, tú y yo solos.
—¿Qué? — Sylvie y Jason protestan. — No vinimos hasta aquí para dejarte ir con un extraño a lo desconocido Helen.
—Voy directo a una guerra y no los llevaré conmigo. Son valientes y Sylvie puede hacer mucho con su poder pero aun así no es suficiente. No puedo pelear con ellos y estar pendiente de ustedes.
—Puedo defenderme sola, déjanos ayudarte.
—Soy su reina. — les grita. — Y esta es una orden. ¡Guardias! Llévenlos de regreso al castillo y protejan a todos hasta que vuelva. — les ordena y lo hacen de inmediato en contra de la voluntad de su hermano y de su cómo casi hermana de constelación.
—¡Helen! — les gritan mientras son llevados a la fuerza de regreso al barco de salida. A lo que la reina se da la vuelta y contiene sus lágrimas para no llorar.
Alan.
Luego de llegar a Grecia, buscar pistas y al final encontrar el templo con los cadáveres de los dioses, también estaba desconcertado. ¿Helen lo había hecho? Su pregunta se responde cuando nota que lo que fuera que los haya matado, no venía de su esposa.
—Ah, tú sí pareces un Alan Rutherford. — Byron deja notar su presencia.
—¿Tú quién eres?
—Soy Byron Dimou, hijo de Bemus. — se presenta como si nada.
—¿Dónde está Helen? — ya sabía que él tenía algo que ver.
—Vaya, tú sí que eres de pocas palabras. Pero respecto a Helen, está bien. Tuvimos una larga y amistosa charla.
—¿Dónde está? No lo repetiré. — aquella magia negra salía a relucir.
—Ah, esa cosa negra en ti. Jamás pensé que Mohat entre tantos te escogiera a ti, pero sus razones tendrá. Y no, no puedo decirte dónde está porque no quiere que lo sepas.
—¿Y ahora te dejas manipular por una desconocida? — usa su lado irónico.
—No, yo no lo llamaría así.
—No sé quién eres realmente pero más te vale darme respuestas.
—¿O qué? ¿Qué vas a hacer? ¿Lanzarme pestes y abrir portales para que tus horrendas criaturas del averno vengan por mí? Me he enfrentado a cosas más impresionantes, lamento decepcionarte.
—Ya entendí, por las malas entonces. — deja salir su ira y le lanza ráfagas de poder oscuro que Byron esquiva sagazmente. La pelea con poder se convierte en una pelea de hombre a hombre y se golpean salvajemente. En lo que el rey Rutherford tenía más ventaja y lo deja muy malherido, tanto que casi no podía usar su poder en él. — No tienes idea de con quién te has metido. — saca la daga para enterrarla en su garganta pero antes, Byron logra cambiar la realidad y en un descuido del rey, Byron entra en su mente y lo encierra en sus recuerdos. Dejándolo profundamente dormido.
Vuelven a la realidad.
—¿Tenías que ser tan rudo con él? — Helen sale de las sombras, estuvo allí todo el tiempo.
—¿Rudo? Casi dejo que me mate y tú no hiciste nada. — se limpia la sangre de la comisura de sus labios.
—Te lo mereces. — vuelve sus ojos a Alan. — ¿Estará bien? — se agacha y toca su rostro con suavidad.
—Sí.
—¿Y dónde está ahora? ¿En qué recuerdo está?
—No lo sé. Solo lo mandé a dormir. — esboza una sonrisa falsa y se prepara. — ¿Lista para irnos? — le pregunta, extendiéndole su mano para ayudarle a levantar.
—Acabemos con esto. — le echa una mala ojeada y se levanta sin su ayuda, dejándole la mano extensa.
...
Oscuridad y más oscuridad, Alan no tenía idea de qué estaba pasando. ¿Estoy muerto? Se preguntaba. Caminando buscando una salida o algo para entenderlo, encuentra un espejo en medio de la nada, se acerca y cuando se detiene en frente, se ve a sí mismo pero 11 años más joven. Apenas un niño. Era como regresar en el tiempo conservando sus memorias y su experiencia, lo que hace que todo se vuelva mucho más extraño de lo que ya es.
A su derecha, una puerta ruidosa se abre lentamente.
La observa y aunque sabe que es parte de un juego mental, pasa a través de ella. Una vez dentro, la puerta desaparece y se encuentra en las mazmorras de su castillo donde torturaban a sus enemigos.
—No venciste a tu rival hoy. — Alan sigue la voz de Belmont hasta que logra verse de pequeño frente a su abuelo con la cabeza agachada. — Eso es de perdedores y yo no crío a fracasados. — dice con un látigo en manos. El niño quería llorar pero el intenso frío que había no se lo permitía. — ¡Quítate la ropa, ahora! — le ordena y temblorosamente lo hace. Cuando está desnudo, se arrodilla dándole la espalda para que le azote; sin discutirle. Era lo que Belmont Rutherford le hacía cada vez que fallaba en alguna asignación.
Cada azote era más fuerte de lo que de niño pudo sentir.
— ¡Eres un inútil! ¡Un perdedor! Si te atreves a llorar, juro que te cortaré un dedo por cada lágrima. Eso no es de hombres y tú no eres una niñita. — es una de las tantas cosas que le grita mientras le azotaba la espalda. ¿Por qué estoy viviendo esto otra vez? ¿Qué está pasando? ¿Este es el infierno? ¿Estoy muerto otra vez? Alan se preguntaba nueva vez. Byron. Sabía que él estaba haciéndole esto. Su mente daba vueltas y vueltas hasta que entiende que, si quiere salir de allí, debía vencer sus miedos. Y su mayor trauma, era él.
Cuando intenta pegarle de nuevo toma fuerza, se levanta y lo detiene. Sentía cómo la sangre le caía por la espalda de las cisuras que le había provocado. Lo ve con furia y disfruta su pánico al verlo así.
—No vas... a volver...a herirme nunca más. — dice el niño, con mucha valentía. La que desde entonces tuvo frente a su temible abuelo. Le tiró el látigo al suelo y salió corriendo. El Alan mayor se acerca a Belmont, quien quedó inmóvil en cuanto se marchó de aquel oscuro lugar, debido a que no recordaba qué había sucedido después.
—Tú eres el culpable de todo esto. — toma la daga a su costado. — Y nadie más que tú debe pagar. — los recuerdos lindos con su abuela y su padre llegan, y eso lo destruye aún más por dentro. Casi cree poder matarlo pero la voz de su madre vuelve a resonar:
"El tiempo está en tus manos y solo tú sabrás qué hacer con él".
—No, no puedo hacerlo. — dice y deja caer la daga, dejando que las lágrimas salgan de sus ojos por primera vez después de tantos años. Siente cómo algo le consume dentro. Era esa crisis otra vez, la que tenía cuando no podía liberar sus sentimientos; sobre todo cuando se trataba de dolor y tristeza. Sentía que se ahogaba con ellos y eso lo torturaba.
Otra puerta se abre lentamente a su izquierda.
Cuando entra en ella se espanta. Era Helen. Estaba muerta en un ataúd con el mismo vestido de su boda y con muchas personas que la adoraban llorando y lamentándose a su alrededor. ¡No! Esto no es cierto. Ese maldito está jugando con mi mente. Necesitaba aire, así que sale para recuperarlo y vuelve a estar frente al espejo principal, viendo a su yo de pequeño otra vez.
—Hazlo, por los dos. Lo necesitamos. — dice su versión de niño dentro del espejo. Le extiende su mano y cuando se tocan, Alan despierta bruscamente y vuelve a la realidad. Sus guardias lo habían llevado a una zona segura mientras estuvo dormido, ya que no encontraron la manera de poderlo despertar.
—¿Se encuentra bien señor? — uno de ellos pregunta.
—Sí, eso creo. ¿Cuánto tiempo estuve así?
—Al menos dos horas, creo.
—¡Maldición!
—Uno de nuestros guerreros siguió a la reina y al chico extraño, dice que llegaron hasta los barcos para atravesar el mar que conduce hasta el castillo.
—Bien, entonces no perdamos más tiempo. — les dice, volviendo a la acción.
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