Capitulo 78 |Errores

Sovieshu cayó de rodillas y se agarró el pecho porque le resultaba difícil respirar.

‘¿Por qué comencé a considerarla fría a pesar de que teníamos tantos buenos recuerdos?’

Al menos dos veces por semana, ambos cenaban juntos y hablaban de todo tipo de cosas.

Los dos no eran tan dulces como los protagonistas de las novelas románticas, pero eran buenos amigos.

En todos los años que pasaron juntos hubo ocasiones en las que discutieron, pero nunca se pelearon de verdad.

Cuando eran el príncipe heredero y la princesa heredera, los nobles los veían tan lindos como un par de jóvenes tortolitos.

—Navier…

Susurró el nombre de Navier con desconsuelo.

Si hubiera sabido que esto pasaría, habría tomado a ese tonto de Scherl como su sucesor desde el comienzo.

‘Debí observar un tiempo más, y hacer del tonto de Scherl mi sucesor si parecía que no tendríamos un hijo. ¿Por qué demonios abandoné a mi esposa y amiga de la infancia? ¿Por qué tengo que pasar por esto?’

—Navier…

Sovieshu golpeó repetidamente el suelo con sus puños.

Navier, me siento solo. Es doloroso. Estoy exhausto. Navier, mírame sólo una vez. Navier, me viste. Te vi mirarme. Te vi escondida detrás de las cortinas. ¿Por qué me evitas? Navier, por favor, sólo mírame una vez más…

Su mente estaba confusa. Los acontecimientos de la noche del día del juicio de Rashta y el presente se superpusieron.

También recordó al Emperador Heinley, que lo miraba directamente desde otra ventana.

Con su mirada parecía decir que ahora era él quien vivía con ella, quien reía con ella y quien tomaba su mano. En otras palabras, la mujer a mi lado es mi esposa, no tuya.

No podía olvidar los ojos fríos de Navier mientras se iba en el carruaje…

Sovieshu estaba realmente desesperado. ‘Si me encontró en mi último aliento, ¿volvería a mirarme? Si le pidiera perdón en mi lecho de muerte, ¿querría verme una vez más?’

Estaba demasiado cansado. Sólo quería que le diera ánimos una última vez. Una sola palabra estaría bien. Deseaba al menos verla de cerca.

‘¿Se compadecerá de mí si muero?’

Un intenso deseo y dolor nublaron por completo sus sentidos.

—Navier… mi esposa.

Sovieshu sonrió tontamente. ‘¿Dónde comenzó? ¿Dónde me equivoqué?’

Rashta… Sovieshu cerró los ojos. Lo que le había dicho a Rashta era cierto. Al menos no la culpaba de su separación con Navier.

‘Pero si Rashta no me hubiera hecho creer que el bebé en su vientre era mío…’

Sovieshu sacudió la cabeza. Aunque la situación habría sido diferente, ese no fue el problema principal.

‘El problema fue traer a Rashta aquí. No debí ir de caza ese día.’

‘No, lo que no debí hacer fue traer a Rashta para tratar sus heridas y después compadecerme de ella.’

‘No, lo que debí hacer fue contarle a mi esposa después de compadecerme de Rashta.’

‘Debí decirle a Navier que había salvado a esa esclava, que había resultado herida por mi culpa, que su situación era lamentable, y que si la aceptaba como sirvienta en el Palacio del Oeste.’

— Escuché que encontraste una esclava fugitiva en el terreno de caza. ¿Es cierto?

Debí responder a la pregunta de Navier de otra manera.’

‘No debí castigar a Laura encerrándola por insultar a Rashta.’

‘No debí comparar a Navier con Rashta.’

‘No debí decirle, ¿no puedes dejarlo pasar por una vez?’

‘No debí convertir a Rashta en mi concubina.’

‘No debí enviar regalos a Rashta en nombre de Navier.’

—Basta.

Exclamó Sovieshu mientras las venas de su cuello sobresalían. Estaba completamente exhausto. No podía soportar el torrente de arrepentimientos que invadía su mente sin control.

Lo más doloroso es que los numerosos errores que cometió podrían haberse enmendado.

Si no hubiera pedido el divorcio a Navier, podría haber corregido todos sus errores arrepintiéndose, pidiendo perdón y volviéndose a acercar a ella con cuidado.

“Alcohol.”

Sovieshu salió al pasillo y ordenó a un caballero.

—Trae una botella de alcohol.

Misuk observo a Sovieshu desde la ventana, no sentía ni un ápice de pena por el, había sido cruel, muy cruel con su esposa.

Traicionó a Navier y de algún modo traicionó a Rashta.

A ambas les había hecho creer que estaría para ellas, pero por su propio bien las había abandonado.

Era egoísta y cruel, todo lo que le pasaba se lo merecía y todo lo que le pasaría se lo merecía también.

—Tienes lo que te mereces - viéndolo por última vez salió de ahí.




























Rashta, que había sido encarcelada temporalmente en el Palacio del Sur, fue depuesta en el mismo Gran Salón donde había alcanzado la cima.

La corona de emperatriz le fue quitada y su vestimenta de emperatriz fue cambiada por una túnica negra.

Sovieshu no apareció. No hubo una última cortesía hacia la emperatriz que provocó la ira del emperador, la emperatriz que ocultó su origen de esclava para ascender al trono, la emperatriz que intentó dar sus tierras.

Rashta estaba agotada y soportó todo el proceso sin fuerzas.

Quedó completamente destruida cuando su padre, que la había abandonado en dos ocasiones, la abandonó por tercera vez en la Corte Suprema.

Era como si la pequeña esfera de cristal que quedaba en su corazón se hubiera hecho añicos por completo.

Con ambos brazos sujetados por los caballeros, Rashta subía las estrechas y empinadas escaleras de la torre.

En el camino, un caballero habló con voz oscura.

—He estado esperando este momento desde el día en que acompañé a mi señora a la corte de divorcio.

Rashta miró a un lado mientras subía las escaleras descalza.

—Tú…

El caballero no reveló su nombre, pero Rashta lo reconoció.

Era la subcomandante de los Caballeros de la Guardia Imperial, que siempre seguía a la Emperatriz Navier como una sombra. Sir Artina.

Rashta la miró fijamente y le preguntó,

—¿Cómo es posible?

—¿Qué quieres decir?

—¿Por qué no todos la traicionaron?

—Todos me traicionaron. Pensé que no me traicionarían si ascendía al trono, pero una vez que ascendí, me traicionaron aún más. ¿Por qué no traicionaron a Navier?

Las comisuras de la boca de Sir Artina se curvaron con frialdad.

—¿De qué estás hablando? Es porque ella fue traicionada que pudiste ocupar la posición de emperatriz aunque sea por un corto tiempo.

—Ah…

Rashta parpadeó y estuvo de acuerdo. Una leve sonrisa apareció en su rostro.

—Eso es cierto.

La actual Rashta no tenía la misma fortaleza que cuando lanzó sus zapatos y gritó en la corte suprema que el emperador era un hombre castrado.

Otro caballero hizo un guiño a Sir Artina con una expresión que parecía decir, ‘¿Se ha vuelto loca?’

Sir Artina sacudió la cabeza. No importaba si se había vuelto loca. Rashta permanecería encerrada en la torre el resto de su vida.

Pasaría sus días sola en una habitación donde tendría tiempo para reflexionar sobre los malos actos que había cometido.

No tendría forma de morir ni nadie con quien hablar, sólo podría pensar en el pasado día tras día.

El encarcelamiento era un castigo cruel aunque no lo pareciera.

Aunque se arrepintiera de sus malos actos, nada cambiaría.

Encerrado en una torre durante muchos años, incluso una persona normal acabaría por volverse loca.

Mientras Sir Artina observaba a Rashta moverse sin fuerzas, pensó que no resistiría por mucho tiempo.

Cuando llegaron a la parte alta de la torre, un caballero abrió la puerta y Sir Artina empujó a Rashta al interior.

—¡Aah!

En cuanto Rashta cayó al suelo, la puerta fue cerrada de forma brusca.

Se escuchó cómo la puerta era trancada.

Rashta miró a su alrededor. Estaba oscuro. La habitación estaba a oscuras, sin una sola vela.

La luz del sol que entraba por una pequeña ventana en lo alto era la única luz aquí.

Una cama deteriorada y un pequeño baño… a oscuras. La habitación se volvería más oscura por la noche. Rashta finalmente entró en pánico.

—No quiero… ¡no quiero!

Rashta se acercó rápidamente a la puerta y comenzó a golpearla.

Sus golpes sacudieron la pequeña habitación.

—¡Abran la puerta! ¡Abran la puerta!

Los ojos de Rashta se abrieron mucho y no paró de golpear la puerta.

—¡No quiero quedarme aquí! ¡Abran la puerta! Abran la puerta! ¡No quiero morir! ¡No quiero!

Rashta dio patadas, puñetazos y cabezazos a la puerta, pero no se abrió. Ni siquiera hubo respuesta.

Los caballeros parecían haber bajado las escaleras.
































































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