El alfa Kirishima

[PARTE DOS]

Yokozawa aún se encontraba en los brazos del castaño, las suaves caricias que recibía en su espalda le relajaban a tal punto de quedarse dormido.
No sabía cuánto tiempo había pasado desde que ese idiota dejó la habitación pero esperaba que nadie entrara. No quería ver a nadie, no quería saber nada por el momento. Se sentía tranquilo, sabía que esas fermonas que el alfa soltaba eran para tranquilizarlo.

En cambio, Zen se sentía en las nubes. Tener de esa manera al peliazul y sentirse necesitado por éste era una de sus ilusiones hechas realidad, todo sería perfecto si no fuera por el maldito olor exquisito que desprendía el vendedor. Él, lástimamente no era de piedra y por más que trataba de mantener la cabeza fría ese olor seguía ahí, enloqueciéndolo. Carraspeó un poco, para hablar:

— ¿Cómo te encuentras? — cuestionó.

— Mejor. Me alegra que llegarás, yo no hubiera podido alejarlo de mí — admitió con pesar. — Gracias.

— Sabes que tenía que hacer algo, después de todo nuestro lazo me avisó.

— ¿Lo hizo? — preguntó incrédulo. A pesar de todo lo vivido desde que entró a la editorial, aún le costaba creer que era una de las pocas personas que tuvo la dicha de encontrar a su ser especial. Sabía que en algún momento él lo había llamado, o más bien, le había pensado.

— Sí, verás — se acomodó un poco tratar de ver el rostro de Yokozawa, cosa que le resultó imposible pues éste la tenía enterrada en su pecho. — No sé con exactitud la hora, pero sentí un malestar que aumentaba gradualmente. Me sentí abrumado y al salir me enteré que alguien había entrado en celo, uní piezas y supe que eras tú. Además, casi por llegar a tu encuentro sentí que te conectaste conmigo, o mejor dicho: nuestros lobos lo hicieron. Te sentí cerca y sentí tus emociones.

El menor no dijo nada, se encontraba analizando todo lo que el castaño le había dicho. Todo parecía irreal, pero se alegraba.
"Supongo que mi lado omega recurrió a él, la verdad no me extraña." concluyó Takafumi.

— Yokozawa — se animó a romper aquel abrazo, tenía que irse sino terminaría saltando sobre él. — Debo llevarte a un lugar seguro mientras pasas tu celo y no me fío de tu departamento.

— ¿Eh? — Yokozawa levantó su rostro. Con todo lo sucedido olvidó su celo, ahora que era consciente nuevamente de su situación sintió cómo  su cuerpo era víctima de un calor abrazador. — Oh...

Kirishima observó como el otro se encogía, era demasiado tierno que debería ser un delito. Sabía que el oso estaba avergonzado aunque no veía el porqué, era normal, muy propio de un omega sano. El celo era lo mejor que le puede pasar a un alfa y a un omega si buscan tener cachorros, por lástima aún no era el caso.

— ¿Crees que debo llevarte a la casa de los omegas? — cuestionó el castaño. La casa de los omegas era un edificio construidos principalmente para protegerlos del celo. Eran atendidos por otros omegas y algunos betas. — Creo que ahí estarás a salvo, ¿qué dices?

El menor pensó que no era tan mala idea, era el lugar más seguro. Él tenía previsto poner aisladores en sus ventanas y puertas para que las fermonas no escaparan al exterior, además de que pondría cerraduras extra en la puerta principal de su departamento y habitación, dado el caso que un loco se colara, sin embargo no había echo aún nada pues empezaría justamente hoy.

Asintió después de un rato, Kirishima se separó un poco, se quitó su sacó y se lo puso en los hombros al menor. Quería que por lo menos su aroma estuviera en su cuerpo para que pensaran dos veces al intentar acercarse, su lobo interior le exigía marcar territorio.
Pasó un brazo por sus hombros y salieron por la puerta trasera de la editorial, Yokozawa le había pedido personalmente mantener todo lo más discreto posible. Ambos se dirigían al estacionamiento, por fortuna Kirishima había llevado su auto para llegar temprano a casa, de esa manera no tendrían más encuentros desagradables.

El recorrido fue en silencio. Yokozawa se sentía demasiado incómodo, todo de él quería aparearse y estaba a punto de perder la cordura; se mordía los labios para concentrarse en el dolor pero le era inútil y Kirishima no estaba mejor. Se regañaba mentalmente, debía aguantar, debía llevarlo sano y salvo.

— Kiri... Kirishima — soltó sin aguantar. Era toda una tortura el celo, ya no podía.

El castaño apretó con fuerza el volante, ese jadeo lo estremeció. Sabía que el omega estaba en el límite, sabía que debieron pasar por el baño por supresores antes de salir, sabía que debía ser el razonable de la situación porque su oso no se entregaría así, por calentura sin sentimiento alguno.

— Calma Yokozawa — Habló tratando se sonar tranquilo. Soltó fermonas con toda la intención de brindarle el mismo sentimiento a su compañero. — Ya vamos a llegar, mientras dime algo para que despejes tu mente.

Yokozawa estaba todo sonrojado, jadeaba y se retorcía en el asiento del copiloto. Sabía que tener cerca a Kirishima no era bueno, ¡por su puesto que no! Era su pareja predestinada por el carajo, desde el primer momento en que lo vio muy en el fondo él quiso ser tomado por ese sujeto.

— Tengo un gato — soltó.

— ¿Un gato? — cuestionó con una sonrisa. Jamás se imaginó que el oso gruñón tuviera uno.

— Sí, un gato. Ya tiene sus años, pero es una buena compañía aunque está solo la mayoría del tiempo...

Kirishima sonrió al recordar que su cachorrita desde hace ya un buen tiempo llevaba pidiéndole un gato, estaba seguro que le encantaría conocer al gato de Yokozawa.

— Me encantaría conocerlo, espero que me lo permitas.

El menor le dirigió una mirada al castaño. En su rostro tenía una sonrisa sincera donde enseñaba su perfecta dentadura. Se le encogió el corazón al notar las pupilas del castaño al igual que su respiración errática, se estaba conteniendo por él y ese gesto no pasaría por desapercibido ante el omega, claro que no. Era una acción que muchos deberían seguir. Sin dudas Kirishima era un alfa ejemplar.

— Claro — respondió en voz baja. — Me gustaría que lo conocieras.

Al terminar la frase sintió algo de pena. Casi nadie sabía de Sorata pero quería que ese castaño lo conociera, él lo valía. Valía el riesgo, ya lo había demostrado y lo estaba haciendo justo en ese momento. [La pareja predestinada defenderá, cuidará, protegerá y amará a pesar todo.  Suelen ser muy protectores y celosos con otros alfas] recodó una cita que leyó en un artículo cuando investigó su "situación".

[...]


¿Cómo has estado? Sé que mañana saldrás y quizás quieras que pase a recogerte.

Kirishima se encontraba en su hogar. Mañana sería el cuarto día desde que inició el celo de Yokozawa; ahora sabía que su celo duraba tres días y sucedía cada tres meses, para su suerte el menor se mantenía en contacto a través del celular que amablemente el castaño recogió de la oficina al igual que sus otras pertenencias.

Durante estos días el ambiente de la oficina se tranquilizó, aunque muchos aún se preguntaban lo sucedido y aún más en el departamento de ventas por la ausencia de su jefe. Por suerte Isaka se había encargado de ese asunto argumentado que el vendedor salió por asuntos personales. No podía negar que sentía que había transpasado una barrera entre él y el peliazul, aunque seguía igual de recio al dar información de sí.
Su celular vibró, sonrió al saber de quién se trataba.

Estoy bien, gracias. No creo que haga falta, ya has echo mucho por mí. ¿Sorata está bien?

Cierto. Desde que lo dejó en la casa del omega, antes de entrar le pidió que se hiciera cargo de su gato, no quería que sufriera hambre durante su ausencia. Para eso le dio una copia la llave de su departamento al igual que su dirección. Kirishima aceptó con gusto, tenía que ganar puntos con su omega. Es así que cada vez que salía del trabajo iba al departamento del vendedor al cuál, por cierto, se tomó la libertad de echarle una revisión rápida. Para su sorpresa su departamento era igual que su dueño, simple y misterioso pues estaba casi vacío, sólo se encontraba lo esencial cosa que podría describir de cierta manera al menor.
El editor se quedaba una media hora o más en esos días tratando de hacerle compañía al gato y limpiando para que el dueño encontrara el lugar lo más limpio posible, después volvía a su hogar para seguir con el deber de ayudar a Hiyo en sus tareas.

No hay problema, yo encantado de recogerte. Mañana es sábado y no tengo que ir al trabajo, ¿que dices si salimos?

Lo que más quería era verlo, no podía creer cuán afectado estaba por no verlo, sentirlo u olerlo por esos días. Una molestia se instalaba en su interior con unas ganas inmensas de abrazarlo e impregnarse de su aroma, también quería hablar de un tema delicado: su cachorrita. Aunque quisiera ya no podía evitar el tema y Hiyo sopechaba algo, pues le había cuestionado el olor ajeno con el que llegaba casi todos los días y aún más cuando llegó después de dejar a Yokozawa en ese institución.

Creyó que Hiyo estaría algo celosa pero resultó todo lo contrario. Desde que lo conoció, Hiyo se pegaba a él casi al intante que ingresaba a la casa para frotarse en el ligero olor que aún permanecía en sus ropas y aunque Hiyo no había dicho nada directo acerca de su comportamiento como si buscara impregnarse también de aquel olor como un cachorro hacía un padre para tranquilizarse o buscar seguridad. Sin embargo, el castaño sabía que su hija sentía cierto apego a el aroma lo que le daba confianza.

Estoy seguro que tienes algo más importante. Además tengo que limpiar mi casa y ponerme al corriente con el trabajo.

Kirishima rodó los ojos, en serio que Takafumi era una persona adicta al trabajo pero no estaba dispuesto a dejar pasar otro día sin velo.

¿De qué hablas? He limpiado muy bien tus cosas. No sabía que doblabas tus calzones, ¿seguro que no tienes algún fetiche?

Bromeó, se imagina al vendedor con esa cara que daba miedo mientras leía el mensaje. Si tan sólo supiera cuánto daría por ver esa expresión. Ese ceño fruncido lo invitaba a ese juego, uno que sólo los dos, pero más él, disfrutaban.

¡Idiota! ¿Quién te dio permiso de husmear en mi departamento? Solo tenías que alimentar "A-L-I-M-E-N-T-A-R" a Sorata.

El castaño no pudo evitar carcajearse. Sí, en definitiva ese era el dulce carácter del oso.

¿Entonces... que dices, aceptas?

Volvió al tema, no lo dejaría ir así de fácil, quería verlo. Quizás tendría que pedírselo de otro modo, atacando otro punto. Volvió a escribir:

Quiero verte.

No tardó mucho cuando recibió una respuesta, no tenía ni ninguna letra pero en el lenguaje del vendedor era un sí.


12:20

Su corazón estaba feliz, él había aceptado verlo y no solo eso: al mostrarle un poco de su afecto que no era rechazado, sino al contrario, había sido recibido y devuelto (de alguna manera) y eso quería decir que él estaba ganado terreno dentro de su corazón.

"Ah, qué feliz estoy" pensó. Hoy Hiyo se había ido con sus padres a un viaje a las aguas termales. Se sentía algo solo, pero se consolaba con pensar en que lo vería mañana.

Por otro lado, Yokozawa se encontraba colorado. Su corazón estaba agitado una vez más; no podía negar que ahora en su ser había una pequeña ilusión de que alguien lo amara de verdad, durante su estancia en la casa de los omegas no había dejado de pensar en Kirishima además, él también quería verlo y agradecerle a pesar de que sentía vergüenza por su comportamiento.

Por suerte conoció a otro omegas y extrañamente se relacionó muy bien con ellos pues narraban sus experiencias como omegas entre otras cosas.
Lo mejor era dormir, ya mañana tendría que lidiar con su dolor de cabeza personal.

[...]


Eran las 12:15 y Yokozawa estaba dirigiéndose a la salida. Uno de los prefectos le dio una tarjeta de la institución para que llamara si surgía algo parecido a él o a otro omega, la tomó y se aseguró de aguardarla bien en su cartera.
Cuando vio el gran portón sintió sus pies débiles al igual que sus manos sudorosas, estaba nervioso de volver a ver esos ojos miel. Cuando piso la banqueta un olor tan bien conocido llegó a sus fosas nasales, inhaló profundo, llenándose de ese alfa.

Volteó en dirección de donde provenía el aroma y al hacerlo, sus ojos se toparon con unos que sonreían sin la necesidad de una boca. Brillaban como dos estrellas, tan intensas y hermosas.

Kirishima se encontraba recargado en el cofre de su auto, desde las doce en punto él ya estaba afuera del sitio, estaba muy impaciente y ansioso pero al ver al omega ahí, con una pequeña maleta y ropa informal se sintió lleno y cualquier sentimiento ajeno a la tranquilidad lo abandonó.
No esperó más y se acercó con pasó apresurado al menor y lo abrazó con  cariño, por no decir amor.

Yokozawa estaba sorprendido pero también le correspondió el abrazo con la misma intensidad y casi podía jurar que sus corazones latían en sincronía. Ambos se fundieron uno con el otro, aspirando su aroma, disfrutando del calor.

— Te extrañé — susurró en su oído el castaño.

— Cállate.

Duraron un poco más en esa posición, algunos omegas veían a la pareja desde la ventanas del edificio. Se sorprendieron al ver a un alfa abrazar con tanto amor a ese omega, por un momento soñaron con ser él.
Al ser consciente que varios los miraban, Kirishima rompió el abrazo, lo examinó unos instantes. Se veía como lo recordaba, ni más flaco ni más pálido. Ambos se subieron al auto y Kirishima condujo al departamento del vendedor.

Al estar ahí, Yokozawa sintió el débil olor del editor en su departamento, cosa que confirmaba que realmente había cumplido su promesa.
Mientras se adentraba más a su casa, Sorata hizo acto de presencia maullando y restregándose en sus piernas a manera de bienvenida. El peliazul se hincó y acarició el pelaje negro de aquel viejo amigo.

— Estás aún mas gordo de lo que recuerdo.

— ¡No es mi culpa! Jamás me dijiste cuándo debería de darle y cada vez que tanteaba cierta porción me pedía más — se excusó el mayor mientras se cruzaba de brazos y ponía cierta cara de puchero.

Yokozawa sonrió ante el comportamiento infantil de aquel alfa, a simple vista muchos creer que es un hombre sereno cosa que es todo lo contrario.

Ambos se instalaron en la cocina para lavar todo lo que habían traído de la tienda de convivencia. Ahí fue consciente que el castaño era realmente torpe con las manos hasta para pelar una simple papa para el caldo, ¡cómo le hacía para alimentarse en casa! Era todo un milagro que siguiera con vida.
Al final el se hizo cargo de todo, le gustaba cocinar y era bastante bueno en ello, aunque quería esforzarse por el sujeto que tenía a su lado balbuceando de cosas qué él no llegaba a comprender de todo.

Cuando la comida estuvo lista, Kirishima se dispuso a poner la mesa mientras Yokozawa servía los platos. Le provocaba cierto nerviosismo tener en su departamento al editor, su corazón estaba como loco y se reprochaba aún por eso. Ya llevaban casi dos meses de conocerse y él parecía un maldito estudiante de secundaria enamorado, o más bien, su cuerpo era el que parecía.

— ¡Éste es el mejor plato de estofado que he probado! — mencionó Kirishima al terminar su ración y pedir otra. — Eres muy bueno en la cocina.

— No exageres — mencionó Yokozawa.

— Solo digo la verdad, deberías aceptar mis cumplidos más seguido.

— Claro — aún si el cumplido provenía de él le resultaba algo difícil de aceptar. Él no estaba muy acostumbrado a recibirlos y era algo raro.

Después de que el castaño comiera hasta saciarse ambos entablaron una platica amnea, aunque Yokozawa intentó echarlo argumentando que tenía que trabajar, cosa que al contrario le había entrado por un oído y salido por el otro, dando como resultado a un molesto vendedor que revisaba algunos documentos en silencio, mientras que, el castaño se limitaba a verlo sentado a su costado, a la otra orilla del sillón.
Por más que Yokozawa había intentado hacerse de la vista gorda e ignorar a ese tipo, sentía la vista clavada en todo su ser. Eso lo ponía aún más nervioso.

— ¿Tengo algo en la cara? — cuestionó al fin.

— Solo observo a mi linda pareja — dijo encogiéndose de hombros, como restandole importancia sin apartar su mirada.

— ¡Yo NUNCA he aceptado ser nada tuyo! — argumento.

— Por ahora — sonrío, lascivamente. 

Esa extraña sonrisa le provocó un escalofrío, ambos se quedaron quietos, mirándose a los ojos. Las atmósfera cambio de un momento a otro que Yokozawa se encontraba aturdido, cosa que el castaño aprovechó, arrinconándolo en su lado del sillón.

— Qué mierd/mhg.

Kirishima saltó sobre sus labios en un beso profundo y demandante. El vendedor intentó alejarlo con sus brazos pero fueron tomados por otras manos y colocados detrás de la nuca del alfa. Cuando la lengua de mayor se introdujo en la boca de Yokozawa su cuerpo vibró, tenía que admitir que había extrañado ese toque y que sólo con él se había sentido así por un simple beso.

Yokozawa tomó los cabellos castaños y jugó con ellos, aunque también trataba de acercar el rostro de él al suyo. Sintió una manos que recorrían con delicadeza su espalda y costados.
El calor de Kirishima, su cercanía y las caricias eran un delicioso disfrute, al igual que un arma de doble filo.

— Espera — mencionó cuándo se separó de aquella boca para tomar aire.

— Tranquilo, no haré nada — dijo el mayor sin detener sus caricias — solo que te extrañé demasiado.

— Q-qué cosas dices, solo fueron cuatro días — giró su rostro al sentirse colorado. No quería que él lo viera así.

— Te extrañaba tanto que en el tercer día estaba debatiéndome seriamente si debía colarme en la noche para poder verte — admitió, aunque también quería seguir aumentando la intensidad de ese sonrojo.

— No digas tonterías, te hubieran arrestado — mencionó algo molesto. Odiaba que el castaño le sonrojara y aún más, que siguiera diciendo esas cosas innecesarias.

Kirishima iba a responder, pero prefirió esconder su rostro en el cuello del vendedor. Ahí aspiro su aroma; no mentía cuando decía que lo había extrañado, se sentía vacío, solo...
Yokozawa quería apartarlo, pero ese toque lo hacía sentir tan cómodo que declinó e incluso se animó, de manera torpe, a acariciar ese finos y suaves cabellos.

" Todo éste tiempo estuve pensando en ti, supongo que la pareja predestinada siempre cautiva tu corazón cuando menos te lo esperas"

Siguieron así, Takafumi sabía que Kirishima lo estaba esperando y aún mejor, lo estaba cortejando. Si le hubiera pedido a otro alfa que hiciera eso de seguro se reiría de él. Pero no fue así, Kirishima lo entendió y aceptó y había logrado su cometido.

Si quería que las cosas se "formalizaran" tenía que declarar su amor, de tan solo pensar en hacer algo tan vergonzosos sentía de nuevo los colores en su rostro. Quizás aún podía negar lo que sentía, sin embargo el deseo de estos momentos era más fuerte.
Con todo el valor del mundo habló en un susurró:

— No he dejado de pensar en ti.


Nos leemos pronto.

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