RAÚL
Un corte en la frente distaba mucho de ser una emergencia. La doctora le había cerrado la herida sin siquiera mirarlo, mientras atendía a Enrique, que al final había tenido una costilla flotante fracturada. Se limpió él sólo los rastros de sangre seca y apenas Diana le dio el alta corrió hacia la Sala de Motores.
Al llegar, Antúnez y Caz se le acercaron.
— El Rompehielos dejó de funcionar por un error de software. — Informó Antúnez.
— Fue un lag de unos trrres segundos. — Agregó Caz. — tiempo suficiente parrra que una rrroca pequeña nos golpease.
— ¿Pero no debería haber sonado la alarma? ¡Cada sistema vital tiene por lo menos una función de respaldo y una alarma de seguridad!
— Eso también falló. Lo que me parece raro es que justo se hayan descompuesto los sistemas cuando estábamos por impactar un asteroide.
Raúl se quedó pensando en aquello.
— Sí... Demasiada mala suerte. — Iba a tener que comentarle aquello a Tomás. Y probablemente también a Culbert.
— ¿Qué hacemos ahora? — Preguntó Antúnez.
— ¡Ustedes dos sigan revisando el log de estos sistemas! ¡Los demás que se dividan en dos grupos! ¡Uno de reparaciones y otro de diagnóstico! Necesitamos dos cosas: sanar y saber cómo estamos.
Y se pusieron a trabajar.
Los diagnósticos no fueron muy buenos. Raúl consideró que lo mejor era hablar con Tomás y Culbert en persona. Se citaron en la Sala de Reuniones.
— ¿Tan malo es? — Preguntó Tomás.
— Así de malo. Los sistemas están funcionando bien de nuevo, pero tuvimos una fuga de deuterio. Y eso se traduce en que de acá a un par de días nos vamos a quedar sin energía. Nada de luz, soporte vital o gravedad. Y para peor, no es un elemento que se pueda conseguir demasiado fácil.
— ¿Y no tenemos reservas? — La preocupación de Tomás era evidente.
— Debo averiguarlo con la gente de Operaciones. Seguramente tengamos stock de reserva, pero habría que ver cuánto.
Resultó que buena parte de la reserva estaba alojada en los sectores de la nave que habían sido dañados durante el Choque de Deragh, lo que había ocasionado la pérdida del setenta por ciento del stock. La situación era bastante complicada, aunque no tanto como para calificarla de grave. Era el momento de reunirse a buscar soluciones. Y así lo hicieron. En la Sala de Juntas se encontraron los jefes de cada área para proponer ideas.
Tras informar y hacer un resumen de la situación, Raúl le cedió la palabra a Tomás.
— Así están las cosas, entonces. Lo primero que vamos a hacer es reducir al mínimo el consumo de energía en todas las áreas. Y si algo se puede apagar, lo apagamos. ¿Qué podemos hacer para conseguir más deuterio?
— ¿No podríamo' sintetizarlo? — Preguntó Diana.
— Sería fácil si tuviéramos agua pesada. Podríamos hacerle electrolisis. — Respondió Raúl. — No es el caso, no tenemos agua pesada.
Culbert comentó que había mandado escanear los alrededores de la nave y habían encontrado una cantidad bastante baja del elemento en el vacío, pero no se le ocurría cómo atraparlo.
— Eso es lo de menos. — Pensó Tomás en voz alta. — Podríamos hacer una especie de vela recolectora, como los proyectos de naves a vela de hidrógeno que se teorizaron en la Tierra, pero no sé si valdría la pena el esfuerzo.
Raúl tomó su tablet, estudió las cifras que había obtenido Culbert y comenzó a hacer cálculos.
— Definitivamente no vale la pena. Perderíamos más energía de lo que el deuterio obtenido nos ayudaría a recuperar.
— ¡Maldición! — Tomás golpeó la mesa. Luego miró a Enrique.
— ¿Mandaste un SOS?
El joven asintió.
— Se está mandando automáticamente desde hace una hora, pero no encontré rastros de comunicaciones por acá cerca. Estamos, literalmente, en el medio de la nada.
— Tanto como "de la nada" no. — Agregó Raúl. Había un leve atisbo de sonrisa en su rostro. — Gonzalo me está avisando que acaba de encontrar un planeta no muy lejano. ¿Adivinen qué elemento tiene en abundancia?
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