Capítulo 3: Cuarentena

Luego de terminar la reunión, la cual era llamada "Mesa de Emergencia", ninguna de las personas que fueron convocadas a la misma podían abandonar las instalaciones del Palacio Nacional debido a que un estricto protocolo así lo establecía y, ya que se requería un espacio para poder ejercer sus funciones, se le asignaba una de las pequeñas oficinas localizadas en el primer piso. En una habitación, ligeramente más grande que un cuarto de baño, estábamos investigando mediante el internet lo que sucedía en aquellos momentos. En esos momentos Daniel había recibido una llamada en su teléfono celular.

—¿Sí? —Dijo con el auricular del móvil en su oreja derecha mientras leía un artículo de la BBC — ¿¡qué!? —Gritó poniéndose de pie —Dios mío —Luego colgó la llamada y me miró.

El virus, a lo que fuese que anduviese por el país, había penetrado en la instalaciones del CCP y todos se habían matado entre ellos. No creía lo que Daniel me acababa de decir y le obligué a buscarlo en el computador. Todos los sitios web de las diferentes cadenas de noticias decían lo mismo. El Centro Científico de Prancia ya había caído ante el mal que millones de pranceses estaban enfrentando.

—¿Y ahora? —Pregunté perplejo.

—Ahora no tenemos nada. —Contestó Daniel Isof con los ojos enrojecidos a punto de romper en lágrimas.

***

La noticia sobre el CCP nos afectó mucho a los dos. Daniel Isof había dedicado mucho de su preciado tiempo a las investigaciones que allí se llevaban a cabo y era de esperarse una reacción de ese tipo. En cuanto a mí, desde que leía el titular que decía; También el CCP colapso, supe que me había quedado sin nada. Hacía ya cinco años del accidente que me separó de forma definitiva de mi familia. Eran las 1:43 de la madrugada de un fatídico día del año 2003 cuando me llamaron para avisarme que toda mi familia había muerto en un choque. Mi madre, mi padre, mi esposa y su hermano perdieron la vida cuando un autobús atropelló la camioneta en la cual se dirigían a la parte de Sur de Prancia para pasar unas vacaciones allá. Tardé mucho en aceptar la realidad y lo había logrado pero ahora otra tragedia me separaba de mi gran amor; la ciencia.

—Al menos —decía Daniel haciéndome volver a la realidad —estamos vivos y eso, a pesar del desastre que se va creando, es un punto a favor.

Él tenía mucha razón, aunque sin embargo, era sólo cuestión de tiempo para que ambos también cayéramos pero mientras tanto veíamos como reaccionaban los organismos que intervenían en la crisis. Las fuertes relaciones diplomáticas que tenía la República de Prancia con otras grandes potencias, como Rusia y Francia, no sirvieron de nada porque todos los países cerraron sus fronteras y le prohibieron la entrada a cualquier turista y todo eso tres horas después del atentado.

—¿Por qué están actuando así? —Le pregunté a Daniel mientras la rabia y la impotencia nacían dentro de mí.

—Están haciendo lo que cualquiera haría, protegerse.

Seguíamos buscando más noticias sobre la situación cuando se apareció una de las empleadas del Palacio Nacional para informarnos que el Presidente Agueda había convocado otra reunión. Daniel me miró y leyó lo que decían mis ojos, 'El Presidente parece que está entrando en pánico'.

***

La sala donde se efectuaban las reuniones se hallaba en el tercer piso, cerca del Despacho Presidencial, por lo que tomamos un ascensor y cuando llegamos al piso correspondiente caminamos a pasa acelerado por los largos pasillos del edificio. A excepción del Presidente Agueda, fuimos los primeros en llegar. Él estaba sentado en su sillón de piel que le correspondía y se le veía cansado, derrotado al tal punto que juraba ver como su cabello se iba invadiendo cada vez más por la presencia de las canas. Cuando nos llegó a nuestra nos mostró una sonrisa que me dio mucha lástima. Nosotros nos sentamos al otro extremo de la mesa.

Se puso de pie y se paró delante de una ventana que tenía una vista esplendida de una bandera de la República de Prancia con sus colores rojos, blancos y azules. El símbolo patrio estaba ondeando bajo un Sol que se dormía poco a poco.

—Caballeros —decía sin dejar de mirar por la ventana — esto...—no miró —olvídenlo.

La sala se fue llenando y en menos de tres minutos estaban todos los ministros presentes.

***

El Vicepresidente dio inicio a la reunión repasando cada uno de los acontecimientos del suceso.

Nadie prestó su total atención a sus palabras porque cada uno ya sabía con claridad lo que ocurría. Cuando terminó de hablar el Presidente tomó la palabra y pidió a cada uno de los Ministros que rindiera un breve informe sobre lo que había investigado. El primero en hablar fue el Ministro de Salud y expuso que gracias a las investigaciones realizadas por dicha institución se logró averiguar que el arma bioquímica contenía un virus. Aquel microorganismo atacaba el sistema nervioso provocando al individuo síntomas como la perdida de la sensibilidad en el cuerpo, respiración agitada y violencia extrema debida a un daño irreparable en la amígdala cerebral que causaba una furia incontrolable.

—Eso explica la violencia de la población. —Afirmó el Ministro de Salud.

El Presidente Agueda suspiró al escuchar la aclaración.

—¿Y cómo se propagó ese virus? —Preguntó el mandatario.

El Ministro de Salud no titubeó y aseguró que la respuesta a esa pregunta aún no la tenían pero que estaban trabajando sin descanso para obtenerla. El siguiente en hablar fue el General Lupé, el Ministro de Defensa, quien dijo que la labor del Ejército Nacional se veía un poco afectada por los ataques por parte de los civiles pranceses. Continuó diciendo que hasta el momento no se tenía ningún rastro de alguna pista que condujese al autor del atentado terrorista pero que esa tarea continuaba de manera ardua y agregó que sospechaba de un país del Norte de América.

—¿De cuál país sospecha General Lupé?

El Ministro de Defensa puso una cara de asco que a mí me pareció más bien una cara de odio.

—Han sido Los Estados Unidos, señor Presidente.

El Presidente Agueda asintió.

—Confiaré en usted, no obstante, no podemos hacer nada hasta que se confirme su sospecha.

En aquellos momentos cualquier país era sospechoso puesto que la República de Prancia era una de las naciones con mejor índice económico y en los últimos años estaba alcanzando un lugar importante entre las máximas potencias del mundo.

—He tomado una decisión —dijo el Presidente mientras leía unos documentos — hay que poner en cuarentena a la ciudad de Sando.

Todos los presentes se miraron unos a otros y él notó la reacción.

—Es lo mejor que podemos hacer. Sabemos lo que nos está atacando pero no en la manera en cómo se propaga. Cuando el Dr. Victoria tenga más información acerca del virus los convocaré a una nueva reunión. —Al terminar de hablar tomó agua de un vaso.

***

Daniel salió a los pasillos y allí le preguntó a un guardia si se era permitido fumar en esa área y éste le dijo que sí. Encendió su cigarrillo y se sentó en el piso.

—Esto va a ser para largo rato Rafael. —Me dijo mientras se masajeaba la sien con dos dedos y el cigarrillo descansaba en el labio inferior de su boca.

El proceso de cuarentena fue un proceso que contó con tres fases fundamentales. La primera, era informar a la población que una determinada zona se iba a poner en cuarentena para que así lograran cooperar con el proceso. La segunda fase consistía en que, tanto los policías como los bomberos, debían empezar a colocar vallas metálicas alrededor del área en cuarenta. La tercera y última fase era la colocación de varios puestos de control para vigilar que nadie entrara o saliera del perímetro cerrado.

—¿Tú qué opinas? —Me preguntó él desde el suelo.

Mi mente estaba en blanco, ya no hacía horas que dejaba de pensar en lo que estaba sucediendo y simplemente esperaba.

—Creo —le dije finalmente —que el infierno ya tiene nuevo nombre y ahora se llama República de Prancia.

El guardia que estaba cerca escuchó mis palabras, y aunque seguramente me catalogó como una persona desagradable y con un pésimo sentido del humor, la realidad era que todo parecía un infierno donde las personas andaban fuera de control golpeando a las demás y en muchos casos matándolas.

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