IX. Leernos
Perla.
De haber sabido que la última regla del juego era leernos lo hubiera considerado. Marco veía con diversión mi lista de respuestas, sabía que no fueron las mejores respuestas pero disimular lo patético que le parecía, pudo ser una opción. Reía con cada una de mis respuestas y yo decidí burlarme también de él... solo si era posible.
El resultado de la preguntas del Mocoso, eran geniales, a pesar de algunas cosas.
Él soltó una risa enorme ante algo que leyó.
—Me asombra tu gran sentido del conocimiento —ironizó, miró con atención la hoja y leyó—: "Mi nombre que a otros pertenece. Perla: lo escogió mi hermano porqué me vio como un pequeño tesoro. Lucía: no sé, a alguien se le ocurrió".
—No es mi culpa que nunca me lo hayan dicho —reclamé. Tomé la hoja y continué leyendo—, por lo menos no son los nombres de mis abuelos.
—Justos y respetados abuelos —acentuó—. Lo que yo no supero son tus virtudes...
—No. Tienes prohibido leerlo.
—¡Ups! Ya lo hice —burló—. Seducir y enamorar a los hombres.
—Cantante profesional... en la ducha. Muy divertido.
—Escribo con velocidad, aunque después no entiendo mi letra...
Sin dejar que siguiera leyendo mis respuestas, le arranqué el papel de las manos y él siguió riendo de mis bobas respuestas que, en defensa mía, respondí sin muchos ánimos.
Ese día, José me besó, aún pensaba por qué lo hizo, sin embargo, no hallaba respuestas alguna de la cuestión, lo hizo y ya. Estábamos organizando cuentas de la empresa M&M, algo que no cuadraba y según fuentes de confianza, el casino de dónde salían tantos gastos, Jorge no perdía en sus juegos y cuando lo hacía, lo pagaba con su propio dinero, eso era un dilema. Buscando esas respuestas él me besó. No sabía muy bien si lo hacía por placer o por algún sentimiento en específico.
Una semana tratando de empezar y ser algo diferente y ya había seducido a un hombre de familia, besé a mi jefe y a su hermano. «Bonita manera de empezar» dijo mi conciencia.
A veces las personas hacen las cosas por su bien, por ayudar o por tan solo temerle a las vueltas de la vida; al decir que la vida es un pañuelo. No obstante, dejé de tenerle fe a la bondad que carece en las personas y por ello no quiere decir que yo no fui bondadosa, pero esa interpretación de mí la maté con la realidad de la vida.
¿Por qué el mundo realizaba campañas, métodos de apoyo o desde la misma religión, para salvar algo que ya estaba destruido? Dudaba de cómo ese tipo de actividades y expresiones podían ayudarme, pero admiraba la confianza que me tenía mi hermano y la que Marco me estaba ofreciendo.
Tenía rato captando la mirada del muchacho que estaba meloso con su novia a nuestro lado. Me burlé de la pobre mujer, estaba tan enamorada y su acompañante besándola, consientiéndola... mientras sus ojos me buscaban con frecuencia, «¿le responderás las miradas? Y no es por ser inoportuna... pero, Marco tiene varios minutos esperando tu respuesta».
—Perla... —llamó el Mocoso—, ¿sigues allí?
—Sí, estaba pensando.
—Tu hermano llamó hoy.
Abrí mucho los ojos fingiendo impresión.
—Preguntó por ti, por estos días y lógicamente no le dije nada del beso con tu jefe y lo que estuvo a punto de pasar con el señor Gómez. No me parece ser tan metiche en esas cosas...
—Igual lo sabrá, no por ti, pero sí por alguna otra persona.
Conocía a las personas y desde que tenía trece años lo único que habían hecho en mi vida, fue estorbar y funcionar como la radio de la residencia, donde la noticias eran: Perla Echeverrie.
—Mañana tendré un almuerzo de trabajo con una empresa textil, se llama "De aroma y colores", irán varias personas.
—Oh. —Bebió de su leche, sonriente como un niño—. ¿Quieres que te acompañe?
—No. Iré con José, todo estará bien. —Fueron desesperante las miradas de ese chico y por primera vez en muchos años, decidí zafarme de ser yo la mujer que le enseñaría la enamorada la otra cara del amor—. Vámonos, yo... estoy muy incómoda.
Sin diferir por lo agradable de la estancia allí, se puso de pie y yo caminé a su lado hasta la salida... Será solo un recuerdo y... saldrás de ese mundo, es encontrarte a ti misma, sé que no quieres enamorarte, pero cambiar esa maldad en ti no tiene nada que ver con el amor, mas sí, con tu felicidad... Pensé en las palabras de Alexis, por qué el aseguraba que un corazón lleno de maldad podría cambiar, eso era imposible.
Una llamada a mi teléfono me liberó de esos pensamientos acerca de lo absurdo.
—Es mi jefe —anuncié, Marco asintió y adelantó el paso para preparar el carro. Contesté la llamada—, buenas ¿sí?
—Quiero hablar contigo sobre... lo de esta tarde —avisó.
—Lo de tu hermano, eso...
—No —interrumpió—, no es sobre mi hermano, aunque sea lo que sea, no me siento muy orgulloso de hablar siempre de él.
—Si es por lo del beso, está bien, pasó y ya, no hay por qué seguir pensando en ello.
—Quiero disculparme por eso, pero no por teléfono, eso es muy... tonto.
—¿Es una excusa para invitarme a salir contigo? —Reí.
—Descubriste mi secreto, ahora debo matarte. —Escuché sus risas—, pero por lo pronto, solo quiero salir. ¿Te gusta el mar?
—Claro que sí, es genial, pero creo que es muy tarde para entrar en el.
—No lo haremos, solo pasearemos, no queda muy lejos. —Hizo una pausa—. Paso por ti.
—Estoy en el Café Rose, no en mi apartamento.
—Perfecto. Espérame allí.
✥✥✥
José estacionó su coche cerca de la arena de la playa, como siempre, yo decidí quitarme los tacones y bajarme del coche descalza, él hizo los mismo. Caminamos en silencio, la arena suave se infiltraba por mis pies, aún se sentía cálida, aunque el viento fuerte ya era frío. Escuchar las olas del mar romper en la orilla refrescó mi alma y dispersó mi mente.
—Recuerdo una vez —dije tranquila—, alguien me prometió traerme a la playa.
—¿Entonces...? —preguntó, su mirada estaba intacta en el camino.
—Era una niña enamorada, tenía trece años y esa promesa se selló en mí. Pero con el tiempo descubrí que las promesas tienes una 80% de falsedad y un 10% de realidad.
—Yo soy de los que piensas que una promesa es una promesa, sin importar cuánto tiempo tarde...
Compartimos una mirada, había tanto brillo es sus ojos que logró sonrojarme, algo que no me pasaba desde que tenía trece años, me sentía tranquila y a gusto con su compañía, pero como nada en el mundo es perfecto, José habló:
—Esa promesa la acabo de cumplir —aseguró. Frucí el entrecejo sin entender mucho—, estás aquí, en la playa.
Traté de aliviar el ambiente, pesando que se trataba de una broma.
—Al menos que te llames Daniel, sí sería posible que cumpliste esa promesa.
—Es increíble —susurró riendo—, ¿de verdad no me recuerdas?
—Si es un tonta broma te pido que la dejes hasta allí —exigí—, no me agrada.
—José Daniel Lazo Hernández —completó—, así me llamo.
Hallé un amargor recorrer mi garganta, un sentimiento de disgusto, odio. Me detuve, miré como él tranquilamente seguía el camino hasta reparar en mi ausencia, frenó sus pasos y giró a mirarme.
Nunca creí en eso de que "las miradas hablan más que mil palabras", para mí eso era algo imposible. Pero cuando la mirada de José o Daniel, cayó en la mía, fácilmente le dije todo, lo que en muchos años no pude decir y él entendió su grave error al decir lo que dijo.
Quiso acercarse pero lo evité con desagro, él no entendía que no quería nada con él, que acababa de traer mi pasado a mi presente y no era una maravilla, deseaba salir corriendo de allí.
—Perla yo...
Negué aspera, sus plabras forzaba a mis lágrimas salir y no quería llorar, menos frente a él. La única persona que me había visto llorar, por chismoso, fue Marco.
—Yo...
—¡No! ¡Cállate! —grité—. Quiero irme.
—Pero...
—¡Me quiero ir, alejarme de ti!
No le di tiempo a objetar, no podía soportar su mirada, pensar en lo cerca que él estaba, lo odiaba. Chillé miles de noches solo por tratar de sacarlo de mi vida y siempre habitó en La Voz. Corrí hasta el coche y me adentré en el sin decir más nada. El idiota se montó también e intentó encenderlo y no funcionó. ¡Dios! Quería matar al encargado del destino del mundo, sobretodo del mío.
Salió del coche y lo revisó, hizo esas cosas que yo no entendí y al final se metió en el auto y me miró, no quise sostenerle la mirada... a él no.
—Está averiado —avisó—. Llamaré a una grúa.
—Genial —dije con odiosidad.
Le envié un mensaje al Mocoso, era mi única salida.
Perla.
Ven a buscarme, estoy en la playa como te dije.
Hazlo ya. No tengo buena compañía.
Mocoso.
Ok...
—Perla, debemos hablarlo —apuntó él—, sí o sí, debes saber por qué me fui.
—No tengo nada que hablar con un mentiroso, tramposo, estúpido, imbécil, idiota y...
—Puedes insultarme de todas las maneras que quieras, pero te lo explicaré.
—¡No! —Miré cada rincón del coche—. Bájate de aquí.
—¿Qué...? ¿Por qué?
—Porque no creerás que esperaré aquí con un indeseado como tú —afirmé—, déjame sola.
—Pero es mi carro, no me pienso bajar.
—Bien, entonces lo haré yo. Te odio, José Daniel, o mejor dicho "el gran y respetado hombre falso".
Me bajé, el frío de la noche arropó mis brazos y mis piernas, pero para mí era mejor un resfriado que compartir el aire con él. Así como la playa de día puede ser cálida, de noche era todo lo contrario. Escuchaba las olas del mar y traté de respira o buscar tranquilidad, usé el mismo coche para recostar mi cuerpo en el.
Enamorarse es el anhelo de cualquier niña, desde que escucha o mira los finales felices de princesas con sus príncipes. Pero mi papá me prohibió los cuentos de hadas, me leían "Don Quijote de la Mancha", "El caballero de la armadura oxidada" aun dudando de ese, "El niño con el pijama de rayas"... y otros, sin embargo, no pudo evitar la películas de Disney, en el momento que mi amor llegó, me sentí afortunada, pero no era lo que creía.
Las lágrimas que habían avisado con salir, salieron y lo encontré estúpido, irónico. Ya habían pasado muchos años, eso ya estaba superado, pero me dolía, me seguía doliendo y lo vi tonto. Escuché que José se bajó y con disimulo limpié las gotas sobre mi rostro y pemanecí en silencio, pero él no estaba de acuerdo conmigo.
—No lo sabía... —comentó—, mi historia en esa ciudad estaba pronósticada para dos años más, pero mi papá decidió reducir ese tiempo y me fui.
—No quiero... hablar de eso. —Resoplé.
—Está bien, solo lo haré yo. —Suspiró—, me enamoré de ti y mucho. El día que me fui no hallé la manera de decirte y debes pensar que pude escribir, pero no sabía cómo, me odiabas y mi simpleza de irme no fue lo mejor.
—Tenía trece años, José... Yo no era demasiado ingenua y le entregué todo mi ser a un chico de diecisiete años, me sentía protegida, viva y fue un porquería. Te esperé, día y noche, por meses ¡meses! Hasta que entendí que jamás volverías, que me usaste, aprovechaste que estaba débil, que buscaba la compañía de alguien y me utilizaste.
—¡No te usé, ni me aproveché, yo te amaba! Tus ojos, tu cabello, la Perla dulce, amable y...
—¡Nada! Me quitaste mi virginidad y te fuiste, ¡eso no es usar, qué va! —ironicé—. Con trece años, Daniel. No sabes lo fuerte que fue todo eso: rogar que mi retraso no se tratara de un embarazo, ver la mirada fija de mi papá al notar que ya no era una niña, ocultarlo, porque a Alexis no le podía decir y amigas ni tenía, hasta olvidarte fue complicado. Destruiste mi ilusión y mis ganas de amar, comprendí lo genial que es el sexo sin compromiso y ahora estoy intentando cambiar, lo incambiable.
—Lo siento —lamentó y eso me hizo enfadar.
—¡No, no lo sientes! No lo viviste ¿o acaso crees que nunca vi tus fotos, viviendo, amigos, fiestas, chicas? Te eliminé de mis contactos por ello, no soportaba ver que surgiste y yo solo cambié para mal. No digas que lo sientes, porque ¡no es así!
La luz de un automóvil me regaló tranquilidad, era el de Marco, me alivió su pronta presencia y antes que se acercara lo suficiente me acerqué yo. Retracé mi marcha de allí para decirle una última cosa a José.
—La vida es un pañuelo y yo ya me acostumbré a eso, pero tú, lo vivirás y espero y sea tan cruel como lo es conmigo...
Gente bella. 💄
Espero les guste este capítulo.
Hasta ahora ¿cuál personaje les cae mejor?
La cita es para el próximo capítulo.
Genesis A.
🍷
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