Capítulo Veintiuno
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Cierra tus ojos, seguí el calor de mi voz.
Sólo existimos los dos, explorando mis secretos.
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Volteé a verlo con gesto relajado sonriéndole con picardía, tomé otra calada a mi cigarrillo y espere su respuesta, suplicándole al cielo que soltara la sopa de una vez.
— No tengo pero conozco quien la vende — levanté una de mis cejas en curiosidad fingida y espere un poco más — es una mujer y vende la mejor droga que vas a probar en tu vida, te llevaré con ella.
El plan no había sido que me acompañara pero no podía negarme ni decir nada más o podía arruinar todo y que él dudara de mí.
Era esto o nada, pero me las arreglaría.
Rodeamos la muchedumbre y cruzamos una puerta corrediza para salir al patio trasero, Chris se detuvo unos instantes frente a mí y me atreví a detallar el lugar repleto de más personas, una piscina olímpica justo en el medio con algunas chicas en bikinis blancos chapoteando entre ellas. Grandes pelotas inflables se movían de un lado a otro por todo el patio a ritmo de la música.
En otras circunstancias hubiese disfrutado esta gran fiesta a mis anchas y sin una gota de alcohol, era de las que no querías olvidar ni el más mínimo detalle para contárselo a todos los que no pudieron ir a ella.
— Hola preciosa ¿dónde estás? Quiero presentarte a un amigo — la voz de Chris me devuelve a la realidad para notar que esta hablando por teléfono, seguramente es con Eva -la vendedora de drogas- y después de unos segundos cuelga para mirar hacia un punto en la lejanía del gran espacio.
Empieza a caminar hacia ese lugar y sin esperar tiempo lo sigo, buscando la melena roja de la chica. Es la siguiente en las fotografías, mi siguiente víctima que según la pequeña descripción es una mujer ruda y desconfiada que necesita algo a cambio para que te lleve al encargado principal, el que me interesa.
Después de unos cuantos pasos la pude visualizar bailando al aire con otras mujeres a su alrededor, los hombres las veían con deseo pero ninguno se acercaba demasiado como si supieran lo peligrosa que era. Resultaba hasta chistoso verlos parlotear a su alrededor como pájaros siendo ignorados en su totalidad.
— Que no te engañé, es una perra que puede hacerte llorar si así lo quiere — mencionó mi acompañante a pocos metros de distancia intentando advertir algo del que ya tenía conocimiento.
No hablé y nos acercamos lo suficiente para que ella notara nuestra existencia y sus ojos verdes claros me enfocaron con diversión para escanearme de arriba a bajo e intuí por su sonrisa que le había agradado, eso lo usaría a mi beneficio.
Ella le hizo señas a sus acompañantes para que la dejaran sola y rápidamente se esparcieron como moscas. Sonreí con suficiencia al momento que Christian nos presentó y la diversión no dejaba de estar presente en sus facciones. Yo debía tragarme las ganas de vómitar, era hermosa, no lo iba a negar, pero el solo hecho de conocer su trabajo me hacía aborrecerla.
— Princesa, te dejo con mi buen amigo Erick. No vayas a asustarlo, solo quiere un poco de diversión — le guiñó un ojo y me sorprendió un poco que nos dejara solos así, como si hubiese leído mi mente.
Sonreí divertido por la situación y le di un abrazo.
Este hombre realmente era un idiota de los grandes ¿mi buen amigo? Teníamos un aproximado de dos horas hablando, las cuales lo único que he hecho es mentirle y me ha considerado su amigo de años, así de la nada. Ingenuo.
— ¿Así que... buen amigo? ¿Por qué no te había conocido antes? — vi como el hippie se alejaba perdiéndose entre las personas para luego enfocar el rostro de la mujer frente a mí. Desconfiada, no me sorprende.
— Nos conocimos hace años pero me fui a Inglaterra a estudiar leyes y hace poco regrese — se estaba haciendo tan fácil mentirles y me había creado esa vida adentrándome en el papel de un tal Erick Lenox que acaba de llegar de Inglaterra.
Me recosté en la barra para pedir dos tequilas, observándola más de la cuenta para que se creyera importante.
— ¿Quién te dijo que quería alguna bebida? — mencionó frunciendo el ceño en desconfianza. Encogí mis hombros restándole importancia.
— Pedí dos, pero si no quieres me los tomo — amplíe mi sonrisa con picardía utilizando todas las herramientas de coqueteo. Me tomé el primero de un tiro y cuando iba por el otro ella me lo arrancó de la mano para hacer lo mismo que yo — ¿te han sacado a bailar?
Ella sonríe coqueta negando con la cabeza mientras busca algo en su pequeño bolsito de mano. Su vestido blanco es tan diminuto y casi inexistente que se podía ver su ropa interior negra a través de la tela.
Se acercó provocativamente tomándome por sorpresa pero no mostré absolutamente nada.
No moví ni un músculo o algún indicio de miedo o terror en el momento que sentí como presionaba una navaja contra mi abdomen.
— ¿Sabes qué le pasa a los niños bonitos como tú? — susurra con una sonrisa malévola en su rostro impecable casi perfecto. Su aroma choca de frente contra mi nariz y sin embargo es casi imperceptible porque mi respiración resulta escasa — creen que les voy a regalar droga solo por decir unas palabras bonitas y bailes patéticos. No soy así mi amor, puedes largarte.
Iba a moverse, sabía que me estaba cortando y no debía dejarla ir, no ahora. La tomé del brazo que tenía la navaja clavándola un poco más, rasgando un poco la tela de mi camisa blanca. Formé una sonrisa socorrona al momento de ver como ese gesto la tomaba por sorpresa.
Seguramente estaba acostumbrada a ahuyentar a los hombres de esa manera, por esa razón le temían. Yo estaba cagado hasta el fondo pero no había venido aquí para darme por vencido con esta psicópata.
— La verdad es que no quiero que me des tu droga gratis, no tengo problema en pagar toda la que tengas en ese pequeño bolsito amenazador — susurré a centímetros de sus labios y la sentí vibrar de deseo en mis brazos — vine a divertirme, sin embargo, también quería otra cosa.
Sus ojos fueron a mis labios ignorando por completo lo que estaba diciendo ¿ya la tenia comiendo en mi mano? Igual no debía bajar la guardia. No respondió, ella quería que le dijera que la otra cosa que quería era tenerla en mi cama, podía verlo en sus ojos brillantes, su respiración entrecortada y la manera en como se perdía en el movimiento de mis labios.
Era un poco aterrador. No sentía nada más que asco por ella.
Lo peor de todo es que debía darle algo antes de pedirle lo que necesitaba, así es como ella funcionaba. Lo pensé infinidad de veces, busqué la manera de evitarlo pero era lo que ella quería y debía hacer el sacrificio.
Pasé mi brazo libre a través de su cintura quitando con el otro la navaja hacia un lado, la cual cayó al suelo permitiéndome subir mi mano hacia su cuello y acercarla rápidamente para fundirnos en un beso, abrió su boca en respuesta e hice mi parte de forma mecánica y sin ningún tipo de sentimiento.
Sin embargo, de igual forma me sentí un traidor para con Milian y nuestro compromiso, algo en mi interior se corrompía y se pudría llenándose de una culpabilidad oscura. Nuestros labios chocaban y hasta el sabor de su boca me daba ganas de vómitar, rompí el beso antes de que notara mi rechazo.
Le sonreí mordiendo mi labio inferior mientras la presionaba un poco más a mi cuerpo. Ella me miraba con algo más que deseo, me pareció una niña inocente que había probado su primer beso, sus ojos no dejaban de brillar.
Besé su clavícula para luego acercar mi rostro hacia su oreja al segundo que la pegaba a la barra. En este momento éramos un espectáculo pero este tipo de situaciones era algo tan normal en estas fiestas descontroladas. Ignoré la culpabilidad que se arraigaba en mi corazón obligándome a detener el acto incorrecto, aunque quisiera no podía.
Entonces susurré.
— Quisiera entrar en tu mundo princesa, hacer lo que tu haces — mis palabras salían seductoras e íntimas como si le estuviese pidiendo una noche de pasión. Dejé un beso debajo de su oreja — Si tu me lo permites, claro.
Me alejé para observar la revolución de sentimientos en su mirada, era tan fácil de dominar, odiaba tratar a las mujeres así, pero era la única manera de llegar a quien me llevaría con Alicia.
— ¿Q-qué dices? ¿Quieres vender...? — asentí sonriendo con satisfacción antes de que terminara la oración.
— Lo que pasa es que en Inglaterra he experimentado con todas esas drogas y sustancias nuevas. Siempre he querido más que eso, ganar dinero fácil además. Todo en un solo combo — sus ojos se abrieron en asombro.
— Nunca imagine que el chico bonito tuviese tanta experiencia — acarició los vellos de mi nuca con sus uñas largas y peligrosas instando a más besos — las cosas no son así de fácil ¿lo sabes? Si te llevo a mi jefe no podrás dar vuelta atrás o te dispararán en la sien.
Asentí para cerrar el minúsculo espacio entre los dos y besarla con la misma intensidad que la vez anterior, intensidad tan falsa como mi nombre esta noche. Ese pensamiento fue un bálsamo para mi alma, todo lo que estaba haciendo este día no era lo que yo haría ni en un millón de años, justo ahora soy Erick Lenox en todo su esplendor.
Me desprendi de sus labios carnosos al momento que ella se limpiaba el labial regado, yo hice lo mismo. Rápidamente tomó mi mano para llevarme a rastras entre la multitud, sabía a donde nos dirigíamos y no sabía cómo sentirme.
Había una revolución de miedo, incertidumbre y satisfacción por haber logrado lo que quería.
Eva movía sus caderas de forma exagerada queriendo provocarme como si eso fuese posible, como si de esa manera iba a hacerme sentir más que aborrecerla. Resultaba hasta triste pensar en como una mujer tan hermosa que fácilmente puede ser modelo o alguna otra cosa de trabajo honorable gastara su vida de esta manera, arriesgando cada día su pellejo.
Cerré los ojos por un pequeño instante para no sentir lástima, odiaba ese sentimiento.
En el momento que los abrí, enfoque rápidamente a la persona. Charly Genova, uno de los narcotraficantes de nivel medio que se encargaba únicamente a distribuir la droga de las manos del Dragón a los vendedores como Eva.
Como ella miles, sin embargo, esas personas nunca han visto el escondite. Para llegar ahí debía hacer que Charly confiara en mí, me necesitara en su equipo de distribución y no de venta.
Algo así no podía ser tan fácil, llegar aquí lo había sido pero después de esto tocaba mostrar mi lealtad de distintas formas que no deseo ni imaginar.
No me había dado cuenta en qué momento nos habíamos alejado de la casa para acercarnos a un jardín oscuro al lado del estacionamiento. El hombre vestido de negro resaltaba de las demás personas y supuse que el cumpleañero no tuvo otra que dejarlo pasar. Lo más probable es que lo hayan amenazado si no dejaba que vendieran su porquería aquí.
Charly estaba sentado en el capo de un auto hablando con otro de su equipo, de algo desconocido para mí. En ese momento, Eva se detuvo frente a ellos y me coloqué a su lado tomando su cintura con una sonrisa.
— Hola Charly, te tengo un recluta interesado en la venta — ella tomó mi rostro entre sus manos para estampar un beso fugaz — es mi nuevo juguete.
Entonces hablé.
— No preciosa, no soy ningún juguete. Mi nombre es Erick Lenox — eleve mi mano en señal de presentación para esperar su respuesta. Él me observó con curiosidad y desconfianza, tardó en dar su mano, tanto que creí por un momento que se secaría.
— Charly — omitió su apellido, yo asentí en aprobación. Llevé mis manos a los bolsillos de la chaqueta en señal de seguridad, quería lucir confiable para él. Ya no me importaba Eva, podía irse por donde había venido y buscar a otro quien besar — ¿Quieres entrar? ¿Es por capricho o por algo más? Habla.
— Quiero ser parte, ganar dinero y distribuir la droga en toda Villacoral — hablé firme para luego sonreír de lado. Él levantó una ceja en curiosidad para luego echar una burla al aire, de esas que te dan escalofríos — vengo de Inglaterra y entrar en ese mundo es más difícil allá, mucha mierda y al final me sacaban el cuerpo por ser hijo de un empresario reconocido.
— ¿Confías en él, Eva? — habló ignorando todo lo que había dicho. Eso me irritó en sobremanera, mordí mi mejilla interna para no hablar, no mostrar ninguna debilidad o me matarían.
Ella me miró unos segundos y creí que dudaría, era mi maldita salvación, mi pase. El tiempo se antojo lento a mis ojos, la sangre se detuvo en mis venas.
Todo volvió su curso cuando regresó su vista al demonio y asintió con una sonrisa, solo le faltó brincar como una niña de diez años cuando le preguntan si quiere ese juguete.
Suspiré en alivio, nadie lo notó. El aire salió lento y pausado por mis labios, imposible de percibir.
— Bien, ¿quieres vender?
— Distribuir.
— Quieres saltar más alto, niño. Pero eso no es así de fácil, para ser parte de mi equipo cercano debes pasar unas pruebas de confianza. Deberías dejarlo y empezar solo con vender — me observa despectivo para luego hacer una seña con la mano restándole importancia. Sin embargo, yo no hice todo este maldito proceso y sacrificios para que me deje solo de vendedor, así como si nada.
— Quiero hacer las pruebas de confianza. Le prometo que no se arrepentirá — mencioné en tono molesto y él me miró espectante para luego acercarse lo suficiente para intimidar pero no me moví. Todo por Alicia, era lo único que se repetía en mi mente.
— ¿Qué gano yo con eso? — susurró y sonreí satisfecho.
— Conozco jóvenes que son fácil de persuadir para vender droga y, de esa manera se distribuirá no solo en fiestas de ricos sino en todas las discotecas y calles. Es más dinero para tu bolsillo, más poder para el gran jefe — hablé sin cortar la mirada que estábamos manteniendo.
Tenía miedo, estaba a punto de orinarme en los pantalones. Estas personas estaban armadas hasta los dientes. Un movimiento en falso y me matarían.
Asintió pensativo al momento de alejarse un paso y darme un poco de espacio para no morir de un paro cardíaco. Tomé aire para calmar mis nervios esperando su respuesta, su decisión que resultaba de vida o muerte para mí.
Eva a mi lado siquiera se movía y sabía que también estaba aterrada, el tipo realmente sabía como meter psicoterrror, además de que su historial de asesinatos era bastante larga. A veces lo hacía por pura diversión, estaba enfermo mentalmente y esperaba no ser su diversión justo ahora.
— Me gusta tu valentía, muchacho — pasó la mirada a su acompañante con una sonrisa para luego volver a enfocarme — hablemos un poco de esos jóvenes, números y edades. Me los traes mañana mismo y entraras sin hacer ninguna prueba. Solo una pequeña cosita — su rostro se enfrió — si descubro que nos estas mintiendo, que hay algo más detrás de esas palabras... estas muerto.
Después de esa advertencia yo le di una sonrisa de completa seguridad para asentir sin mostrar más que sinceridad - la cual no existe - y él terminó dándome la mano en aceptación. Como si hubiésemos cerrado un buen negocio. Para mí lo era y me sentía más cerca de la casa del Dragón.
Hablamos toda la madrugada, tomamos alcohol y pretendieron drogarme pero les dije que ya había consumido algo y no quería ligar. Lo aceptaron y me sentí aliviado, no podía bajar la guardia de ninguna manera pero prácticamente estaba dentro.
Esos jóvenes que encontraría ya son de la banda de Nicolas, entrarán falsamente para vender su mercancía tal y como dije pero después del rescate desaparecerán de Villacoral para que no corran algún peligro.
Lo bueno de eso es que serán libres, podrán comenzar una nueva vida en otro país lejos de esta pudrición. Quiero esa vida para Alicia, fuera de tantos peligros, lejos de su padre.
En ese momento supe porqué había escapado, ella quería libertad. Pajarito.
Lo siguiente es llegar a la casa donde se esconde el Dragón, encontrar a Alicia y salir libre sin matar a nadie. Eso era lo que esperaba, una misión perfectamente planeada, pero no siempre sucede lo que uno quiere.
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A ver, ¿Cómo sería un encuentro de Alex con Mac?
No puedo siquiera imaginarlo
¿Quién ganará? Hagan sus apuestas.
Okey, no jugaré con sus mentes. Sólo diré que hay un disparo.
Próximo capítulo con Alicia y algunos secretos descubiertos.
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